En la presente situación dramática, cargada de sufrimientos y de angustias, que abarca a todo el mundo, recurrimos a Ti, Madre de Dios y Madre nuestra, y buscamos refugio bajo tu protección.
Oh, Virgen María, dirige a nosotros tus ojos misericordiosos en esta pandemia del coronavirus, y consuela a quienes están perdidos y lloran por sus queridos difuntos, sepultados a veces en una forma que hiere el alma.
Sostiene a quienes están angustiados por las personas enfermas, a las cuales, para impedir el contagio, no pueden estar cerca.
Infunde confianza en quien está en ansia por el futuro incierto y por las consecuencias sobre la economía y sobre el trabajo.
Madre de Dios y Madre Nuestra, implora de Dios para nosotros, Padre de misericordia, que esta dura prueba termine y que vuelva un horizonte de esperanza y de paz.
Como en Caná, interviene ante tu Hijo Divino, pidiéndole de consolar a las familias de los enfermos y de las víctimas y de abrir su corazón a la confianza.
Protege a los médicos, los enfermeros, el personal sanitario, los voluntarios que en este periodo de emergencia están en primera línea y ponen en riesgo su vida para salvar otras vidas.
Acompaña su cansancio heroico y dona a ellos la fuerzan, bondad y salud.
Asiste a los responsables de las naciones, para que actúen con sabiduría, cura y generosidad, socorriendo a quienes les falta lo necesario para vivir, programando soluciones sociales y económicas con lucidez y con espíritu de solidaridad.
María Santísima, toca las conciencias para que las grandes sumas (de dinero) usadas para aumentar y perfeccionar los armamentos sean en cambio destinadas a promover adecuados estudios para prevenir similares catástrofes en el futuro.
Madre amadísima, haz crecer en el mundo el sentido de pertenencia a una única grande familia, en la conciencia del vínculo que a todos une, para que con espirito fraterno y solidario ayuden a las muchas pobrezas y a las situaciones de miseria. Anima la firmeza en la fe, la perseverancia en el servicio, la constancia en la oración.
Oh María, Consoladora de los afligidos, abraza a todos tus hijos tributados y obtiene que Dios intervenga con su mano omnipotente a liberarnos de esta terrible epidemia, para que la vida pueda volver a su curso normal con serenidad.
Confiamos en Ti, que resplandeces sobre nuestro camino como signo de salvación y de esperanza, o clemente, o pía, o dulce Virgen María. Amén.
Conduce los pasos de tus peregrinos que desean rezarte y amarte en los santuarios dedicados a ti en todo el mundo bajo los títulos más diversos que llaman tu intercesión, sé para cada uno, una guía segura. Amén.
Permanece al lado de quienes, por la noche y de día, asisten a los enfermos y a los sacerdotes que, con cura pastoral y compromiso evangélico, buscan ayudar y sostener a todos.
Virgen Santa, ilumina las mentes de los hombres y de las mujeres de ciencia, para que encuentren soluciones correctas para vencer este virus.
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