domingo, 31 de diciembre de 2023

Sacerdotes diocesanos y religiosos fallecidos en 2023


12 de enero: José Manuel Álvarez Álvarez: ''El Peque''; Adscrito a Santa Olaya del Natahoyo (Gijón). Falleció en el domicilio familiar de Avilés. Había nacido en Avilés -San Nicolás de Bari 1957-. Presidió el funeral el Sr. Arzobispo en Santa Olaya, siendo incinerado; sus restos cinerarios fueron depositados en San Martín de Podes (Gozón).

13 de enero: Enrique Álvarez Moro, Párroco de Turón, La Cuadriella, Urbiés y El Carmen de San Andrés. Falleció en accidente de tráfico a la altura de Noreña. Había nacido en Gijón (Buen Pastor) en 1981Presidió el funeral el Sr. Arzobispo en Turón, siendo inhumado en el Cementerio de Ceares Nicho 1.307 Bis Iz.

12 de febrero: Monseñor D. José Fernández Martínez, Canónigo de la Catedral y Prelado de honor de S.S. Falleció en la Casa Sacerdotal de Oviedo. Había nacido en Cudillero en 1924. Presidió el funeral el Sr. Arzobispo en la Catedral, siendo inhumado en el Cementerio de su pueblo natal.

16 de febrero: D. Juan Guervós Martínez, Sacerdote Jubilado (Acies Christi)
Falleció en la Casa Sacerdotal de Oviedo. Había nacido en Gijón en 1930
Presidió el funeral el Sr. Arzobispo en la Casa Sacerdotal, siendo incinerado después y sus restos cinerarios depositados en el Cementerio de Ceares, Nicho 63/ Serie 3 Izquierda.

18 de marzo: D. Ángel Fernández Llano, Sacerdote Jubilado. Rector emérito de S. Antonio de Avilés. Falleció en Avilés. Había nacido en Anayo (Piloña) en 1927
Fue inhumado en el cementerio parroquial de Anayo, presidió su funeral el Sr. Vicario general en Santo Tomás de Cantorbery-Sabugo (Avilés), donde también fue Párroco.

9 de abril: D. Rodobaldo Ruisanchez Blanco, Sacerdote Jubilado. Misionero en Argentina. Falleció en Llanes. Había nacido en Sagua La Grande-Las Villas (Cuba) en 1928. Funeral en la Basílica de Llanes, siendo inhumado en el cementerio de Camplengo (Llanes)

1 de julio: D. Rodrigo Suárez García, Capellán emérito del Hospital General de Asturias. Falleció en la Casa Sacerdotal. Había nacido en Priero (Salas) en 1922
Funeral en Santo Tomás de Cantorbery-Avilés donde fue Adscrito. Presidió el Sr. Arzobispo, siendo inhumado en el cementerio parroquial de Priero (Salas).

22 de julio: P. José Blanco Sanabria C.M.F., Vicario Parroquial del Corazón de María (Oviedo). Falleció en León. Había nacido en Valer de Aliste (Zamora) en 1942. El funeral por su eterno descanso tuvo lugar en la Capilla de la Casa de ejercicios de los Padres Claretianos de León presidido por el P. Luis Ángel de las Heras Berzal C.M.F., obispo de León. Sus restos mortales recibieron cristiana sepultura en el Panteón de los Misioneros del Inmaculado Corazón de María en el Cementerio Municipal de Puente Castro (León).

5 de septiembre: P. José Antonio Rodríguez Gutiérrez O.P., Párroco de Santo Domingo de Oviedo. Falleció en el H.U.C.A. tras sufrir un infarto de miocardio celebrando la eucaristía. Había nacido en Oviedo en 1951. Funeral en Santo Domingo de Guzmán de Oviedo presidido por el Sr. Arzobispo. Sus cenizas fueron inhumadas en el Panteón de la Orden de Predicadores en el Cementerio de El Salvador.

24 de Noviembre: Rvdo. Sr. D. Diego Riesco Riesco, Ecónomo emérito de S. Miguel de Ceceda. Falleció en la Casa Sacerdotal. Había nacido en San Cristóbal de Clavillas (Somiedo) en 1931. Presidió el funeral el Sr. Vicario General en la Casa Sacerdotal, siendo inhumado en el cementerio parroquial de su pueblo natal, donde se celebró previamente al sepelio un segundo funeral. Al día siguiente, se celebró en Ceceda una eucaristía por su eterno descanso.

Oración:
Oh Dios Pastor inmortal de los hombres, concede a tus siervos sacerdotes difuntos, a quienes durante su vida encomendaste ejercer el ministerio sagrado en bien de tu Iglesia, que puedan gozar eternamente de tu gloria en la asamblea festiva de tu Reino. Amén.

Familia Sagrada de Nazaret. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este año las fechas de la Navidad nos resultan un poco atropelladas, pues el mismo el último domingo de adviento coincidía con la nochebuena, como ahora coincide la Sagrada Familia con el día previo a la Solemnidad de la maternidad de María, o como también al día siguiente de la Epifanía concluiremos la Navidad con la fiesta del bautismo del Señor. Pocos días nos quedan para tomar conciencia de la grandeza de este misterio que celebramos, y por ello aprovechemos al máximo la gracia que se nos regala en estos días santos. Este año se nos invita especialmente a peregrinar y orar ante el Belén de los Padres Capuchinos de Gijón, o de las Madres Clarisas de Villaviciosa para ganar la Indulgencia Plenaria que ha concedido la Santa Sede con motivo de los 800 años del primer belén que celebró San Francisco en Greccio: Confesión, comunión y orar por las intenciones del Papa. Contemplar el Belén es al final buscar lo más importante, cómo es a Jesús, José y María en el portal de la gruta de Belén. Cada vez hay más técnicas para hacer hermosos nacimientos, aunque por desgracia, en algunos ámbitos están perdiendo su sentido. Se está pasando de poner el belén a montar maquetas que se preocupan más de representar lugares llamativos o con excéntricos personajes, arrinconando el misterio y el relato bíblico a la última expresión. Debemos seguir insistiendo en reivindicar el sentido puramente cristiano de estas fiestas.

En este domingo siguiente al 25 de diciembre celebramos con toda la Iglesia dentro de la Octava de la Navidad la fiesta de la Sagrada Familia de Nazaret, tratando de visualizar así el valor sin medida que tiene esta institución que hasta el mismo Dios quiso nacer en una. Lo decimos todos los años, pero es que en estos tiempos en que la familia tradicional -y lógica como tal- está siendo tan atacada, herida, y considerada trasnochada por sectores ideológicos de manifiesta beligerancia laicista, debemos preguntarnos por qué en países como el nuestro donde hay crisis en la institución familiar, encontramos también una profunda crisis social y de convivencia; y por qué en los países donde más se defiende y promociona la institución familiar hay un mayor progreso social y económico... Hoy en España vivimos un creciente individualismo con ruptura de los lazos de sangre, desafecto por el hogar y entre las propias personas que lo configuran. Sin embargo, Dios quiso tener una familia de carne y hueso como la nuestra en la que poder experimentar en calor del hogar que es el único que puede evitar que seamos unos parias egoístas y frustrados. 

En la familia formada por San José y la Santísima Virgen encontramos ese enclave bien concreto de la revelación del Señor. Meditar sobre la Sagrada Familia nos lleva a admirarnos de nuevo de cómo Dios no deja de humillarse por nuestro bien, tomando nuestra carne, naciendo en una cueva de animales y hasta sometiéndose a la autoridad de su madre y su padre a los que obedeció, amó y honró. En Jesús niño, adolescente y joven se hizo verdad la palabra del "Eclesiástico" que hemos escuchado en la primera lectura: ''El que honra a su padre expía sus pecados, el que respeta a su madre acumula tesoros''. Sobrecoge pensar que el que es la autoridad suprema se hace tan humilde que acepta pasar por la obediencia más sumisa y perfecta en la realidad de un niño al cuidado y educación de sus progenitores. Y así el que creó el cielo y la tierra se sometió a las normas de un hombre y una mujer, de sus padres, de su familia. 

La importancia de María la reflexionaremos este día 1 de enero, pero aquí tenemos a San José a veces algo olvidado: ¡Qué importante fue su misión! y cuánto tenemos que acudir a él para pedirle aquello que nos parezca más difícil o complejo, pues de eso él sabe mucho, además de que después de la Santísima Virgen es el que más línea directa tiene con nuestro Señor. De la mano de San José y de María Santísima Jesús aprendió a comer, a caminar, a hablar a orar como niño; ellos le introdujeron en la vida de fe y las tradiciones de su pueblo, le llevaron al templo, a la escuela, a Jerusalén... Podríamos decir que el Señor que es la Providencia en sí se entregó en las manos de José y de María para que le cuidaran, educaran e hicieran de Él un hombre... Qué amor y confianza ha tenido Dios para con los hombres, hasta el punto de confiar a su propio Hijo al cuidado de dos personas como nosotros. He aquí la gran verdad que hemos cantado en el salmo: ''Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos''. En el matrimonio de Santa María y de San José vemos la fidelidad de los que buscan cumplir lo que Dios les pide, aún superándoles y no entendiendo si quiera mucho de lo que se les proponía, pero ellos temerosos de Dios llevaron adelante su misión de modo ejemplar. Son la Trinidad en la tierra como decían los antiguos, y también el germen de la Iglesia que permanece como hoy la entendemos. 

La de Nazaret es la familia de las familias, modelo para la familia hoy. No podemos decir que no tengamos un referente al que mirar digan lo que digan algunos, luego cada cuál estará más cerca o más lejos, pero nadie puede decir que no tengamos un modelo especialísimo al que tratar de imitar. La justicia, la honradez, el silencio y la prudencia de San José; la docilidad, ternura y pureza de Santa María y de Jesús. El mismo evangelista San Lucas nos ha descrito que ''iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba''. Seguramente nuestro mundo sería mejor si cada esposo se esforzara cada día por parecerse más a José, cada esposa hiciera lo mismo por parecerse cada día más a María, y cada hijo a su vez tratara igualmente de asemejarse al Niño Jesús. A los pies de la Sagrada Familia de Nazaret ponemos hoy a nuestras familias, las familias que están pasando por momentos de dificultad, crisis o el dolor por la perdida de alguno de sus miembros... Sólo si recuperamos el valor de la familia tradicional España podrá superar la crisis que hoy afronta y sufre en todos los órdenes: Sagrada Familia de Jesús, José y María, rogad por nuestras familias. Amén. 

Evangelio Domingo de la Sagrada Familia

Lectura del Santo Evangelio según san Lucas (2,22-40):

Cuando llegó el tiempo de la purificación, según la ley de Moisés, los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén, para presentarlo al Señor. (De acuerdo con lo escrito en la ley del Señor: "Todo primogénito varón será consagrado al Señor"), y para entregar la oblación, como dice la ley del Señor: "un par de tórtolas o dos pichones". Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, hombre honrado y piadoso, que aguardaba el Consuelo de Israel; y el Espíritu Santo moraba en él. Había recibido un oráculo del Espíritu Santo: que no vería la muerte antes de ver al Mesías del Señor. Impulsado por el Espíritu, fue al templo.
Cuando entraban con el niño Jesús sus padres para cumplir con él lo previsto por la ley, Simeón lo tomó en brazos y bendijo a Dios diciendo: «Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel.»
Su padre y su madre estaban admirados por lo que se decía del niño.
Simeón los bendijo, diciendo a María, su madre: «Mira, éste está puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; será como una bandera discutida: así quedará clara la actitud de muchos corazones. Y a ti, una espada te traspasará el alma.»
Había también una profetisa, Ana, hija de Fanuel, de la tribu de Aser. Era una mujer muy anciana; de jovencita había vivido siete años casada, y luego viuda hasta los ochenta y cuatro; no se apartaba del templo día y noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones. Acercándose en aquel momento, daba gracias a Dios y hablaba del niño a todos los que aguardaban la liberación de Jerusalén. Y cuando cumplieron todo lo que prescribía la ley del Señor, se volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño iba creciendo y robusteciéndose, y se llenaba de sabiduría; y la gracia de Dios lo acompañaba.

Palabra del Señor

sábado, 30 de diciembre de 2023

Mensaje del Papa para la Jornada Mundial de la Paz 2024

Inteligencia artificial y paz

Al iniciar el año nuevo, tiempo de gracia que el Señor nos da a cada uno de nosotros, quisiera dirigirme al Pueblo de Dios, a las naciones, a los Jefes de Estado y de Gobierno, a los Representantes de las distintas religiones y de la sociedad civil, y a todos los hombres y mujeres de nuestro tiempo para expresarles mis mejores deseos de paz.El progreso de la ciencia y de la tecnología como camino hacia la paz

La Sagrada Escritura atestigua que Dios ha dado a los hombres su Espíritu para que tengan «habilidad, talento y experiencia en la ejecución de toda clase de trabajos» (Ex 35,31). La inteligencia es expresión de la dignidad que nos ha dado el Creador al hacernos a su imagen y semejanza (cf. Gn 1,26) y nos ha hecho capaces de responder a su amor a través de la libertad y del conocimiento. La ciencia y la tecnología manifiestan de modo particular esta cualidad fundamentalmente relacional de la inteligencia humana, ambas son producto extraordinario de su potencial creativo.

En la Constitución pastoral Gaudium et spes, el Concilio Vaticano II ha insistido en esta verdad, declarando que «siempre se ha esforzado el hombre con su trabajo y con su ingenio en perfeccionar su vida». [1] Cuando los seres humanos, «con ayuda de los recursos técnicos», se esfuerzan para que la tierra «llegue a ser morada digna de toda la familia humana»,[2] actúan según el designio de Dios y cooperan con su voluntad de llevar a cumplimiento la creación y difundir la paz entre los pueblos. Asimismo, el progreso de la ciencia y de la técnica, en la medida en que contribuye a un mejor orden de la sociedad humana y a acrecentar la libertad y la comunión fraterna, lleva al perfeccionamiento del hombre y a la transformación del mundo.

Nos alegramos justamente y agradecemos las extraordinarias conquistas de la ciencia y de la tecnología, gracias a las cuales se ha podido poner remedio a innumerables males que afectaban a la vida humana y causaban grandes sufrimientos. Al mismo tiempo, los progresos técnico-científicos, haciendo posible el ejercicio de un control sobre la realidad, nunca visto hasta ahora, están poniendo en las manos del hombre una vasta gama de posibilidades, algunas de las cuales representan un riesgo para la supervivencia humana y un peligro para la casa común.[3]

Los notables progresos de las nuevas tecnologías de la información, especialmente en la esfera digital, presentan, por tanto, entusiasmantes oportunidades y graves riesgos, con serias implicaciones para la búsqueda de la justicia y de la armonía entre los pueblos. Por consiguiente, es necesario plantearse algunas preguntas urgentes. ¿Cuáles serán las consecuencias, a medio y a largo plazo, de las nuevas tecnologías digitales? ¿Y qué impacto tendrán sobre la vida de los individuos y de la sociedad, sobre la estabilidad internacional y sobre la paz?

2.- El futuro de la inteligencia artificial entre promesas y riesgos

Los progresos de la informática y el desarrollo de las tecnologías digitales en los últimos decenios ya han comenzado a producir profundas transformaciones en la sociedad global y en sus dinámicas. Los nuevos instrumentos digitales están cambiando el rostro de las comunicaciones, de la administración pública, de la instrucción, del consumo, de las interacciones personales y de otros innumerables aspectos de la vida cotidiana.

Además, las tecnologías que usan un gran número de algoritmos pueden extraer, de los rastros digitales dejados en internet, datos que permiten controlar los hábitos mentales y relacionales de las personas con fines comerciales o políticos, frecuentemente sin que ellos lo sepan, limitándoles el ejercicio consciente de la libertad de elección. De hecho, en un espacio como la web, caracterizado por una sobrecarga de información, se puede estructurar el flujo de datos según criterios de selección no siempre percibidos por el usuario.

Debemos recordar que la investigación científica y las innovaciones tecnológicas no están desencarnadas de la realidad ni son «neutrales»,[4] sino que están sujetas a las influencias culturales.

En cuanto actividades plenamente humanas, las direcciones que toman reflejan decisiones condicionadas por los valores personales, sociales y culturales de cada época. Lo mismo se diga de los resultados que consiguen. Estas, precisamente en cuanto fruto de planteamientos específicamente humanos hacia el mundo circunstante, tienen siempre una dimensión ética, estrictamente ligada a las decisiones de quien proyecta la experimentación y enfoca la producción hacia objetivos particulares.

Esto vale también para las formas de inteligencia artificial, para la cual, hasta hoy, no existe una definición unívoca en el mundo de la ciencia y de la tecnología. El término mismo, que ha entrado ya en el lenguaje común, abraza una variedad de ciencias, teorías y técnicas dirigidas a hacer que las máquinas reproduzcan o imiten, en su funcionamiento, las capacidades cognitivas de los seres humanos. Hablar en plural de “formas de inteligencia” puede ayudar a subrayar sobre todo la brecha infranqueable que existe entre estos sistemas y la persona humana, por más sorprendentes y potentes que sean. Estos son, a fin de cuentas, “fragmentarios”, en el sentido de que sólo pueden imitar o reproducir algunas funciones de la inteligencia humana. El uso del plural pone en evidencia además que estos dispositivos, muy distintos entre sí, se deben considerar siempre como “sistemas socio-técnicos”. En efecto, su impacto, independientemente de la tecnología de base, no sólo depende del proyecto, sino también de los objetivos y de los intereses del que los posee y del que los desarrolla, así como de las situaciones en las que se usan.

La inteligencia artificial, por tanto, debe ser entendida como una galaxia de realidades distintas y no podemos presumir a priori que su desarrollo aporte una contribución benéfica al futuro de la humanidad y a la paz entre los pueblos. Tal resultado positivo sólo será posible si somos capaces de actuar de forma responsable y de respetar los valores humanos fundamentales como «la inclusión, la transparencia, la seguridad, la equidad, la privacidad y la responsabilidad».[5]

No basta ni siquiera suponer, de parte de quien proyecta algoritmos y tecnologías digitales, un compromiso de actuar de forma ética y responsable. Es preciso reforzar o, si es necesario, instituir organismos encargados de examinar las cuestiones éticas emergentes y de tutelar los derechos de los que utilizan formas de inteligencia artificial o reciben su influencia.[6]

La inmensa expansión de la tecnología, por consiguiente, debe ser acompañada, para su desarrollo, por una adecuada formación en la responsabilidad. La libertad y la convivencia pacífica están amenazadas cuando los seres humanos ceden a la tentación del egoísmo, del interés personal, del afán de lucro y de la sed de poder. Tenemos por ello el deber de ensanchar la mirada y de orientar la búsqueda técnico-científica hacia la consecución de la paz y del bien común, al servicio del desarrollo integral del hombre y de la comunidad.[7]

La dignidad intrínseca de cada persona y la fraternidad que nos vincula como miembros de una única familia humana, deben estar en la base del desarrollo de las nuevas tecnologías y servir como criterios indiscutibles para valorarlas antes de su uso, de modo que el progreso digital pueda realizarse en el respeto de la justicia y contribuir a la causa de la paz. Los desarrollos tecnológicos que no llevan a una mejora de la calidad de vida de toda la humanidad, sino que, por el contrario, agravan las desigualdades y los confictos, no podrán ser considerados un verdadero progreso.[8]

La inteligencia artificial será cada vez más importante. Los desafíos que plantea no son sólo técnicos, sino también antropológicos, educativos, sociales y políticos. Promete, por ejemplo, un ahorro de esfuerzos, una producción más eficiente, transportes más ágiles y mercados más dinámicos, además de una revolución en los procesos de recopilación, organización y verificación de los datos. Es necesario ser conscientes de las rápidas transformaciones que están ocurriendo y gestionarlas de modo que se puedan salvaguardar los derechos humanos fundamentales, respetando las instituciones y las leyes que promueven el desarrollo humano integral. La inteligencia artificial debería estar al servicio de un mejor potencial humano y de nuestras más altas aspiraciones, no en competencia con ellos.

3.- La tecnología del futuro: máquinas que aprenden solas

En sus múltiples formas la inteligencia artificial, basada en técnicas de aprendizaje automático (machine learning), aunque se encuentre todavía en una fase pionera, ya está introduciendo cambios notables en el tejido de las sociedades, ejercitando una profunda influencia en las culturas, en los comportamientos sociales y en la construcción de la paz.

Desarrollos como el machine learning o como el aprendizaje profundo (deep learning) plantean cuestiones que trascienden los ámbitos de la tecnología y de la ingeniería y tienen que ver con una comprensión estrictamente conectada con el significado de la vida humana, los procesos básicos del conocimiento y la capacidad de la mente de alcanzar la verdad.

La habilidad de algunos dispositivos para producir textos sintáctica y semánticamente coherentes, por ejemplo, no es garantía de confiabilidad. Se dice que pueden “alucinar”, es decir, generar afirmaciones que a primera vista parecen plausibles, pero que en realidad son infundadas o delatan prejuicios. Esto crea un serio problema cuando la inteligencia artificial se emplea en campañas de desinformación que difunden noticias falsas y llevan a una creciente desconfianza hacia los medios de comunicación. La confidencialidad, la posesión de datos y la propiedad intelectual son otros ámbitos en los que las tecnologías en cuestión plantean graves riesgos, a los que se añaden ulteriores consecuencias negativas unidas a su uso impropio, como la discriminación, la interferencia en los procesos electorales, la implantación de una sociedad que vigila y controla a las personas, la exclusión digital y la intensificación de un individualismo cada vez más desvinculado de la colectividad. Todos estos factores corren el riesgo de alimentar los conflictos y de obstaculizar la paz.

4.- El sentido del límite en el paradigma tecnocrático

Nuestro mundo es demasiado vasto, variado y complejo para poder ser completamente conocido y clasificado. La mente humana nunca podrá agotar su riqueza, ni siquiera con la ayuda de los algoritmos más avanzados. Estos, de hecho, no ofrecen previsiones garantizadas del futuro, sino sólo aproximaciones estadísticas. No todo puede ser pronosticado, no todo puede ser calculado; al final «la realidad es superior a la idea»[9] y, por más prodigiosa que pueda ser nuestra capacidad de cálculo, habrá siempre un residuo inaccesible que escapa a cualquier intento de cuantificación.

Además, la gran cantidad de datos analizados por las inteligencias artificiales no es de por sí garantía de imparcialidad. Cuando los algoritmos extrapolan informaciones, siempre corren el riesgo de distorsionarlas, reproduciendo las injusticias y los prejuicios de los ambientes en los que se originan. Cuanto más veloces y complejos se vuelven, más difícil es comprender porqué han generado un determinado resultado.

Las máquinas inteligentes pueden efectuar las tareas que se les asignan cada vez con mayor eficiencia, pero el fin y el significado de sus operaciones continuarán siendo determinadas o habilitadas por seres humanos que tienen un propio universo de valores. El riesgo es que los criterios que están en la base de ciertas decisiones se vuelvan menos transparentes, que la responsabilidad decisional se oculte y que los productores puedan eludir la obligación de actuar por el bien de la comunidad. En cierto sentido, esto es favorecido por el sistema tecnocrático, que alía la economía con la tecnología y privilegia el criterio de la eficiencia, tendiendo a ignorar todo aquello que no está vinculado con sus intereses inmediatos.[10]

Esto debe hacernos reflexionar sobre el “sentido del límite”, un aspecto a menudo descuidado en la mentalidad actual, tecnocrática y eficientista, y sin embargo decisivo para el desarrollo personal y social. El ser humano, en efecto, mortal por definición, pensando en sobrepasar todo límite gracias a la técnica, corre el riesgo, en la obsesión de querer controlarlo todo, de perder el control de sí mismo, y en la búsqueda de una libertad absoluta, de caer en la espiral de una dictadura tecnológica. Reconocer y aceptar el propio límite de criatura es para el hombre condición indispensable para conseguir o, mejor, para acoger la plenitud como un don. En cambio, en el contexto ideológico de un paradigma tecnocrático, animado por una prometeica presunción de autosuficiencia, las desigualdades podrían crecer de forma desmesurada, y el conocimiento y la riqueza acumularse en las manos de unos pocos, con graves riesgos para las sociedades democráticas y la coexistencia pacífica.[11]

5.- Temas candentes para la ética

En el futuro, la fiabilidad de quien pide un préstamo, la idoneidad de un individuo para un trabajo, la posibilidad de reincidencia de un condenado o el derecho a recibir asilo político o asistencia social podrían ser determinados por sistemas de inteligencia artificial. La falta de niveles diversificados de mediación que estos sistemas introducen está particularmente expuesta a formas de prejuicio y discriminación. Los errores sistémicos pueden multiplicarse fácilmente, produciendo no sólo injusticias en casos concretos sino también, por efecto dominó, auténticas formas de desigualdad social.

Además, con frecuencia las formas de inteligencia artificial parecen capaces de influenciar las decisiones de los individuos por medio de opciones predeterminadas asociadas a estímulos y persuasiones, o mediante sistemas de regulación de las elecciones personales basados en la organización de la información. Estas formas de manipulación o de control social requieren una atención y una supervisión precisas, e implican una clara responsabilidad legal por parte de los productores, de quienes las usan y de las autoridades gubernamentales.

La dependencia de procesos automáticos que clasifican a los individuos, por ejemplo, por medio del uso generalizado de la vigilancia o la adopción de sistemas de crédito social, también podría tener repercusiones profundas en el entramado social, estableciendo categorizaciones impropias entre los ciudadanos. Y estos procesos artificiales de clasificación podrían llevar incluso a conflictos de poder, no sólo en lo que respecta a destinatarios virtuales, sino a personas de carne y hueso. El respeto fundamental por la dignidad humana postula rechazar que la singularidad de la persona sea identificada con un conjunto de datos. No debemos permitir que los algoritmos determinen el modo en el que entendemos los derechos humanos, que dejen a un lado los valores esenciales de la compasión, la misericordia y el perdón o que eliminen la posibilidad de que un individuo cambie y deje atrás el pasado.

En este contexto, no podemos dejar de considerar el impacto de las nuevas tecnologías en el ámbito laboral. Trabajos que en un tiempo eran competencia exclusiva de la mano de obra humana son rápidamente absorbidos por las aplicaciones industriales de la inteligencia artificial. También en este caso se corre el riesgo sustancial de un beneficio desproporcionado para unos pocos a costa del empobrecimiento de muchos. El respeto de la dignidad de los trabajadores y la importancia de la ocupación para el bienestar económico de las personas, las familias y las sociedades, la seguridad de los empleos y la equidad de los salarios deberían constituir una gran prioridad para la comunidad internacional, a medida que estas formas de tecnología se van introduciendo cada vez más en los lugares de trabajo.

6.- ¿Transformaremos las espadas en arados?

En estos días, mirando el mundo que nos rodea, no podemos eludir las graves cuestiones éticas vinculadas al sector de los armamentos. La posibilidad de conducir operaciones militares por medio de sistemas de control remoto ha llevado a una percepción menor de la devastación que estos han causado y de la responsabilidad en su uso, contribuyendo a un acercamiento aún más frío y distante a la inmensa tragedia de la guerra. La búsqueda de las tecnologías emergentes en el sector de los denominados “sistemas de armas autónomos letales”, incluido el uso bélico de la inteligencia artificial, es un gran motivo de preocupación ética. Los sistemas de armas autónomos no podrán ser nunca sujetos moralmente responsables. La exclusiva capacidad humana de juicio moral y de decisión ética es más que un complejo conjunto de algoritmos, y dicha capacidad no puede reducirse a la programación de una máquina que, aun siendo “inteligente”, no deja de ser siempre una máquina. Por este motivo, es imperioso garantizar una supervisión humana adecuada, significativa y coherente de los sistemas de armas.

Tampoco podemos ignorar la posibilidad de que armas sofisticadas terminen en las manos equivocadas facilitando, por ejemplo, ataques terroristas o acciones dirigidas a desestabilizar instituciones de gobierno legítimas. En resumen, realmente lo último que el mundo necesita es que las nuevas tecnologías contribuyan al injusto desarrollo del mercado y del comercio de las armas, promoviendo la locura de la guerra. Si lo hace así, no sólo la inteligencia, sino el mismo corazón del hombre correrá el riesgo de volverse cada vez más “artificial”. Las aplicaciones técnicas más avanzadas no deben usarse para facilitar la resolución violenta de los conflictos, sino para pavimentar los caminos de la paz.

En una óptica más positiva, si la inteligencia artificial fuese utilizada para promover el desarrollo humano integral, podría introducir importantes innovaciones en la agricultura, la educación y la cultura, un mejoramiento del nivel de vida de enteras naciones y pueblos, el crecimiento de la fraternidad humana y de la amistad social. En definitiva, el modo en que la usamos para incluir a los últimos, es decir, a los hermanos y las hermanas más débiles y necesitados, es la medida que revela nuestra humanidad.

Una mirada humana y el deseo de un futuro mejor para nuestro mundo llevan a la necesidad de un diálogo interdisciplinar destinado a un desarrollo ético de los algoritmos —la algorética—, en el que los valores orienten los itinerarios de las nuevas tecnologías.[12] Las cuestiones éticas deberían ser tenidas en cuenta desde el inicio de la investigación, así como en las fases de experimentación, planificación, distribución y comercialización. Este es el enfoque de la ética de la planificación, en el que las instituciones educativas y los responsables del proceso decisional tienen un rol esencial que desempeñar.

7.- Desafíos para la educación

El desarrollo de una tecnología que respete y esté al servicio de la dignidad humana tiene claras implicaciones para las instituciones educativas y para el mundo de la cultura. Al multiplicar las posibilidades de comunicación, las tecnologías digitales nos han permitido nuevas formas de encuentro. Sin embargo, continúa siendo necesaria una reflexión permanente sobre el tipo de relaciones al que nos está llevando. Los jóvenes están creciendo en ambientes culturales impregnados de la tecnología y esto no puede dejar de cuestionar los métodos de enseñanza y formación.

La educación en el uso de formas de inteligencia artificial debería centrarse sobre todo en promover el pensamiento crítico. Es necesario que los usuarios de todas las edades, pero sobre todo los jóvenes, desarrollen una capacidad de discernimiento en el uso de datos y de contenidos obtenidos en la web o producidos por sistemas de inteligencia artificial. Las escuelas, las universidades y las sociedades científicas están llamadas a ayudar a los estudiantes y a los profesionales a hacer propios los aspectos sociales y éticos del desarrollo y el uso de la tecnología.

La formación en el uso de nuevos instrumentos de comunicación debería considerar no sólo la desinformación, las falsas noticias, sino también el inquietante aumento de «miedos ancestrales que […] han sabido esconderse y potenciarse detrás de nuevas tecnologías».[13] Lamentablemente, una vez más nos encontramos teniendo que combatir “la tentación de hacer una cultura de muros, de levantar muros para impedir el encuentro con otras culturas, con otra gente”[14] y el desarrollo de una coexistencia pacífica y fraterna.

8.- Desafíos para el desarrollo del derecho internacional

El alcance global de la inteligencia artificial hace evidente que, junto a la responsabilidad de los estados soberanos de disciplinar internamente su uso, las organizaciones internacionales pueden desempeñar un rol decisivo en la consecución de acuerdos multilaterales y en la coordinación de su aplicación y actuación.[15] A este propósito, exhorto a la comunidad de las naciones a trabajar unida para adoptar un tratado internacional vinculante, que regule el desarrollo y el uso de la inteligencia artificial en sus múltiples formas. Naturalmente, el objetivo de la reglamentación no debería ser sólo la prevención de las malas prácticas, sino también alentar las mejores prácticas, estimulando planteamientos nuevos y creativos y facilitando iniciativas personales y colectivas.[16]

En definitiva, en la búsqueda de modelos normativos que puedan proporcionar una guía ética a quienes desarrollan tecnologías digitales, es indispensable identificar los valores humanos que deberían estar en la base del compromiso de las sociedades para formular, adoptar y aplicar los marcos legislativos necesarios. El trabajo de redacción de las orientaciones éticas para la producción de formas de inteligencia artificial no puede prescindir de la consideración de cuestiones más profundas, relacionadas con el significado de la existencia humana, la tutela de los derechos humanos fundamentales y la búsqueda de la justicia y de la paz. Este proceso de discernimiento ético y jurídico puede revelarse como una valiosa ocasión para una reflexión compartida sobre el rol que la tecnología debería tener en nuestra vida personal y comunitaria y sobre cómo su uso podría contribuir a la creación de un mundo más justo y humano. Por este motivo, en los debates sobre la reglamentación de la inteligencia artificial, se debería tener en cuenta la voz de todas las partes interesadas, incluidos los pobres, los marginados y otros más que a menudo quedan sin ser escuchados en los procesos decisionales globales.

Espero que esta reflexión anime a hacer que los progresos en el desarrollo de formas de inteligencia artificial contribuyan, en última instancia, a la causa de la fraternidad humana y de la paz.

No es responsabilidad de unos pocos, sino de toda la familia humana. La paz, en efecto, es el fruto de relaciones que reconocen y acogen al otro en su dignidad inalienable, y de cooperación y esfuerzo en la búsqueda del desarrollo integral de todas las personas y de todos los pueblos.

Mi oración al comienzo del nuevo año es que el rápido desarrollo de formas de inteligencia artificial no aumente las ya numerosas desigualdades e injusticias presentes en el mundo, sino que ayude a poner fin a las guerras y los conflictos, y a aliviar tantas formas de sufrimiento que afectan a la familia humana. Que los fieles cristianos, los creyentes de distintas religiones y los hombres y mujeres de buena voluntad puedan colaborar en armonía para aprovechar las oportunidades y afrontar los desafíos que plantea la revolución digital, y dejar a las generaciones futuras un mundo más solidario, justo y pacífico.

Vaticano, 8 de diciembre de 2023

FRANCISCO

[1] N. 33.

[2] Ibíd., n. 57.

[3] Cf. Carta enc. Laudato si’ (24 mayo 2015), 104.

[4] Cf. ibíd., 114.

[5] Discurso a los participantes en el encuentro “Minerva Dialogues” (27 marzo 2023).

[6] Cf. ibíd.

[7] Cf. Mensaje al Presidente Ejecutivo del ''World Economic Forum'' en Davs - Kloster  (12 enero 2018).

[8] Cf. Carta enc. Laudato si’, 194; Discurso a los participantes en un Seminario sobre “El bien común en la era digital” (27 septiembre 2019).

[9] Exhort. ap. Evangelii gaudium (24 noviembre 2013), 233.

[10] Cf. Carta. enc. Laudato si’, 54.

[11] Cf. Discurso a los participantes en la Plenaria de la Pontificia Academia para la Vida (28 febrero 2020).

[12] Cf. ibíd.

[13] Carta enc. Fratelli tutti (3 octubre 2020), 27.

[14] Cf. ibíd.

[15] Cf. ibíd., 170-175.

[16] Cf. Carta enc. Laudato si’, 177.

Indulgencia por orar ante los Belenes


viernes, 29 de diciembre de 2023

Carta semanal del Sr. Arzobispo

¿Estreno de qué? En el año nuevo

Después de las uvas, ese rito hispano que nos pone a caballo entre el año natural que termina y el que da comienzo a golpe de doce campanadas, llegan los augurios, los abrazos y los besos. Quien más o quien menos, pasa por esta escenografía con sus seres más queridos. Es verdad que esta guisa de estreno se repite cada año en la noche del 31 de diciembre, pero también es cierto que hay algo que inevitablemente deseamos estrenar llegando la calenda del año nuevo, mientras echamos en falta a quienes en otros momentos similares nos han acompañado en este trasiego, y cuyo recuerdo tenemos aún fresco en la memoria, mientras el piadoso llanto sigue tierno en nuestra entraña. 

Pero tras ese momento festivo de estrenar con amigos y familiares la llegada convenida de un nuevo año, lo que encontramos al otro lado de la frontera apenas flanqueada resulta ser algo tan conocido que no ha cambiado ni por dentro ni por fuera. El almanaque no hace milagros, y nos topamos con un horizonte mundial que sigue levantando tantos interrogantes ante las guerras conocidas como la de Gaza o la de Ucrania, y tantas otras que no son noticia pero que siegan igualmente vidas y destruyen historias construidas durante años y siglos. Tampoco la política nos aquieta las zozobras con las gobernanzas varias de un toma y daca en el que no está en primer plano lo que es justo sino lo que interesa a algunos mandamases a título personal en sus egos subidos o en las siglas partidistas esculpidas en las poltronas, lo cual no construye convivencias serenas y complementarias, ni se piensa en el bien de todos con solidaridad. 

Incluso no tenemos fácil el momento que vivimos los cristianos en la andadura de acompañar a los hermanos presidiendo la caridad y confirmando la fe, cuando algunas realidades eclesiales no despejan la confusión y vemos que la ambigüedad amenaza la esperanza desdibujando o contradiciendo la larga tradición cristiana que ha escrito la sabiduría de los santos y pastores que nos invitan a abrir las puertas a Cristo siendo testigos de su bondad, su verdad y su belleza en una incesante nueva evangelización. Pero precisamente cuando todo eso nos puede abrumar astillando el entusiasmo, es cuando con más fuerza brota la confianza en un Dios bueno y la convicción humilde que nuestro corazón alberga de la espera cumplida para la que nació. La misma historia cristiana nos testimonia en medio de tantos altibajos claroscuros y agridulces, que incluso con los meandros más borrascosos se ha llegado al mar de la bonanza y al puerto donde Alguien nos esperaba. No cabe, pues, un desánimo incrédulo ni una desesperanza indolente, sino la confianza propia de los hijos que se fían del todo en Dios como Padre. 

Así lo hemos aprendido de los verdaderos maestros que en el mundo han sido, cuyo magisterio no es de componenda oportunista y jamás cede ante el chantaje del pensamiento dominante ese que va contra la vida, la libertad, la paz, la familia, y por este motivo son profetas de un mundo mejor, del único mundo que pervive más allá de los efímeros beneficios de unas prebendas que caducan por estar fundamentadas contra natura en todos sus modos, contra la razón que nos fundamenta, contra la esperanza que no defrauda, contra la fe que nos abre la mirada y contra la belleza que nos salva. Por eso es cierto el rito y el gesto de desearnos de veras un feliz año nuevo como expresión del latido más sincero que palpita en nuestros adentros. Como cristianos así lo expresamos sin fingir y sabiendo que el reto que tenemos delante nos desafía por entero, pero en absoluto nos desalienta. Feliz reestreno de tantas cosas verdaderas y hermosas en esta novedosa cuesta de enero. Buen viaje. La meta nos espera y Dios camina a nuestro lado. Feliz año nuevo. 

+ Jesús Sanz Montes, 
Arzobispo de Oviedo

Mensaje para la Jornada de la Sagrada Familia 2023

Mensaje de los obispos de la Subcomisión Episcopal para la Familia y Defensa de la Vida

«Familia, portadora de la buena noticia»

La fiesta de la Sagrada Familia nos invita a contemplar a san José y a la Virgen María como modelo de acogida de Jesucristo, el Verbo de Dios encarnado. En efecto, «en Nazaret brotó la primavera de la vida humana del Hijo de Dios, en el instante en que fue concebido por obra del Espíritu Santo en el seno virginal de María. Entre las paredes acogedoras de la casa de Nazaret se desarrolló en un ambiente de alegría la infancia de Jesús, rodeado de la solicitud maternal de María y los cuidados de José, en el que Jesús pudo ver la ternura de Dios» [1].

Las familias cristianas encuentran en la Sagrada Familia el ejemplo que seguir, así como un «sólido punto de referencia y una firme inspiración» [2]. Esto implica como tarea prioritaria que Jesucristo sea el centro de cada familia porque cuando nos acercamos al misterio de Nazaret vemos que «en la vida familiar de María y José, Dios está verdaderamente al centro, y lo está en la persona de Jesús» [3]. Es importante que esta realidad sea experimentada en la cotidianeidad ya que, por una parte, la familia real y concreta es el lugar donde se encuentra la presencia del Señor, que acompaña todos los momentos de sufrimientos, gozos y esfuerzos diarios, y, por otra, vivir una comunión familiar de manera plena es un auténtico itinerario hacia la santificación en la vida cotidiana, así como un medio para alcanzar una unión profunda con el Señor.

Uno de los mayores males que afectan a nuestra sociedad es el individualismo exasperado, que nos lleva a idolatrar el propio ego. «Como fruto maduro de este individuo autosuficiente e independiente surge la soledad y tantas formas de pobrezas afectivas, consecuencia de aislamientos y rupturas y la ausencia de verdadero diálogo y compañía» [4]. Por el contrario, la vivencia de la comunión familiar es un verdadero antídoto contra este mal tan característico de nuestro tiempo, ya que «la familia, fundada y vivificada por el amor, es una comunidad de personas: del hombre y de la mujer esposos, de los padres y de los hijos, de los parientes. Su primer cometido es el de vivir fielmente la realidad de la comunión con el empeño constante de desarrollar una auténtica comunidad de personas» [5].

Ser conscientes de esta verdad tiene que impulsarnos a mostrar de manera renovada el gran tesoro que es la familia cristiana, precisamente en el contexto de este mundo individualista, ya que es «una respuesta que cae en lo más hondo del ser humano y que puede sostenerlo y elevarlo. Es la verdad que no pasa de moda porque es capaz de penetrar allí donde nada más puede llegar. Nuestra tristeza infinita solo se cura con un infinito amor» [6].

Este testimonio debe estar marcado por la más profunda alegría porque la familia es portadora de la mejor de las noticias: la salvación que ha venido a traernos Jesucristo, al encarnarse en el seno de la Virgen Santísima, asumiendo nuestra humanidad para redimirla. Una alegría que debe contagiar a otros porque «muchas familias no son conscientes del gran don que han recibido en el sacramento, signo eficaz de la presencia de Cristo que acompaña cada momento de su vida. Cuando una familia descubre plenamente este don, siente el deseo de compartirlo con otras familias, porque la alegría del encuentro con el Señor tiende a difundirse y genera otra comunión; es naturalmente misionera» [7].

Esta llamada a la misión brota del sacramento del bautismo y del sacramento del matrimonio [8]. Hemos de ayudar a todos a descubrir esta llamada porque «sin el testimonio gozoso de los cónyuges y de las familias, Iglesias domésticas, el anuncio, aunque fuese correcto, corre el riesgo de ser incomprendido o de ahogarse en el mar de palabras que caracteriza nuestra sociedad» [9].

Esta invitación a proclamar el evangelio de la familia no debe hacernos olvidar que «cada persona ha de asumir la responsabilidad de cuidar la propia familia, dedicándole tiempo y luchando por ella como expresión también de responsabilidad social. No basta solo la queja por lo que ocurre alrededor, es preciso hablar también con los hechos para transformar y mejorar lo que está a nuestro alcance, sin perder de vista el horizonte global» [10]. Este cuidado implica el anuncio y la vivencia del evangelio en el seno de cada familia porque «la familia, al igual que la Iglesia, debe ser un espacio donde el evangelio es transmitido y desde donde este se irradia. Dentro, pues, de una familia consciente de esta misión, todos los miembros de la misma evangelizan y son evangelizados. Los padres no solo comunican a los hijos el evangelio, sino que pueden a su vez recibir de ellos este mismo evangelio profundamente vivido» [11].

Como recoge el documento El Dios fiel mantiene su alianza:

En tiempos de desvinculación e invierno demográfico, el evangelio de la familia ha de ser anunciado por esposos y padres que con humildad y decisión testimonien que la familia fundada en el amor recibido y compartido, el significado esponsal de la diferencia sexual, la lealtad a la alianza establecida, la apertura y el cuidado de la vida son fuente de alegría personal y generadora de una inmensa fecundidad social [12].

Este testimonio debe estar acompañado por la caridad hacia los más necesitados, empezando por aquellos más cercanos, que pueden ser los abuelos o familiares enfermos, pero abriendo los horizontes de la familia a otras personas.

Esta familia grande debería integrar con mucho amor a las madres adolescentes, a los niños sin padres, a las mujeres solas que deben llevar adelante la educación de sus hijos, a las personas con alguna discapacidad que requieren mucho afecto y cercanía, a los jóvenes que luchan contra una adicción, a los solteros, separados o viudos que sufren la soledad, a los ancianos y enfermos que no reciben el apoyo de sus hijos, y en su seno tienen cabida incluso los más desastrosos en las conductas de su vida [13].

Esta apertura implica el compromiso de transformación de nuestro mundo, ya que…

… la familia no debe pensar a sí misma como un recinto llamado a protegerse de la sociedad. No se queda a la espera, sino que sale de sí en la búsqueda solidaria. Así se convierte en un nexo de integración de la persona con la sociedad y en un punto de unión entre lo público y lo privado. Los matrimonios necesitan adquirir una clara y convencida conciencia sobre sus deberes sociales. Cuando esto sucede, el afecto que los une no disminuye, sino que se llena de nueva luz [14].

Precisamente porque la familia cristiana es portadora de la salvación que se nos ha dado en Jesucristo, este testimonio es siempre esperanzado. Una mirada contemplativa a la Sagrada Familia nos ayudará a afianzarnos en esta certeza frente a cualquier desánimo.

Confiamos a todas las familias a Jesús, María y José, para que con gozo vivan su misión de ser portadoras de la buena noticia.

✠ José Mazuelos Pérez
Obispo de Canarias
Presidente de la Subcomisión Episcopal para
la Familia y la Defensa de la Vida

✠ Ángel Pérez Pueyo
Obispo de Barbastro-Monzón

✠ Santos Montoya Torres
Obispo de Calahorra y La Calzada-Logroño

✠ Francisco Gil Hellín
Arzobispo emérito de Burgos

✠ Juan Antonio Reig Pla
Obispo emérito de Alcalá de Henares

[1] PAPA FRANCISCO, Ángelus del 27 de diciembre de 2020.

[2] Ibidem.

[3] PAPA FRANCISCO, Ángelus del 28 de diciembre de 2014.

[4] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, El Dios fiel mantiene su alianza, 66.

[5] JUAN PABLO II, exhortación apostólica postsinodal Familiaris consortio, 18.

[6] PAPA FRANCISCO, exhortación apostólica postsinodal Evangelii gaudium, 265.

[7] PAPA FRANCISCO, Videomensaje a los participantes en el Foro «¿Hasta dónde hemos llegado con Amoris laetitia?», 9 de junio de 2021.

[8] «Esta misión apostólica de la familia está enraizada en el bautismo y recibe con la gracia sacramental del matrimonio una nueva fuerza para transmitir la fe, para santificar y transformar la sociedad actual según el plan de Dios», JUAN PABLO II, ibidem, 52.

[9] Relatio final del Sínodo de la Familia de 2014, 30.

[10] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ibidem, 77.

[11] PABLO VI, exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 71.

[12] CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA, ibidem, 77.

[13] PAPA FRANCISCO, exhortación apostólica postsinodal Amoris laetitia, 197.

[14] IDEM, ibidem 181

Palabras del Sr. Arzobispo sobre la persecución religiosa en Nigeria



jueves, 28 de diciembre de 2023

Santoral del día: Santos Inocentes mártires

(Religión confidencial) Relata el evangelista Mateo que, cuando nació Jesús en Belén, algunos Reyes Magos se presentaron ante el Rey Herodes para preguntarle dónde estaba el niño – el rey de los Judíos – para poderlo adorar. Herodes, temiendo perder el trono, quiso saber más con la intención de hacerlo asesinar. Consultó a los escribas y luego les pidió a los Reyes Magos que lo buscaran y que volvieran para referirle en cuál lugar se encontrase. Pero los Reyes Magos, relata el Evangelio, “recibieron en sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes y volvieron a su tierra por otro camino”. Y cuando Herodes se dio cuenta de que los Reyes Magos lo habían engañado, se enfureció y – se lee – “mandó a matar a todos los niños que estaban en Belén y en todo su territorio y que tenían menos de dos años”.

La pequeña vanguardia

La Iglesia venera a estos Inocentes como mártires de los primeros siglos, y puesto que fueron arrancados a la vida después de la venida al mundo de Cristo, los conmemora cerca de la Navidad. Por deseo de Pío V la celebración ha sido elevada a fiesta. Prudencio, poeta vivido en el siglo IV, en el himno de la Epifanía del Liber cathemerinòn los define “flores martyrum”, flores de los mártires, “arrancados por el persecutor de Jesucristo, como tantos tiernos brotes”. “Los niños, sin saberlo, mueren por Cristo, mientras los padres lloran los mártires que mueren. Cristo hace sus testigos a aquellos que todavía no hablan”, explica en un sermón el obispo San Quodvultdeus. Y prosigue: “¡Oh maravilloso don de la gracia! ¿Cuáles méritos han tenido estos niños para vencer en este modo? ¡Todavía no hablan y ya confiesan a Cristo! Todavía no son capaces de enfrentar la lucha porque no mueven los miembros, y, sin embargo, ya llevan triunfadores la palma de la victoria”. Los Santos Inocentes son la pequeña vanguardia del ejército de mártires que han dado testimonio y continúan a dar testimonio con la sangre de su pertenencia a Cristo, creaturas puras que han escrito la primera página del largo elenco de los mártires cristianos.

Las víctimas inocentes de ayer y de hoy

Para la tradición cristiana occidental el episodio evangélico de los Santos Inocentes Mártires es un típico ejemplo de cuánto la sed de poder pueda incitar a atroces delitos. En efecto, los niños de Belén son víctimas del odio despiadado de Herodes hacia quien habría podido obstaculizar sus planes de potencia y de dominio. Sobre este tema, y sobre la historia de los niños de Belén, en el curso de los siglos fueron realizadas diversas obras de arte. En el 2016, precisamente en el día de los Santos Mártires Inocentes, el Papa Francisco dirigió a los obispos un carta exhortándoles a “escuchar el lamento y el llanto de tantas madres, de tantas familias, por la muerte de sus hijos, de sus hijos inocentes” que es el mismo “gemido de dolor de las madres que lloran la muerte de sus hijos inocentes de frente a la tiranía y a la desenfrenado afán de poder de Herodes”. Un gemido - ha escrito el Pontífice – que también hoy podemos continuar a escuchar, que nos toca el alma y que no podemos y no queremos ignorar ni hacer callar”.

De estas palabras, Francisco hace nacer una invitación a los obispos de todo el mundo para que protejan la inocencia de los pequeños, “de los nuevos Herodes de nuestros días”, que la fagocitan y quiebran “bajo el peso del trabajo clandestino y esclavo, bajo el peso de la prostitución y de la explotación. Inocencia destruida por las guerras y por la emigración forzada”. Al mismo tiempo, el Papa también ha recomendado la escucha del llanto y del lamento de la Iglesia que pide perdón y “llora no sólo ante el dolor causado en sus hijos más pequeños, sino también porque conoce el pecado de algunos de sus miembros: el sufrimiento, la historia y el dolor de los menores que fueron abusados sexualmente por sacerdotes”.

El Vicario General, Jorge Juan Fernández Sangrador, premio Enrique Ferrán de Periodismo 2023

El Vicario General de la diócesis, Jorge Juan Fernández Sangrador, ha sido galardonado con el premio Enrique Ferrán de Periodismo, convocado por la revista El Ciervo, por su artículo Alexitimia, paramnesia y soledad. Según informa la publicación, a esta cuadragésimo octava edición del premio han concursado 238 originales procedentes de 21 países: España, Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, Estonia, Francia, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Turquía, Uruguay y Venezuela.

El jurado ha estado formado por el psiquiatra Juan Manuel Blanqué, el filósofo Norbert Bilbeny y los periodistas Soledad Gomis y Jaume Boix, director de la revista El Ciervo, convocante del certamen.

Acta del jurado:

Reunido en Barcelona el día 21 de diciembre de 2023, el jurado de la 48 edición del premio El Ciervo-Enrique Ferrán de artículos periodísticos, que planteaba la pregunta ¿Por qué estamos tan solos? ha decidido otorgar el premio al artículo titulado Alexitimia, paramnesia y soledad. Su autor es Jorge Juan Fernández Sangrador.

A esta cuadragésimo octava edición del premio han concursado 238 originales procedentes de 21 países: España, Argentina, Bolivia, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Cuba, Ecuador, Estados Unidos, Estonia, Francia, Guatemala, México, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana, Turquía, Uruguay y Venezuela.

El jurado ha estado formado por el psiquiatra Juan Manuel Blanqué, el filósofo Norbert Bilbeny y los periodistas Soledad Gomis y Jaume Boix, director de la revista El Ciervo, convocante del certamen. Desean los miembros del jurado que conste en acta su satisfacción por el muy elevado número de participantes, que supera con creces los de las últimas ediciones del premio, además de las siguientes consideraciones: constata el jurado el tono de cierto pesimismo que se desprende de buena parte de los artículos, lo que es reflejo, seguramente, de la preocupación por la soledad no deseada existente en amplias capas de la sociedad. En contrapartida, aparecen también artículos que dan una visión positiva y desdramatizada de la soledad y sus virtudes. Los originales presentados observan el tema desde distintos ángulos y muchos coinciden en subrayar los efectos del uso de las nuevas tecnologías en el ascenso del sentimiento de soledad. Con la selección de los artículos finalistas, el jurado trata de mostrar el abanico de enfoques con los que los concursantes responden a la pregunta planteada y por ello recomienda la publicación de los artículos firmados por David Márquez, María Coma, Diego Santana y Ximena Yisel Hernández.

Barcelona, 21 de diciembre de 2023

miércoles, 27 de diciembre de 2023

Santoral del día: San Juan Evangelista

(COPE) En la Escritura se recoge de forma elegante y didáctica, el Nacimiento del Señor. Estamos en el III Día de la Octava de Navidad, donde la Iglesia nos presenta al Apóstol San Juan. Él, por su parte, nos presenta al Verbo, que existía ya en el principio, que estaba junto a Dios y que era Dios. El Verbo por medio del cual se hizo todo, y que sin Él nunca se habría hecho nada de cuanto existe. Él es la Luz que brilla en las tinieblas.

La Luz a la que el mundo no conoció, precedida por Juan Bautista. El mensajero enviado por la Providencia para que prepare el camino ante la inminente llegada del Salvador. Esta es la mejor síntesis del GranMisterio Redentor que nos envuelve a todos y que recoge Juan, el Santo de hoy, en el cuarto Evangelio, que se incluye en el Nuevo Testamento. De la vida de este evangelista, podemos decir que es hijo de Zebedeo y hermano de Santiago el Mayor.

Discípulo en un primer momento del Bautista, sigue a Cristo, después de ser bautizado por Juan en el Jordán. Al seguir en pos del Maestro, deja el oficio de pescadorcon el que se ganaba el sustento, dondesu padre era el patrón.Cristo les pone a él y a su hermano Santiago, los hijos del trueno, porque cuando los samaritanos no les reciben, ellos quieren mandar fuego del Cielo, en clave de venganza.

No obstante, fue el discípulo amado y tuvo una gran cercanía al Señor, acogiendo a María como la Madre del género humano al pie de la Cruz y llegando el primero, junto a Simón al Sepulcro vacío.Autor también de las Tres Cartas que llevan su nombre en el Nuevo Testamento, y del Libro del Apocalipsis, predica en Palestina y Asia Menor, hasta que muere desterrado en la isla de Patmos, siendo bastante anciano.

Navidad franciscana: el espíritu de Greccio. Por Rodrigo Huerta Migoya

Este año hay un elemento que no puede faltar en los días de navidad en los hogares católicos, como es el Belén; y es que esta nochebuena de 2023 se cumplen 800 años del primer nacimiento que San Francisco ideó en la localidad italiana de Greccio aquella lejana noche del 24 al 25 de diciembre de 1223. Allí, en tierras de Rieti, ideó el seráfico Padre -como así es llamado en la Orden franciscana- la bendita idea de organizar con sus frailes una celebración especial; no fue un nacimiento de figuras, sino un belén viviente. La hagiografía del Santo nos dice que venía de Roma seguramente feliz de que el Papa Honorio III viera con tan buenos ojos la Regla franciscana que le había presentado. 

El Poverello se dirigía a su Asís natal cuando se detuvo en Greccio, que era el pueblo de su gran amigo y seguidor Giovanni Velita, seguramente a pasar aquellos días santos descanso del largo viaje antes de continuar. En la primera biografía oficial del Santo escrita por el Hermano Celano se dice: ''Greccio se convierte en una nueva Belén. La noche resplandece como el día, noche placentera para los hombres y para los animales. Llega la gente, y, ante el nuevo misterio, saborean nuevos gozos. La selva resuena de voces y las rocas responden a los himnos de júbilo. Cantan los hermanos las alabanzas del Señor y toda la noche transcurre entre cantos de alegría. El santo de Dios está de pie ante el pesebre, desbordándose en suspiros, traspasado de piedad, derretido en inefable gozo. Se celebra el rito solemne de la misa sobre el pesebre y el sacerdote goza de nueva consolación. El santo de Dios viste los ornamentos de diácono (lat. levita), pues lo era, y con voz sonora canta el santo evangelio. Su voz potente, voz dulce, voz clara, voz bien timbrada, invita a todos a los premios supremos'' (I Celano, Capítulo XXX).

Parece que el Santo quedó fascinado por la belleza de la localidad, y al ver las cuevas naturales que hay en el mismo tuvo la feliz idea de celebrar allí la Misa de Gallo en lugar de en el templo, para sentir con más hondura la pobreza, el frío y realismo de aquella primera navidad de la historia. Pero, ¿por qué una cueva y no un portal?. No podemos olvidar que San Francisco había visitado Tierra Santa, y parece que las cuevas de Belén le tocaron el corazón. Otros autores señalan que la inspiración pudo brotarle al contemplar los frescos sobre la Natividad del Señor, ante los que oró días atrás en la Basílica de Santa María la Mayor de Roma, e incluso los hay que señalan que ya en dicho día habría comentado a Messer Giovanni Velita que le ayudara a hacer realidad una representación del Nacimiento del Señor. 
San Francisco de Asís quiso "ver con los ojos del cuerpo la penuria en que se encontraba por falta de las cosas necesarias para un recién nacido, cómo era acostado en una cuna y cómo yacía sobre el heno entre el buey y el asno" (Fuente Franciscana Nº468). Tiene su sentido bíblico que San Francisco quisiera tener en la gruta un buey y una mula recordando el pasaje “Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo, pero Israel no entiende, mi pueblo no tiene conocimiento” (Is 1,3). No fue aquella celebración navideña algo especialmente grande, sino que fue puramente franciscana; buscaba ir a lo esencial y original, no por ser nuevo sino porque intentaba volver a lo más cercano en semejanza con la noche en que vino al mundo el Hijo de Dios. El capuchino suizo Kuster valora el sentido contemplativo de aquel primer Belén en Greccio: ''Cuando el Pobrecillo contempla la vida de Jesús, se siente conmovido por la pobreza evidente que acompaña a su Señor desde el pesebre a la cruz'' (Niklaus Kuster. Francisco de Asís. El más humano de todos los santos. Editorial Herder 2003).

No fue tampoco una improvisación ni un capricho aquella novedad navideña, sino algo que brotaba de su corazón. Fray Tomás de Celano escribió a propósito de este suceso que San Francisco sintió un fuerte deseo de llevar adelante este proyecto afirmando que quería «celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno» (Vida Primera, 84: Fuentes Franciscanas (FF), nº 468). Al quedar este hecho tan atrás surgen algunas dudas sobre si realmente fue la misa de medianoche o la propia del día de Navidad; parece más bien que fue la de la noche, se convocó a los feligreses de Greccio a la celebración, a la cual acudieron con antorchas. Si la celebración empezó a partir de las doce de la noche, es correcto también afirmar que fue el 25 de diciembre de 1223. En otro momento este mismo fraile biógrafo del Santo nos dirá: “Con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento de Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas…” (2C 199)

Hubo fieles que llevaron flores, mientras los franciscanos ya habían previsto toda la decoración previa con el heno, los animales y un altar sobre la roca donde celebrar la eucaristía. Las figuras de aquel primer nacimiento fueron los niños y mayores de Greccio, quienes acudieron en masa a aquel praesepium (pesebre) donde Cristo se hizo presente en la consagración de la santa misa. Parece que la celebración la presidió el párroco de la localidad, pues la iconografía más antigua de este hecho siempre ha representado al fundador de los franciscanos asistiendo de diácono al sacerdote. 

Lo que sí está claro que hizo el Santo fue predicar aquella celebración, como así lo refleja un fragmento del capítulo 7 de la Leyenda mayor de San Francisco escrita por San Buenaventura de Bagnoregio: ''Llegado el beato Francisco, en memoria de la natividad de Cristo, ordenó que se preparase el pesebre, que se trajese el heno, que se condujera al buey y al asno; y predicó sobre la natividad del Rey pobre; y, mientras el santo hombre mantenía su oración, un caballero vio al verdadero Niño Jesús en lugar de aquel que el santo había portado''. En aquella predicación el Poverello se emocionaba sólo con hablar del Niño o pronunciar su nombre; he aquí la raíz de esa devoción de la Orden Franciscana, que siempre cuidó de celebrar en la Navidad un día al "Dulce Nombre de Jesús" cuya fecha actual es el 3 de enero, y que parte de este dato que nos aporta minuciosamente Fray Celino: ''Cuando le llamaba "niño de Bethleem" o "Jesús", se pasaba la lengua por los labios como si gustara y saboreara su paladar la dulzura de estas palabras'' (1Cel 86).

Pero hay un dado esencial que no puede ser pasado por alto: ¿Cómo conoce Francisco esta zona, y a qué se debe su amor al valle de Rieti?. No hay duda, como escribe el Padre capuchino Cuthbert: ''Acercábase Navidad. Faltaban dos semanas para tan dulce fiesta y Francisco se hallaba otra vez en el valle de Rieti, probablemente en su celda de rocas de Monte Rainerio (Fontecolombo); y había invitado a un amigo a acompañarle (...) Queriendo inducir a Francisco a residir algunas temporadas en aquel vecindario y conociendo su afición a los retiros solitarios, había dispuesto para su uso algunas cuevas en el peñascal que mira a la villa de Greccio, construyendo allí, en torno de las cuevas, un tosco eremitorio a gusto de Francisco, donde pudiesen vivir algunos frailes. La villa de Greccio se asienta sobre una elevada arista de roca, al borde de una anchurosa oquedad. Puede contemplar en el fondo acomodadas masadas y viñedos resguardados del viento norteño por la desnuda montaña escalonada. A la extremidad de la hondonada, opuesta a la población, la roca viva se alza cortada a pico a algunos centenares de pies. En la cúspide de esa roca está el eremitorio que Giovanni dio a los frailes; pero, en sus alrededores hay terreno llano suficiente para que el bosque brinde sus sombras hospitalarias. Francisco conocía bien aquel paraje y sentía vivos deseos de celebrar allí la fiesta de Navidad. En la paz recobrada por su alma, el mundo se transfiguraba con signos sacramentales; al meditar durante el adviento el misterio de Belén, sentía un deseo vehementísimo, cual no lo sintiera anteriormente, de tener la visión de Cristo sobre la tierra'' (P. Cuthbert , Vida de San Francisco de Asís, Barcelona 1956). 

Y muchos se preguntaran ahora ¿Y qué es Fontecolombo?: es un lugar a unos 15 km de Rieti donde San Francisco se retiró en oración en una cueva escarpada a unos 547 metros de altura, el tiempo que le llevó la redacción de la regla de vida para sus frailes. Cerca de esta hendidura en la piedra donde el Santo se recogía, había un manantial a menudo frecuentado por aves; todos tenemos en la mente alguna imagen de San Francisco con palomas; pues bien, así empezó él a llamar aquel afluente y a su entorno ''Fontecolombo''; es decir, la fuente de las palomas. Encima de la roca había una ermita dedicada a Santa María Magdalena que era propiedad de los monjes de la Abadía benedictina de Nuestra Señora de Farfa, quienes años después la cedieron a la Orden Franciscana para fundar allí un pequeño convento. Este lugar de Fontecolombo es conocido como el Sinaí franciscano, pues de aquí bajó el Seráfico Padre para entregar a sus hijos la nueva ley para su estado de vida, en la que todos eran hermanos viviendo la radicalidad del Evangelio de Jesucristo en pobreza, sencillez, obediencia, castidad y humildad. 

El tiempo que pasa en Fontecolombo marca a San Francisco; queda cautivado por el valle de Rieti donde saborea el silencio de estar con Dios gracias a que el hermano León, y quizás también su amigo Giovanni, le acercan a diario lo imprescindible para que el santo no tuviera que interrumpir su retiro. Sale de éste para acudir a Roma en noviembre de 1223 y acercándose la navidad de ese año; unos dicen que quiso hacer parada en Greccio y otros que en realidad quiso parar en Fontecolombo, lo cierto es que el paisaje de ese entorno le marcó a fuego, y las oquedades en la roca de estos dos lugares del valle, a San Francisco le hablaban de Navidad. Una obra sobre el Santo que data del siglo XIX habla de que lo que el Santo se encontró allí en su primera visita y por qué empezaron a querer al hombre que más se asemejó a Cristo. 

También nos desvela este autor llamado Mestres, el origen de la amistad del Santo con ese vecino de Greccio llamado Giovanni -Juan- quien años después le solicitaría la fundación de un convento franciscano en el lugar. Nos relata lo que sigue: ''En Greccio, población de desarregladas costumbres, se hizo construir fuera de la villa una pobre cabaña, entrelazando las ramas de dos carbes. Una noche, viniendo de Cotanello, rogó a un labrador que llevaba un niño en los brazos que le acompañase. Respondiendo este que no se atrevía a causa de los lobos que infestaban aquella comarca, le tranquilizó San Francisco. Al volver con su hijo, siendo ya de noche, le salieron dos lobos quienes, lejos de hacerle daño, le alagaron con la cola y le acompañaron a su casa. Contó el rústico lo que le había sucedido. Esto fue causa de que acudiese de tropel el pueblo al santo para que les librase de la plaga de lobos y pedrisco que era muy común en aquel país. Hizoles este un fervoroso sermón en que reprendió fuertemente sus vicios y les alcanzó la gracia que pedían. Convirtiose principalmente en este sermón un tal Juan Velita, ciudadano noble. No pudiendo este por su obesitud subir el monte donde San Francisco tenía su cabaña, le rogó que fundase convento cerca de la villa. (...) 
y allí se construyó el convento. Este es célebre por varios milagros que en el hizo el santo, entre los cuales, San Buenaventura refiere tres que obró con animales irracionales. Consisten estos en una liebre, una ave y un pez quienes, después de que San Francisco hubo negociado con los que los habían cogido su libertad, no querían moverse de su lado. Otro milagro más importante tuvo lugar en este convento, y fue que en la noche de navidad el santo, en presencia del indicado caballero, Juan Velita, mereció tomar en sus brazos y sacar del pesebre al niño Jesús vivo'' (Francisco de Asís Mestres, Galería seráfica, o sea, Vida del gran padre y patriarca San Francisco de Asís 1857).

Aquí ha salido ha relucir otro suceso que a menudo es omitido o tenido por mera leyenda, como es el denominado milagro del pesebre de Greccio cuando los fieles del lugar contemplaron con sus ojos cómo San Francisco adoraba, tomaba en sus brazos y besaba al Niño Jesús al término de aquella celebración. Es este un fenómeno que han experimentado no pocos santos y místicos a lo largo de la historia: Santa Teresa de Jesús, San Cayetano de Thiene, Santa Rosa de Lima, Santa Gema Galgani, Santa Faustina Kowalska, la Beata Ana Catalina Emmerick... Pero especialmente este ha sido un fenómeno muy unido a la Orden Franciscana, quizá por el valor espiritual que siempre han dado a la Navidad. Ahí tenemos a San Antonio de Padua, a San Félix de Cantalicio, e incluso la misma Santa Clara en la noche de Navidad del año 1552 -veintinueve años después del suceso de Greccio- estando de abadesa de su convento de Siervas Pobres de San Damiano de Asís, ya tan enferma que no pudo participar de la santa misa, y tuvo que quedarse postrada en su celda. 

Dos hermanas testificaron en el proceso de canonización; dos gracias que recibiò la Santa Madre Clara de Asís aquella noche: una ver al Niño Jesús, 
-según dijo Sor Felipa- como lo contemplaron los pastores en Belén; la otra tenía que ver con la "misa de gallo" que no la tenían en el convento, sino que tenían que desplazarse a la iglesia de San Francisco: aquella noche Santa Clara pudo ver y escuchar desde su cama toda la celebración con su cantos y sermón, como testifico otra hermana de comunidad llamada Sor Amada. Por este motivo Santa Clara es la patrona de la Televisión y los reporteros. Santa Clara pudo ver la misa sin asistir a ésta; San Francisco también quiso ver la noche de Belén sin haber estado en ella, con los ojos del cuerpo y los del alma. Y así, si Belén es la cuna del Señor, Greccio es como acertadamente así lo definió el actual Arzobispo de Oviedo Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M. "el punto de partida de las representaciones belenísticas de la piedad cristiana'' (Jesús Sanz Montes. San Francisco de Asís, compañía para nuestro destino: Un acercamiento a la teología de los santos. Ediciones Encuentro 2021).

El capuchino alemán Leonhard Lehmann no comparte la idea extendida de que San Francisco fuera el primer belenista ni que los franciscanos extendieran esta piadosa tradición; señala más bien a los jesuitas, aunque sin aportar muchos datos al respecto. Lo que sí nos regala este autor que sabe más de teología espiritual que de historia, es una profunda reflexión de por qué el pueblo cristiano hizo suyo este sentir, la cual me parece digna de ser tenida en cuenta: ''Así pues, con la escenificación de la Nochebuena, Francisco se halla, por una parte, dentro de la corriente de su tiempo; pero, por otra, la vinculación de esta representación con la eucaristía es un elemento nuevo y presenta rasgos singulares e inimitables que hay que agradecer a las dotes de simplicidad e improvisación de Francisco. Toda su celebración litúrgica cuasidramática está impregnada de la experiencia y transmisión de la fe de Francisco, tan personal, global y sensible. Aquí y en la universal popularidad del Santo radica el que la voz popular quiera presentarlo como el introductor y difusor del belén'' (L. Lehmann, El "Salmo Navideño" de san Francisco (OfP 15), en Selecciones de Franciscanismo, vol. XX, núm. 59, 1991). 

Acercarse a la navidad en clave franciscana no se limita únicamente a poner el nacimiento, sino a vivir lo festivo con sobriedad, para no dejarnos contaminar con la navidad social y consumista, que poco ya tiene que ver ni con Greccio, ni mucho menos con Belén. Para el Poverello la Navidad era la ''fiesta de las fiestas'', pues como igualmente resumió magistralmente Benedicto XVI sobre Greccio: “El Hijo de Dios como niño, como un verdadero hijo de hombre, es lo que conmovió profundamente el corazón del Santo de Asís, transformando la fe en amor” (Audiencia General del 23 de Diciembre de 2009).

Se cumplen así ocho siglos de aquel primer Belén; sí, pero también de la Regla Franciscana que tanto ha ayudado y ayuda no sólo a consagrados, sino a los laicos que siguen a Cristo a través de los pasos de San Francisco, en la Tercera Orden Seglar. Aprovechemos la Indulgencia Plenaria que esta Navidad ha concedido la Santa Sede, y que se podrá ganar visitando las iglesias regentadas por familias franciscanas en todo el mundo, deteniéndonos en oración ante los belenes allí instalados. El texto de la Penitenciaría Apostólica no nos precisa si están incluidos los templos que regentó la Orden y mantienen su espiritualidad aunque no haya comunidades; por tanto, en Asturias sólo serían en principio dos iglesias donde se podría obtener esa Indulgencia: la iglesia parroquial de San Antonio de Padua de los Franciscanos Capuchinos de Gijón, y el Monasterio de la Purísima Concepción de las Clarisas de Villaviciosa.