jueves, 21 de agosto de 2025

Heridas de los curas y monjas en las redes sociales. Por Francisco Javier Bronchalo

(Rel.) Vemos a veces a curas o religiosas haciendo el tonto en redes. Bailes, poses, frases que buscan “likes”. En seguida surge la crítica fácil: “qué ridículo”. Yo mismo he hablado de los peligros y la confusión que crea el mostrarnos así en redes, y así lo mantengo. Pero, ¿y si detrás hubiera algo más profundo? ¿Y si no todo es vanidad superficial? Detrás puede haber el grito de alguien que pide ayuda. Estos gestos pueden estar revelando un corazón herido que busca aprobación a toda costa. El narcisismo siempre viene a ser un disfraz, una máscara encima de la carencia afectiva.

Los sacerdotes y las monjas también podemos quedarnos estancados en alguna etapa de la vida a causa de los acontecimientos de la historia que nos han provocado heridas afectivas. No estamos libres de haber sufrido traumas familiares, rechazos, abandonos, abusos… Podemos tener rota la autoestima. Y fabricar un “personaje online” como intento de tapar ese vacío.

No trato de justificar conductas que no son prudentes, ya sabéis que estos temas nunca me han gustado. Pero si quiero romper la lanza de mirar con compasión. Quien exhibe tanto hacia afuera, quien expone de esa manera la intimidad, suele estar gritando por dentro: “Mírenme, quiéranme, reconózcanme, ¡yo existo!”.

Este mundo digital aparece como una vía de escape. Se consigue esa atención, la valoración llega a través de los likes…. Sin embargo en realidad esto es una trampa que hace más profundas las heridas. Un “me gusta” calma por un rato pero deja más sed después en el corazón. A ese ciclo muchos se hacen adictos. Y se pierden después.

No es raro que curas y monjas que parecían muy alegres y cercanos por mostrarse así en redes hayan acabado abandonando. Detrás de los bailes se estaban ahogando. Por ello además de advertir del peligro de esto hay también que orar por ellos. Detrás hay corazones rotos que han intentado sanar una herida en un camino equivocado. Compasión.

Los curas y las monjas no somos superhéroes (¡no sabéis lo mucho que rechazo esa imagen!). como decía, también cargamos historias de rechazo, carencias afectivas, falta de acompañamiento. Y esas grietas mal atendidas buscan escape en lo virtual. Aquí en las redes sociales hay mucho de esto. La vida consagrada, al igual que el matrimonio, exige madurez. No todo el mundo logra ese crecimiento del corazón. Algo que lo impide es quedar atrapados en estos medios entre los aplausos vacíos del mundo y las críticas voraces de quienes están esperando a lo mínimo para lanzar una piedra.

Dios no abandona. Tampoco a quien comete errores y se expone así aquí con esos comportamientos. En vez de viralizar esas torpezas mejor acompañarlos con misericordia. Yo mismo esto lo he hecho mal en ocasiones, y quiero pedir perdón por ello.

El narcisismo digital de los consagrados no es un espectáculo, es una herida expuesta. Se necesita menos burla y más ayuda. Acompañamiento sin buenismo. Querer sin justificar comportamientos. Corrección sin sangre. Decirles la verdad con firmeza y caridad. Animarles y ayudarles a salir de esta rueda. Y orar por ellos.

Siempre caminamos por la senda estrecha. La paz.

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