Nos encontramos en el segundo domingo del Tiempo Ordinario, tiempo litúrgico que ya hemos vivido toda esta semana desde que con la fiesta del bautismo del Señor despidiéramos la navidad. Al introducirnos en este período somos llamados a vivir en profundidad nuestro compromiso cristiano en medio de nuestros quehaceres cotidianos. Muy unidos al Señor, a su palabra y a la Eucaristía afrontamos las alegrías y las penas que se nos presentan en el camino. En lo poco que llevamos de año ya ha fallecido una dominica de la Anunciata y, en concreto, en esta semana tres sacerdotes: un religioso carmelita de 94 años, y los sacerdotes diocesanos José Manuel Álvarez de 65 años, y Enrique Álvarez de 41; éste en un accidente de tráfico cuando se dirigía al funeral de su compañero en Gijón. Estos acontecimientos han impactado a la Iglesia Asturiana, y es que no sabemos "ni el día y la hora" en que tendrá lugar nuestra partida. En este fin de semana que la Iglesia Española celebra el "Día la Infancia Misionera" pedimos de forma especial por estos hermanos: dos de ellos el P. Evelio y José Manuel fueron misioneros en Bolivia y África, pero también Enrique lo fue en Teverga y Turón. Todos somos llamados a ser misioneros de nuestro entorno y hacer lo que Juan en el evangelio de hoy: señalar al Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
I. Tiempo para ser santos
En la segunda lectura hemos dado comienzo hoy a la carta de San Pablo a los Corintios, la cual nos acompañará los próximos domingos. Es una de las cartas más bellas del Apóstol, profunda y cargada de mensajes interlineales que sólo se entienden acercándose al contexto histórico y social que vivía aquella incipiente comunidad cristiana. De los primeros versículos que hemos escuchado hoy en ese solemne inicio del texto, se nos regala un mensaje claro con el que quedarnos cuando dice el autor: ''a los santificados por Jesucristo, llamados santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor''. Esta podría ser la respuesta perfecta para aquellos que se preguntan: ¿para qué sirve el tiempo ordinario? Y es que nos hemos quedado a veces sólo en lo superficial al decir que en Adviento nos preparamos para la navidad, y en cuaresma nos preparamos para la Semana Santa y la Pascua, pero habría que especificar: para que nos acerquemos a Cristo, para esforzarnos en vivir su evangelio, para seguir sus pasos, para tratar de imitar su ejemplo... Para esto es el año litúrgico al completo, no para acompañar desde la distancia la historia de la salvación, sino para que la hagamos nuestra. Por tanto ,el tiempo ordinario es un tiempo para tratar de vivir la santidad no entre las fiestas, sino en la sencillez del día a día; también nuestra rutina cotidiana es cauce de santificación.
II. Vocación
La primera lectura vuelve a ser tomada del profeta Isaías, en concreto del renombrado "cántico del siervo de Yahvé". En los versículos que nos ocupan en este día se nos presenta para qué está llamado el siervo; cuál es su misión en la vida o, para ser más exactos, ''para qué esta llamado''. Es un texto que nos habla de vocación, por eso cual respuesta a este tema, vendrán después las palabras del salmista que son la afirmación de aceptar aquello para lo que Dios nos quiere: ''aquí estoy Señor para hacer tu voluntad''. Mirando al siervo que acepta la voluntad del Señor somos interrogados implícitamente sobre cómo estamos respondiendo a la misión para la cual hemos venido a este mundo. En la lectura vemos que el siervo tiene por tarea unir a Jacob e Israel; en definitiva, a unir al mismo pueblo. Antes de nacer Jesús, al igual que ahora, también el mundo ha estado necesitado de paz, de curar heridas, de consuelo... Además de la vocación específica que cada uno tengamos -a ser sacerdotes, religiosas, misioneros, padres de familia católicos, solteros- estamos llamados todos a hacer nuestro mundo mejor: poner paz donde haya guerra, amor donde hay odio... Esto describe el profeta también para "el siervo" según lo que le había dicho el Señor: ''Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra''. Qué alegría da ver en los momentos tristes de la muerte de personas conocidas que la gente comente: ''tenía luz''; ''a mí me ayudó''; ''tuvo detalles conmigo que no olvidaré''... Seamos luz para nuestro mundo en tiniebla.
III. El que bautiza con Espíritu Santo
El evangelio de este domingo tomado del capítulo primero del evangelista San Juan, nos presenta una escena muy significativa en la que el bautista -que el domingo pasado bautizaba al Señor- hoy lo señala públicamente como el Hijo de Dios. Así lo dirá el precursor: ''Y yo lo he visto y he dado testimonio de que este es el Hijo de Dios''. Estamos en los comienzos de la vida pública de Jesús como ya comentamos la pasada semana, y es que su vida como la de todas las personas tiene su parte desconocida, y como nos ocurre con tantas personas que admiramos nos gustaría saberlo todo, pero aquí está también la belleza de ese silencio de Nazaret en el que Cristo mismo tuvo su tiempo ordinario, su rutina y anonimato. Juan Bautista nos presenta la actitud de los misioneros, lo que debemos hacer todos los bautizados: ser indicadores, señales, carteles que apunten al mundo donde está Jesús. Y el bautista afirma algo muy impactante para aquel tiempo: ''Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo''. Claro, para los judíos el cordero que quita los pecados es el de la Pascua; ¿Qué estaba anticipando ya Juan al decir eso? Pues ya profetizaba: ¡Este es el que va morir para expiar nuestros pecados! Es llamativo que en los comienzos de la vida pública de Jesús ya hay alguien que sea capaz de reconocerlo, cuando vemos que ni sus más cercanos entendieron sus anuncios hasta llegado el momento de su Pasión. Pero Juan sí; ya le había reconocido en el vientre de su madre Santa Isabel, y aquí lo grita a los cuatro vientos: ''He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él''. Todos somos invitados en este domingo a descubrir a Jesús, a reconocerlo en la Eucaristía, en su palabra, en los pobres y gritar al mundo entero: ¡''Éste es''!
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