En este Jueves "que brilla más que el Sol", dejando atrás la cuaresma nos reunimos los cristianos gozosos en su tarde para meternos de lleno en el Triduo Pascual, corazón de esta Semana. Qué emoción encontrarnos en torno al altar y sentirnos invitados a esta Santa Cena que no es otra que aquella misma que el Señor celebró con sus discípulos horas antes de padecer. También Jesús estaba conmovido por lo que iba acontecer aquella tarde, por eso confesó a los suyos: ''ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros''... Ayer hemos celebrado el sacramento de la reconciliación de forma que hoy nos acerquemos "dignamente preparados" a este convite sagrado con un corazón y alma en gracia; atrás ya el tiempo penitencial. Ahora nos encaminamos con Cristo a su pasión y muerte, para llegar también con con Él a su Pascua. Es pues, el Jueves Santo un día gozoso por tantos matices que lo hacen tan especial, pero al mismo tiempo que se vive la alegría se presiente que estamos ante en la antesala del dolor.
Los días del Triduo no se entienden por separado; están intrínsecamente unidos, por ello la liturgia del Jueves nos está advirtiendo ya cómo este día sólo cobra sentido con lo que ocurrirá el Viernes Santo, y ámbos no habrían servido de nada sin domingo de Pascua. El Señor era consciente de que se acercaba su hora, por eso tiene todo el sentido que la Iglesia nos proponga como canto de entrada para este día el pasaje de San Pablo a los Gálatas.
Jesús como buen judío celebra la Pascua, esa cena solemne para ellos en la que recordaban aquella noche previa a ser liberados de la esclavitud de Egipto en la que Dios envió su última plaga, en la que fueron exterminados todos los primogénitos de aquellas casas que no habían rociado con la sangre jambas y dinteles. Y todas esas instrucciones que el Señor dio a Moisés y a Aarón las siguen haciendo hoy los judíos al detalle, más nosotros miramos ese texto con una comparativa directa a lo que le espera a nuestro Redentor y a lo que por Él nosotros recibiremos. Por ello, al escuchar esa descripción del Libro del Éxodo: ''Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer'', no podemos sino pensar que ese eres tú Señor; el verdadero Cordero inocente, sin mancha ni defenso, al que todo Israel matará al atardecer y por el cual nos vendrá la salvación. En aquella noche pascual en Egipto se salvaron sólo los que rociaron con la sangre del animal expiatorio las entradas de sus viviendas; a nosotros ocurre los mismo, sólo nos salvaremos si descubrimos que únicamente la sangre de Cristo derramada en la cruz para nuestra redención, nos salvará y conducirá a la Pascua eterna. Es lo que cantamos con el salmista: ''el cáliz que bendecimos es la comunión de la sangre de Cristo''. Y con estas ideas primeras comentamos el testamento que Jesucristo nos lega en esta tarde:
1-Jesús nos regala la Eucaristía
A veces escuchamos decir que la misa es volver al cenáculo del Jueves Santo, pero no olvidemos nunca las palabras de Jesús en esta mesa: ''Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros''. En ellas cobra todo su sentido la Cruz, donde se inmola en verdad su cuerpo y sangre, por eso el Papa Francisco insiste tanto en que la misa no es otra cosa que ir al Calvario, en el que Cristo sigue entregándose por todos nosotros. En nuestra vida acudiremos a muchas eucaristías solemnes y sobrias, pero todas, absolutamente todas, son la misma, y por tanto, igual de importantes. A veces las personas que queremos nos dejan un objeto suyo en herencia para que nos sigamos acordando de ellas al ver ese regalo; Jesús va más allá, a diferencia de objetos o regalos nos deja lo mejor de sí mismo: quedarse para siempre con nosotros en la Eucaristía. A veces entramos en las iglesias y saludamos a todos los santos y rezamos a todas las vírgenes, y está muy bien, pero el único que está vivo en la Iglesia es Jesús mismo, cuyo corazón late en el Sagrario y, por desgracia, a menudo es el último al que saludamos cuando es el Primero y el único que está siempre esperando nuestra visita.
Ojalá nunca nos acostumbremos a la misa, sino que acudamos a este Sacramento en torno al cual vive y cobra sentido la misión de la Iglesia con un corazón siempre sediento de Jesús Eucaristía; esforzándonos por ser mejores, frecuentando con asiduidad la reconciliación y formándonos también teológica y espiritualmente para ser fieles testigos. Hay cientos de libros sencillos y hermosos sobre la Eucaristía que pueden ayudarnos a vivirla de un modo nuevo y saber saborear toda la simbología que encierra. Estos misterios que celebramos son una actualización de lo vivido por Jesucristo, tal como nos ha dicho San Pablo en su proclamada Primera Carta a los Corintios; no estamos ante un invento de los curas, sino que ésta es una tradición recibida, "que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido". Estamos cumpliendo un deseo expreso de Cristo: ''haced esto en memoria mía''. Ante este tesoro que tenemos a nuestro alcance, qué bien las palabras del apóstol Pablo reconociendo: ''ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad''.
2º Jesús nos regala el Sacerdocio
He aquí el motivo de que todos los jueves del año tengan un sabor especial en nuestra Parroquia, por eso hacemos la celebración con acompañamiento musical; ese día exponemos al Señor en la custodia, pedimos por los sacerdotes y las vocaciones... Cada jueves del año tenemos presente y actualizamos este Jueves Santo; o, mejor dicho, aquel primero en el que Jesús instituyó el ministerio ordenado. Por eso los sacerdotes hemos de ser servidores y serviciales; meros y pobres servidores que intentamos vivir desde nuestras propias pobrezas la gracia de sentir y transmitir fielmente el Jueves Santo de la fraternidad y del amor en el dolor, la incomprensión y sacrificio. El Señor nos presenta el mejor modelo sacerdotal: ''Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis''. No hay auténtico sacerdocio sin servicio, y es que el que no vive sacerdotalmente para servir, no sirve para vivir sacerdotalmente. En este día, como siempre, os ruego oraciones por los sacerdotes; por todos, los buenos y los malos, los enfermos y mayores, los que están pasando por dificultades o crisis personales, por los que son perseguidos por cualquier causa y, como no, por los difuntos que dejaron su piel en el ministerio.
3º Jesús nos regala el mandamiento del amor.
Este es el deseo del Señor, que reine el amor, por eso les da esta nueva norma, esta ley de amar que les da en último ágape: ''que os améis unos a otros como yo os he amado''. Sólo cuando ponemos esto en práctica estamos viviendo en verdad el evangelio en autenticidad. Jesús quería que nos reconocieran por esto, sólo así seremos en verdad discípulos suyos, cuando llamemos la atención en nuestro entorno por cómo nos queremos. Las parroquias las formamos personas de carne y hueso, no somos nadie perfectos, y nunca llueve a gusto de todos; sin embargo, hemos de esforzarnos de remar todos en la misma dirección pues estamos en la misma Barca. Seamos auténticos para bien y para mal y no hipócritas; no regalemos sonrisas por delante para clavar puñales por la espalda; vayamos ante la persona con la que tengamos un roce y tratemos de limar las asperezas buscando el punto de encuentro. Quizás un buen ejercicio para este Jueves Santo -día de la caridad y del amor fraterno- sea rezar por esa persona que tengo atragantada, ó, aún más; voy a hablarle y decirle que un día tenemos que tomar un café que seguro tenemos puntos en común. O tal vez proponerme saludar a esta persona a la que siempre esquivo...
Como sabéis hoy la celebración concluirá en silencio; una vez que el Señor sea trasladado al monumento, más que nunca en este día cuidemos de salir en silencio del templo, algo que habríamos de revisar y cuidar siempre. Desde ese momento el templo quedará abierto durante toda la noche con turnos de vela para los que quieran acercarse para acompañar al Señor en el monumento en esas horas de su oración -por nosotros- en el Huerto de los Olivos.
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