domingo, 21 de diciembre de 2025

''Le pondrás por nombre Jesús''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Llegamos al cuarto domingo de Adviento, encendiendo la última vela de La Corona. Vivimos estos días con emoción, conscientes de que ya está al llegar Aquél a quién esperamos. Preparamos los últimos detalles para vivir esta Navidad de forma auténtica, y eso sólo lo lograremos adentrándonos en la contemplación del misterio del Dios encarnado e insertado en nuestra historia y propia vida... Las lecturas de este domingo nos ponen la mirada ya sobre esta realidad, y es que el misterio se desvela, se hace visible lo que era invisible; la misericordia del Señor llega a nosotros a través de sí mismo. Cuando rezamos "el Ángelus" y decimos ''El Verbo se hizo carne,'' solemos responder: '¡y habitó entre nosotros!'' Otros cambian el verbo al presente, lo cual también me parece correcto: ''¡y habita entre nosotros''! No desperdiciemos la Navidad con pequeñeces, si Cristo no va ser el protagonista los próximos días, viviremos unas fiestas bonitas, pero no habremos vivido la verdadera realidad que nos convoca a ellas: una Navidad muy cerca de Dios y muy cerca del prójimo, especialmente del que sufre.

Prepararnos a la Navidad implica dejarnos sorprender, maravillarnos con las obras del Señor que es capaz de todo. La criatura engendra al Creador; es lo que en estos días de las ferias mayores de Adviento contemplamos en María en su estado de buenaesperanza. Dios se humaniza, y el hombre también de algún modo se diviniza con la encarnación y el nacimiento del Salvador. Lo curioso de esta situación es que pasó y pasa desapercibida, como si fuera algo inesperado o improvisado, cuando en verdad estamos ante lo ''prometido por sus profetas en las Escrituras Santas,'' como nos dice San Pablo en su carta de hoy a los romanos. El Papa León XIV en su audiencia de ayer afirmaba:  ''la Navidad está a las puertas, podemos decir: ¡el Señor está cerca! Sin Jesús, esta afirmación —el Señor está cerca— podría sonar casi como una amenaza. En Jesús, en cambio, descubrimos que, como habían intuido los profetas, Dios es un seno de misericordia. El Niño Jesús nos revela que Dios tiene entrañas de misericordia, a través de las cuales genera siempre. En Él no hay amenaza, sino perdón''.

La liturgia de la palabra nos trae hoy a dos hombres que viven una lucha interior muy fuerte, en la primera lectura encontramos a rey Ajaz y en el evangelio a San José. El profeta Isaías nos presenta la situación de Ajaz, que atraviesa un momento complejo en el que peligra el trono de Judá y, curiosamente, el signo será una mujer que ha concebido y dará a luz a un hijo. Así la joven Almah, es un paralelismo con María, como lo es el monarca en comparación a San José, que también era de familia real, de la casa de David. Dios cumple sus promesas, da cumplimiento a su palabra, y sale en ayuda de sus siervos. Las preocupaciones del rey Ajaz son las de un soberano que es consciente de que su reino es algo más que una parcela de poder, sino de que está llamado a cosas grandes y vive su relación con Yavhé con tal temor que aún siendo rey y pasando por un momento de incertidumbre ante la invitación a pedirle al Señor un signo, afirma: «No lo pido, no quiero tentar al Señor». San José, por su parte, vive el tormento de descubrir que María está esperando un hijo, y en él se desata una lucha interna. Vemos aquí la grandeza de San José, que desobedece a la ley para salvar a la persona que quiere; quizás algo en su interior le decía que María no podía haberle engañado, que se encontraba ante algo que le superaba, y en esas dudas benditas de San José sale el Señor al paso para tranquilizarle. 

Necesitamos acercarnos a la figura de San José, y aprender de sus silencios. El ángel le dice algo que a veces nos pasa desapercibido:  ''tú le pondrás por nombre Jesús''. Como nos sabemos el relato casi de memoria, puede que ya no nos diga mucho, pero el ángel le está recordando que Dios ya le está dando un premio en esta vida: el de ser el padre putativo de su Hijo. En la religión judía los hombres sólo hacen una cosa a la hora de nacer el niño, y es ponerles el nombre. Que un descendiente de David fuera el elegido para esta misión esa una nueva confirmación de que Cristo era el esperado, el que había de venir, el Mesías prometido... Os animo de corazón a prepararos para estos días que llegan; en la Parroquia tendremos retiro y confesiones esta semana, además de muchas otras actividades que son propuestas para avivar el espíritu. Que la Nochebuena no sea una excusa para beber y comer sin más; a veces es muy triste que preparamos unas mesas muy elegantes y adornadas pero no bendecimos la mesa, o ponemos platos muy refinados, pero dedicamos la cena a despellejar vivo a alguien que no podemos ver... Que la Navidad nos cambie, nos haga crecer; que el 24 de diciembre haya sitio para el Niño Jesús en nuestra agenda, y no sólo para la gastronomía y la fiesta gastronómica. El salmista nos lo ha dicho claro: ''Va a entrar el Señor, él es el Rey de la gloria''.

No hay comentarios:

Publicar un comentario