domingo, 29 de enero de 2023

''Bienaventurados vosotros''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Nos vemos en el cuarto domingo del Tiempo Ordinario donde en estos comienzos de la predicación del Señor escucharemos su "Sermón de la Montaña"; su predicación de las bienaventuranzas en la que  podremos detenernos a reflexionar sobre tantos aspectos que tienen que ver con nuestra vida. A veces nos sentimos dichosos -bienaventurados- por encontrar sitio para aparcar a la primera, por que nos han tocado cien euros en la lotería, porque hacienda este año nos devuelve (a los que hacen la declaración de la renta; los curas como no llegamos ni a mileuristas ni existimos para hacienda); por que la niña ha conseguido una beca o el niño la oposición... Nos hemos quedado mayormente con las alegrías de aquello que vemos y tocamos de cerca, olvidándonos de que no todo se queda aquí, sino que nuestro hoy siempre está en consonancia con el mañana que esperamos. Descubramos cuánto nos quiere decir el Señor en este día.

I. Pequeños pero llamados 

Seguimos avanzando en la lectura de la Primera Carta de San Pablo a los Corintios, y en los versículos que hemos escuchado en este día seguimos sacando las enseñanzas del apóstol que dedica aquella primitiva comunidad, lo cual es perfectamente aplicable a nuestro momento y contexto. Si otros domingos nos fijábamos más en la situación espiritual que vivía esa comunidad o sus lazos de convivencia, esta vez el autor detiene su análisis más social. La realidad de Corinto era poco favorable al evangelio, había mucha pobreza y muchos eran analfabetos, y ante ésto, qué afirmación más profunda para consolar a los que se pudieran sentir indignos de formar parte de la Iglesia: ''lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso''. Uno puede caer muchas veces en la tentación de pensar que la empresa que nos pone el Señor delante sobrepasa nuestras fuerzas, pero es precisamente en las dificultades donde somos invitados a seguir los pasos del Maestro abrazando y cargando con nuestras cruces. No vino el Señor a buscar justos, sino pecadores; como nos ha recordado Pablo sobre el proceder del Creador: ''ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor''. En aquella ciudad portuaria en la que convivían tantas religiones y llegaban noticias de otras nuevas, se hacía complejo narrar un Historia Sagrada donde el protagonista muere crucificado como un criminal; frente a esto San Pablo trata de dar respuesta o explicación al escándalo de la cruz; no es un cuento de locos, sino la visualización de cómo Dios nos ama hasta la locura, hasta permitir la muerte de su hijo en tan horrendo patíbulo. Algunos autores llaman a esto la "teología de la cruz en San Pablo", pues nos explica al detalle el sentido del sacrificio supremo: ''el cual se ha hecho para nosotros sabiduría de parte de Dios, justicia, santificación y redención''.

II. Las sobras que hacen algo nuevo

La primera lectura de este domingo es un fragmento del segundo capítulo del profeta Sofonías que se enmarca en el contexto histórico del rey Josías -el que inició la recopilación del Deuteronomio-. Del texto nos quedamos con un detalle importante cuando dice ''El resto de Israel no hará más el mal, no mentirá ni habrá engaño en su boca. Pastarán y descansarán, y no habrá quien los inquiete''. Veamos quién es este renombrado ''resto''. Josías implanta en su reinado una importante reforma que muchos consideran fue alentada por Sofonías. No era una reforma para innovar nada, sino más bien para tratar de regresar a la fidelidad de tiempos pretéritos: más justos, más fieles a Dios y más abiertos a la espera de su promesa. Y aquí es donde entra en juego el renombrado ''resto'' que la mayoría pensaba que se trataba sólo de aquello que sobraba, pero Dios sorprende de nuevo dando a entender que precisamente de ahí es donde ha de brotar lo nuevo, por donde habrá de llegar la salvación, pero con una diferencia; no el resto malo, sino el que ha permanecido fiel hasta el final. A veces de las sobras se hacen auténticos manjares, esto lo saben bien quienes andan en la cocina: si han sobrado lentejas de la comida para cenar puré de lentejas, pero nada se tira, nada es descartable. Un joven Joseph Ratzinger escribió ya en 1969 «De la crisis actual –afirmaba– surgirá una Iglesia que habrá perdido mucho. Será más pequeña y tendrá que volver a empezar más o menos desde el inicio. Ya no será capaz de habitar los edificios que construyó en tiempos de prosperidad. Con la disminución de sus fieles, también perderá gran parte de los privilegios sociales». Volverá a empezar con pequeños grupos, con movimientos y gracias a una minoría que volverá a la fe como centro de la experiencia. «Será una Iglesia más espiritual, que no suscribirá un mandato político coqueteando ya con la izquierda, ya con la derecha. Será pobre y se convertirá en la Iglesia de los pobres».

III. Jesús subió al monte

El evangelio de este día tomado del capítulo 5 de San Mateo, nos presenta lo que algunos llaman "la carta magna o la quinta esencia del evangelio". Este pasaje sigue la misma línea de las lecturas que hemos escuchado: el resto de Sofonías, lo débil del mundo que nos ha dicho San Pablo y, ahora, las bienaventuranzas. El primer aspecto es que el evangelista nos dice que Jesús subió al monte, al igual que su madre fue a prisa a la montaña, y no es éste un matiz baladí, sino que tiene un significado muy importante: es la cercanía con lo alto, con el cielo, con Dios... Este texto es una continuación del evangelio del domingo pasado sobre la llegada del reino de Dios a nosotros; pues bien, aquí se nos dan las claves para entenderlo de forma más concisa. Jesús no se queda en ese reino idílico del futuro, sino que establece en este sermón un puente comparativo entre el reino que empieza aquí y el reino como tal que esperamos. Es una catequesis que Jesús nos regala donde no se habla de sueños idílicos, sino de puntos concretos para tener presente en nuestro día a día: ¿Soy manso? ¿Soy misericordioso? ¿Soy limpio de corazón? ¿busco la justicia? ¿trabajo por la paz? etc... Jesús no sólo marcó por sus palabras, sino por sus obras; su vida terrena fue una ejemplificación de que su discurso no era hueco, sino que exteriorizaba la profunda vida interior de oración y diálogo con su Padre. Las bienaventuranzas no son una utopía, sino la ética pura y dura del evangelio. Esto la gente mayor lo tuvo siempre muy claro, por ejemplo cuando fallecía una persona que había sufrido mucho; hoy decimos: ¡pobre, qué desgraciado fue!.. La gente de antes, sin estudios, tenían muy en cuenta este evangelio, por eso después de comentar lo que había sufrido con los padres, con el marido, con los hijos, con los nietos, añadían: ''seguro que el Señor le libra del purgatorio''. Parece una insignificancia y, sin embargo, qué profundo. Es lo mismo que decir: ¡claro, ahora será consolado/a; ó, de ella/él es el reino de los cielos!... 

En la mente de todos están los terribles sucesos ocurridos en Algeciras que terminaron con un sacerdote anciano herido y un sacristán asesinado por el mero hecho de ser discípulo de Jesucristo. Tenemos presente en esta nueva víctima de la persecución religiosa con la seguridad que nos dan las palabras del Salvador: ''Bienaventurados vosotros cuando os insulten y os persigan y os calumnien de cualquier modo por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en el cielo''.

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