(De profesión cura) Ya ves, se lamentaba Francisca, con lo que les gustaba el cocido que preparaba yo los sábados y ahora mis hijos y mis nietos no hacen más que poner excusas. Y mira que pongo todo mi interés…
Los garbanzos, los de siempre, aunque no me gusta poner muchos por la cosa de los gases de mi Juan. Quité el chorizo y el tocino, porque ya sabes que el novio de mi nieta es de Marruecos y estas cosas no les gustan. Ahora pongo uno que le dicen vegano y casi que es lo mismo. Pero es que tengo otra nieta vegana, pero vegana del todo, así que me da cosa poner morcillo y pollo. Pero bueno, entre el chorizo ese que me traen, los garbanzos nuestros, una patata -sin pasarme porque dicen que engorda, algo de repollo y una zanahoria no queda mal y todos contentos.
No te lo creerás, pero encima de querer dar gusto a todos, ahora ni vienen.
Normal, respondió Rafaela, es que lo que tú pones no es un cocido, es caldito de asilo de pobres. El que quiera cocidito madrileño o serrano, que casi es lo mismo, ya sabe lo que lleva: garbanzos, un buen pedazo de morcillo, huesos de caña y jamón, pollo, chorizo, tocino, algo de morcilla… Lo que no se puede es llamar cocido a ese calducho con berzas que los quieres poner los domingos.
Esto mismo nos pasa en la Iglesia, si te lo tengo dicho.
Por no molestar, por atraer, hemos ido sacando la sustancia. La práctica sacramental está bajo mínimos. Apenas hay confesiones salvo en contados templos, los bautizos en desplome, las bodas ni te cuento, la unción de enfermos desaparecida. Rezar, como antes, más bien poco. Los mandamientos según, que a lo mejor antes se hablaba mucho del sexto, pero es que ahora de ese, justamente, nadie. Nadie sabe ya qué son los novísimos, y lo de pedir por los difuntos nunca más, porque ahora dicen que todos en el cielo. La devoción a los santos, perdida. La de la Virgen se nos queda para la procesión de la patrona y si acaso.
Sigo. Que si todas las religiones son iguales, que si hay que respetar, que si eso de animar a la gente a venir a la Iglesia no está del todo bien… Al final, todo lo que hemos conocido y vivido se nos ha quedado reducido a la misa del domingo si puedo, la costumbre de ir a lo mejor en navidad, asomarnos a alguna procesión por costumbre o vistosidad y lo importante es hacer un favor si se puede. Más aguado que el cocido de Francisca.
Por la cosa de querer atraer a todos al precio que sea, al final ha resultado que el mejor cocido, ese que atraía a comensales por su buen olor, el buen olor de Cristo, hoy se nos ha quedado en caldito de asilo a fin de mes con dos cucharadas de misa dominical no siempre bien celebrada, unos trocitos de lo importante es ayudarnos y una ramita de procesión de la patrona.
Y el caso es que me dicen que donde hay cocido del bueno, de ese que en Madrid decimos de tres vuelcos, el vuelco de la liturgia cuidada con oración y la vida sacramental, el vuelco de la predicación y la sana doctrina, el vuelco de la practica de las obras de misericordia… los comensales abundan.
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