Resuelto el rompecabezas del reloj catedralicio que rigió la vida de los ovetenses durante varios siglos
La Catedral de Oviedo, una y otra vez, se muestra cual fecunda “Caja de Sorpresas”. La última revela una novedosa noticia. Empiezas a tirar del hilo de esta nueva faceta, que vas descubriendo, y acabas sumergido en el desarrollo de un artículo, que enriquezca tus conocimientos catedralicios.
En el presente caso, pretendo darte novedosa información sobre una faceta de los misterios catedralicios, que, dentro de sus arquitecturas, se encierran.
Protagonistas de esta hermosa información o casi revelación, serán las campanas del reloj, que nada tienen que ver con las campanas, que, encabezadas por la Wamba, sirvieron primordialmente en la Catedral para los menesteres del servicio divino, mientras que las otras tres de que te hablaré, estaban dedicadas exclusivamente a dar las horas del reloj.
La noticia nos llega vía Internet, pues que el testimonio de la realidad ha desparecido. El interés de este artículo lo suscitan unas humildes fotografías, reproducidas en esta misma página. Hay ahí un montón de cascotes, producidos por los cañonazos en la guerra de 1936, al destruir la aguja de la Torre catedralicia, rompiendo las campanas del reloj. Estás viendo en las fotografías cómo quedaron rotas e irrecuperables dos de las tres, conectándose el reloj actualmente a las que venían sirviendo al culto divino y a la liturgia, además de a los fines sociales y públicos.
Prueba de toda mi elucubración intentaré ofrecértela en lo que sigue: entre 1724 y 1787, no me consta cuándo, el maestro relojero de la Corte, Manuel del Anillo dispuso las campanas de las horas y los cuartos. En 1787, se coloca el reloj realizado por el también relojero de la Corte, Don Ramón Durán, con costo de 45.000 reales, destinándose “dos de las campanas para los cuartos y las horas”. El canónigo villaviciosino D. José Cuesta señaló en su “Guía de la Catedral” lo siguiente: “Este (reloj) tenía dos campanas (sic) en el tercer piso de la Torre, campanas que fueron destrozadas a cañonazos en la guerra civil”.
“Del estrago y destrozos, causados en la Torre, durante el asedio de Oviedo, así como de la restauración acertada hecha bajo la dirección del Arquitecto de Zona D. Luis Menéndez Pidal, con obreros especializados; hay fehaciente constancia. Los subrayados en negrita tienen apoyo en el texto de la “Guía de la Catedral de Oviedo” por D. José Cuesta Fernández, publicada en su segunda edición en 1995, pp. 41-42. Es consultable también el trabajo de D. Luis Menéndez Pidal, “Los Monumentos de Asturias. Su aprecio y restauración…” (Madrid, 1954, pp. 56-66).
Conclusiones
a) Resaltamos la existencia de un arco rampante, destinado en su origen, a servir de soporte de las tres campanas del reloj (no dos campanas, como indica Cuesta), según se percibe en las fotografías, arco que ha sido desmontado en la restauración de Menéndez Pidal, quedando una cicatriz pétrea por todo testigo y vestigio.
b) Las tres campanas del reloj eran independientes de las del culto divino y servían solo para el automatismo de aquel.
c) Las fotografías dan a conocer que dos de las tres campanas del reloj fueron rotas por los cañonazos durante la guerra civil, quedando completamente destrozadas.
d) Dos de las tres campanas del reloj, colocadas en el cuerpo tercero de la Torre, según expresa D. José Cuesta, servían para los toques de los cuartos y las horas respectivamente. La intervención de los campaneros, quedaba reducida a los toques litúrgicos y a los sociales, en casos de emergencias por incendios, tormentas u otros aconteceres y con ocasión de algunos festejos públicos.
e) El reloj de maquinaria, ubicado en el segundo cuerpo de la Torre, a partir del año de su confección por D. Ramón Durán (1787), por haber sufrido daños importantes a consecuencia de los impactos de la guerra civil, ha sido restaurado bajo dirección de Menéndez Pidal.
f) Como aportación final, deducimos de todo lo que antecede los siguientes aspectos: en primer lugar, el descubrimiento de las dos fotografías de Internet, arriba mencionadas, ha permitido conocer un aspecto novedoso del reloj catedralicio. En segundo lugar, con el hallazgo de las explicaciones de Don José Cuesta sobre el reloj catedralicio y sus campanas, queda plenamente elucidado el enigma de las fotografías en cuestión.
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