Sal 78,1-2.3-5.8.9
Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad,
han profanado tu santo templo, han reducido Jerusalén a ruinas.
Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo,
y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.
Derramaron su sangre como agua en torno a Jerusalén,
y nadie la enterraba. Fuimos el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y la burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor?
¿Vas a estar siempre enojado? ¿Arderá como fuego tu cólera?
No recuerdes contra nosotros
las culpas de nuestros padres;
que tu compasión nos alcance pronto,
pues estamos agotados.
Socórrenos, Dios, salvador nuestro,
por el honor de tu nombre;
líbranos y perdona nuestros pecados
a causa de tu nombre.
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