viernes, 1 de agosto de 2025

Un siglo haciendo fiesta por María. Por Joaquín Manuel Serrano Vila

 ¡Y llegó el 2025! Fecha redonda; un año muy especial para los católicos pues se cumplen dos mil veinticinco años del nacimiento de Cristo, por eso tiene lugar lo que llamamos ''año jubilar''. La Iglesia Católica desde el año 1300 aprovecha estos aniversarios que celebramos cada veinticinco, en que reconoce a Jesucristo como dueño de la historia y Señor del tiempo, que vive entre nosotros como coetáneo de nuestros días y compañero en nuestro peregrinar, quien es al mismo tiempo nuestro origen y destino. Desde el pasado 25 de diciembre en que se abrió la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro hasta el próximo 6 de enero de 2026 estamos en tiempo jubilar. Pero en Lugones, además, también vivimos el 2025 con ilusión conscientes de que llegamos a una fecha histórica: el primer siglo de la romería de Nuestra Señora del Buen Suceso, y también de su Cofradía. De algún modo yo quisiera unir el sentir del Jubileo a este Centenario tan nuestro de las fiestas de Nuestra Señora del Carbayu, por eso si todos los años le ponemos un lema al Triduo, he pensado que el más apropiado para este año serían estas palabras que le rezamos a María en la Salve: ''Vida, dulzura y esperanza nuestra''. 


Celebrar un siglo de historia no puede quedarse tan sólo en una efeméride que marca el calendario, o en la excusa para organizar iniciativas que lo justifiquen, sino que debe movernos a hacer algo muy especial que sólo puede salir de nosotros y que aunque nos cueste, nos haga mejores; pueda ser una fecha para poner a cero el reloj de la vida y mejorar aquello que no hicimos del todo bien. Quiso el difunto Papa Francisco que el tema central de todo este Jubileo 2025 girase en torno a la esperanza, y no hace falta tener estudios de sociología para darnos cuenta de que vivimos en un mundo muy desesperanzado. No es necesario enumerar los conflictos bélicos del planeta, ni los problemas sociales de nuestra nación, pensemos sólo en lo que tenemos más cerca. En los años que llevo en esta Parroquia  -el próximo Octubre 17- hay temas que me entristecen profundamente: jóvenes sin trabajo que no se quieren ir pero no les queda otra, niños con necesidades de acompañamiento psicológico o psiquiátrico desde muy pequeños, con medicación en no pocos casos, personas mayores que te dicen que rezan para morirse pronto para no ser un gasto o una carga a los suyos, familias que no llegan a fin de mes, y ya no quiero ni ponerme a contar todos los jóvenes a los que he tenido que dar sepultura, pues se me encoge el corazón: necesitamos recuperar la esperanza, cambiar la tristeza por alegría y tomar conciencia de aquello que nos recordó Benedicto XVI de las palabras de San Pablo a los cristianos de Roma: «Spe Salvi facti sumus» -en la Esperanza somos salvados- (Rom 8,24).

Cómo no, quiero recordar también con mucho cariño, pero en positivo y sin pesimismo como eras él a nuestro querido Manolito, sin lamentos ni panegíricos, pues estoy seguro que lo que la mayor ilusión le haría y que le podemos brindar como homenaje hoy es que se llene la Romería con rostros alegres, que no se pierda esta tradición ¡ya centenaria! y que siga siendo Nuestra Señora del Buen Suceso el corazón del Carbayu. A Manolito el Pegu le ha pasado un poco como a Moisés, y es que Dios hace estas cosas que de entrada no entendemos. Moisés se pasó cuarenta años peregrinando por el desierto con aquel pueblo que se quejaba un día sí y otro también de todo, y después de mil sufrimientos cuando ya están a las puertas de esa tierra prometida, tan soñada y añorada, le llega la muerte. Moisés vio la tierra prometida pero no la pisó, como dice el libro del Deuteronomio. Esto le ha pasado a nuestro "alcalde del Carbayu", llegó al 2025 pero no a la romería del centenario. Aunque seguro que con tantas personas queridas que nos faltan ya y que celebraban otros años con nosotros estas fiestas entrañables en los primeros días del mes de Agosto, confiamos que ya en presencia del Señor se asomen desde el balcón del cielo a ver el parchís y el pregón, el chupinazo y la verbena, la misa y la procesión, el bollu o la paella... Sigo insistiendo que Manolito merece la concesión de una calle en nuestro Municipio. Una vecina me decía que el camino del Carbayu que va desde automatismos Loreca hasta la escuela se llamara de Camino Manolito el Pegu, y el tramo que va de la capilla al colegio conservara el nombre que tiene de calle de les escueles. Yo le dije que era buena idea, aunque podría ser también al revés, y que fuera el tramo de las escuelas a la capilla, pues está más cerca de su casa y Museo. Aunque sea como fuere corresponde al Ayuntamiento y grupos municipales decidir o pedir ideas. También temo que basta que lo diga el cura... Un cantante andaluz ideó un epitafio muy curioso para su tumba que estoy seguro que Manuel Antonio Fernández Álvarez aceptaría como suyo con la adaptación yo le hago: ¡En el Carbayu no se llora/ en la romería se canta y ríe/ desde la luna a la aurora!

Cien velas no se soplan todos los días: ¡toda una centuria! Un siglo haciendo fiesta por María. En este tiempo de gracia queremos mirarla a Ella como Madre de la espera que nos trae a la única Esperanza que jamás defrauda: Jesucristo nuestro Salvador. El Papa León XIV ya nos ha dejado claro que una de sus devociones más queridas es a la Virgen María. Su primera salida fuera del Vaticano tras su elección como Santo Padre fue a la localidad de Genazzano -a 60 km de Roma- para rezar ante Nuestra Señora del Buen Consejo. Habrá que hacerle llegar al Santo Padre que si viene por Asturias no se confunda, que la del Carbayu de Lugones es la del Buen Suceso, que aunque es la misma y Ella no se enfada, los fieles locales no se lo tomarían tan bien...      

De corazón muchísimas felicidades a todos los que tanto queréis a nuestra Santina del Buen Suceso del Carbayu, cuya devoción aquí es más que centenaria; enhorabuena a la Junta directiva de la Cofradía, socios, colaboradores, vecinos y visitantes. Que no muera nunca La Romería, que no muera la buena vecindad y camaradería del Carbayu, y que crezca la devoción a nuestra Madre del Cielo que nos regala el Buen Suceso de traer a su Hijo a nuestra vida. 

Feliz Centenario, y a por otros cien haciendo fiesta por María. 
¡Viva el Carbayu! ¡Viva la Romería! ¡Viva la Virgen del Buen Suceso!

Joaquín, Párroco

Santoral del día: San Félix de Gerona

Martirologio Romano: En Girona, en la Hispania Tarraconense, san Félix, mártir en la persecución bajo el emperador Diocleciano († 304).

San Félix de Gerona o Félix el Africano fue un mártir gerundense que murió durante la última persecución de Diocleciano contra los cristianos, en el año 304. Félix era un diácono de procedencia africana que habría predicado el Evangelio y la fe cristiana en Gerona y que aceptó hasta sus últimas consecuencias su compromiso. Se conoce su amistad con Cucufate, mártir en Barcelona.

En febrero del año 303, Diocleciano dio la orden de exterminar a los cristianos en lo que sería la última de las grandes persecuciones contra el cristianismo en el Imperio Romano. Las autoridades romanas detuvieron a Félix y seguramente se le pidió adorar a los dioses, apostatar públicamente de sus creencias. Al negarse fue condenado a muerte pero se desconocen las circunstancias precisas de su martirio. Se supone que ocurrió el 1 de agosto de 304 y refleja la existencia de una comunidad cristiana en Gerunda .

Félix fue enterrado en un cementerio que existía a las afueras de la ciudad, al lado del actual portal de Sobrepuertas que abre la Vía Augusta desde el Norte. Su tumba, visitada por los devotos, se convirtió pronto en un lugar de peregrinación y para protegerla se construyó una edificación, martyrium o pequeño santuario. Este martyrium constituyó el origen de la actual basílica de San Félix y su ubicación original correspondería al actual presbiterio. Por tanto la iglesia de San Félix es el templo cristiano más antiguo de la ciudad de Gerona.

Los mártires de la última persecución general, decretada por Diocleciano en 303, son innumerables en todas las provincias del vasto Imperio de Roma. Pero hemos de proclamar con legítimo orgullo, que en ninguna como en España raya tan alto el heroísmo de los que dan su vida por Cristo, ni tiene ninguna un poeta cantor como nuestro Pmdencio, «digno .de tales tiempos y de tales hombres». No hay ciudad española que deje de dar frutos para el cielo, ni víctimas a la saña de Daciano, el desalmado gobernador de la Tarraconense, «de quien en los Martirologios y en los himnos de Prudencio hay larga y triste, aunque, para nuestra Iglesia, gloriosa memoria», al decir de Menéndez y Pelayo. En Gerona —ciudad ungida en la Historia con destino cruento — pequeña, pero rica por tal tesoro, son despedazados —según el gran vate cristiano—:

Los santos miembros del glorioso Félix. No ha nacido en España. Pero España le llama hijo suyo, porque aquí, por el martirio —dies natalis—, nacerá para el cielo. Es oriundo de la ciudad africana de Scilita, y pertenece a una familia acaudalada y noble. Estudiante en Julia Cesarea —hoy Cherchell—, el gran tráfico comercial de este puerto con la Tarraconense le pone en conocimiento de la horrible persecución que en aquella provincia sufre el Cristianismo. Y en su corazón mozo comienza a hervir en ansias de martirio, la ardiente sangre scilitana, tantas veces derramada en la plaza de Cartago. Hasta que, un día —¡qué temple de héroe!— tira los libros, exclamando: «¿De qué me sirve la ciencia de los hombres? ¡Buscaré la ciencia que estudia al Autor de la vida!»...

No se anduvo en chiquitas. Acompañado de un fiel amigo y compatricio — San Cucufate — dejando su patria, su familia, sus estudios —dejándolo todo, como los Apóstoles del Señor—, se embarcó rumbo a Barcelona en el primer navío que halló, disfrazado de mercader.

Y no es mero disfraz. Traficantes a Io divino, la caridad, ejercida en su más amplia comprensividad, constituye su gran negocio. No venden, que regalan; hasta que, no teniendo ya qué dar, se entregan a sí mismos. Cucufate se queda en Barcelona. Pronto la honrará con la efusión de su sangre. Los catalanes le llamarán familiarmente «Sant Cugat». Félix sube hasta Ampurias. Allí se entrega con afán al estudio de las Divinas Letras y a obras de celo. «Era —dicen las Actas— casto, sobrio, manso, pacífico y sincero, amado del pueblo por sus incesantes limosnas, y hospitalario con todos... Caminaba sin temor, e iba sembrando por todas partes las perlas preciosas de la palabra evangélica».

Y caminando llega un día a Gerona, foco principal de la persecución:

Este don claro la Ciudad te envía,
scilitana, la que da a Gerona,
al almo Félix, porque allí reciba
culto y corona.

Y es tal el celo que despliega, tal el fervor de su vida y tan grande el caudal de su doctrina que, aun sin ser sacerdote, todos le miran como a Doctor, Apóstol y Profeta: «Apóstolum eum aut unum ex Prophetis appellabant; qui viam salutis ómnibus demonstrabat» —dicen textualmente las Actas.

¿Pasará inadvertida tanta excelencia? Claro que no: la luz es demasiado radiante para no herir los ojos del pretor Rufino, subdelegado de Daciano. Por orden suya es apresado Félix y puesto ante el terrible dilema de «sacrificar o morir». Quisiéramos reproducir aquí todo el proceso con sus maravillosas circunstancias; pero carecemos de espacio, No resistimos, con todo, a la tentación de transcribir una de las más bellas e inspiradas respuestas de Félix:

—Mi decisión —dice al Pretor — es irrevocable. Y, aunque pudieras ofrecerme las mismas delicias del cielo a cambio de mi fe, no renunciaría a ella.

Las Actas nos hablan de un martirio espeluznante, casi increíble, así como de grandes prodigios obrados por Dios en favor de su siervo. «Cristo — dirá Prudencio — destruyó 'los sutiles inventos de Belcebú, puesto que iluminó con esplendores de mediodía la oscuridad de la cárcel, y los ángeles descendieron de los cielos cantando un poema cuyo eco fiel reprodujo el antro cóncavo, cual si quisiera emular las celestiales voces». La liturgia mozárabe hace también memoria de este glorioso Mártir, diciendo que «sostuvo con animoso pecho todas las torturas; y que, después de haber sufrido penas y cadenas, azotes y garfios, rotas las ligaduras de la carne, emigró a las celestes moradas, el día primero de agosto del año 304».

Desde entonces, Gerona ha guardado celosa —en el primoroso estuche de su Colegiata— la veneranda cabeza de su Apóstol, Doctor y Profeta, San Félix:

«¡Oh, Gerona feliz, oh ciudad bienaventurada!, no tienes que temer ningún mal protegida por tu Mártir. Quien aquí acuda recibirá lo que pida».

Por eso, hoy, nosotros, haciendo nuestras otras estrofas del poeta cantor que, «sin hacienda y sin santidad, ofreció a Dios ligeros yámbicos y circulares troqueos» —son sus palabras—, pedimos con él:

«Oh Dios, fuente de perenne vida, luz y origen de la luz, mira al pueblo que canta la fiesta del gran Mártir; escucha los ruegos de los que te imploran; recibe los cantos de alabanza. Cantamos, ¡Oh, Félix!, tus glorias. Tú desata la lengua en sonoros cánticos, para que podamos dignamente loar tus favores».

(misagregorianatoledo.blogspot.com)