jueves, 31 de diciembre de 2015

Campanadas en Lugones







        A las 24:00 horas

        El reloj de la Parroquia dará las 12 campanadas 

        Entrada del Año Nuevo en el Corazón de Lugones 




Homilía del Papa Francisco en la Fiesta de la Sagrada Familia



Las Lecturas bíblicas que hemos escuchado nos presentan la imagen de dos familias que hacen su peregrinación hacia la casa de Dios. Elcaná y Ana llevan a su hijo Samuel al templo de Siló y lo consagran al Señor (cf. 1 S 1,20- 22,24-28). Del mismo modo, José y María, junto con Jesús, se ponen en marcha hacia Jerusalén para la fiesta de Pascua (cf. Lc 2,41-52).

Podemos ver a menudo a los peregrinos que acuden a los santuarios y lugares entrañables para la piedad popular. En estos días, muchos han puesto en camino para llegar a la Puerta Santa abierta en todas las catedrales del mundo y también en tantos santuarios. Pero lo más hermoso que hoy pone de relieve la Palabra de Dios es que la peregrinación la hace toda la familia. Papá, mamá y los hijos, van juntos a la casa del Señor para santificar la fiesta con la oración. Es una lección importante que se ofrece también a nuestras familias. Podemos decir incluso que la vida de la familia es un conjunto de pequeñas y grandes peregrinaciones.

Por ejemplo, cuánto bien nos hace pensar que María y José enseñaron a Jesús a decir sus oraciones. Y esto es una peregrinación, la peregrinación de educar en la oración. Y también nos hace bien saber que durante la jornada rezaban juntos; y que el sábado iban juntos a la sinagoga para escuchar las Escrituras de la Ley y los Profetas, y alabar al Señor con todo el pueblo. Y, durante la peregrinación a Jerusalén, ciertamente cantaban con las palabras del Salmo: «¡Qué alegría cuando me dijeron: “Vamos a la casa del Señor”. Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén» (122,1-2).

Qué importante es para nuestras familias a caminar juntos para alcanzar una misma meta. Sabemos que tenemos un itinerario común que recorrer; un camino donde nos encontramos con dificultades, pero también con momentos de alegría y de consuelo. En esta peregrinación de la vida compartimos también el tiempo de oración. ¿Qué puede ser más bello para un padre y una madre quebendecir a sus hijos al comienzo de la jornada y cuando concluye? Hacer en su frente la señal de la cruz como el día del Bautismo. ¿No es esta la oración más sencilla de los padres para con sus hijos? Bendecirlos, es decir, encomendarles al Señor, como hicieron Elcaná y Ana, José y María, para que sea él su protección y su apoyo en los distintos momentos del día. Qué importante es para la familia encontrarse también en un breve momento de oración antes de comer juntos, para dar las gracias al Señor por estos dones, y para aprender a compartir lo que hemos recibido con quien más lo necesita. Son pequeños gestos que, sin embargo, expresan el gran papel formativo que la familia desempeña en la peregrinación de cada día.

Al final de aquella peregrinación, Jesús volvió a Nazaret y vivía sujeto a sus padres (cf. Lc 2,51). Esta imagen tiene también una buena enseñanza para nuestras familias. En efecto, la peregrinación no termina cuando se ha llegado a la meta del santuario, sino cuando se regresa a casa y se reanuda la vida de cada día, poniendo en práctica los frutos espirituales de la experiencia vivida. Sabemos lo que hizo Jesús aquella vez. En lugar de volver a casa con los suyos, se había quedado en el Templo de Jerusalén, causando una gran pena a María y José, que no lo encontraban. Por su «aventura», probablemente también Jesús tuvo que pedir disculpas a sus padres. El Evangelio no lo dice, pero creo que lo podemos suponer. La pregunta de María, además, manifiesta un cierto reproche, mostrando claramente la preocupación y angustia, suya y de José. Al regresar a casa, Jesús se unió estrechamente a ellos, para demostrar todo su afecto y obediencia. Estos momentos, que con el Señor se transforman en oportunidad de crecimiento, en ocasión para pedir perdón y recibirlo y de demostrar amor y obediencia, también forman parte de la peregrinación de la familia.

Que en este Año de la Misericordia, toda familia cristiana sea un lugar privilegiado para esta peregrinación en el que se experimenta laalegría del perdón. El perdón es la esencia del amor, que sabe comprender el error y poner remedio. Pobres de nosotros si Dios no nos perdonase. En el seno de la familia es donde se nos educa al perdón, porque se tiene la certeza de ser comprendidos y apoyados no obstante los errores que se puedan cometer.

No perdamos la confianza en la familia. Es hermoso abrir siempre el corazón unos a otros, sin ocultar nada. Donde hay amor, allí hay también comprensión y perdón. Encomiendo a vosotras, queridas familias, esta cotidiana peregrinación doméstica, esta misión tan importante, de la que el mundo y la Iglesia tienen más necesidad que nunca.

martes, 29 de diciembre de 2015

A la venta los Calendarios de la Parroquia 2016

Oficio de Lecturas del día


De los Sermones de san Bernardo, abad
(Sermón 1, En la Epifanía del Señor, 1-2: PL 133, 141-143)

CUANDO LLEGÓ LA PLENITUD DE LOS TIEMPOS, SE NOS DIO TAMBIÉN LA PLENITUD DE LA DIVINIDAD

Dios, nuestro Salvador, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. Demos gracias a Dios, pues por él abunda nuestro consuelo en esta nuestra peregrinación, en este nuestro destierro, en esta vida tan llena aún de miserias.

Antes de que apareciera la humanidad de nuestro Salvador, la misericordia de Dios estaba oculta; existía ya, sin duda, desde el principio, pues la misericordia del Señor es eterna, pero al hombre le era imposible conocer su magnitud. Ya había sido prometida, pero el mundo aún no la había experimentado y por eso eran muchos los que no creían en ella. Dios había hablado, ciertamente, de muchas maneras por ministerio de los profetas. Y había dicho: Sé muy bien lo que pienso hacer con vosotros: designios de paz y no de aflicción. Pero, con todo, ¿qué podía responder el hombre, que únicamente experimentaba la aflicción y no la paz? «¿Hasta cuándo -pensaba- iréis anunciando: "Paz, paz", cuando no hay paz?» Por ello los mismos mensajeros de paz lloraban amargamente, diciendo: Señor, ¿quién ha dado fe a nuestra predicación? Pero ahora, en cambio, los hombres pueden creer, por lo menos, lo que ya contemplan sus ojos; ahora los testimonios de Dios se han hecho sobremanera dignos de fe, pues, para que este testimonio fuera visible, incluso a los que tienen la vista enferma, el Señor le ha puesto su tienda al sol.

Ahora, por tanto, nuestra paz no es prometida, sino enviada; no es diferida, sino concedida; no es profetizada, sino realizada: el Padre ha enviado a la tierra algo así como un saco lleno de misericordia; un saco, diría, que se romperá en la pasión, para que se derrame aquel precio de nuestro rescate, que él contiene; un saco que, si bien es pequeño, está ya totalmente lleno. En efecto, un niño se nos ha dado, pero en este niño habita toda la plenitud de la divinidad. Esta plenitud de la divinidad se nos dio después que hubo llegado la plenitud de los tiempos. Vino en la carne para mostrarse a los que eran de carne y, de este modo, bajo los velos de la humanidad, fue conocida la misericordia divina; pues, cuando fue conocida la humanidad de Dios, ya no pudo quedar oculta su misericordia. ¿En qué podía manifestar mejor el Señor su amor a los hombres sino asumiendo nuestra propia carne? Pues fue precisamente nuestra carne la que asumió, y no aquella carne de Adán que antes de la culpa era inocente.

¿Qué cosa manifiesta tanto la misericordia de Dios como el hecho de haber asumido nuestra miseria? ¿Qué amor puede ser más grande que el del Verbo de Dios, que por nosotros se ha hecho como la hierba débil del campo? Señor, ¿qué es el hombre para que le des importancia, para que te ocupes de él? Que comprenda, pues, el hombre hasta qué punto Dios cuida de él; que reflexione sobre lo que Dios piensa y siente de él. No te preguntes ya, oh hombre, por qué tienes que sufrir tú; pregúntate más bien por qué sufrió él. De lo que quiso sufrir por ti puedes deducir lo mucho que te estima; a través de su humanidad se te manifiesta el gran amor que tiene para contigo. Cuanto menor se hizo en su humanidad, tanto mayor se mostró en el amor que te tiene, y cuanto más se anonadó por nosotros, tanto más digno es de nuestro amor. Dios, nuestro salvador -dice el Apóstol-, hizo aparecer su misericordia y su amor por los hombres. ¡Qué grande y qué manifiesta es esta misericordia y este amor de Dios a los hombres! Nos ha dado una grande prueba de su amor al querer que el nombre de Dios fuera añadido al título de hombre.

RESPONSORIO Ef 1, 5-6b; Rm 8, 29

R. Dios nos ha destinado en la persona de Cristo a ser sus hijos, * por pura iniciativa suya, para que la gloria de su gracia redunde en su alabanza.
V. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo.
R. Por pura iniciativa suya, para que la gloria de su gracia redunde en su alabanza.

Tiempo de Navidad


lunes, 28 de diciembre de 2015

Necrológica Diocesana


Falleció en el día de hoy 28 de diciembre el Rvdo. Sr. D. Gumersindo Moro Garcia

Nació en Santibáñez de Murias (Aller) el 7 de enero de 1924. Tras cursar sus estudios en el Seminario Diocesano, fue ordenado sacerdote el 11 de junio de 1950 por manos de Monseñor Lauzurica y Torralba.

Sus encomiendas pastorales fueron: 

Ecónomo de San Román de Cuevas -Belmonte- así como encargado de San Julián de Santullano y Santiago de Pigueces con su filial de Aguasmestas (1950- 1953)

Coadjutor personal de Tiñana (1953-1954)

Encargado de San Miguel de la Barreda (1953-1955)

Regente de Tiñana (1954 –1955)

Ecónomo de Coya (1955 – 1976)

Encargado de la Merced de Lodeña (1961- 1976)

Encargado de San Martin de Torazo ( 1972 -1976)

Arcipreste de Piloña (1972 - 1976)

Regente de Santa María de Lieres (1976- 1978)

Ecónomo de Santa María de Lieres (1976 – 1986)

Párroco de Santa María de Lieres (1986- 2009)

Nuestra Señora de El Remediu - Nava ( 1981 - 2009)

En el año 2009 con sus 85 años ya, pasó a la situación de jubilado fijando su residencia en la Casa Sacerdotal de Oviedo, dónde vivió atendido los últimos años de achaques y enfermedad.
Además del reconocimiento de los que fueron sus feligreses y que aún hoy le recuerdan, Don Gumersindo fue distinguido por el Ayuntamiento de Siero con la Medalla de Oro del Concejo por su gran labor en la localidad. A día de hoy una Calle de Lieres ya lleva su nombre. 

Su funeral se celebrará el miércoles día 30 a las 12:00 en la Iglesia Parroquial de Santa María de la Esperanza de Lieres.                

D.E.P.


Pues los sufrimientos ligeros y efímeros que ahora padecemos producen una gloria eterna que vale muchísimo más que todo sufrimiento (2 Cor 4, 17)

Cáritas en Navidad.Por el M.I. Sr. D. José Fuentes y García-Borja



En el siglo XVII Francia era un hervidero de ideas y pasiones religiosas, políticas y doctrinales. San Vicente de Paúl renueva la «Teología de Jesucristo en el pobre» y funda el Apostolado Seglar de la Caridad. Colabora con todos, recoge ideas y orientaciones de la restauración espiritual del Concilio de Trento. Se apoya en los grandes para servir a los humildes: la poderosa familia de los Gondi; el poder de Richelieu; de la española Ana de Austria, reina de Francia; de la duquesa de Ayguillon, dama de la Caridad, y casi toda la nobleza. Todos entorno del padre de los pobres y defensor de la Iglesia. Vicente, de ascendencia española por sus apellidos de Paúl y Moras, llevará a sus empresas las formas del aldeano, mezcla de aragonés y francés, tesón indomable y prudente lentitud en su trabajo silencioso del labrador que siembra con esperanzas. Estudió en las universidades de Zaragoza y Tolosa. El 20 de septiembre de 1600 viaja a Roma, donde se emociona hasta derramar lágrimas ante el sepulcro de San Pedro. El Señor ahora purifica a su elegido por la injusta acusación de robo y por una terrible tentación contra la fe, en esa noche oscura a sus 30 años, amargado pro los desengaños humanos, decide –según escribe a su buena madre– dejarlo todo y pasar el resto de su vida en una modesta parroquia de aldea. Sumido en la angustia dice: –«Señor, hágase tu voluntad» y cae a los pies del Crucifijo y cierra los ojos y empieza a ver a sus pobres: los hambrientos casi esqueléticos, los azotados hasta sangrar en las galeras, los presos en las inmundas mazmorras de París y Marsella... todos mostrando sus manos vacías y diciéndole: –«Señor Vicente, ¡ayúdanos!». Abre los ojos y ve a Cristo crucificado. Rápido, se levanta diciendo: «Aquí estoy, Señor, tú me estás llamando». Y se consagra con voto de caridad para toda su vida. La luz de Dios renace en su espíritu. Este voto es la clave de toda su vida y la fuente de sus numerosas obras de caridad. Y añade:

–«Los cristianos tenemos que resolver nuestro problema estrictamente religioso». Vicente de Paúl se enfrentó con él y lo resolvió levantando una bandera nueva, la revolución de la caridad frente a las más en boga, los hugonotes y los jansenistas.

Ya en pleno París establece la comunión mensual y la primera Cofradía de la Caridad –con un avanzado reglamento que aún hoy está en vigor– para que las señoras asistan a los enfermos abandonados en sus casas (1617). Con los campesinos funda las mismas cofradías a las que luego se añadió de San Vicente de Paúl: de mujeres, de hombres y de ambos. Vicente reclama libertad de acción para los «colonos de las tierras»: 8.000 familias.

Organiza la comunidad de sacerdotes seculares de la misión, que empiezan recorriendo tierras y campos misionando en ayuda de los párrocos. La misión de San Vicente es aprobada por el Papa Urbano VIII en 1632. En estos seis años el santo ha recorrido todas las regiones misionando y fundando caridades, fue nombrado capellán de las galeras reales y consiguió otros trabajos para los forzados del remo y creó un hospital para ellos. Las cofradías de la caridad pasan a la ciudad en sus incipientes suburbios misionando en un pueblo. Una joven pastora, Margarita Nassau, comienza la gran obra de las hijas de la caridad. Les dijo: «Por monasterio tendréis las salas de los enfermos, pro clausura las calles de la ciudad, por rejas el amor de Dios y por velo la santa modestia». En 1649 baja con la reina y varias señoras a las mazmorras de la cárcel para enseñarles el estado angustioso de miseria, frío, hambre y lamentos de los presos. Por ellas el cardenal Mazarino baja también y de inmediato hizo nuevas cárceles.

Frente al jansenismo aunó a los obispos, hizo su refutación doctrinal y práctica con sus obras de caridad, su reforma del clero y su mística optimista del alma, todo ello lo envía el Papa.

Gusta recordarle como estampa final con una vida metódica y tranquila, entre la oración, el despacho de su enorme correspondencia (escribió más de 30.000 cartas), las visitas de las gentes y las lecturas de sus preferidos, los españoles San Vicente Ferrer, el P. Alonso, S. J. y Fray Luis de Granada.

Comía siempre invitando a dos pobres, felices al estar con él. Junto a ellos -y diciendo «Sólo podremos entrar en el cielo sobre los hombres de los pobres»- murió sentado en su sillón y bendiciendo a tantas obras en Francia y en el mundo. Eran promesas para un tiempo nuevo, el del Concilio Vaticano II, que con sus disposiciones despertó a cristianos y no cristianos para hacernos florecientes de caridad en este tiempo de Navidad a reyes por medio de Cáritas: al hacer nuestra limosna o donativo tengamos presentes a cuantos pobres necesitan nuestra ayuda.

Cucarachas en la Iglesia, La responsabilidad de los laicos. Por Juan Luis Rascón Ors



- CURA: ….Si?, pase

- FELIGRES 1: Padre…

- CURA: Dime

- FELIGRES 1: Que,…mire… es que hay una… una cu-…una cucara…cha, una cucaracha…, en la iglesia.

- CURA: ¿Cómo?

- FELIGRES 1: Que hay una cucaracha enorme en la Iglesia.

- CURA: ¡Mátala!...y que parezca un accidente

La cara de asombro de FELIGRES 1 reflejaba el estado de shock en que le había dejado la inesperada respuesta del cura y era el diagnóstico perfecto de lo que ocurre en la Iglesia: los laicos esperan que todo lo haga el cura.

Los laicos esperan que el cura celebre muchas misas (en mi parroquia hay cinco diarias y diez los domingos en tres templos distintos que están en un “radio” de 10 minutos andando). Que confiese muchas horas (en los tres templos, y si es posible simultáneamente), que visite a los enfermos, que atienda las necesidades de Cáritas, que haga las cuentas, que mantenga actualizada la web, que pueda ser encontrado en el despacho a cualquier hora (a la vez que no deja de visitar enfermos), etc.

Pero no se trata solo de las cuestiones materiales. También se espera del cura que se lleve de calle a los jóvenes, que sea cercano con los jubilados, que encandile a los matrimonios jóvenes, que mueva a los de media edad y que llene la iglesia de niños, que atraiga a catequesis a los adolescentes que pasan y que todo esto no cueste a los feligreses más que las monedillas que echan en la cesta los domingos.

- CURA: ¿Si?, pase. Buenas tardes, ¿qué deseaba?

- FELIGRES 2: Que mire, que debería hacer usted un coro, así las misas serían más animadas. Hace años, cuando estaba don XXXX, había un coro y venía mucha gente a misa…

- CURA: ¡Que buena idea! pero, es que tengo un oído en frente del otro… ¿por qué no haces tú el coro?

- ….

- CURA: ¡Feligrés 2!, ¡Feligrés 2!... ¡No corras…!

El sacerdote tiene una misión que es insustituible. Ser el pastor. Como los padres en una familia; ellos son los padres, pero ¿lo tienen que hacer todo en casa?, ¿qué pasaría si en casa nadie pusiera la mesa?, ¿si nadie recogiese la ropa?, ¿y si nadie sacara a pasear al perro?, ¿y si nadie arreglase los desperfectos?, ¿qué pasaría si todo el mundo esperase sentado en el sofá a que papá o mamá lo hiciesen todo? Pues pasaría que esa familia no funciona, aunque todo estuviese hecho perfectamente por la diligencia de mamá o de papá, generalmente sólo de mamá, no nos engañemos.

Pues en la Iglesia, que es una familia bien grande, pasa que se espera que todo lo haga el cura. Eso quiere decir que la Iglesia no funciona bien. Es verdad que muchas veces los laicos no son conscientes de su responsabilidad y que otras son los curas los que no dejan hacer nada a los laicos. En cualquier caso, lo que ocurre es que no se capacita a los laicos para trabajar en la Iglesia. Mejor dicho, para trabajar PARA EL REINO DE DIOS. Trabajar para la MISION que tienen por su bautismo: “id al mundo entero y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos… y enseñándolos…” (Mt 28,19).

- FELIGRESES 1 y 2 y CURA: ¿Cómo dice?

- FRANCISCO: “Uno de los grandes desafíos de la Iglesia en este momento esfomentar en todos los fieles el sentido de la responsabilidad personal en lamisión de la Iglesia, y capacitarlos para que puedan cumplir con tal responsabilidad como discípulos misioneros, como fermento del Evangelio en nuestro mundo. Esto requiere creatividad para adaptarse a los cambios de las situaciones, transmitiendo el legado del pasado, no solo a través delmantenimiento de las estructuras e instituciones, que son útiles, sino sobre todo abriéndose a las posibilidades que el Espíritu nos descubre y mediante la comunicación de la alegría del Evangelio, todos los días y en todas las etapas de nuestra vida.” (Homilía de Francisco en la Catedral de Philadelfia, 26/9/2015)

Hace mucho que no cuento nada de lo que hacemos en mi parroquia. Hoy quiero contar algunas de las cosas que estamos empezando a hacer este curso. Tienen que ver con las palabras que van en negrita en el texto del Papa: FOMENTAR, FIELES, RESPONSABILIDAD, MISION, CAPACITAR, DISCIPULOS MISIONEROS, CREATIVIDAD, NO SOLO MANTENIMIENTO, ABRIENDOSE AL ESPIRITU.

· Campaña ¿PARA QUE ESOY AQUÍ EN LA TIERRA?: Basado en las enseñanzas de Rick Warren, de Saddleback, California. Son 8 domingos en los que en las homilías de todas las misas se irán desgranando las respuestas bíblicas a la pregunta ¿para qué estoy aquí en la tierra? De manera que los fieles descubran que no son meros asistentes a la Iglesia, sino que tienen una misión en ella.

· Curso LIBERTAD EN CRISTO: es un curso de 13 semanas en que los participantes van dando pasos en su comprensión de su identidad en Cristo, lo que les lleva a adquirir la conciencia de ser discípulos y de la autoridad y poder que eso les confiere. Han comenzado el curso 40 personas, muchos de ellos de los que participaron en Alpha y se han incorporado a la parroquia

· ESPACIO PARA EL CULTIVO DE LAS ARTES. Vamos a adaptar un local que será el punto de encuentro de los jóvenes y donde podrán desarrollar todo tipo de actividades: evangelización con Alpha Jóvenes, discipulado con LifeTeen, estudio, diversión, … habrá un espacio multiusos destinado a fomentar la creatividad. Habrá un estudio de grabación y un taller de música contemporánea. Esperamos que llegue a formarse una comunidad de artistas apasionados por la música capacitados para componer y enseñar música de alabanza y adoración.

· REFUGIO DE DIA PARA PERSONAS SIN TECHO. Hemos comenzado cediendo locales a la Orden de Malta para repartir desayunos los domingos por la mañana. La idea es ir avanzando para poder ofrecer un refugio a las personas que, o bien viven en la calle, o pernoctan en los albergues, para que puedan estar durante el día en un ambiente digno con distintos servicios básicos: duchas, lavado de ropa, sala de lectura y juegos, periódicos, internet, psicólogo, asistencia social, etc

· En el centro de todo continuará estando el primer anuncio y la evangelización, por eso seguiremos haciendo Alpha: senior, jóvenes y homeless, así como los posteriores grupos de conexión.

· Por encima de todo la oración constante y perseverante en el poder del Espíritu Santo

Para esto no hace falta gente. Hacen falta cristianos conscientes y comprometidos que sientan la Iglesia como su familia y la parroquia como su casa. Que hayan descubierto cuáles son sus capacidades y estén dispuestas a ponerlas al servicio del Reino de Dios. No se trata sólo de generosidad, es cuestión de saberse discípulos, enviados para una misión y dichosos de poder realizarla. Esta es la tarea del cura. Llevar a los laicos a esto. Mucho más apasionante que matar cucarachas.

sábado, 26 de diciembre de 2015

Evangelio del Domingo de la Sagrada Familia


Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,41-52):


Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por las fiestas de Pascua. Cuando Jesús cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres. Éstos, creyendo que estaba en la caravana, hicieron una jornada y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén en su busca. A los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas; todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados.»
Él les contestó: « ¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en la casa de mi Padre?»
Pero ellos no comprendieron lo que quería decir. Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre conservaba todo esto en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres.

Palabra del Señor

Domingo 27: Jornada de la Sagrada Familia



(Iglesia de Asturias) Este próximo domingo, 27 de diciembre, se celebra la Jornada de la Sagrada Familia, este año con el lema “Familia, hogar de la misericordia”. Para conmemorarlo, además de las Eucaristías en cada parroquia, la Delegación Episcopal de Familia y Vida ha organizado un ciclo de conferencias, que este año tendrán lugar en el Salón de Actos de la parroquia de San José, en Gijón, a las 20,00 horas.
El lunes, día 28, la asesora y mediadora familiar Elia M.ª Vargas Borges, impartirá la charla “Claves para la estabilidad del matrimonio y la familia”. Al día siguiente, será el turno del Vicario Judicial de la Archidiócesis de Oviedo, el sacerdote Andrés Fuentes Calero, quien hablará sobre la “Nulidad matrimonial y las últimas instrucciones del Papa Francisco”.

En su mensaje con motivo de esta Jornada, los Obispos de la Subcomisión de Familia y Vida de la Conferencia Episcopal han recordado que en este Año de la Misericordia, el “Dios de la consolación” nos ha “enviado a Jesucristo como el primer consolador de los esposos desolados, y a las familias rotas. La promesa de Cristo es verdadera y nos devuelve la esperanza a la familia, que es el verdadero santuario de la vida”. Al mismo tiempo, han señalado que “cuando la familia hace de su hogar un lugar privilegiado para la misericordia, se transforma en un don de Dios Amor. Se muestra ante el mundo como un verdadero nido de amor, casa de acogida, misericordia, escuela de madurez humana y lugar propicio para cultivar las virtudes cristianas en los hijos. Sólo desde esta misericordia de Dios –escriben– el hombre puede vivir”.

Martirologio del día 26 de Diciembre


Fiesta de san Esteban, protomártir, varón lleno de fe y de Espí- ritu Santo, que fue el primero de los siete diáconos que los apóstoles eligieron como cooperadores de su ministerio, y también fue el primero de los discípulos del Señor que en Jerusalén derramó su sangre, dando testimonio de Cristo Jesús al afirmar que lo veía sentado en la gloria a la derecha del Padre, siendo lapidado mientras oraba por los perseguidores (s. I).

2. En Roma, de el cementerio de Calixto, en la vía Apia, san Dionisio, papa, el cual, después de la persecución bajo el emperador Valeriano, consoló con cartas piadosas y con su presencia a los hermanos y a los afligidos, con dinero redimió de los sufrimientos a los cautivos y enseñó a los ignorantes los principios de la fe, brillando en toda virtud (268). 

3. Conmemoración de san Zenón, obispo de Maiuma, en Palestina, que edificó una basílica a sus sobrinos mártires Eusebio, Nestabio y Zenón, y hasta el fin de su vida trabajó como tejedor para procurarse el sustento y ayudar a los pobres (c. 400). 

4. En Roma, en la vía Tiburtina, junto a san Lorenzo, sepultura del papa san Zósimo (418).

5. En Sardis, de Lidia, san Eutimio, obispo y mártir, a quien el emperador Miguel el Iconoclasta desterró a causa del culto de las sagradas imágenes, y más tarde, durante el imperio de Teófilo, castigado inhumanamente con azotes, consumó el martirio (824). 

6. En Madrid, en España, santa Vicenta María López Vicuña, virgen, que fundó y propagó el Instituto de Hijas de María Inmaculada, para que cuidaran del cuerpo y del alma de las jóvenes que, a causa del servicio doméstico, se encontraban fuera de sus familias (1890). 

7. En el pueblo de Song-Khon, en Tailandia, beatas mártires Inés Phila y Lucía Khambang, vírgenes de las Hermanas Amantes de la Cruz, y también Águeda Phutta, Cecilia Butsi, Bibiana Hampai y María Phon, las cuales, al no querer negar la fe cristiana, fueron fusiladas en el cementerio del pueblo (1940). 

8*. En el lugar llamado Dragali, en Montenegro, beato Segundo Pollo, presbítero de Vercelli, que ejerciendo de capellán castrense durante la guerra, al asistir a un soldado moribundo fue herido, y poco después murió desangrado (1941).

URBI ET ORBI NAVIDAD 2015



viernes, 25 de diciembre de 2015

Felicitación del Santo Padre

Misa de Gallo 2015





Carta semanal del Sr. Arzobispo


Campanas de Navidad… que no se saben callar

No dejan de sonar las campanas. Nadie las puede hacer callar cuando tienen un secreto que canta la alegría poniendo su música festiva a la letra de nuestro corazón. Y así cada Navidad se vuelve a revestir la vida, con sus cuestas abajo y arriba, con sus tramos llaneando por mil avenidas, pero llenando de luz el horizonte con un sol que nunca declina. Ese sol no es una estrella fugaz que tan sólo deslumbra y luego se va recabando nuestra curiosidad por unos instantes sin que pueda iluminar mis rincones oscuros que más me acorralan. No, ese sol es un niño, un bebé recién nacido hace dos mil años que nos acercó en sus ojitos la mirada del mismo Dios, y que no renunció en sus mil pucheros a dibujar en su carita lo que también aflige su eterno corazón.

Es Navidad, una Navidad tan nueva y tan antigua, que se deja de nuevo estrenar allí donde le dejamos hueco a quien no lo tuvo en ninguna posada. Él también fue refugiado andarín de aquí para allá, porque las tinieblas se llevan siempre mal con la luz, y fue recibiendo portazo tras portazo hasta que la casa de los pobres, esa que no tiene nunca puertas, se entreabrió para aquella madre casi niña y para su esposo que el misterio le prestó a ella como custodio suyo y del niño milagroso que aguardaban su llegada tras el parto. Aquel pequeño establo, entre pajas, con el calor de los animales bajo una noche estrellada de esperanza, se hizo palacio para que naciese el Rey de reyes en aquella noche buena, más que todas las noches, una noche de paz, una noche de Dios.

Una escena que traía toda la buena noticia que el mundo esperaba. Así de inesperado es el modo con el que Dios quiso enviarnos al Salvador de nuestras vidas. Siglos después aquella escena tiene otros escenarios, pero Dios se hace nuevamente encontradizo en el hoy de nuestros días. También nosotros andamos en las mil derivas, sin lograr dar a luz un mundo en donde la paz y la justicia se besen como dice el profeta Isaías, en donde la gloria de Dios no se perciba como rival de nuestra dicha, en donde los hombres se sepan verdaderamente hermanos bajo la mirada del Padre de todos, a pesar de nuestras fugas pródigas o nuestras permanencias resentidas.

Dios es el que ha querido “acamparse” en el terruño de todas nuestras intemperies, enviando a su propio Hijo como una tienda en la que poder entrar para cobijarnos de todos los descobijos pensables de nuestra vida. De este modo tan inaudito Dios ha cambiado de dirección y domicilio viniéndose a nuestro barrio, a nuestra casa. Y es que, pese a todos los nobles esfuerzos y a los agotadores intentos de hacer un mundo nuevo, constatamos nuestra incapacidad de diseñar una tierra que sea por todos habitable, una tierra en la que las sombras de guerras, mentiras, corruptelas, tristezas, injusticias, muertes... no eclipsen el fulgor por el que sueñan los ojos de nuestro corazón.

Creer en la Encarnación de Dios es posibilitar desde nuestra realidad, que aquel acontecimiento sucedido hace dos mil años siga sucediendo, y nuestra vida cristiana pueda ser un grito o un susurro del milagro de Dios: que los exterminios que hacemos y subvencionamos, con todos nuestros desmanes y pecados, no tienen la última palabra, porque ésta corresponde a la de Dios que se acampó. Sólo si nuestra vida sabe a esto, si sabe a lo que sabe la de Dios, si somos tierra abierta para que en nosotros y entre nosotros, Él siga plantando su Tienda en medio de nuestras contiendas. Como los pastores, dejémonos asombrar por los ángeles-enviados de hoy, y vayamos a adorar al Niño Dios, siendo sus testigos en medio de nuestro mundo. Las campanas de Navidad no se saben calla. Feliz Navidad.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

jueves, 24 de diciembre de 2015

FELIZ NAVIDAD

La Misa de Gallo, corazón litúrgico de la Navidad . Por Rodrigo Huerta Migoya



El 25 de diciembre es claramente el día en que la liturgia más detalla la cuestión horaria, ofreciendo el Misal Romano tres celebraciones diferentes en menos de veinticuatro horas, a saber; la Misa de Medianoche, la Misa de Aurora y la Misa de día. Cada una de ellas, con sus oraciones, lecturas y antífonas propias, están pensadas para vivir la Eucaristía de cara a aquellas horas santas en que el Divino Redentor empezó a llorar y sufrir como hombre verdadero. La noche santa del alumbramiento en la gruta, el amanecer esperanzador en que los pastores se postraron ante el Rey de Reyes o la mañana gozosa en que los ángeles entonaban gloria.

Mucho se ha perdido de la esencia original de la Navidad, aquel tiempo único donde además de turrones, regalos y comidas familiares, todo estaba impregnado de la fraternidad parroquial, punto clave en la esencia e historia de nuestros pueblos y barrios. No se entendía antes “nochebuena” sin misa, y hoy, ocurre todo lo contrario. Las Parroquias de Asturias en su gran mayoría tienen todas Misa de Navidad; algún que otro convento la de Aurora, y de Gallo, apenas una veintena, teniendo nuestra diócesis novecientas parroquias y quinientos sacerdotes, entre seculares y regulares.

El día veinticuatro, muchos párrocos celebran ya en la tarde (aunque no es lo correcto) una especie de víspera de Navidad, cuando lo correcto es celebrar en la tarde de ese día la misa propia de dicho día de adviento, para luego en la noche, rememorar el episodio sagrado del Nacimiento. Lógicamente a los cristianos, por mucha fe que tengamos, acabamos también “mundanizándonos” y apegándonos a las cosas terrenas, y es normal, pues somos frágiles, aunque este no sea nuestro destino. Ya lo dijo el Señor: estáis en el mundo, aunque no sois del mundo. Por eso hemos de seguir adelante aunque parezca que nadamos a contracorriente, incluso en comparación a otras comunidades cristianas.

La celebración de la Natividad del Señor parece que se introdujo en la Liturgia en torno a los años 432-440 siendo Papa San Sixto III. Hay varias versiones sobre por qué llamamos a la Misa de medianoche “del Gallo”, aunque no lo sabemos con certeza, dado lo antiquísima que es esta tradición. Unos creen que se debe a que las primeras misas de nochebuena fueron celebradas en la Basilica de San Petrum in Gallicantum en Jerusalén, construida sobre el lugar dónde Jesús anunció a Pedro que le iba a negar. Otros se apoyan en una fábula muy vieja que decía que en el establo dónde el Niño nació, había un gallo que fue el primero en dar la noticia, despertando al buey y a la mula y a los demás que por las cercanías se encontraban. Y una tercera sería que en los libros litúrgicos apodaron esta misa de Ad Galli cantum por celebrarse en el momento de la noche en que ponemos fin a un día e iniciamos el siguiente.

Personalmente (aunque hay más interesantes opciones) me quedo con esta tercera por la catequesis que en sí encierra. Las 24:00 es una franja horaria, es concluir a la vez que empezar el siguiente tramo de jornada al igual que terminamos el adviento y entramos en la Navidad. También desde un ángulo más teológico, dejamos atrás la oscuridad para entrar en la luz porque Cristo, el esperado, ha llegado a nuestras vidas. Así lo expresaba San Gregorio de Nisa en su Oratio catechetica al escribir: Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador.

Toda la estructura de la eucaristía de esa Noche, es un canto a la relación entre la Divinidad y la Humanidad de Jesús que tanto dio que hablar a lo largo de los primeros siglos frente a herejías del momento, como la de Pablo de Samosata, Arrio, Nestorio o los monofisitas. Verdad de fe que la liturgia resalta con la lectura de La Calenda, el canto de gloria acompañado de las campanas, o la inclinación profunda al decir en el Credo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María Virgen y se hizo hombre.

Hemos de fijarnos en los detalles de cada misa, pues en ellos se esconde el eje central de aquello que el Señor nos transmite. Por ejemplo en ésta, la “oración colecta” señala: “Dios nuestro, que cada año nos alegras con la esperanza de la salvación, concédenos que, recibiendo con gozo a tu Hijo unigénito como Redentor…” Aunque es el sacerdote el que hace lógicamente la oración, toda la asamblea la interiorizamos y hacemos nuestra con el Amén, mientras éste (el sacerdote) pasa de tener las manos extendidas a unirlas, en señal de dejar dicha suplica en manos del Altísimo; es por ello importante que estemos atentos para no limitarnos a responder como papagayos, sino que asimilemos para poder asentir, y en este contexto, poder decir del “Niño Emmanuel”: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero.

Feliz y Santa Navidad

AVISO DE LA COFRADÍA

Cofradía del Cristo de la Piedad y la Soledad 

Las participaciones de la lotería de Navidad de nuestra cofradía, agraciadas con el reintegro, se pagarán a partir del día 11 de enero, los lunes de 6 a 8 de la tarde en la sacristía.

Gracias a todos.

martes, 22 de diciembre de 2015

El presidente de la Conferencia Episcopal llama a favorecer el consenso para «salir de la situación» generada tras el 20-D



(ABC) El presidente de la Conferencia Episcopal y cardenal abulense Ricardo Blázquez se muestra confiado en que «favoreciendo el consenso, podamos salir de la situación» generada tras las elecciones del 20 de diciembre. En una entrevista concedida a la revista semanal «Vida Nueva», el arzobispo de Valladolid valora los resultados de las recientes elecciones generales y señala que «unidos podemos afrontar el futuro. Fragmentados, nos perdemos todos», antes de añadir en relación a posibles pactos que faciliten la investidura de Mariano Rajoy que «una abstención en un momento oportuno es una forma preciosa de colaboración», informa Ical.

Blázquez reconoce que «estamos ante una situación delicada y realmente nueva», e incide en que «es la hora de las grandes perspectivas de futuro, no es la hora de fragmentarnos en diversas opciones».

«Si leemos los resultados con profundidad, ciertamente nos dicen mucho. Seguramente hacen un correctivo a los años que han precedido, pero al mismo tiempo nos reclaman la colaboración de todos y la escucha de todos», asegura el presidente de los obispos españoles, que no ve «con temor» la irrupción de formaciones como Podemos o Ciudadanos: «No es la hora del temor sino la hora de la actuación convencida y eficaz».

RECUERDA

MISA DE GALLO



JUEVES 24 DE DICIEMBRE

A LAS 24:00 

EN LA IGLESIA PARROQUIAL

PRESIDIRÁ LA CELEBRACIÓN EL SR. ARZOBISPO 

PRESENTACIÓN DE LAS FELICITACIONES NAVIDEÑAS DE LA CURIA ROMANA . DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO



Queridos hermanos y hermanas

Pido disculpas por lo hablar de pie, pero hace algunos días estoy influenciado por la gripe y no me siento muy fuerte. Con vuestro permiso, os hablaré sentado.

Me complace expresaros los mejores deseos de Feliz Navidad y de próspero año nuevo, que hago extensivo también a todos los colaboradores, los Representantes Pontificios y de modo particular a aquellos que, durante el año pasado, han concluido su servicio al alcanzar los límites de edad. Recordamos también a las personas que han sido llamadas a la presencia de Dios. Para todos vosotros y vuestros familiares, mi saludo y mi gratitud.

Enmi primer encuentro con vosotros, en 2013, quise poner de relieve dos aspectos importantes e inseparables del trabajo de la Curia: la profesionalidad y el servicio, indicando a San José como modelo a imitar. El año pasado, en cambio, para prepararnos al sacramento de la Reconciliación, afrontamos algunas tentaciones, males —el «catálogo de los males curiales»; en cambio, hoy debería hablar de los «antibióticos curiales»— que podrían afectar a todo cristiano, curia, comunidad, congregación, parroquia y movimiento eclesial. Males que exigen prevención, vigilancia, cuidado y en algunos casos, por desgracia, intervenciones dolorosas y prolongadas.

Algunos de esos males se han manifestado a lo largo de este año, provocando mucho dolor a todo el cuerpo e hiriendo a muchas almas, incluso con escándalo.

Es necesario afirmar que esto ha sido —y lo será siempre— objeto de sincera reflexión y decisivas medidas. La reforma seguirá adelante con determinación, lucidez y resolución, porque Ecclesia semper reformanda.

Sin embargo, los males y hasta los escándalos no podrán ocultar la eficiencia de los servicios que la Curia Romana, con esfuerzo, responsabilidad, diligencia y dedicación, ofrece al Papa y a toda la Iglesia, y esto es un verdadero consuelo. San Ignacio enseñaba que «es propio del mal espíritu morder (con escrúpulos), entristecer y poner obstáculos, inquietando con falsas razones para que no pase adelante; y propio del buen espíritu es dar ánimo y fuerzas, dar consolaciones, lágrimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitando todos los impedimentos, para que siga adelante en el bien obrar».

Sería una gran injusticia no manifestar un profundo agradecimiento y un necesario aliento a todas las personas íntegras y honestas que trabajan con dedicación, devoción, fidelidad y profesionalidad, ofreciendo a la Iglesia y al Sucesor de Pedro el consuelo de su solidaridad y obediencia, como también su generosa oración.

Es más, las resistencias, las fatigas y las caídas de las personas y de los ministros representan también lecciones y ocasiones de crecimiento y nunca de abatimiento. Son oportunidades para volver a lo esencial, que significa tener en cuenta la conciencia que tenemos de nosotros mismos, de Dios, del prójimo, del sensus Ecclesiae y del sensus fidei.

Quisiera hablaros hoy de este volver a lo esencial, cuando estamos iniciando la peregrinación del Año Santo de la Misericordia, abierto por la Iglesia hace pocos días, y que representa para ella y para todos nosotros una fuerte llamada a la gratitud, a la conversión, a larenovación, a la penitencia y a la reconciliación.

En realidad, la Navidad es la fiesta de la infinita Misericordia de Dios, como dice san Agustín de Hipona: «¿Pudo haber mayor misericordia para los desdichados que la que hizo bajar del cielo al creador del cielo y revistió de un cuerpo terreno al creador de la tierra? Esa misericordia hizo igual a nosotros por la mortalidad al que desde la eternidad permanece igual al Padre; otorgó forma de siervo al señor del mundo, de modo que el pan mismo sintió hambre, la saciedad sed, la fortaleza se volvió débil, la salud fue herida y la vida murió. Y todo ello para saciar nuestra hambre, regar nuestra sequedad, consolar nuestra debilidad, extinguir la iniquidad e inflamar la caridad».

Por tanto, en el contexto de este Año de la Misericordia y de la preparación para la Navidad, ya tan inminente, deseo presentaros un subsidio práctico para poder vivir fructuosamente este tiempo de gracia. No se trata de un exhaustivo “catálogo de las virtudes necesarias” para quien presta servicio en la Curia y para todos aquellos que quieren hacer fértil su consagración o su servicio a la Iglesia.

Invito a los responsables de los Dicasterios y a los superiores a profundizarlo, a enriquecerlo y completarlo. Es una lista que inicia desde el análisis acróstico de la palabra «misericordia» —el Padre Ricci hacía así en China—, para que esta sea nuestra guía y nuestro faro.

1. Misionariedad y pastoralidad. La misionariedad es lo que hace y muestra a la curia fértil y fecunda; es prueba de la eficacia, la capacidad y la autenticidad de nuestro obrar. La fe es un don, pero la medida de nuestra fe se demuestra también por nuestra aptitud para comunicarla. Todo bautizado es misionero de la Buena Noticia ante todo con su vida, su trabajo y con su gozoso y convencido testimonio. La pastoralidad sana es una virtud indispensable de modo especial para cada sacerdote. Es la búsqueda cotidiana de seguir al Buen Pastor que cuida de sus ovejas y da su vida para salvar la vida de los demás. Es la medida de nuestra actividad curial y sacerdotal. Sin estas dos alas nunca podremos volar ni tampoco alcanzar la bienaventuranza del «siervo fiel» (Mt 25,14-30).

2. Idoneidad y sagacidad. La idoneidad necesita el esfuerzo personal de adquirir los requisitos necesarios y exigidos para realizar del mejor modo las propias tareas y actividades, con la inteligencia y la intuición. Esta es contraria a las recomendaciones y los sobornos. La sagacidad es la prontitud de mente para comprender y para afrontar las situaciones con sabiduría y creatividad. Idoneidad y sagacidad representan además la respuesta humana a la gracia divina, cuando cada uno de nosotros sigue aquel famoso dicho: «Hacer todo como si Dios no existiese y, después, dejar todo a Dios como si yo no existiese». Es la actitud del discípulo que se dirige al Señor todos los días con estas palabras de la bellísima Oración Universal atribuida al papa Clemente XI: «Guíame con tu sabiduría, sostenme con tu justicia, consuélame con tu clemencia, protégeme con tu poder. Te ofrezco, Dios mío, mis pensamientos para pensar en ti, mis palabras para hablar de ti, mis obras para actuar según tu voluntad, mis sufrimientos para padecerlos por ti».

3. Espiritualidad y humanidad. La espiritualidad es la columna vertebral de cualquier servicio en la Iglesia y en la vida cristiana. Esta alimenta todo nuestro obrar, lo corrige y lo protege de la fragilidad humana y de las tentaciones cotidianas. La humanidad es aquello que encarna la autenticidad de nuestra fe. Quien renuncia a su humanidad, renuncia a todo. La humanidad nos hace diferentes de las máquinas y los robots, que no sienten y no se conmueven. Cuando nos resulta difícil llorar seriamente o reír apasionadamente —son dos signos—, entonces ha iniciado nuestro deterioro y nuestro proceso de transformación de «hombres» a algo diferente. La humanidad es saber mostrar ternura, familiaridad y cortesía con todos (cf. Flp 4,5). Espiritualidad y humanidad, aun siendo cualidades innatas, son sin embargo potencialidades que se han de desarrollar integralmente, alcanzar continuamente y demostrar cotidianamente.

4. Ejemplaridad y fidelidad. El beato Pablo VI recordó a la Curia —en 1963— «su vocación a la ejemplaridad». Ejemplaridad para evitar los escándalos que hieren las almas y amenazan la credibilidad de nuestro testimonio. Fidelidad a nuestra consagración, a nuestra vocación, recordando siempre las palabras de Cristo: «El que es fiel en lo poco, también en lo mucho es fiel; el que es injusto en lo poco, también en lo mucho es injusto» (Lc 16,10) y «quien escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le colgasen una piedra de molino al cuello y lo arrojasen al fondo del mar. ¡Ay del mundo por los escándalos! Es inevitable que sucedan escándalos, ¡pero ay del hombre por el que viene el escándalo!» (Mt 18,6-7).

5. Racionalidad y amabilidad: la racionalidad sirve para evitar los excesos emotivos, y la amabilidad para evitar los excesos de la burocracia, las programaciones y las planificaciones. Son dotes necesarias para el equilibrio de la personalidad: «El enemigo —y cito otra vez a san Ignacio, disculpadme— mira mucho si un alma es ancha o delicada de conciencia, y si es delicada procura afinarla más, pero ya extremosamente, para turbarla más y arruinarla». Todo exceso es indicio de algún desequilibrio, tanto el exceso de racionalidad, como el exceso de amabilidad.

6. Inocuidad y determinación. La inocuidad, que hace cautos en el juicio, capaces de abstenernos de acciones impulsivas y apresuradas, es la capacidad de sacar lo mejor de nosotros mismos, de los demás y de las situaciones, actuando con atención y comprensión. Es hacer a los demás lo que queremos que ellos hagan con nosotros (cf. Mt 7,12; Lc 6,31). La determinación es la capacidad de actuar con voluntad decidida, visión clara y obediencia a Dios, y sólo por la suprema ley de la salus animarum (cf. CICcan. 1725).

7. Caridad y verdad. Dos virtudes inseparables de la existencia cristiana: «realizar la verdad en la caridad y vivir la caridad en la verdad» (cf. Ef 4,15). Hasta el punto en que la caridad sin la verdad se convierte en la ideología del bonachón destructivo, y la verdad sin la caridad, en el afán ciego de judicializarlo todo.

8. Honestidad y madurez. La honestidad es la rectitud, la coherencia y el actuar con sinceridad absoluta con nosotros mismos y con Dios. La persona honesta no actúa con rectitud solamente bajo la mirada del vigilante o del superior; no tiene miedo de ser sorprendido porque nunca engaña a quien confía en él. El honesto no es prepotente con las personas ni con las cosas que le han sido confiadas para administrarlas, como el «siervo malvado» (Mt 24,48). La honestidad es la base sobre la que se apoyan todas las demás cualidades. La madurez es el esfuerzo para alcanzar una armonía entre nuestras capacidades físicas, psíquicas y espirituales. Es la meta y el resultado de un proceso de desarrollo que no termina nunca y que no depende de la edad que tengamos.

9. Respetuosidad y humildad. La respetuosidad es una cualidad de las almas nobles y delicadas; de las personas que tratan siempre de demostrar respeto auténtico a los demás, al propio cometido, a los superiores y a los subordinados, a los legajos, a los documentos, al secreto y a la discreción; es la capacidad de saber escuchar atentamente y hablar educadamente. La humildad, en cambio, es la virtud de los santos y de las personas llenas de Dios, que cuanto más crecen en importancia, más aumenta en ellas la conciencia de su nulidad y de no poder hacer nada sin la gracia de Dios (cf. Jn 15,8).

10. Dadivosidad —tengo el vicio de los neologismos— y atención. Seremos mucho más dadivosos de alma y más generosos en dar, cuanta más confianza tengamos en Dios y en su providencia, conscientes de que cuanto más damos, más recibimos. En realidad, sería inútil abrir todas las puertas santas de todas las basílicas del mundo si la puerta de nuestro corazón permanece cerrada al amor, si nuestras manos no son capaces de dar, si nuestras casas se cierran a la hospitalidad y nuestras iglesias a la acogida. La atención consiste en cuidar los detalles y ofrecer lo mejor de nosotros mismos, y también en no bajar nunca la guardia sobre nuestros vicios y carencias. Así rezaba san Vicente de Paúl: «Señor, ayúdame a darme cuenta de inmediato de quienes tengo a mi lado, de quienes están preocupados y desorientados, de quienes sufren sin demostrarlo, de quienes se sienten aislados sin quererlo».

11. Impavidez y prontitud. Ser impávido significa no dejarse intimidar por las dificultades, como Daniel en el foso de los leones o David frente a Goliat; significa actuar con audacia y determinación; sin tibieza, «como un buen soldado» (cf. 2 Tm 2,3-4); significa ser capaz de dar el primer paso sin titubeos, como Abraham y como María. La prontitud, en cambio, consiste en saber actuar con libertad y agilidad, sin apegarse a las efímeras cosas materiales. Dice el salmo: «Aunque crezcan vuestras riquezas, no les deis el corazón» (Sal61,11). Estar listos quiere decir estar siempre en marcha, sin sobrecargarse acumulando cosas inútiles y encerrándose en los propios proyectos, y sin dejarse dominar por la ambición.

12. Y finalmente, atendibilidad y sobriedad. El atendible es quien sabe mantener los compromisos con seriedad y fiabilidad cuando se cumplen, pero sobre todo cuando se encuentra solo; es aquel que irradia a su alrededor una sensación de tranquilidad, porque nunca traiciona la confianza que se ha puesto en él. La sobriedad —la última virtud de esta lista, aunque no por importancia— es la capacidad de renunciar a lo superfluo y resistir a la lógica consumista dominante. La sobriedad es prudencia, sencillez, esencialidad, equilibrio y moderación. La sobriedad es mirar el mundo con los ojos de Dios y con la mirada de los pobres y desde la parte de los pobres. La sobriedad es un estilo de vida que indica el primado del otro comoprincipio jerárquico,y expresala existencia comola atención y servicio a los demás. Quien es sobrio es una persona coherente y esencial en todo, porque sabe reducir, recuperar, reciclar, reparar y vivir con un sentido de la proporción.

Queridos hermanos

La misericordia no es un sentimiento pasajero, sino la síntesis de la Buena Noticia; es la opción de los que quieren tener los sentimientos del Corazón de Jesús, de quien quiere seriamente seguir al Señor, que nos pide: «Sed misericordiosos como vuestro Padre» (Mt 5,48; Lc 6,36). El Padre Hermes Ronchi dice: «Misericordia: escándalo para la justicia, locura para la inteligencia, consuelo para nosotros, los deudores. La deuda de existir, la deuda de ser amados, sólo se paga con la misericordia».

Así pues, que sea la misericordia la que guíe nuestros pasos, la que inspire nuestras reformas, la que ilumine nuestras decisiones. Que sea el soporte maestro de nuestro trabajo. Que sea la que nos enseñe cuándo hemos de ir adelante y cuándo debemos dar un paso atrás. Que sea la que nos haga ver la pequeñez de nuestros actos en el gran plan de salvación de Dios y en la majestuosidad y el misterio de su obra.

Para ayudarnos a entender esto, dejémonos asombrar por la bella oración, comúnmente atribuida al beato Oscar Arnulfo Romero, pero que fue pronunciada por primera vez por el Cardenal John Dearden:

De vez en cuando, dar un paso atrás nos ayuda
a tomar una perspectiva mejor.
El Reino no sólo está más allá de nuestros esfuerzos,
sino incluso más allá de nuestra visión.
Durante nuestra vida, sólo realizamos una minúscula parte
de esa magnífica empresa que es la obra de Dios.
Nada de lo que hacemos está acabado,
lo que significa que el Reino está siempre ante nosotros.
Ninguna declaración dice todo lo que podría decirse.
Ninguna oración puede expresar plenamente nuestra fe.
Ninguna confesión trae la perfección, ninguna visita pastoral trae la integridad.
Ningún programa realiza la misión de la Iglesia.
En ningún esquema de metas y objetivos se incluye todo.
Esto es lo que intentamos hacer:
plantamos semillas que un día crecerán;
regamos semillas ya plantadas,
sabiendo que son promesa de futuro.
Sentamos bases que necesitarán un mayor desarrollo.
Los efectos de la levadura que proporcionamos
van más allá de nuestras posibilidades.
No podemos hacerlo todo y, al darnos cuenta de ello, sentimos una cierta liberación.
Ella nos capacita a hacer algo, y a hacerlo muy bien.
Puede que sea incompleto, pero es un principio,
un paso en el camino,
una ocasión para que entre la gracia del Señor y haga el resto.
Es posible que no veamos nunca los resultados finales,
pero esa es la diferencia entre el jefe de obras y el albañil.
Somos albañiles, no jefes de obra, ministros, no el Mesías.
Somos profetas de un futuro que no es nuestro.

Y con estos pensamientos, con estos sentimientos, os deseo una feliz y santa Navidad, y os pido que recéis por mí. Gracias.

Felicitación de Navidad del Sr. Arzobispo


lunes, 21 de diciembre de 2015

Llega la Navidad. Por Monseñor Demetrio Fernández González


Se acercan los días santos de la Navidad. Días de gozo y salvación, porque la Madre de Dios nos da a luz al Hijo eterno de Dios hecho hombre en sus entrañas virginales, permaneciendo virgen para siempre. El Hijo es Dios y la madre es virgen, dos aspectos de la misma realidad, que hacen resplandecer el misterio en la noche de la historia humana. La Iglesia nos invita en estos días santos a vivir con María santísima estos acontecimientos.

El nacimiento de una nueva criatura es siempre motivo de gozo. El Hijo de Dios ha querido entrar en la historia humana, no por el camino solemne de una victoria triunfal. Podría haberlo hecho, puesto que es el Rey del universo. Pero no. Él ha venido por el camino de la humildad, que incluye pobreza, marginación y desprecio, anonimato, ocultamiento, etc. Y por este camino quiere ser encontrado. Hacerse como niño, hacerse pequeño, buscar el último puesto, pasar desapercibido… son las primeras actitudes que nos enseña la Navidad. Para acoger a Jesús, Él busca corazones humildes, sencillos y limpios, como el corazón de su madre María y del que hace las veces de padre, José.

El misterio de la Encarnación del Hijo que se hace hombre lleva consigo la solidaridad que brota de este misterio. “El Hijo de Dios por su encarnación se ha unido de alguna manera con cada hombre” (GS 22), nos recuerda el Vaticano II. El misterio de la Encarnación se prolonga en cada hombre, ahí está Jesús. Y sobre todo se prolonga en los pobres y necesitados de nuestro mundo. Con ellos ha querido identificarse Jesús para reclamar de nosotros la compasión y la misericordia.

El anuncio de este acontecimiento produce alegría. Es la alegría de la Navidad. Pero no se trata del bullicio que se forma para provocar el consumo, no. Se trata de la alegría que brota de dentro, de tener a Dios con nosotros, de estar en paz con Él y con los hermanos. Nadie tiene mayor motivo para la alegría verdadera que el creyente, el que acoge a Jesús con todo el cariño de su corazón. Pero al mismo tiempo, el creyente debe estar alerta para que no le roben la alegría verdadera a cambio de un sucedáneo cualquiera.

Viene Jesús cargado de misericordia en este Año jubilar. Viene para aliviar nuestros cansancios, para estimular nuestro deseo de evangelizar a todos, para repartir el perdón de Dios a raudales a todo el que se acerque arrepentido. Mirándonos a nosotros mismos muchas veces pensamos que en mi vida ya no puede cambiar nada y que en el mundo poco puede cambiar cuando hay tantos intereses en juego.

Sin embargo, la venida de Jesús, su venida en este Año de la misericordia es un motivo intenso de esperanza y es un estímulo para la conversión. Yo puedo cambiar, tú puedes cambiar, el mundo puede cambiar. Jesús viene a eso, a cambiarlo y renovarlo todo, para acercarnos más a Él y a los demás. Se trata de esperarlo, de desearlo, de pedirlo insistentemente. El milagro puede producirse. La Navidad es novedad.

Que al saludarnos y desearnos santa Navidad, feliz Navidad, convirtamos el deseo en oración. El mundo actual vive serios conflictos, que pueden destruirnos a todos. Jesucristo viene como príncipe de la paz, con poder sanador para nuestros corazones rotos por el pecado y el egoísmo. Acudamos hasta su pesebre para adorarlo. Él nos hará humildes y generosos. Él nos llenará el corazón de inmensa alegría, como llenó el corazón de los pastores y de los magos, que le trajeron regalos. Con María santísima vivamos estos días preciosos de la Navidad.

Popurrí de Villancicos 2015


Resumen de la Toma de Posesión del nuevo Obispo de Astorga


sábado, 19 de diciembre de 2015

Evangelio Domingo IV de Adviento - Ciclo C



Lectura del santo Evangelio según San Lucas 1, 39-45


En aquellos días, María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá; entró en casa de Zacarías, y saludó a Isabel.
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo, y dijo a voz en grito:
–¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre!
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre.
¡Dichosa tú, que has creído! porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá.

Palabra del Señor 

Orantes con María


Virgen del Adviento,
esperanza nuestra,
de Jesús la aurora,
del cielo la puerta.

Madre de los hombres,
de la mar estrella,
llévanos a Cristo,
dános sus promesas.
Eres Virgen Madre,
la de gracia llena,
del Señor la esclava,
del mundo la reina.

Alza nuestros ojos
hacia tu belleza,
guía nuestros pasos
a la vida eterna.

Concierto de Manos Unidas

viernes, 18 de diciembre de 2015

Monseñor Juan Antonio Menéndez: un Obispo “Por la Senda de Toribio” .



Suena ya lejano ese librillo titulado “Por la Senda de Toribio”, escrito por el bueno de D. José Benito Cavero con su particular recopilación de anécdotas y vivencias de una tierra que sentía muy suya. Entre las bibliotecas personales de los sacerdotes mayores de Astorga, se encontrará éste perdido entre el polvo y los recuerdos de toda una vida. En una Iglesia tan extensa a la vez que familiar, deseamos que el Pontificado de D. Juan Antonio sea como ese libro: un compendio de vivencias en la vida de una Diócesis que camina por la senda que antaño recorrió su Patrono Santo Toribio.

Con el nombramiento de Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández para la antiquísima sede asturicense, se reaviva la tradición apostólica en dicha iglesia particular, cuyos orígenes se remontan a los mismos discípulos de los Apóstoles. Honor acreditado en la carta de San Cipriano de Cartago al Obispo Basílides, allá por el año 245, que concede a su Catedral la distinción de "Apostólica".

“Tierra de buen clima y corazones aclimatados”, que podríamos decir en palabras del sacerdote fallecido, Don Fernando Rubio (cuyo padre fue allí seminarista). “Excelente gente la de Astorga”; no era erróneo su concepto, sino que las obras en el tiempo nos hablan de un pasado glorioso con un presente costoso y un futuro esperanzador, que pasa por depositar la confianza en quién todo lo puede.
La ciudad astorgana divisa en su altura las llanuras que se extienden a lo lejos contemplando en lontananza las faldas del Teleno. Hacia este enclave milenario mira el pueblo de Dios que perteneciendo a realidades tan dispares, con tres provincias de por medio, se vuelve una sola bajo el báculo de su pastor. Allí, desde la Cátedra dispuesta a la sombra del gran retablo de Gaspar Becerra, presidirá, a partir del próximo diecinueve de Diciembre, la grey que se encomienda a este asturiano moscón, el cual va como mensajero que anuncia la paz, la buena nueva, la salvación (Is 52, 7).

Ya hubo asturianos al frente de dicho Obispado, en concreto recuerdo un lienzo en el edificio episcopal que representaba a un Obispo de Astorga nacido en Libardón (Colunga), aunque de esto el que mejor podría hablar sería mi apreciado y antiguo confesor Don José Manuel Sutil, actual Ceremoniero y Archivero del Cabildo asturicense. Más, asturiano o portugués, hay que reconocer que los astorganos son acogedores con los que llegan de fuera, y esto quizá sea clave para comprender la gran aceptación que siempre han tenido en esta misión gallegos, maños o andaluces. Por no hablar de los catalanes, con pontificados tan renombrados como los de Grau Vallespinos, Torres Amat , Briva  o Castelltort.
La diócesis Ovetense y su sufragánea, comparten historia, fe y santidad; algo que uno descubre una vez se aventura en los entresijos de su realidad. Desde la Arqueta que el rey Alfonso III el Magno regaló al entonces Obispo de Astorga, hasta los restos de las tres enfermeras de la Cruz Roja martirizadas en Somiedo, son muchos los signos evidentes de que no estamos tan lejos ni tenemos tan poco en común. Quizás haya que releer esa jota de Cangas de Narcea que canta: En el puerto Leitariegos/ León y Asturias se abraza/ se dan la misma sangre / porque son tierras hermanas…

Si Astorga nos regaló uno de los mejores Obispos Auxiliares que a día de hoy ha tenido la sede Ovetense, es de justicia que sea hoy Oviedo quien le devuelva el favor, al pasar su actual Auxiliar a ser titular de la citada Iglesia. La trayectoria vital del que fuera Auxiliar de Monseñor Lauzurica, allá por 1958, el Siervo de Dios Don Ángel Riesco, se vislumbra en sus escritos y en sus obras, pero ante todo en su personalidad, cuyo único despunte fue su extremada sencillez. Fue consagrado Obispo en Astorga para venir a servir a los asturianos con las dos ideas que marcaron su vida: pasar haciendo el bien y buscando la Caridad de Cristo que nos urge.

El ahora obispo electo y aún titular de “Nasai”, era muy niño cuando Don Ángel pateaba nuestras montañas, sin embargo, al haber sido persona que trató a tantísimos sacerdotes mayores y venerables de nuestra tierra, le permitió -seguro- ser heredero de múltiples anécdotas de cercanía y humanidad que aquél prelado, con rasgos de santo, regaló en sus  visitas pastorales.

Algo tienen las Parroquias de Astorga que sorprenderá positivamente a su nuevo mitrado, y entre ello, la gran devoción que le tienen a la mártir Santa Marina. Sí; resultan  chocantes para nosotros muchos nombres que en nada se parecen a los de nuestras aldeas y pueblos, pero lo mismo pensarán ellos de nuestra toponimia. “Todos los caminos llevan a Roma”, y también a esta Urbe de raíz romana dónde su nuevo obispo irá encontrándose con Santa Marina, que en tantas parroquias tienen por Patrona. Feligresías como Igueña, Santa Marinica, Barrios de Nistoso, Manzanal del Puerto, Santa Marina de Torre, Sigueña, Zacos, Santa Marina del Rey, Valparaiso, Lago de Carucedo, Santalla, Valdeloba, Santa Marina del Sil, Barjas, Balboa, Ambasaguas, Santa Marina de Somoza, Genestacio, Rubiá, Santa Mariña do Monte, A Regueira, Outeiro ,Peñafolenche, Sejas, Valleluengo, Froxais, Aciberos, Castromil, Calabor, Rihonor de Castilla , Villarino de Sanabria, Da Ponte, Seadur, Aguilar de Tera… y múltiples ermitas y capillas dedicadas a Ella, lo que para un hijo de Villamarín de Salcedo mucho le ha de decir.

No puedo omitir señalar que Don Juan Antonio se hizo célebre a nivel nacional en sus primeros tiempos de Vicario territorial, cuando residiendo en Arriondas, era reclamado por sacerdotes y seminarios de toda España para dirigir retiros y ejercicios espirituales. Pronto se le apodó con cariño en el sur (así son los del sur) con el apodo de “El rey Mago”; uno preguntó ¿por qué?: “Como es el Vicario de Oriente…” respondió un sacerdote con alegre acento “andalú”. Y no iba desencaminado del todo, pues aunque nuestro oriente poco se asemeja al de Gaspar o Baltasar, es sin embargo Don Juan Antonio, un gran devoto de los Santos Reyes por haber nacido precisamente el día seis de enero. Onomástica que durante muchos años celebró con el bueno de Don Daniel, el cura de Priesca, fallecido el veintiuno de Diciembre del pasado año, y cuyas exequias él mismo celebró.

En plenas Témporas llega la hora de la partida. No puede haber mejor época que esta del Adviento para tomar posesión, ya que en el arte que se compendia en su nueva Iglesia Madre-Catedral, se representan todos los grandes personajes de este tiempo: los antiguos profetas en la majestuosa sillería del coro; San José en las escenas del retablo mayor; María Inmaculada y el Precursor, frente por frente, presidiendo cada uno una de las Capillas laterales. De especial valor y reconocimiento artístico es la talla de San Juan, con la mano junto a la boca que parece estar gritando: “preparad el camino al Señor, allanad sus senderos” (Is 40,3).

Al acercarse a la Augusta Astorga, es parada recomendada al peregrino el Alto de San Justo de la Vega, donde se contempla desde el Crucero que recuerda el lugar dónde el Santo Obispo sacudió sus sandalias, antes de partir a su retiro en Liébana, la erguida y hermosa Catedral en cuyas alturas reta al viento Pedro Mato, el maragato que atemorizó a los mismísimos franceses.

Empezar una visita por donde otro la dio por terminada, nos deja comprender cómo obispos en principio no queridos o maltratados, han terminado en el lugar que finalmente les correspondía. Por algo dice San Pablo que Dios a veces aprieta a sus hijos favoritos -¡y es verdad!- El episcopologio de este suelo nos habla de Santos y grandes pastores que sólo fueron reconocidos después de transcurridos muchos años. Además del Santo lebaniego, otros seis mitrados cuentan con la aureola: San Sabino, San Dictino, San Genadio, San Fortis, San Ordoño y San Pedro Cristiano. 

Sin irnos tan lejos podemos traer a colación al ilustre Don Marcelo, el cual da nombre a la Plaza del Seminario, mientras que en su día fue incomprendido por el clero diocesano tras su decisión de clausurar el seminario menor de "As Ermitas". De Astorga marchó como Arzobispo Coadjutor a una Barcelona que no le aguardaba tampoco con entusiasmo, dónde en la toma de posesión comenzó su memorable homilía afirmando: “Circunstancias ajenas a mi humilde persona, han hecho que mi presentación ante vosotros se vea rodeada de una expectación que yo no hubiera deseado”.

No es novedad el calvario ni las espinas del camino, más siempre el Señor dispone de verónicas y cirineos para llegar a la meta. No le faltarán a D. Juan Antonio sacerdotes buenos y hacendosos que tienen al día una Curia que nada tiene que envidiar a otras mayores. Sus religiosas de vida activa y contemplativa, son merecedoras de un monumento por el esfuerzo que ponen en llevar a cabo sus quehaceres, como las imprescindibles monjitas terciarias de Sancti Spiritu, que realizan las obleas para toda la Diócesis, o las Franciscanas del Buen Consejo, fundadas en esta ciudad a la sombra de su Seminario. Allá le aguardan dos paisanas con los brazos abiertos: Sor Honorina, natural de su querida Teverga, dónde fue Párroco, y Sor Berta Castañón, a la que le unen lazos muy fuertes de amistad por los años de Vicario General, en que residió junto con sus padres en la Parroquia de San Lázaro del Camino, fundada y atendida por el bendito Don Celestino Castañón (hermano de ésta) que atendió también espiritualmente a la difunta madre (Q.E.P.D.) del nuevo Obispo en su tiempo de enfermedad.
Como el mismo Monseñor reconoce, llegará ahora a un nuevo destino dejando atrás importantes vínculos muy queridos. En la memoria de muchos está hoy su familia, su anciano padre y tantos amigos como hermanos que aquí se quedan.

Viene a mi mente -como no- su difunta madre Doña Josefa, y aquello que él mismo resaltó el día de su funeral, explicando como ella, leyendo la vida de los santos, se había fijado tanto en San Agustín y su Santa Madre. Cúmplase ahora pues, en verdad, las palabras de Santa Mónica: “enterrad mi cuerpo dónde sea, sólo os pido que os acordéis de mi ante el altar del Señor”...

Nosotros, deseándole mucha vida al servicio de la Iglesia, también le encomendaremos y rezaremos por Vd.

Que en esa tierra cercana y hermana, tenga buena misión, D. Juan Antonio.

Rodrigo Huerta Migoya 

jueves, 17 de diciembre de 2015

ATENTOS




Domingo IV de Adviento




Día 20 de Diciembre 

A las 12:00 

Bendición del Belén Parroquial 






Adviento, ante las elecciones. Por el Cardenal Cañizares Llovera


(La Razón)
Cuando escribo este artículo semanal, los españoles estarán pensando y decidiendo cuál será el sentido del voto que depositarán en las urnas el próximo domingo, 20 de diciembre.

Todos tenemos la responsabilidad de votar, es un deber y un derecho, y una responsabilidad que todos tenemos. Todos anhelamos y deseamos lo mejor para nuestra querida España. No puedo olvidar, por lo demás,que nos encontramos en Adviento. Mi reflexión, por ello, sin desentenderme de los acontecimientos, se centra en el tiempo de Adviento. En él, la Iglesia pide que se rasguen los cielos, que se abran, y venga a nosotros la salvación, el Salvador, que tantísimo necesitamos. Me centro en el Adviento porque los cristianos podemos y debemos hacer mucho, en cuanto cristianos, en la hora crucial y crítica que vivimos. Somos muchos en España, la mayoría.

Como cristianos, somos invitados a cruzar con el Adviento el umbral de la esperanza, máxime con las puertas abiertas del Año de la Misericordia: tenemos una responsabilidad muy especial, que surge de la fe y la esperanza que anuncia el Adviento, y nos impele a ser consecuentes con lo que somos y esperamos. El cristianismo no es una ideología más o menos duradera. Es la presencia de un hecho único, irrevocable, sin parangón en la historia de los hombres. Este hecho es una Persona: Cristo, que nos ha traído a Dios y nos ha revelado que Dios es Amor, lo ha apostado todo por el hombre y no se reserva ni escatima nada. En medio de signos sombríos, para muchos resultará difícil la esperanza y confiar en palabras proféticas tales como las que escuchamos en el Adviento: «De las espadas se forjarán arados, y de las lanzas podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo». ¿Confiar acaso en ellas cuando vemos cómo las armas de la injusticia originantes de falta de trabajo, hambre, tantas calamidades, se ceban dramáticamente sobre los que padecen esta situación? Por eso, los cristianos escuchamos una llamada para dirigir nuestra mirada a Cristo, abrir de par en par nuestras puertas a Él, dejar pasar la luz y caminar en la luz que viene de Él. La llamada que escuchamos los cristianos esa caminara la luz de Jesucristo, a dejar las obras de las tinieblas y de la oscuridad, es decir, a dejar de una vez: el egoísmo, el rencor, el medro personal por encima de todo, el afán y ambición de poder, la pasión de acumular para sí por encima de los otros, el olvido del bien común y la falta del respeto debido a la dignidad personal e inalienable que tiene todo ser humano, la búsqueda de bienestar a costa que de lo que sea y de quien sea, la mentira, el engaño, el relativismo, la injusticia, el cerrar las entrañas ante la necesidad y miseria del hermano necesitado, del inmigrante o del refugiado, la destrucción de la familia o de la vida, el vivir de espaldas a Dios, etc. Este año el Adviento llama con apremio a los cristianos a pertrecharnos de la misericordia.

Por encima de todo está Dios y el hombre, está la familia, está la verdad, está el bien común, está sencillamente el bien, está el amor al hombre que sólo de Dios podemos aprender para amar con ese amor: total, sin medida, desinteresado, gratuito, hasta el extremo, indefectible, que no nos deja solos ni en la estacada, cuya predilección son los pobres y los últimos, siempre perdona y disculpa, ese amor que tantísimo todos estamos necesitando. Sin ese amor por el hombre nada va a cambiar, nada puede cambiar. El Adviento interpela a los cristianos a que abramos de par en par las puertas al amor de Dios. El Adviento este año en los cristianos, sobre todo, debería resaltar/reavivar la caridad y elamor, en su doble einseparable faceta de amor a Dios y a los hermanos, que tiene en Dios-can-nosotros (Emmanuel) su hontanar y su meta. En realidad, la certeza y experiencia viva de lo que Dios ha hecho por los hombres lleva a los cristianos, en la situación actual, a desear apasionadamente y a trabajar por que la forma de vida de todos sea la caridad, la misericordia, la justicia, la amistad que colabora y no se echa atrás en la búsqueda y la aportación de soluciones al bien común y de la persona, por encima de barreras, de intereses, de aspiraciones individuales, de miedos o temores. Este amor es una realidad posible, se abre y se extiende sin cesar, reconoce la verdad y el bien de que es portadora o reclama toda persona, aprecia la razón y la libertad detodos, facilita la búsqueda libre y honesta del bien común, y la cooperación de todos a ese bien. Ese amor, que es amistad, solidaridad, más aún que es caridad,más imperativo todavía que la justicia y la solidaridad, es posible si nos acercamosmása Dios. Esto, especialmente para los cristianos, se traduce ahora en colaborar decididamente en «políticas sociales y económicas responsables y promotoras de la dignidad de las personas, que propicien el trabajo para todos», para tantas familias y jóvenes singularmente afectados; en estar en primerafiladecompromisocon «políticas que favorezcan la iniciativa social en la producción y que incentiven el trabajo bien hecho, así como la justa distribución de las rentas», corrijan errores y atiendan a las necesidades de los más vulnerables. El momento reclama también de los cristianos estar en primera fila en la tutela, promoción y testimonio delafamiliaydesuverdad, enladefensaypromocióndelavida, y de cuanto haya que hacer ante la emergencia educativa que padeceremos y ante la urgencia de una cultura fiel a sus raíces, en un proyecto común. Todo ello entra dentro de la caridad, con su dimensión social y política. El Adviento pide estar vigilantes y despiertos, no cruzados de brazos como espectadores: exige preparar los caminos al Señor que llega, lo cual también comporta cooperar decididamente en la regeneración humana, moral, social, política y cultural de nuestro pueblo. Con Dios, ¡manos a la obra!

Pupurrí de Villancicos




Domingo 20 de diciembre 

A las 13: 15 en la Parroquia 

Concierto de Villancicos de los niños del Catecismo

Carta semanal del Sr. Arzobispo


Vale quien sirve: ser diácono

Ha sido un momento bellamente sentido el que vivimos el domingo pasado cuando abrimos en la Catedral para toda nuestra Diócesis de Oviedo, el año extraordinario dedicado a la misericordia. La alegría ha marcado este inicio, y cuando este gozo nos embargaes la señal de que una persona sabe ver las cosas sin que eso contempla le haga daño o le amargue aunque no sea fácil de mirar. La alegría no es una mueca del rostro, no es algo postizo que se alquila o se presta, sino que responde a la paz interior de quien mira sin miedo las circunstancias cotidianas, porque sabe que también él es mirado con ojos de bondad y que unas manos providentes sostienen su vida encendiendo una esperanza cierta en su alma. No es el contento fugaz ni la ensayada chacota, sino la alegría verdadera que hace rebosar el corazón con una leticia sin trampa que se corresponde del todo con tu humilde verdad.

En ese contexto jubilar se ha dado una importante novedad en la historia reciente de nuestra Diócesis ovetense. Se trata de la ordenación de tres diáconos. Uno de ellos continuará su camino hacia el sacerdocio como miembro de la Asociación de Fieles Lumen Dei. Esta benemérita comunidad que fundara un jesuita asturiano, el P. Rodrigo Molina, ha atravesado dificultades complejas pero ahora camina dócil en obediencia a la Iglesia del Señor, y la Santa Sede nos la ha confiado situando en nuestra Diócesis su lugar canónico de crecimiento y discernimiento. Bienvenidos sean estos hermanos a los que queremos saber acompañar para que respondan fielmente a la vocación que han recibido desde su particular carisma. El Hno. Ernesto Schnaas Linss, como diácono transitorio, seguirá respondiendo a la llamada recibida y pedimos para él que sea el día de mañana, un santo sacerdote para bien de todos cuantos Dios ponga bajo su cuidado.

Los otros dos diáconos han sido ordenados para ejercer este ministerio de modo permanente. Fueron llamados a la vida, a la fe y al amor para formar una familia que Dios ha bendecido con hijos. Paulatinamente fue naciendo la inquietud que se fue verificando como auténtica vocación para servir a Dios diaconalmente entregándose a los hermanos. Ellos no han sido llamados al ministerio presbiteral, pero sí a dar testimonio de la caridad desde su ministerio diaconal, sirviendo en el altar, proclamando el Evangelio y poniéndose al servicio de los pobres a los que les envíe la Iglesia.

Es la caridad de quien se sabe enviado a los hermanos para curar sus heridas sean cuales sean sus cuidados samaritanos, al anuncio de la Palabra de Dios como una verdadera Buena Noticia que el Señor pone en sus labios, a la formación de los cristianos y comunidades que la Iglesia les confiará en una catequesis renovada en la que sigan creciendo y madurando. Con ellos dos como diáconos permanentes, Juan Antonio y Alberto José, junto al sí de sus esposas María del Mar y María y a sus familias, nuestra Diócesis de Oviedo recibe un inmenso e inmerecido regalo, y son la primera entrega bendita con la que Dios allegará ese mensaje de alegría y misericordia que preside el año jubilar que apenas hemos comenzado.

Ser diácono es vivir en hondura el ministerio, es decir, el servicio. Jesús el Señor es también para ellos modelo de Siervo. Que no haya lágrima que no encuentre en su ministerio un consuelo; que no haya pregunta que no halle en su servicio un atisbo de respuesta. Todo cuanto hasta hoy han vivido en el seno de sus familias y en la comunidad cristiana que los ha acompañado en parroquias, se hace envío diocesano lleno de esperanza, alegría y misericordia. Todo un regalo anticipado de Navidad cristiana.


+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo


Oración del Jubileo

miércoles, 16 de diciembre de 2015

A poner el Belén de Cumbres


La primera celebración navideña en la que se montó un belén para la conmemoración del nacimiento de Jesucristo fue en la Nochebuena de 1223, realizado por San Francisco de Asís, en una cueva próxima a la ermita de Greccio (Italia). La escena del nacimiento de Cristo no fue representada con figuritas y miniaturas de objetos cotidianos, como hacemos actualmente, ni con personas, aunque para la ocasión San Francisco sí utilizó animales.

Se celebró la misa nocturna acompañada de una representación simbólica de la escena del nacimiento, mediante un pesebre  (sin niño) con el buey y la mula, basándose en la tradición cristiana y los Evangelios apócrifos, así como en la lectura de Isaías: "Conoce el buey a su dueño, y el asno el pesebre de su amo. Israel no conoce, mi pueblo no discierne" (Is. 1,3). 

Estos animales ya aparecen en el pesebre del siglo IV, descubierto en las catacumbas dela Basílica de San Sebastian de Roma, en el año 1977. Cuenta San Buenaventura en su "Legende de Santi Francisci" que tras celebrar la misa el sacerdote sobre el pesebre (utilizándolo como altar), San Franciso cantó el Evangelio y realizó la predicación sobre el nacimiento de Cristo, hijo de Dios, en circunstancias tan humildes como las que en aquel momento se reproducían (es decir, en una fría noche de invierno, en el interior de una cueva, resguardado en el lugar donde comían los animales que, junto al Niño, lo calentaban con su aliento, causando una enorme emoción entre los asistentes, de tal forma que el señor del lugar, Juan de Greccio "aseguró que vio un hermoso niño dormido en el pesebre, que el padre Francisco cogió en sus brazos y lo hizo dormir" Se supone que tras esta primera ocasión, que más que un belén puede asimilarse a un drama liturgico se fue popularizando la instalación de belenes en las iglesias durante la Navidad, con figuras de terracota, cera o madera en vez de seres vivos.


Nos vamos hasta Avilés 
Al Santuario de la Virgen de la Luz 
A poner nuestro Belén de Cumbres 

Sábado 19 de Diciembre 
¡Infórmate en la Parroquia!