Nos vemos ya en el Domingo tercero de este Tiempo de Adviento, y que este año es muy breve; por eso no podemos despistarnos pues nos quedan muy pocos días de preparación. Hoy es también un día especial dentro del Adviento: estamos en el domingo "Gaudete", que significa "alegría", pues hemos superado el ecuador de la espera y nos regocijamos de saber lo cerca que está el Señor. El color rosa es más claro que el morado y le el tono alegre a este día, pero aún no es el blanco de la Navidad: ¿Qué nos dice este color entonces? pues podríamos traducirlo por “ya, pero todavía no”. Jesús ya está casi ahí, pero aún falta un poco. ¿Cuál es la alegría que celebramos? Pues saber que el Señor viene y siempre es fiel a su cita con nosotros. Somos afortunados si creemos y esperamos, pues nuestra vida, la de los creyentes, no es mejor ni peor que la de los que no creen, pero afrontamos el dolor, la enfermedad y la muerte con esta alegría que se fundamenta en que sabemos que Jesús vendrá a buscarnos, llamándonos por nuestro nombre y poniendo luz en nuestras tinieblas.
Isaías profetiza: ''Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos''. Es lo que unidos a toda la Iglesia estamos pidiendo a Dios en estos días, recordando cuando así lo hicieron durante siglos el pueblo elegido con esas palabras del mismo Profeta: «Rorate caeli desuper et nubes pluant iustum» («Derramad el rocío, cielos, desde arriba, y que las nubes lluevan sobre el justo»). A menudo se habla de que el término justicia en nuestro mundo ha perdido sentido, pero es que la justicia de Dios dista años luz de la nuestra, y en Él no hay error posible. A veces el ambiente de nuestro mundo nos hace caer en la trampa del puro activismo, que ha quemado a tantas personas que creyeron que todo estaba en sus manos, que ellos eran los que iban a traer justicia, a redimir su comunidad de vecinos, su barrio, su ayuntamiento, su trabajo... y fueron de mesías y, como coloquialmente se dice por ir de justos acabaron ajusticiados. A Juan Bautista le preguntaron «¿Tú quién eres?»...¿Eres tú Elías?»... «¿Eres tú el Profeta?»... ¿qué dices de ti mismo?»... Quizás es una primera reflexión para este domingo; si espero realmente al Salvador o yo mismo me creo mi propio salvador y el de los que me rodean. Hay personas que se creen que sólo ellos son Iglesia, que sólo ellos trabajan por cambiar el mundo, que sólo ellos pueden lograr hacer el mundo mejor. A veces nos rasgamos las vestiduras con lo que ocurre en tantos lugares del mundo, y nos entran ganas de hacernos misioneros y de ir a decir a aquella gente cómo salir de la miseria o compartila con ellos para ayudarlos, y no caemos en la cuenta de que queremos arreglar el "tercer mundo" cuando somos incapaces de sonreír al que me cruzo por la escalera, de preguntar a la vecina anciana si necesita ayuda, o de tratar de tender puentes con aquella persona con la que llevo enfadado tanto tiempo...
La gente acudía a Juan, que como nos dice el evangelio era ''un hombre enviado por Dios''. Si recordáis, el evangelio del domingo pasado ya nos decía el estilo de vida que llevaba este hombre: vivía en el desierto, vestía con piel de camello y sólo comía saltamontes y miel silvestre. Juan no hacía milagros, no curaba enfermos ni resucitaba muertos, tan sólo predicaba y bautizaba y, sin embargo, tenía seguidores y la gente sentía atracción por su figura hasta el punto que como nos ha relatado la Palabra ''los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas'' para preguntarle quién era: ¿Qué era lo que atraía a la gente del bautista?... Su testimonio de vida, algo que sabemos todos de sobra, pero se nos olvida que el mejor predicador es "fray ejemplo". De nada nos sirve haber dedicado muchas horas en la vida a fines sociales si luego somos incapaces de sacar el odio del corazón; de nada nos sirven muchas horas ante el Sagrario si luego no me afectan los males del que está a mi lado. Por ello en este tercer domingo de Adviento se nos llama a dar testimonio con nuestra vida de que el Señor viene; es la mejor forma de gritar a nuestro mundo para como Juan ser testigos: ''para dar testimonio de la luz''.
Nuestro mundo está triste y en guerra, y requiere descubrir la mística de la alegría que brota de la fe que mueve a los creyentes a testimoniar con ejemplaridad; que vino, que viene y está uno entre nosotros que muchos no conocen y al que no somos dignos de desatarle la correa de sus sandalias. No nos dejemos robar la alegría, pues el que tiene al Señor en su corazón podrá superar toda prueba o dificultad. A veces nos instalamos en la queja y el pesimismo, en la continua comparación de cómo eran o se hacían las cosas hace veinte o cincuenta años: saboreemos lo que tenemos ahora por poco o humilde que sea, que si en algo encontramos a Cristo es en lo sencillo. Y esta última idea nos la ha dado San Pablo en el fragmento de su epístola a los Tesalonicenses y que hemos escuchado: ''Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno''... La alegría más grande que podemos experimentar es la de vivir en gracia de Dios, por ello os invito a que no dejéis llegar la nochebuena sin pasar por el sacramento de la reconciliación. La mayoría acudís a diario a Oviedo donde tenéis muchísimos templos y para los que lo queráis hacer aquí en la parroquia el próximo viernes a las seis de la tarde tendremos las confesiones. Que nos acerquemos a comulgar en la Misa de Gallo con el corazón preparado para que el Niño Dios se acueste en el: "¡alegraos"!...
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