Asomándonos ya a las fiestas de este año en que la Iglesia Católica se encuentra de Jubileo, pienso en lo bien que nos viene el lema que el difunto Papa Francisco quiso dar al 2025: ''peregrinos de esperanza''. Y en el caso de María, es este acontecimiento que da nombre y alma a nuestra festividad el que mejor representa el "leitmotiv" jubilar aplicado a Ella como peregrina de la esperanza pues, qué mejor peregrinación para elevar la esperanza que la de una embarazada que al enterarse de su estado rápidamente se pone en camino para llevar ayuda a quien consideraba aún más que sí misma. He aquí el mejor referente contra el egoísmo, el individualismo, el egocentrismo: anteponer el bien del otro antes que el propio. Sobre esta escena reflexionaba el difunto Papa Francisco en una de sus catequesis del pasado mes de febrero, diciendo que todos estamos llamados como Nuestra Señora a levantarnos y ponernos en camino, trayendo a colación una cita del teólogo suizo Hans Urs von Balthasar, que resume a la perfección lo que hizo la Virgen al visitar a Santa Isabel y que también podemos imitar nosotros, pues «el único acto con el que el ser humano puede corresponder al Dios que se revela es el de la disponibilidad ilimitada». Y esa disponibilidad de sacrificarse, de regalar tu tiempo, tus vacaciones y hasta tu sueño y descanso en favor de los demás y para que estos disfruten cada vez nos cuesta más, por tanto, felicidades a la Sociedad de Festejos de Santa Isabel que tras tomar el relevo el año pasado, a pesar de tantos contratiempos seguís adelante con esta ardua labor, muy pocas veces debidamente valorada y no exenta de complicaciones y disgustos...
¿Qué nos mueve a hacer el bien y llevar esperanza a los demás? Los creyentes podemos decir que es Dios quien nos conduce a ello, aunque es obvio que hay muchas personas que siendo de otras religiones o de ninguna tienen, sin embargo, un gran compromiso por procurar un mundo mejor. Una persona que se presentó un día como "atea" me decía que admiraba sinceramente la obra caritativo-social de la Iglesia, pero que él hacía las cosas ''por amor, y no por Dios'', a lo que le respondí: ''Entonces no somos tan diferentes, pues también nosotros hacemos las cosas por amor". Para los católicos no se entiende la fe sin amor, pues como dice San Juan: ''El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor'' (1 Jn 4,8). "Caritas Christi urget nos"; es decir, "El amor de Cristo nos urge", nos empuja y así al sentirnos amados experimentamos la urgencia de poner en marcha este amor, de compartirlo y llevarlo a los que tan necesitados están de Él en medio de las desesperanzas de la vida. Nunca nuestro mundo, nuestra sociedad, nuestro entorno, ha estado tan falto de esperanza. Que muchos de nuestros jóvenes sean pesimistas y estén convencidos de que su vida va ser peor en calidad u oportunidades, nos hace constatar que hemos avanzado en muchísimas realidades pero, sin embargo, la infelicidad, la soledad o el vacío existencial aumentan terriblemente en un mundo lleno de gente pero que vive sola en permanente en un "¡sálvese quien pueda!"... Estamos, sin duda, ante una emergencia social que nos lleva a preguntarnos cómo en un tiempo no tan lejano en Lugones los coches se dejaban aparcados con las llaves puestas, y las puertas de las casas estaban siempre abiertas y se hacía más vida a veces en la de los amigos que en la propia, o cuando en una familia había un enfermo automáticamente los vecinos salían al paso preparándole hasta la comida sin pedirlo nadie... Cuando fuimos más pobres éramos más ricos humanamente y espiritualmente. Y ahora tendremos más "calidad de vida" (tampoco muchas veces estoy tan seguro de ello) pero hemos descuidado el lado humano y del alma.
Santa Isabel exulta de alegría; no sólo llega a su hogar su prima querida; con Ella llega en su vientre la esperanza del mundo, la buenaesperanza del estado de Isabel aunque es el hijo de ésta, el pequeño San Juanín, quien desde el seno de su madre percibe, identifica y reconoce que Cristo ha llegado a sus vidas y viene ya de camino para salvar nuestra humanidad. San Juan cuando sea adulto predicará por todas partes que es hora de preparar el camino al Señor: él lo sabe bien, pues fue el primero en reconocer el Mesías esperado durante siglos. De aquel saludo, de aquel abrazo, de aquella caricia vientre contra vientre las dos embarazadas nace también el canto de María de cuyos labios brotan alabanzas para Dios. En su humildad no se siente ni se considera protagonista, tan sólo una sierva que el Creador ha tenido a bien elegir como su instrumento para la redención. Es un canto que evoca el ayer del pueblo elegido y que se entona en el hoy en que el Verbo crece ya hecho carne salida de sus entrañas, y con los ojos de la fe puestos en el mañana en que iluminará ''a los que viven en tinieblas y sombras de muerte''.
Nada hay imposible para Dios, nunca es tarde para Él -pues su tiempo no es el nuestro- y así lo experimentó en su propio ser Santa Isabel, al igual que Santa María. También las fiestas se pueden vivir como una "peregrinación de esperanza". El Papa León XIV nos dice que necesitamos buscar la paz, la caridad y la cercanía, especialmente con los que más sufren. Y ha insistido mucho desde su elección en la importancia de la unidad y en ''construir puentes de diálogo'', a tener a Cristo como puente entre la humanidad y el amor de Dios, así como construir en la vida puentes "con el encuentro", como hizo María con Isabel. En Lugones sabemos bien de puentes: el vieyo, como el histórico sobre el río Nora, o el nuevo, como el que ya nos une con la Fresneda en pasarela sobrepasando el río Noreña. Ahora nos toca a los que vivimos y convivimos en esta bella localidad levantar puentes en las relaciones humanas, lo que implica relacionarnos sin prejuicios, fomentar la empatía y buscar el entendimiento. Las fiestas son siempre un buen momento para superar barreras y fortalecer vínculos, para promover el diálogo y resolver conflictos. Que no se pierda ese lado más familiar y vecinal de disfrutar de los días de fiesta con los demás, de compartir y encontrarnos en el prau, en las calles, en el templo, en la verbena y, cómo no, en la mesa... Dice el refranero asturiano que ''Hasta Santa Isabel, tién fabes el que quier''. Cuando también llegué a Viella me explicaron que allí el día de la fiesta un plato que no puede faltar ye "el pitu caleya"; tendremos que inventar nosotros un menú para nuestras fiestas. A mí siempre me dijeron que en Lugones la fabada siempre tuvo muy buena fama: sean roxes o pintes, de la granja o redondes, verdines o de mandilín:
¡Feliz fiesta de Santa Isabel!
Joaquín, párroco
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