Procesión de vuelta con gaita en ristre
Fue hermoso ver en la Catedral el pasado domingo de Pascua a nuestras Cofradías, esas que han deambulado días atrás en el triduo pascual por nuestras calles y plazas. Lo bello es verlas a cara descubierta donde hay en los más pequeños o en los adultos que los acompañan un semblante de alegría, la propia de un día festivo cristiano. Las nubes de estos días hicieron llover sus gotas, así como los ojos de tantos cofrades vertieron sus lágrimas del desencanto por no poder realizar lo que durante meses quizás se venía preparando. Pero la lluvia terminó, y estos llantos cesaron volviendo a salir el sol, para encontrarnos en la procesión de la vida dispuestos a seguir dando ese precioso alegato. Es menester dar las gracias por la labor de nuestras Hermandades y Cofradías: por su cristiano testimonio, por la formación catequética que brindan a los cofrades y por el compromiso eclesial con los más desfavorecidos en la vida de tantos pobres.
Viene ahora la vida sin capisayos. Esa vida cotidiana que no tiene más procesión que la trama de cada día. Tras estos días de tregua en la Semana Santa de la devoción y del descanso, nos aguarda allí donde la dejamos la vida como tal con todos sus registros: los más hermosos para seguir gozándolos, los más pendencieros para seguir peleándonos. No hay botón de pausa en esta aventura de la vida, sino que tenemos que continuar su trama escribiendo cada día lo que corresponde a cada cual en el tiempo y el espacio que se nos ha asignado personalmente, profesionalmente, vocacionalmente. Ahí está el escenario de nuestra vida que pasa por la Iglesia a la que pertenecemos, por la sociedad en la que somos ciudadanía, por los diferentes ámbitos en los que nos jugamos la vida.
Pero esta semana de pascua tenemos alguna cita particular. Asturias viajará a Roma a través de la Fundación de Valdés-Salas, para tener una celebración especial: la Misa asturiana de gaita, una tradición litúrgica catalogada como Bien de Interés Cultural, sonará en la iglesia romana de Santa María la Mayor de Roma, especialmente vinculada con la monarquía española desde Felipe IV, y será presidida por el Arzobispo de Oviedo. Como ha señalado Joaquín Lorences, “esta ceremonia, interpretada a los sones de la tonada y con gaita, refleja la forma que tenían de vivir su espiritualidad nuestros ancestros. Es una misa con fuerte sabor identitario. La primera vez que la oyes reconoces que eso es Asturias, lo que tenemos grabado en los genes. Es emotiva, es emocionante”.
No cambia la misa, sino el modo de expresar su profundo arraigo entre las comunidades que durante siglos la han celebrado. En Asturias tenemos este modo que no representa un rito propio como el Romano o el Hispano-Mozárabe, sino una manera de alabar al Señor con los sones y tonadas con las que este pueblo astur celebra también sus cosas. Nuestro pueblo asturiano ha cantado con su propia vida el amor que no caduca ni trampea, y a la estrofa de esa letra ejemplar de salvación cristiana acercamos la música de nuestra tierra. La gaita ha acompañado a nuestro pueblo en los momentos festivos más gratificantes y forma parte de nuestro folclore asturiano junto al tambor que pone percusión en los motivos que nos hacen vivir alegres. Pero estos dos instrumentos sencillos y humildes no sólo se sacan para amenizar asturianamente nuestras reuniones festivas, sino también los encuentros de la fe. Con ellos alabamos al buen Dios para darle gracias por tantas cosas y para pedirle gracias tal vez. La gratitud por las cosas hermosas que se nos dan como gracia, y la petición mendiga de quien se acerca a dador de todas las gracias para esperar que con ellas nos bendiga. Tener Roma como escenario, y una de sus cuatro Basílicas Mayores, es un honor para Asturias y para nuestro modo de celebrar la fe.
+ Jesús Sanz Montes O. F. M.
Arzobispo de Oviedo
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