jueves, 24 de diciembre de 2015

La Misa de Gallo, corazón litúrgico de la Navidad . Por Rodrigo Huerta Migoya



El 25 de diciembre es claramente el día en que la liturgia más detalla la cuestión horaria, ofreciendo el Misal Romano tres celebraciones diferentes en menos de veinticuatro horas, a saber; la Misa de Medianoche, la Misa de Aurora y la Misa de día. Cada una de ellas, con sus oraciones, lecturas y antífonas propias, están pensadas para vivir la Eucaristía de cara a aquellas horas santas en que el Divino Redentor empezó a llorar y sufrir como hombre verdadero. La noche santa del alumbramiento en la gruta, el amanecer esperanzador en que los pastores se postraron ante el Rey de Reyes o la mañana gozosa en que los ángeles entonaban gloria.

Mucho se ha perdido de la esencia original de la Navidad, aquel tiempo único donde además de turrones, regalos y comidas familiares, todo estaba impregnado de la fraternidad parroquial, punto clave en la esencia e historia de nuestros pueblos y barrios. No se entendía antes “nochebuena” sin misa, y hoy, ocurre todo lo contrario. Las Parroquias de Asturias en su gran mayoría tienen todas Misa de Navidad; algún que otro convento la de Aurora, y de Gallo, apenas una veintena, teniendo nuestra diócesis novecientas parroquias y quinientos sacerdotes, entre seculares y regulares.

El día veinticuatro, muchos párrocos celebran ya en la tarde (aunque no es lo correcto) una especie de víspera de Navidad, cuando lo correcto es celebrar en la tarde de ese día la misa propia de dicho día de adviento, para luego en la noche, rememorar el episodio sagrado del Nacimiento. Lógicamente a los cristianos, por mucha fe que tengamos, acabamos también “mundanizándonos” y apegándonos a las cosas terrenas, y es normal, pues somos frágiles, aunque este no sea nuestro destino. Ya lo dijo el Señor: estáis en el mundo, aunque no sois del mundo. Por eso hemos de seguir adelante aunque parezca que nadamos a contracorriente, incluso en comparación a otras comunidades cristianas.

La celebración de la Natividad del Señor parece que se introdujo en la Liturgia en torno a los años 432-440 siendo Papa San Sixto III. Hay varias versiones sobre por qué llamamos a la Misa de medianoche “del Gallo”, aunque no lo sabemos con certeza, dado lo antiquísima que es esta tradición. Unos creen que se debe a que las primeras misas de nochebuena fueron celebradas en la Basilica de San Petrum in Gallicantum en Jerusalén, construida sobre el lugar dónde Jesús anunció a Pedro que le iba a negar. Otros se apoyan en una fábula muy vieja que decía que en el establo dónde el Niño nació, había un gallo que fue el primero en dar la noticia, despertando al buey y a la mula y a los demás que por las cercanías se encontraban. Y una tercera sería que en los libros litúrgicos apodaron esta misa de Ad Galli cantum por celebrarse en el momento de la noche en que ponemos fin a un día e iniciamos el siguiente.

Personalmente (aunque hay más interesantes opciones) me quedo con esta tercera por la catequesis que en sí encierra. Las 24:00 es una franja horaria, es concluir a la vez que empezar el siguiente tramo de jornada al igual que terminamos el adviento y entramos en la Navidad. También desde un ángulo más teológico, dejamos atrás la oscuridad para entrar en la luz porque Cristo, el esperado, ha llegado a nuestras vidas. Así lo expresaba San Gregorio de Nisa en su Oratio catechetica al escribir: Nuestra naturaleza enferma exigía ser sanada; desgarrada, ser restablecida; muerta, ser resucitada. Encerrados en las tinieblas, hacía falta que nos llegara la luz; estando cautivos, esperábamos un salvador; prisioneros, un socorro; esclavos, un libertador.

Toda la estructura de la eucaristía de esa Noche, es un canto a la relación entre la Divinidad y la Humanidad de Jesús que tanto dio que hablar a lo largo de los primeros siglos frente a herejías del momento, como la de Pablo de Samosata, Arrio, Nestorio o los monofisitas. Verdad de fe que la liturgia resalta con la lectura de La Calenda, el canto de gloria acompañado de las campanas, o la inclinación profunda al decir en el Credo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María Virgen y se hizo hombre.

Hemos de fijarnos en los detalles de cada misa, pues en ellos se esconde el eje central de aquello que el Señor nos transmite. Por ejemplo en ésta, la “oración colecta” señala: “Dios nuestro, que cada año nos alegras con la esperanza de la salvación, concédenos que, recibiendo con gozo a tu Hijo unigénito como Redentor…” Aunque es el sacerdote el que hace lógicamente la oración, toda la asamblea la interiorizamos y hacemos nuestra con el Amén, mientras éste (el sacerdote) pasa de tener las manos extendidas a unirlas, en señal de dejar dicha suplica en manos del Altísimo; es por ello importante que estemos atentos para no limitarnos a responder como papagayos, sino que asimilemos para poder asentir, y en este contexto, poder decir del “Niño Emmanuel”: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero.

Feliz y Santa Navidad

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