Queridos hermanos sacerdotes, en especial saludo a Don Fernando, mi predecesor en esta Parroquia, que también tuvo la suerte de conocer y trabajar con la hermana Amparo; D. Andrés, Párroco de San Lázaro, que ha tenido la deferencia de permitirnos celebrar aquí, en la que fue su Parroquia los últimos años sus exequias; sé que esto no es lo habitual. Querida familia del Santo Ángel, muy en especial
para las hermanas que compartíais la sangre y la vocación de Amparo, y familiares. Queridas representantes de la Curia General y Provincial de la Congregación, amigos de su Nembra natal, feligreses de Lugones y hermanas que compartisteis destino y fatigas con ella, muy especialmente Bibiana, Carmen, Dolores y Victoria; hermanos todos:
I. Un final que nos habla de principio
Recientemente hemos despedido en Avilés a un sacerdote muy cercano, Don Antonio R. Villasonte,(1) y ahora a la buena hermana Amparo. Reconozco que ellos dos eran para mí dos enfermos a los que se me hacía muy cuesta arriba visitar, pues es profundamente doloroso ir a ver a personas con el que tanto trato has tenido y que, finalmente, ni siquiera sean capaces de reconocerte o pronunciar tu nombre.
Los últimos tiempos de Amparo entre nosotros fueron de un deterioro constante, por ello el homenaje que en su momento le organizamos fue sin duda providencial, pues a las pocas semanas se haría efectivo su inevitable traslado a la Comunidad de Oviedo, donde atendida, querida y mimada por sus hermanas, ha ido configurando su existencia con la pasión del Señor. Al mismo tiempo que pedimos por ella, también damos gracias a Dios por haber tenido a bien llamarla a su descanso, acordándose prudencialmente de su sierva para librarla del sufrimiento y hacerla participe, por su misericordia, de la suerte de sus elegidos. Se hace verdad ahora en ella aquel deseo de la Santa de Ávila que dejó plasmado en tan populares versos: Vivo ya fuera de mí, después que muero de amor; porque vivo en el Señor, que me quiso para sí: cuando el corazón le di puso en él este letrero, que muero porque no muero (2).
Y es que la muerte no la entiende ni ve igual, el que cree que el que duda; el que marca su existencia de extravío, que el que se tranquiliza siempre y sabe que el Señor es su Pastor y nada le falta (Sal 23).
II. Las tres veces que la Hermana Amparo dijo Sí:
La Madre de Dios fue una mujer tan bendecida por la gracia, que sólo tuvo que dar a lo largo de su vida un Sí. Nosotros, que somos infinitamente más limitados, necesitamos responder muchas más veces de lo que María hizo. Ayer reflexionaba entorno a la vida de nuestra hermana de cara a esta celebración y he contabilizado tres ocasiones en las que Amparo dijo ‘’Sí’’, con todo su corazón y con toda su alma.
La primera entrega de Amparo no podría haber sido posible sin sus padres, Esperanza y Hermenegildo, que a ejemplo de los padre de Jesús, un día se pusieron en camino desde su casa de Enfistiella, hasta la Iglesia de Santiago Apóstol en Nembra, donde llevaron a su pequeña para bautizar para dársela en propiedad al Señor. Pero ese gesto tan importante que allí tuvo lugar no quedaría infecundo, pues sería ella misma la que con los años vendría a confirmar aquella fe que sus padres profesaron en su nombre ante la pila bautismal. He aquí el primer Sí; el de vivir teniendo a Cristo dejando que Él marque el tiempo y el espacio de su vida. He de decir que para la hermana Amparo vivir cristianamente y en clave de Dios no fue difícil, pues el ambiente del hogar y de su pueblo lo favorecía plenamente.
La infancia de Amparo, a nivel familiar, quedará marcada por dos acontecimientos que a ella le tocarían el corazón. En primer lugar, el ejemplo de disponibilidad de su hermana mayor, Otilia, la cual se consagró como dominica de la Anunciata; y el segundo, la noticia de su cruel, pero a la vez testimonial martirio en tierras de la siempre convulsa Barcelona; entonces en Julio de 1936, lo cual marcaría de lleno a toda la familia (3).
El segundo “dia” de Amparo fue su decisión a consagrarse al Señor como religiosa del Santo Ángel, pero para entender además este "Sí", no podemos omitir el calado espiritual del que ella bebió en su parroquia natal. Tenía siete años cuando le tocó vivir el martirio de su querido párroco Don Genaro, junto a tres piadosos vecinos más; era el Párroco que la había bautizado a ella y que tan querido era en aquel lugar. La forma no sólo en que murieron, sino cómo murieron perdonando, ha sido la estela de una tierra regada en sangre que dio mucho fruto, parte de esos frutos han sido Amparo y sus hermanas: vosotras sois la herencia viva de los Beatos Mártires de Nembra. Por eso decir que Amparo se entregó a la Iglesia era decir poco, cuando su hermana mayor, su cura y sus vecinos, habían dado hasta su propia vida.
El tercer "Sí" de Amparo es más desconocido, pero quiero traerlo a colación porque nos revela clarísimamente la estima y el orgullo que ella tenía en ser lo que era: Religiosa, y religiosa del Santo Ángel.
Acababa de fallecer su madre, a la que ella misma cuidó en Nembra con la autorización de sus superioras hasta el último segundo, y he aquí, que habiendo trascurrido tanto tiempo en casa, lejos de vida religiosa, alguno de sus hermanos creyó que igual no querría ya volver a la vida de comunidad. Así, terminado el sepelio de su madre, un familiar le preguntó: ¿quieres quedarte aquí y hacerte cargo de la casa familiar? A lo que ella respondió sin necesidad de tiempo para pensárselo: no; mi vida no está aquí, sino donde mi congregación me pida. Podemos decir que su vida, en resumen, fue un solo "Sí" a Dios, pero un sí sostenido en un tiempo y en una vida plena dedicada por entero a los demás.
III. Por los caminos del Santo Ángel
Antes he mencionado a los mártires, Amparo pudo vivir aún con salud la beatificación de su hermana en Roma; sin embargo, dos fechas en la que mucho la eché (la echamos) en falta, han sido las beatificaciones de los mártires aquí en Oviedo, y otro el de la beatificación del propio Padre fundador.
Amparo quiso ser -como así lo había pedido y pide la Madre San Pascual a sus hijas- ángeles visibles (4) ; y Amparo -puedo asentirlo por los años que compartimos quehaceres en esta parroquia- fue ese ángel discreto pero presente, que al resoplo de su andarina e inseparable compañera Bibiana, nunca faltaba a la Misa, al rosario, a la visita de los enfermos (en las casas y residencias), al funeral -funerales- de conocidos y desconocidos… Era pues de justicia (sobre todo para ella) que esta Parroquia la despidiera como se merecía por tanto como ella amó y se entregó por los demás en ésta mientras las fuerzas se lo permitieron.
Estoy seguro que el Señor la ha encontrado en vela, incluso en medio de su enfermedad y larga agonía. Ella tuvo, a buen seguro, su lámpara encendida (Lc 12,35) , pues era previsora de lo que había de venir.
Que María, Señora de los Ángeles, "Santina de Miravalles", a la que tanto quiso y siempre llevó en su corazón interceda ahora por ella ante el trono del Altísimo, y por su misericordia, ella misma por nosotros en la Comunión de los santos y con los ángeles de Dios.
Descanse en Paz, Hermana Amparo.
Joaquín Manuel Serrano Vila
Párroco de San Félix de Lugones
1 Antonio Rodríguez Villasonte y Cancio, sacerdote diocesano (Pesoz 1937
- Avilés 2017)
2 Obras completas de Santa Teresa, volumen I, editorial Monte Carmelo
2002
3 Los mártires de Nembra, Ángel Garralda, Avilés 1995
4 Madre San Pascual Lavrilioux, fundadora de la Congregación…, Matilde
Santos 1994
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