domingo, 2 de mayo de 2021

''Yo soy la verdadera vid''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Nos encontramos ya en el V Domingo de Pascua, y seguimos adentrándonos en los inicios de aquellas primeras comunidades cristianas con la lectura continuada diariamente del libro de los Hechos de los Apóstoles. El fragmento que hemos escuchado este día es muy interesante, pues nos presenta a ese Pablo inicialmente perseguidor ya convertido, el cual acude a Jerusalén en busca de los apóstoles y de la comunidad cristiana del lugar, donde encuentra el rechazo de todos. No se fiaban de él; seguramente sospecharon que podría tratarse de una emboscada para descubrirles y poner fin a la propagación del evangelio en aquel lugar. Entonces Bernabé actúa como mediador para hacerles ver que no deben de ser ellos ahora perseguidores del que fue perseguidor, sino aceptarlo como un hermano convertido que ha abierto a los ojos de la fe y ha renacido por el bautismo. El autor subraya una característica de aquel primer momento: ''La Iglesia gozaba de paz''; la paz que da saber que Cristo vive y no abandona a los suyos. Y nos dice más sobre la actitud de los primeros cristianos, cuyo corazón ardía al haber sido testigos de la Resurrección, siendo ahora Iglesia y haciendo Iglesia: ''Se iba construyendo y progresaba en la fidelidad al Señor, y se multiplicaba, animada por el Espíritu Santo''.

El salmo también es muy inspirador en este día; si recordamos el salmo 21 comienza con una temática totalmente dramática: ''Dios Mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?'', con el que empezamos la Semana Santa, concluyendo con la parte que hemos escuchado hoy, ya con un aire totalmente alegre y luminoso, propio de la Pascua: ''El Señor es mi alabanza en la gran asamblea''.

La segunda lectura de la primera carta de San Juan, nos presenta la práctica de la verdad y el amor. Los seguidores de Jesús no nos basamos en ideologías, sino que sencillamente nos esforzamos en vivir lo que creemos y llevamos en nuestro interior: el evangelio. Según nos enseñan las escrituras, es el corazón quién revela nuestro actuar y pensar. Si en nuestros tuétanos está la fe recibida en el bautismo, no podemos traicionarla ni anestesiar nuestra conciencia comprometida en ella. A nuestro propio corazón no lo podemos engañar.

Finalmente, el evangelio de este domingo se nos presenta un texto de San Juan, el cual siempre nos resulta un tanto elevado por la profundidad teológica del texto. En concreto, este pasaje forma parte de los conocidos como ''discursos de la revelación''; es decir, esos relatos en los que Cristo se describe a sí mismo para nosotros poder conocerle mejor. Si el domingo pasado nos decía ''Yo soy el Buen Pastor'', hoy nos dice ''Yo soy la verdadera vid''. Yo soy el Mesías, el Pan de vida, la Luz del mundo, la Puerta de las ovejas, el Hijo de Dios, la Resurrección, el Maestro y el Señor... El camino, la verdad, la vida.  Unos símiles que nos son muy familiares, pero quizá el de este domingo es de los que más nos cuesta comprender. ¿A qué se refiere con lo de la verdadera vid y mi Padre el labrador?...

Pensemos a quienes se estaba dirigiendo el Señor, eran personas que en una gran mayoría trabajaban y vivían en torno a viñedos, por eso Jesús recurre pedagógicamente a esta comparación, por ser para ellos más próxima. Era también una alusión indirecta a las escrituras, las cuales los conocían al detalle los judíos. En esa línea tenemos "el canto a la viña de Isaías": ''mi amado tenía una viña en un fértil collado''. Alguna vez al explicar ese texto ya hemos comentado toda la catequesis que contiene tras "la viña". ''La viña del Señor es la casa de Israel''... Siendo más concretos, nosotros somos esa viña; a partir de ahí hagamos nuestra la parábola e integrémonos en ella.

El buen viñador sabe que debe cortar lo que ahoga el crecimiento de la plata; ésta exige un cuidado, atención, contribuir a que produzca uvas y no agrazones. Cristo nos regala en este día una exhortación a vivir en comunión, algo que tanto nos cuesta a todos. En primer lugar en comunión con Él, sólo unidos a Cristo podemos crecer en la fe, sino estamos perdiendo el tiempo. Únicamente siendo sarmientos que tenemos claro cuál es el tronco del que tomamos la sabia, podremos crecer y dar buen fruto.

Sarmientos unidos entre sí y a la Vid: ''como el Padre me amó, yo os he amado, permaneced en mi amor''. Es verdad que en un viñedo cada cepa tiene ya su forma, su tamaño, su orientación, su propio ritmo de crecimiento, pero permanecen unidas al tronco. Los cristianos somos así, diferentes, pero no podemos olvidar que hay algo que nos une aunque estemos distanciados: Cristo nuestro centro y el motor de nuestra vida.

En estos tiempos tan convulsos en los que seguimos observando divisiones dentro de la Iglesia hemos de hacer nuestro este evangelio como una llamada de atención a cada uno de nosotros para vivir no sólo en comunión con Cristo interpretando las cosas a mi manera, sino hacerlo dentro de la Viña; es decir, en comunión eclesial. Hemos de vivir dentro de los límites que la Santa Iglesia nos marca sin salirnos de la enseñanza que desde el tiempo de los apóstoles y a la luz de la Palabra de Dios ha llegado hasta nosotros. Hemos de ser cristianos con un gran amor al Papa, a nuestro obispo, a nuestra parroquia. No podemos ser cristianos "por libre" o "a  la carta", sino fieles a Cristo y su Iglesia, al Viñador y a la Viña.

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