viernes, 30 de noviembre de 2018

Podemismo eclesial. Por Jorge González Guadalix

Lo del absolutismo era malo porque lo ejercía Luis XIV. Pero se convierte en buenísimo si soy yo o si es mi grupo quien lo ejerce.

En la política y en la iglesia hay grupos que han decidido que son ellos los únicos con derecho a opinar, mandar, gritar, reivindicar quizá por una ignota para los demás elección popular a divina que, mientras a unos pocos legitima para todo, a los demás convierte en sospechosos por reaccionarios y desafectos a lo políticamente correcto.

Un grupo de laicos franceses parece que proponen la convocatoria de una cosa llamada “concilio del pueblo de Dios” en la que clérigos y laicos, situados al mismo nivel, se plantearían la vida y el futuro de la Iglesia católica.

Esto lo que significa es que “no nos representan” y que pretendemos reunirnos unos cuantos católicos fetén, modernos, actualizados, conciliares y francisquistas, para decidir lo que nos dé la gana. Esto es muy viejo. Se reúnen cuatro curas de donde sean y se constituyen en foro de curas como si ellos representaran a todo el clero de cualquier diócesis. O se encuentran en un manifiesto veinte o treinta asociaciones laicales y te sueltan un manifiesto que parece que es algo, cuando en realidad tiene el respaldo de nadie. Puro podemismo que vive de descalificar a todos los que piensan de otra manera.

Yo soy partidario de que se pregunte a la gente. Lo mismo nos llevábamos sorpresas. Porque ruido hacen algunos, pero los callados que van a misa cada domingo, aportan su dinero y colaboran sencillamente, a lo mejor resulta que son bastantes más. Por supuesto que hay que preguntar. Pero no solo a los de Redes cristianas, somos iglesia o foros de curas de no sé dónde. Hay que preguntar a todos los fieles de la prelatura, a los que viven su fe en el camino Neocatecumenal, a las distintas asociaciones familiares, a los de comunión y liberación, a los fieles de Caná de Pozuelo y de tantas parroquias normalizadas y muy vivas, a los representados en el foro de laicos o a los miembros del consejo diocesano de pastoral. Mira por donde lo mismo resulta que los fieles católicos de a pie, los que van a misa los domingos, los que ponen su dinerito cada semana están hasta las narices de experimentos y resulta que lo que quieren son curas que ejerzan de curas, misas según el misal romano y formación con el catecismo en la mano.

El problema es que aquí se juntan cuatro mal contados, curas o laicos, y se erigen en los auténticos fieles no a Cristo, no a la gracia, no a la Iglesia, sino al espíritu del concilio, con la pretensión de constituirse en los grandes muñidores de la nueva Iglesia. Y como el resto calla y no se mete ni en manifiestos ni en proclamas publicadas en primera página de algún medio que hace de vocero, parece que aquí Iglesia son solo los cuatro no que más chillan, sino que más firman.

Pregunten a los fieles. Pregunten. A todos, si se atreven. Curas, a todos. Laicos, a todos. Religiosos, a todos, no solo a los del Amazonas, también a las comunidades contemplativas. Lo mismo nos llevábamos una sorpresa.

Orar con el Salmo del Día













Sal 18,2-3.4-5

R/. A toda la tierra alcanza su pregón

El cielo proclama la gloria de Dios,
el firmamento pregona la obra de sus manos:
el día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.

jueves, 29 de noviembre de 2018

Santoral del día: Beato Bernardo Hoyos, el joven al que el Corazón de Jesús le prometió reinar en España

(Carmen Elena Villa/ Zenit)

Bernardo tenía sólo 10 años cuando ingresó al colegio Imperial de Madrid, de los padres jesuitas, donde conoció mejor la orden a la cual luego entró a formar parte. «¿Por qué no ser algún día como ellos?», se preguntaba mientras veía a los novicios.

Pese a que era su deseo de todo corazón, Bernardo no fue admitido inmediatamente. Primero, porque era muy pequeño, luego, porque carecía de la salud física adecuada para ello. Tras una larga batalla, el joven ingresó en el noviciado. Al concluir esta etapa se trasladó con sus compañeros a Villa del Campo, en la provincia de Cáceres en España.

Allí soportó muchas tentaciones y desalientos, tanto a nivel interior como exterior. El mismo año, una peste azotó la población donde vivía. Murió uno de sus compañeros y también uno de los padres formadores en el seminario. Pero nada de esto lo hizo sucumbir ante el camino de fe que había ya emprendido.

En 1731 se fue a estudiar teología a Valladolid. Le encantaba leer a los Santos Padres de la Iglesia. Decía siempre que más que «estudiar» teología, la «oraba».

Sagrado Corazón

En el colegio de San Ambrosio, cuando Bernardo tenía 21 años de edad, encontró un libro en latín que cambiaría su vida: Se titulaba: De cultu sacratissimi Cordis Dei Iesu, del P. José de Gallifet, sobre el Corpus Christi y la devoción al Corazón de Jesús.

«Sentí en mi espíritu un extraordinario movimiento, fuerte, suave y nada arrebatado ni impetuoso, con el cual me fui luego al punto delante del Señor Sacramentado a ofrecerme a su Corazón, para cooperar cuanto pudiese, a lo menos con oraciones, a la extensión de su culto», escribió Bernardo en su diario. Tenía apenas 21 años.

El joven vio que debería dar a conocer la obra de Santa María Margarita de Alacoque, una religiosa de clausura francesa a quien Dios le pidió trabajar por la institución de la Fiesta del Sagrado Corazón de Jesús.

En 1733 mientras oraba, escuchó que Jesús le mostraba el misterio de su Corazón: «Reinaré en España y con más veneración que en otras muchas partes». Por ello escribió el libro «El tesoro escondido». El primero en ser publicado en España dedicado a esta devoción.

«El gran centro que el Señor quiere comunicar al padre Hoyos es que Dios tiene corazón y que a ese Dios que tiene corazón le afecta la vida de cada hombre», aseguró el padre Ricardo Vargas, director del centro diocesano de espiritualidad del corazón de Jesús, en el documental denominado La gran promesa, producido por HM Televisión y la fundación Euk Marie, que narra la vida del padre Hoyos.

Bernardo buscó el respaldo de los jesuitas, publicó estampitas, propagó una novena, buscó el apoyo en los obispos españoles y también en la realeza para difundir esta devoción.

Ministerio sacerdotal
En diciembre de 1734 recibió el subdiaconado y el diaconado, y el 2 de enero del año siguiente fue ordenado sacerdote con otros dos compañeros suyos. Celebró su primera Misa el día de Reyes de 1735 en la iglesia del Colegio de San Ignacio, conocido hoy como la Parroquia de San Miguel.

Luego tuvo que dejar el colegio San Ambrosio para cursar la llamada «Tercera probación», una especie de segundo noviciado para avivar el fervor y la entrega a Dios. Su tiempo de sacerdocio no duró ni siquiera un año. Una altísima fiebre que se convirtió en Tifus. Tras 15 días de enfermedad murió el 15 de noviembre de 1735. Sus últimas palabras fueron: «Oh, qué bueno es habitar en el Sagrado Corazón de Jesús!».

Carta semanal del Sr. Arzobispo

    Corazón rebelde                           

No lo puede remediar. No se sabe resignar. El corazón tiene sus leyes, tiene pálpito propio y no es servil para dejarse arrastrar por la corriente. Y así sucede que en medio de un horizonte que pinta mal por tantos motivos, hay algo en nosotros que se rebela ante lo zafio, lo cansino, la impostura, lo corrupto y violento, lo falaz y engañoso, lo trucado y tramposo. Pero, sin embargo, no hay claudicación por parte del corazón humano, y no dejará de esperar que suceda algo que cambie para bien la situación malhadada.


Es lo que los cristianos volvemos a escenificar llegando el nuevo tiempo del adviento con el da comienzo un nuevo año para los creyentes. Para aquellos primeros que esperaron a quien se espera en el Adviento, también una desazón anhelante vibraba como grito en su garganta: necesitaban algo nuevo, Alguien nuevo. Necesitaban abrazar una novedad que les arrebatase de sus ramplonerías vulgares, de sus encerronas sin salida, de sus dramas insolubles, de sus trampas disfrazadas, de sus odios y tristezas; Alguien que no jugara con sus crisis, y que pudiera solventarlas o les ayudase a vivirlas mirándolas de otra manera.

Sus ojos, cansados de mirar vaciedades; sus oídos hartos de escuchar verdades de cartónpiedra; y sus corazones, ahítos de seguir y perseguir una felicidad fugitiva, eran suficientes razones y representaban sobradamente la experiencia de cada día, como para esperar algo nuevo, Alguien que de verdad fuese la respuesta adecuada a sus búsquedas y anhelos. Era el primer Adviento. ¿Pero cómo es nuestra situación personal y social? ¿Cabe esperar a Alguien que en el fondo esperan nuestros ojos, oídos y corazón… o tal vez ya estamos entretenidos suficientemente como para arriesgarnos a reconocer que hay demasiados frentes abiertos en nosotros y entre nosotros que están reclamando la llegada del Esperado? Nosotros, dos mil años después tenemos necesidad de vivir con realismo cristiano la fiesta de la Navidad y este tiempo que litúrgicamente la prepara.

Cuando miramos por el ventanal de la terca realidad, vemos que las mismas cuestiones corregidas y aumentadas hacen que Él siga encarnándose. Porque necesitamos que el Salvador ponga fin a todos los desmanes que manchan la dignidad del hombre e insultan la gloria de Dios: esa lista de horrores y errores que nos sirven cada día los medios de comunicación en sus secciones de sucesos (y en las de economía, las de política, las de cultura, o educación, o sanidad).

En este tiempo de gracia que es el Adviento, Dios nos vuelve a poner delante la invitación a esperar: tú que gritas, que sufres, que dudas, que te lamentas, que intuyes la falsedad de tantos progresos pero que no aciertas a encontrar la verdad del verdadero…; tú que tienes tanto sin resolver en ti y entre los tuyos… ¡espera al Salvador, canta “ven, Señor”! Atrévete a hacer la lista de todas tus imposibilidades, de todos tus límites y desesperanzas. Dios las abraza, las toma en serio, las reviste de posibilidad.

Como desierto que florece, como pedernal que gotea, como yermo habitable; como espadas que se transforman en podaderas y lanzas que se usan para arar; como anciana que engendra al hijo toda una vida esperado o como virgen que concibe en su vientre sin conocer varón… así Dios quiere también hoy, aquí y ahora, en mí y entre nosotros, hacer posibles todos nuestros imposibles, como lo hizo en María. Volver a acampar su Palabra en nuestro terruño de penas y exterminios, para hacerlo fértil y feliz. Esta es la provocación amable y dulce con la que Dios nos vuelve a sorprender, dando la razón a nuestro corazón inquieto creado para el bien y la paz, la gracia y la belleza.

+Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 28 de noviembre de 2018

Rouco ha dejado de ser una persona. Por Francisco Serrano Oceja

(Religión Confidencial) A propósito de algunas informaciones sobre lo ocurrido con la elección de Secretario General de la Conferencia Episcopal, la pasada semana, -por ejemplo la de “La Vanguardia” que titulaba “Los obispos moderados ganan la batalla a Rouco”-, he pensado escribir esta columna titulada “Rouco ha dejado de ser una persona”.

Sí, el cardenal Rouco ya no es una persona, es una doctrina, una idea, una especie, un sambenito. Para no pocos, si no existiera el cardenal Rouco, tendrían que inventarlo.

Ya sé que hay lectores, ocultos con nicks sugerentes, que se ponen muy nerviosos cada vez que escribo sobre el cardenal Rouco. Y que salen con la monserga de que qué vas a decir si es tu amigo. Eso, por ser fino. No lo niego. Es mi amigo, como otros muchos obispos, arzobispos y cardenales. Aquí y fuera de aquí.

Por cierto, como me enseñó un buen amigo sacerdote y periodista, hoy exiliado, lo nuestro es estar no con los que tienen el poder, están en el vértice de la pomada, dictando sentencias a diestro y siniestro. Lo nuestro es estar con quienes son preteridos, están olvidados, son víctimas, que las hay y de muchos tipos.

Pero lo que está claro, y acaba de ocurrir la pasada semana, es que, en determinados sectores de la Iglesia en España, siguen necesitando a Rouco más que casi Rouco a sí mismo.

Eso, o que lo que el cardenal Rouco hizo en el pasado por la Iglesia es tan evidente, y de tan largo alcance, que no es fácil evitarlo.

Lo lamentable de esta historia es que quienes utilizan esta estrategia, convertida en argumento, son los que después hablan de la comunión que propugna el papa Francisco. Es decir, haced lo que yo digo, pero no hagáis lo que yo hago. Una vieja historia…

Por cierto, no hace falta que recuerde lo que el Papa Francisco dice sobre los abuelos y las personas mayores en las familias, en la sociedad, en la Iglesia.

En fin, que sigue habiendo quienes en la Iglesia en España necesitan al cardenal Rouco. Y que mientras puedan responsabilizar al que fuera arzobispo de Madrid, y presidente de la Conferencia Episcopal no poco tiempo, de sus dislates, todos nos quedamos tranquilos.

Incluso, se da el fenómeno de que, para dar valor a sus éxitos, hay quienes tienen que mentar también a Rouco, como si se midiera lo que han conseguido en la regla de ese criterio. Con demasiada facilidad se olvida que en la Iglesia, también, si alguien gana, ganamos todos; si pierde, perdemos todos, por utilizar conceptos no muy teológicos.

La otra hipótesis es que el cardenal Rouco haya hecho escuela, y que haya obispos rouquistas que incluso ya no necesitan a Rouco, por convicción o conversión, pasado ya el tiempo.

Pero éste es otro capítulo del largo libro de la Iglesia en España: el que oscila entre las traiciones al cardenal Rouco a las conversiones de última hora. Un capítulo del que aún es pronto para hablar, y que dejo para, ése sí, un futuro libro.

Del Oficio del Día

De las Homilías atribuidas a san Macario, obispo
(Homilía 28: PG 34, 710-711)

¡AY DEL ALMA EN LA QUE NO HABITA CRISTO!

Así como en otro tiempo Dios, irritado contra los judíos, entregó a Jerusalén a la afrenta de sus enemigos, y sus adversarios los sometieron, de modo que ya no quedaron en ella ni fiestas ni sacrificios, así también ahora, airado contra el alma que quebranta sus mandatos, la entrega en poder de los mismos enemigos que la han seducido hasta afearla.

Y del mismo modo que una casa, si no habita en ella su dueño, se cubre de tinieblas, de ignominia y de afrenta, y se llena de suciedad y de inmundicia, así también el alma, privada de su Señor y de la presencia gozosa de sus ángeles, se llena de las tinieblas del pecado, de la fealdad de las pasiones y de toda clase de ignominia.

¡Ay del camino por el que nadie transita y en el que no se oye ninguna voz humana!, porque se convierte en asilo de animales. ¡Ay del alma por la que no transita el Señor ni ahuyenta de ella con su voz a las bestias espirituales de la maldad! ¡Ay de la casa en la que no habita su dueño! ¡Ay de la tierra privada de colono que la cultive! ¡Ay de la nave privada de piloto!, porque, embestida por las olas y tempestades del mar, acaba por naufragar. ¡Ay del alma que no lleva en sí al verdadero piloto, Cristo!, porque, puesta en un despiadado mar de tinieblas, sacudida por las olas de sus pasiones y embestida por los espíritus malignos como por una tempestad invernal, terminará en el naufragio.

¡Ay del alma privada del cultivo diligente de Cristo, que es quien le hace producir los buenos frutos del Espíritu!, porque, hallándose abandonada, llena de espinos y de abrojos, en vez de producir fruto acaba en la hoguera. ¡Ay del alma en la que no habita Cristo, su Señor!, porque, al hallarse abandonada y llena de la fetidez de sus pasiones, se convierte en hospedaje de todos los vicios.

Del mismo modo que el colono, cuando se dispone a cultivar la tierra, necesita los instrumentos y vestiduras apropiadas, así también Cristo, el rey celestial y verdadero agricultor, al venir a la humanidad desolada por el pecado, habiéndose revestido de un cuerpo humano y llevando como instrumento la cruz, cultivó el alma abandonada, arrancó de ella los espinos y abrojos de los malos espíritus, quitó la cizaña del pecado y arrojó al fuego toda la hierba mala; y, habiéndola así trabajado incansablemente con el madero de la cruz, plantó en ella el huerto hermosísimo del Espíritu, huerto que produce para Dios, su Señor, un fruto suavísimo y gratísimo.

RESPONSORIO Jn 15, 1. 5. 9

R. Yo soy la vid verdadera y vosotros sois los sarmientos; * el que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto.
V. Como el Padre me amó, así también yo os he amado a vosotros.
R. El que permanece en mí, como yo en él, da mucho fruto.

ORACIÓN.

Mueve, Señor, nuestros corazones, para que correspondamos con mayor generosidad a la acción de tu gracia, y recibamos en mayor abundancia la ayuda de tu bondad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

martes, 27 de noviembre de 2018

Menos mal que nos quitaron los crucifijos. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) 

Cosas que he dicho en mi homilía de hoy. Si es que esto es el ABC. Hemos echado a Cristo de la vida, entró el pecado, y con el pecado la violencia, el dolor y la muerte. Hoy no hay más solución, si queremos paz, justicia, libertad y dignidad para todos, y además la vida eterna, que volver a Cristo, dejar que sea Él quien llene el corazón y disponernos a vivir según el código tan viejo y tan actual de los diez mandamientos. 

Con la cosa del respeto, la sana laicidad, el no ofender y el ser más comprensivo que nadie, hemos acabado haciendo un pan como unas tortas. Y si no, se lo piensen.

El crucifijo, el crucificado, ha sido expulsado de todos los ámbitos de la vida política. Antes muertos que ver un crucifijo en el Congreso, el Senado, los parlamentos autonómicos, ayuntamientos, ministerios. Pues vale. ¿Y el resultado? ¿Me van a decir que desde que los crucifijos salieron de la vida política tenemos unos políticos más honrados, benévolos, solidarios y preocupados por el bien común?

El crucifijo, el crucificado, han salido de la vida familiar. Ahora los matrimonios católicos son una minoría mientras aumentan los matrimonios civiles y las parejas de hecho. Pues me sigo haciendo preguntas. Por ejemplo, si gracias a eso los matrimonios de hoy son más estables, generosos, sacrificados, entregados que los de hace años. Ahora que todos los días salen en los medios datos de violencia doméstica, me pregunto cuántos casos se dan en parejas casadas por la iglesia, cuántos en matrimonios civiles y cuántos en parejas de hecho. Simplemente por peguntar.

La presencia de la religión católica en la escuela es minoritaria con tendencia a desaparecer en clases y hasta en decoración navideña. Sigamos con las reflexiones. Gracias a ello los casos de violencia escolar, acoso, son menos. ¿Gracias a ello tenemos unos niños más solidarios, amables, educados y justos?

Podía seguir. Por ejemplo, pensando en países oficialmente ateos, que los ha habido y los hay. No me irán a decir que en ellos se respetan más los derechos humanos, hay mayor democracia, más libertad y superior justicia social, que habrá quien lo diga.

Han sacado los crucifijos de la vida pública. Lo religioso es perseguido. Viva el laicismo. Cada vez peor.

Cristo Rey es proclamar que la salvación de este mundo no está en políticos, sistemas sociales, reivindicaciones raras, sueños imposibles. La salvación está en volverse a Cristo del todo, acogerlo en el corazón y tomar la firme decisión de vivir los diez mandamientos en todo.

Imaginemos. Un mundo del que se han desterrado la mentira, la violencia, el robo, la murmuración y el falso testimonio. Un mundo habitado por gente justa, que se persona, se ayuda y comparte benes espirituales y materiales. Pues esto solo es posible cuando Cristo reina. Así de fácil.

Se presenta en Lugones el poemario social "El llanto de las amapolas"

El acto se enmarca en el programa de actividades organizadas con motivo del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. La cita, el miércoles 28 de noviembre, a las 20.00 horas, en la Casa de Cultura de la localidad.
Entrada libre, limitada al aforo de la sala

Autor: Antonio Villar

Presenta: Natividad Álvarez Lario, Concejala de Bienestar Social y Mujer del Ayuntamiento de Siero.

Con "El llanto de las amapolas", el autor muestra y denuncia a través de la poesía, todo tipo de malos tratos e injusticias sociales que sufre la mujer a cualquier edad, por el solo hecho de haber nacido mujer, con el mensaje de luz y esperanza de que se puede salir de la espiral de la violencia y vencer los miedos que atenazan e impiden ver la realidad.

Consta de cuatro partes: Entre flores y Lágrimas, En cualquier parte del mundo, detrás de la sonrisa y Esperanza. En su última edición se amplía el poemario, expresando con sutil delicadeza, a través de los versos, nuevas formas de violencia de género, que acaecen en el seno de la sociedad.

lunes, 26 de noviembre de 2018

Retiros de Adviento para laicos

(Iglesia de Asturias)

El Papa Francisco ha insistido en los Retiros y Ejercicios Espirituales como parte de la reforma de la Iglesia que lleva adelante como “una conversión del corazón”, antes que de la estructura.

En esta línea, los Ejercicios Espirituales y Retiros se presentan como un horizonte para salir de malos hábitos, conocer mejor la propia fe y cambiar la vida.

Esta es la relación de Retiros para laicos que la diócesis ha organizado, por arciprestazgos, para el tiempo litúrgico del Adviento.



Una quinta parte de los cristianos del mundo está perseguido o discriminado por su fe












(Por Carlos Esteban/ Infovaticana)

Un 61% de los habitantes de la Tierra vive en un país donde no puede expresar su fe en libertad. Este es uno de los muchos datos preocupantes que se desprenden del ‘Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2018’ presentado por la fundación de la Santa Sede Ayuda a la Iglesia Necesitada (ACN España).

En el mundo hay 327 millones de cristianos que viven en países donde se les persigue por su fe, mientras que otros 178 millones son discriminados legalmente por la misma causa, según el último ‘Informe de Libertad Religiosa en el Mundo 2018’ que acaba de presentar Ayuda a la Iglesia Necesitada. Es decir, uno de cada cinco cristianos en el mundo sufre persecución o discriminación por el hecho de serlo.

La primera conclusión del estudio, que se publica todos los años, es que en 2017 la situación empeoró para los cristianos en líneas generales, y especialmente en China, India, Indonesia, Pakistán y Nigeria, donde no son los católicos los únicos en ver violada su libertad religiosa, sino todos los creyentes que practican una religión distinta de la religión -o, en el caso chino, el ateísmo- oficial. De hecho, el 61% de los habitantes del planeta vive en un país donde no existe libertad para practicar una fe disidente.

De todas las confesiones, las cristianas siguen siendo, con diferencia, las más perseguidas, y dentro de ellas, la católica. Hay cinco países entre los estudiados en el informe donde la situación permanece igual que en años anteriores, sencillamente porque ya no puede empeorar en punto a persecución y discriminación: Afganistán, Arabia Saudita, Corea del Norte, Eritrea y Nigeria (en los estados de mayoría musulmana, especialmente).

La persecución directa es la situación de hecho en 21 países: Afganistán, Arabia Saudita, Bangladesh, China, Corea del Norte, Eritrea, India, Indonesia, Iraq, Libia, Myanmar, Níger, Nigeria, Pakistán, Palestina, Siria, Somalia, Sudán, Turkmenistán, Uzbekistán, Yemen. En otros 17, los que profesan una confesión diferente a la oficial no están directamente perseguidos, pero sufren de alguna forma de discriminación; son Argelia, Azerbaiyán, Bután, Brunei, Egipto, Irán, Kazajistán, Kirguizistán, Laos, Maldivas, Mauritania, Qatar, Rusia, Tayikistán, Turquía, Ucrania, Vietnam.

De todos estos países, en los dos últimos años ha habido un empeoramiento de la situación para los creyentes no conformistas en Brunei, China, India, Indonesia, Irán, Kazajistán, Kirguizistán, Libia, Maldivas, Mauritania, Myanmar, Níger, Pakistán, Somalia, Tayikistán, Turquía, Yemen. Solo en dos de los países estudiados, Irak y Siria, se ha experimentado alguna mejora en este sentido.

En estos dos países, la mejor ha venido de la mano de la victoria de las tropas gubernamentales de ambos sobre los grupos fundamentalistas del ISIS que mantenían buena parte del territorio sometido a la aplicación más estricta de la sharía musulmana.

En China, el reciente acuerdo alcanzado por su gobierno comunista con la Santa Sede, por el que Roma reconoce como válidos los obispos y sacerdotes ordenados en la hasta ahora cismática Iglesia Patriótica China, hasta hace poco excomulgados, no ha traído, paradójicamente, alivio alguno a los cristianos de aquel país, que siguen sufriendo persecución y discriminación en el mismo o mayor grado.

Y el dato quizá más preocupante corresponda a la ‘democracia más populosa del mundo’, la India, desde la llegada al poder en 2017 del partido Bharatiya Janata, nacionalista extremo que identifica la nacionalidad india con el hinduismo, fomentando las agresiones y vejaciones de la población no hindú, y muy especialmente cristiana. Según el Persecution Relief, foro ecuménico que estudia la persecución anticristiana, en 2017 se han registrado 736 ataques, a menudo mortales, en neto aumento respecto a los 348 del año precedente.

domingo, 25 de noviembre de 2018

Evangelio Domingo de Jesucristo Rey del Universo

Lectura del santo evangelio según san Juan (18,33b-37):

En aquel tiempo, dijo Pilato a Jesús: «¿Eres tú el rey de los judíos?»
Jesús le contestó: «¿Dices eso por tu cuenta o te lo han dicho otros de mí?»
Pilato replicó: «¿Acaso soy yo judío? Tu gente y los sumos sacerdotes te han entregado a mí; ¿qué has hecho?»
Jesús le contestó: «Mi reino no es de este mundo. Si mi reino fuera de este mundo, mi guardia habría luchado para que no cayera en manos de los judíos. Pero mi reino no es de aquí.»
Pilato le dijo: «Conque, ¿tú eres rey?»
Jesús le contestó: «Tú lo dices: soy rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo; para ser testigo de la verdad. Todo el que es de la verdad escucha mi voz.»

Palabra del Señor

sábado, 24 de noviembre de 2018

Cristo Rey debe reinar en el corazón de la misma sociedad.Por Francisco Javier Stegmeier

(Infocatólica) Próximos a terminar el año, la Iglesia recuerda un misterio central de nuestra fe: el Señorío Universal de Jesucristo sobre la entera creación, «porque en Él fueron creadas todas las cosas, en los cielos y en la tierra, las visibles y las invisibles, los Tronos, las Dominaciones, los Principados, las Potestades: todo fue creado por Él y para Él» (Col 1,16). La Palabra de Dios es explícita en afirmar que Cristo debe reinar no sólo en el corazón de los hombres, sino también en el corazón de la misma sociedad, es decir, en todos los ámbitos en los que se desarrolla la vida de los cristianos.

Cuando Pilato pregunta a Jesús: «¿Luego tú eres Rey», responde: «Sí, como dices, soy Rey. Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad, escucha mi voz» (Jn 18,37). La respuesta de Cristo deja en claro que lo que Él piensa de su Reino no coincide con lo que podría pensar un hombre como Pilato. Por eso dice el Señor: «Mi Reino no es de este mundo» (Jn 18,36). Cristo no viene a establecer un Reino según los criterios de aquel mundo que «yace en poder del Maligno» (1 Jn 5,19). El Reino de Cristo consiste en que el mundo creado bueno por Dios, pero que gime a causa del pecado de nuestros primeros padres y de nuestros propios pecados (ver Rm 8,22), sea redimido, restablecido en su bondad original y elevado a un nuevo orden por la gracia.

Por eso el Señorío de Cristo está vinculado a la verdad y a la escucha de su Palabra (ver Jn 18,37). Es un Reino «de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de justicia, amor y paz». Cristo reinará en el mundo y en sus instituciones humanas cuando todos los hombres y los pueblos lo acepten por la fe, lo confiesen públicamente e impregnen con el Evangelio toda la realidad social.

El Papa Francisco decía que Cristo es un Rey que «no es de este mundo», no porque «Cristo sea Rey de otro mundo, sino que es Rey en otro modo: la fuerza del reino de Cristo es el amor. Por esto, la majestad de Jesús (…) nos libera de nuestras debilidades y miserias, animándonos a recorrer los caminos del bien, de la reconciliación y del perdón».

viernes, 23 de noviembre de 2018

Santa Cecilia 2018


Orar con el Salmo del Día

















Sal 118,14.24.72.103.111.131

R/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa, Señor!

V/. Mi alegría es el camino de tus preceptos,
más que todas las riquezas.

V/. Tus preceptos son mi delicia,
tus enseñanzas son mis consejeros.

V/. Más estimo yo la ley de tu boca
que miles de monedas de oro y plata.

V/. ¡Qué dulce al paladar tu promesa:
más que miel en la boca!

V/. Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.

V/. Abro la boca y respiro,
ansiando tus mandamientos.

jueves, 22 de noviembre de 2018

Yo podría ser socialista. Por José Manuel Puerta Sánchez

En la película “Juan Pablo I, la sonrisa de Dios”, hay una escena que siempre me ha parecido fantástica. Albino Luciani, siendo niño, comunica a su padre la decisión de ser sacerdote, a la que éste se opone, intentando convencerle de que se dedique a cualquier oficio. El padre dice que no está de acuerdo con los curas, porque ellos siempre hacen lo que dice el Papa. Y él es socialista, y piensa que cada uno debe ser libre para pensar a su manera. “¿Todos?” Le pregunta Albino. “Todos, sí”, responde su padre. Tras lo que Albino dice… “entonces, ¿por qué yo no?”

Para mí esta conversación es un reflejo de la relación del PSOE con los católicos. Es un partido abanderado de los derechos, de las libertades, de la diversidad… mientras tus ideas coincidan con las suyas. Porque para los católicos, las libertades siempre son limitadas. Incapaces de llevar el socialismo español al siglo XXI, a un espacio que no persiga la constante relegación a las sombras del cristianismo, encontramos una y otra vez las mismas consignas contra la religión católica. Consignas que si bien pueden enardecer a unos cuantos tardo-reprimidos de la dictadura, o a los neocomunistas podemitas, empiezan a resonar como rancias a una generación como la mía, ya democrática, que no ve el hecho religioso como un elemento a combatir, sino tristemente, como algo que le es básicamente indiferente.

Así pues, no se entiende ese empeño en deleznar la escuela concertada. Más cuando se ha demostrado el ahorro que supone a las arcas del Estado, y año tras año tiene una notable demanda social, que pide abrir más líneas educativas en pos de respetar la libre elección de centros de los padres. Pero no. Aquí el derecho a decidir vuelve a quedar en manos de papá Estado; tus niños a la pública.

Y otro tanto con la asignatura de religión. Cada vez menos horas, sin peso en la evaluación… Uno recuerda la famosa “carta de un padre socialista a su hijo” (podrán encontrarla fácilmente en cualquier buscador de Internet), del político francés Jean Jaures. Su hijo le pedía eximirle de estudiar la asignatura de religión en la escuela, a lo que su padre le responde con una bellísima carta, diciéndole que jamás le enviará un justificante así, con una lista de motivos demoledores. Acaba diciéndole: “[...] Además, no es preciso ser un genio para comprender que sólo son verdaderamente libres de no ser cristianos los que tienen facultad para serlo, pues, en caso contrario, la ignorancia les obliga a la irreligión. La cosa es muy clara: la libertad exige la facultad de poder obrar en sentido contrario.”

Y esta es la conclusión a la que inevitablemente uno acaba llegando. Este PSOE nuestro no quiere escuelas católicas, ni religión en las aulas, ni símbolos religiosos en espacios públicos, ni cualquier tipo de manifestación religiosa, porque no quiere hombres libres, sino adoctrinados. Y es que, aunque su voz pueda resultar cada vez más indiferente, y parezca tan perdida en la forma de comunicar su mensaje, la Iglesia sigue siendo un pequeño reducto libre, proclamando siempre la Verdad, tan incómoda frecuentemente cuando se tienen oscuras intenciones. Da igual que acabe siendo un pequeño poblado galo perdido en el imperio romano. Siempre resiste. Y al igual que Sauron temía aquello en lo que Aragorn podía convertirse (e intentó destruirlo antes de que fuese rey), un adoctrinador (y la actual izquierda está demostrando serlo, sin disimulo ni pudor alguno), teme al cristiano que todo hombre puede llegar a ser. Hombres librepensadores, a los que no se imponga la cultura de la muerte ni la ideología de género, que no toleren la corrupción, la falsedad, la hipocresía, la incoherencia y la desvergüenza que hoy sufrimos a diario. Hombres que de verdad luchen por todo aquello que el socialismo debería defender, por los desfavorecidos, por los indefensos, por la vida y por la auténtica libertad, rescatándonos para siempre de la catastrófica clase política que hoy nos desgobierna.

Ese día, yo podría ser socialista.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Covadonga: la otra reconquista

Hice alusión en el día de la Santina: Covadonga no es un Santuario mariano únicamente. Ese rincón asturiano es un referente espiritual de primer orden, pero también un lugar identitario donde nació el pueblo que allí tuvo comienzo. Así reza el himno a la Santina, con la conciencia histórica de nuestras gentes: «Bendita la Reina de nuestra montaña, que tiene por trono la cuna de España». No es un requiebro patriotero, sino la afirmación noble que nace de un sentimiento de pertenencia, que nos permite no sólo nacer, sino también crecer y madurar hasta alcanzar nuestro destino en paz y convivencia.

En Covadonga nace un pueblo con clara denominación de origen, celoso de su forma de ver las cosas, y que no se amilana cuando hay que reconquistar con nobleza lo que nos invade hurtándonos nuestro terruño patrio, lo que se nos usurpa empobreciéndonos, lo que se nos diluye imponiéndonos creencias tan intrusas e ideologías tan ajenas que terminan vaciándonos de lo que somos. Hoy la reconquista pasa por otras lizas, y son otros los retos que nos desafían. Son también diferentes los turbantes de antaño ante las cosas que hogaño nos turban preocupantemente cuando la vida en todas sus fases, la familia y su tutela, la educación intervenida o la libertad cercenada, se malvenden en una almoneda trucada y abaratada. Decía W. J. Durant: «Una gran civilización no es conquistada desde fuera hasta que no se ha destruido a sí misma desde dentro». Esta frase, con una lucidez que espanta, es un diagnóstico de nuestra época y describe algunos de nuestros turbadores males cuando la dictadura del relativismo (Benedicto XVI), las ideologías liberticidas y la confusión líquida calculadamente propagada (Z. Bauman), hacen de la mentira frívola y mediocre el cauce de un ansia de poder que termina en corrupción y violencia. No quisiéramos ser conquistados por nadie, y queremos dialogar con todos (Papa Francisco), pero desde una cultura del encuentro que no traicione ni disuelva la propia identidad, ofreciendo en la vida pública nuestra perspectiva cristiana, lo que se nos dio como herencia cultural y moral, eso que la Iglesia custodia, defiende, celebra y anuncia con apasionada pasión y creativa fidelidad.

Todo esto nació en Covadonga, forjando así una historia con sus luces y sombras, aciertos y contradicciones, pero con la firme certeza e indomable entrega que permitió que se fuera formando una España plural en sus pueblos, muy unida en sus gentes, con un proyecto común que aunó como identidad cultural propia la herencia romana, la fe cristiana y la idiosincrasia de lenguas y lugares que han tejido el rico mapa de nuestra Hispania. Así contribuimos como han hecho pocos pueblos a la construcción de Europa y a la proyección misionera en la América hispana, como recuerdan las banderas que allí ondean junto a las nuestras. En su visita a Asturias, Juan Pablo II nos lo dijo: «Covadonga es una de las primeras piedras de la Europa cuyas raíces cristianas ahondan en su historia y en su cultura. El reino cristiano nacido en estas montañas, puso en movimiento una manera de vivir y de expresar la existencia bajo la inspiración del Evangelio… el proyecto de una Europa sin fronteras, que no renuncia a las raíces cristianas que la hicieron surgir».

La belleza de ese lugar, el relato de su historia y el corazón espiritual que allí palpita, son el marco de una peregrinación continua al hogar de esa Madre. Es la remembranza agradecida, desde el presente que apasionadamente nos embarga, y nos permite mirar al futuro con serena esperanza.

+Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 21 de noviembre de 2018

Mons. Luis Argüello García, nuevo Secretario general de la Conferencia Episcopal Española

(CEE) La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española (CEE) ha elegido esta mañana como Secretario General a Mons. Luis Argüello García. 

Según lo previsto en los estatutos de la CEE ocupará el cargo durante cinco años, hasta noviembre de 2023. En la actualidad, Mons. Luis Argüello García es obispo auxiliar de Valladolid.

Monseñor Luis Javier Argüello García

Nació el 16 de mayo de 1953 en Meneses de Campos (Palencia). Estudió en Valladolid, en el colegio de los Hermanos de La Salle y luego en la Universidad, donde obtuvo la Licenciatura en Derecho Civil. Cursó los estudios eclesiásticos en el centro de los PP. Agustinos en Valladolid.
Fue ordenado sacerdote el 27 de septiembre de 1986 para la archidiócesis de Valladolid, donde ha desempeñó los siguientes cargos: formador en el seminario diocesano (1986-1997); vicario episcopal de la ciudad y miembro del consejo episcopal, durante tres etapas: (1986-1997, 2003-2009 y 2010-2011); delegado de Pastoral Vocacional (1997-2012); moderador de la capellanía del Monasterio de la “Concepción del Carmen” (1997-2011); rector del seminario diocesano (1997-2011); y miembro electo de la Comisión Permanente del Consejo Presbiteral (2003-2008).

Hasta su nombramiento episcopal, fue vicario general y moderador de la Curia diocesana, desde 2011; miembro del colegio de consultores, desde 2000; miembro de la Comisión Permanente del Consejo Presbiteral, desde 2010; miembro del Consejo de Asuntos Económicos y del Consejo Episcopal, desde 2011; miembro de la Comisión Permanente del Consejo Pastoral, desde 2013, y miembro de la Comisión para el Diaconado Permanente, desde 2014.

El 14 de abril de 2016, el papa Francisco le nombró obispo auxiliar de la archidiócesis de Valladolid. Recibió la consagración episcopal el 3 de junio del mismo año.

En la CEE es miembro de la Comisión Episcopal de Pastoral y de la Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades desde 2017.

Del Oficio del Día

De los sermones de san Agustín, obispo
(Sermón 25, 7-8: PL 46, 937-938)

DIO FE AL MENSAJE DIVINO Y CONCIBIÓ POR SU FE

Os pido que atendáis a lo que dijo Cristo el Señor, extendiendo la mano sobre sus discípulos: Estos son mi madre y mis hermanos; y el que hace la voluntad de mi Padre, que me ha enviado, es mi hermano y mi hermana y mi madre. ¿Por ventura no cumplió la voluntad del Padre la Virgen María, ella, que dio fe al mensaje divino, que concibió por su fe, que fue elegida para que de ella naciera entre los hombres el que había de ser nuestra salvación, que fue creada por Cristo antes que Cristo fuera creado en ella? Ciertamente, cumplió santa María con toda perfección, la voluntad del Padre, y por esto es más importante su condición de discípula de Cristo que la de madre de Cristo, es más dichosa por ser discípula de Cristo que por ser madre de Cristo. Por esto María fue bienaventurada, porque, antes de dar a luz a su maestro, lo llevó en su seno.

Mira si no es tal como digo. Pasando el Señor, seguido de las multitudes y realizando milagros, dijo una mujer: Dichoso el seno que te llevó. Y el Señor, para enseñarnos que no hay que buscar la felicidad en las realidades de orden material, ¿qué es lo que respondió?: Dichosos más bien los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen. De ahí que María es dichosa también porque escuchó la palabra de Dios y la cumplió; llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad, Cristo tuvo un cuerpo: en la mente de María estuvo Cristo, la verdad; en su seno estuvo Cristo hecho carne, un cuerpo. Y es más importante lo que está en la mente que lo que se lleva en el seno.

María fue santa, María fue dichosa, pero más importante es la Iglesia que la misma Virgen María. ¿En qué sentido? En cuanto que María es parte de la Iglesia, un miembro santo, un miembro excelente, un miembro supereminente, pero un miembro de la totalidad del cuerpo. Ella es parte de la totalidad del cuerpo, y el cuerpo entero es más que uno de sus miembros. La cabeza de este cuerpo es el Señor, y el Cristo total lo constituyen la cabeza y el cuerpo. ¿Qué más diremos? Tenemos, en el cuerpo de la Iglesia, una cabeza divina, tenemos al mismo Dios por cabeza.

Por tanto, amadísimos hermanos, atended a vosotros mismos: también vosotros sois miembros de Cristo, cuerpo de Cristo. Así lo afirma el Señor, de manera equivalente, cuando dice: Estos son mi madre y mis hermanos. ¿Cómo seréis madre de Cristo? El que escucha y el que hace la voluntad de mi Padre celestial es mi hermano y mi hermana y mi madre. Podemos entender lo que significa aquí el calificativo que nos da Cristo de «hermanos» y «hermanas»: la herencia celestial es única, y, por tanto, Cristo, que siendo único no quiso estar solo, quiso que fuéramos herederos del Padre y coherederos suyos.

RESPONSORIO Is 61, 10; Lc 1, 46-47

R. Desbordo de gozo en el Señor, y me alegro con mi Dios: * porque me ha vestido un traje de gala, como a una novia que se adorna con sus joyas.
V. Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador.
R. Porque me ha vestido un traje de gala, como a una novia que se adorna con sus joyas.

ORACIÓN.

Señor, Dios nuestro, al celebrar esta festividad de la Santísima Virgen María, te pedimos, por su intercesión, nos concedas también a nosotros participar de la plenitud de tu gracia. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

martes, 20 de noviembre de 2018

Discurso del Presidente de la Conferencia Episcopal


Seminaristas mártires, pronto beatificados. Por Agustín Hevia Ballina

La noticia de la COPE me llegó inesperada, como de sorpresa. En LNE la vi plasmada después: “Nueve seminaristas asesinados en Asturias, reconocidos como mártires”. Al punto me vino a la memoria el día en que, en la capilla mayor del Seminario, hace ya más de veinte años, el arzobispo don Gabino Díaz Merchán declaraba abierto el proceso de canonización para establecer si nueve seminaristas del Seminario de Oviedo, asesinados seis de ellos en la Cuesta de Santo Domingo, casi a las puertas del Seminario, y otros tres en diferentes circunstancias de la Guerra Civil, si podían ser considerados mártires, con lo que se iniciaba un proceso, que pedimos a Dios aboque, a la ansiada Beatificación y, Dios así lo quiera, a su Canonización. Recuerdo que, en un movimiento de primaria espontaneidad, escribí un artículo, que publicó "La Voz de Asturias", que titulé: “Gracias, don Gabino”, al que siguió otro, glosando la famosa frase de Tertuliano: “La sangre de los Mártires es semilla de Cristianos”.

Aquel momento quedaba marcado por la gran esperanza que suscitaba la constitución del Tribunal Diocesano. Hoy la palabra de la Suprema Autoridad de la Iglesia, en labios del Papa Francisco, acaba de abrirnos el alma a una esperanza de cercana declaración como beatos. Si, en todo momento, desde su elección como Romano Pontífice, Vicario de Cristo en la tierra, fomento en lo hondo de mi espíritu, el mayor cariño hacia el Sucesor de San Pedro, puedo asegurar que el amor y cariño hacia el Papa, lo siento más acendrado aún y tendría que expresar, como lo hice a don Gabino: “gracias mil y miles de miles de veces, queridísimo Papa Francisco”, por esa declaración tan solemne que nos avala que nuestros seminaristas son realmente mártires.

Me quedo extasiado contemplando el titular de la noticia, se me saltan de gozo las lágrimas viendo esas nueve siluetas de jóvenes que han alcanzado la meta de la santidad, a la que estamos llamados todos los cristianos, en la plenitud de su juventud, en el marco de una preparación, para ser ministros del Maestro, Cristo Jesús. Traslado mi imaginación al momento en que nos sea dado vivir con la emoción más profunda la ceremonia de su beatificación en la catedral ovetense.

El binomio que constituye la noticia me está como golpeando las sienes. Fijaros en el contrabalanceo tan grato: “nueve seminaristas asesinados” constituye el primer miembro de esa ecuación, en manifiesta expresión de igualdad, que se complementa con la segunda parte: “reconocidos como mártires”. Uno, desde las limitaciones y defectos de su vida de cristiano y de sacerdote de Cristo, no puede menos de revivir la mística martirial de que se ha ido imbuyendo en sus lecturas de “La era de los mártires” y, sobre todo, de sus meditaciones seminarísticas sobre los textos de San Ignacio de Antioquía, de San Policarpo de Esmirna o de San Cipriano de Cartago.

Nuestra amadísima diócesis ha sido ya gratificada con la canonización del Protomártir asturiano, Fray Melchor García Sampedro, de la Orden de Predicadores, sacrificado en el Tonking, con el más horrible de los martirios. Fue nuestro referente de santidad durante los años del Seminario y leíamos, inmersos en profundo afán de imitación, la biografía escrita por don José Sarri, que teníamos en nuestra humilde librería todos los seminaristas. Recientemente, nuestra Diócesis ha vivido también momentos de la mayor emoción con la beatificación en nuestra Catedral de los “martires de Nembra”, con su párroco don Jenaro a la cabeza.

Antes de adentrarnos en la capilla de los Filósofos o durante los tiempos de la recreación contemplábamos con devoción, cariño y simpatía el modesto cuadro de los “Seminaristas Mártires”, que habían entregado su vida asesinados casi a las puertas del Seminario de Santo Domingo, siete seminaristas, que habían derramado su sangre por mantener firme su fe en Cristo. Leíamos en la “Revista Eclesiástica” del año 1935 sus biografías y ya el autor de aquel artículo defendía que concurrían en cada uno los requisitos que exige la Teología, para que fueran considerados mártires, cosa que ha venido a ratificar el Papa Francisco. Esas vidas colmadas las leíamos también los seminaristas, hechas más asequibles, más tarde, por don Antonio Viñayo en su historia del Seminario de Oviedo, en sus primeros cien años.

Aquella fotografía de siete jóvenes, muertos por Cristo su Señor, en la flor de sus años ofrecía un paradigma y ejemplo martirial para los jóvenes seminaristas. Muertos entre los 19 y 25 años, con una opción firme por el sacerdocio de Cristo. Todavía en la primera hora de aquel 7 de octubre habían asistido a clase de Prima con el Secretario de Estudios, don Aurelio Gago, que les había dirigido palabras confortadoras de aliento al martirio, si el Señor les llamaba, martirio que también él consumaría en el mercado de San Lázaro, con don Juan Puertes Ramón, el provisor del Obispado y el padre Paúl Vicente Pastor, Allí, en la Cuesta de Santo Domingo, tirados en la cuneta, un grupo de predilección de siete seminaristas daba su vida en martirial testimonio y quedaban constituidos en las primicias de un martirio de 182 sacerdotes y religiosos, martirio que constituye una deuda que, en modo alguno, no debemos olvidar.

Era como si hubiera sonado y resonado en sus oídos la palabra perentoria de Cristo, su Señor: “Tú, Ángel Cuartas, de Lastres; tú, Jesús Prieto, de La Roda; tú, José María Fernández, de Muñón Cimero; tú, Mariano Suárez, de El Entrego; tú, Gonzalo Zurro Fanjul, de Avilés; tú, Juan José Castañón, de Moreda, vosotros todos, los de la primera hora, venid y seguidme, vais a ser mis testigos, que se equivale a “mis Mártires”. Y después, en diferentes momentos y circunstancias, resonaría también la voz compulsiva de la llamada: “Tú, Manuel Olay, de Noreña; tú, Sixto Alonso, de Luanco; tú, Luis Prado, de San Martín de Laspra, vosotros también, venid y seguidme”. En las pilas bautismales de vuestras parroquias habéis iniciado la respuesta a la llamada, como hijos de Dios y de la Iglesia, como seguidores del Evangelio. La corona de gloria que no se marchita la ibais a recibir en el golpe de gracia de la consumación de vuestro martirio, con un tiro en la nuca. Vuestro sacerdocio que anhelabais no lo conseguiréis ya en la tierra. El turbión de la tempestad, como la mies para la cosecha, os lo ha segado de cuajo, pero recibiréis el premio en la gloria del cielo. ¡Mártires de Cristo! ¡Héroes de la fe! Ante vuestra sangre, ¡estamos en pie!

lunes, 19 de noviembre de 2018

De corazón


Mons. Reig Pla: «De nuevo en España vuelve a hacer su presencia el odio a la fe»













MI SUERTE ESTÁ EN TU MANO (Sal 15)

Homilía de Mons. Juan Antonio Reig Pla, Obispo de Alcalá de Henares, en el LXXXII Aniversario de los mártires de Paracuellos.18 de noviembre de 2018

Acabamos de escuchar de labios del Salmista una de las expresiones más consoladoras de la Sagrada Escritura: «El Señor es el lote de mi heredad y mi copa, mi suerte está en su mano» (Sal 15). Estas palabras se cumplen en todos los mártires que están enterrados en este cementerio que hemos convenido en llamar la Catedral de los mártires del siglo XX en España. Quienes los arrastraron descalzos y atados de dos en dos, quienes los fusilaron en este arroyo de San José de Paracuellos de Jarama pensaban que los entregaban definitivamente al exterminio. Sin embargo, del mismo modo que José, vendido por sus hermanos y colocado en el abismo de una fosa, fue la salvación para su pueblo (Gen 37, ss), hoy este lugar santo se levanta como una bandera tejida de amor a Dios que alimenta la fe de nuestro pueblo. Se quería convertir este paraje del arroyo de San José en un lugar de muerte y, sin embargo, ahora lo vemos convertido en un vergel regado por la sangre de los inocentes mártires que, unida a la sangre del Cordero, se extiende en sus siete fosas como los brazos de un candelabro que alumbra el caminar de España y fortalece la fe de nuestro pueblo.

Las cruces blancas de este jardín hermoso están inhiestas, anunciando la victoria sobre el odio y sobre la muerte. Son las cruces del amor, las cruces del perdón que nos recuerdan donde hemos sido amados y de donde ha brotado la victoria definitiva de la resurrección y la vida.

Nuestros hermanos beatos, y cuantos los acompañan en este cementerio, sabían bien, como San Pablo, de quien se habían fiado (2 Tim 1, 1) y, habiendo buscado su refugio en Dios, tenían muy presentes las palabras del Salmo: «no me abandonarás en la región de los muertos ni dejarás a tu fiel ver la corrupción» (Sal 15).

Nuestros hermanos mártires ya conocieron los tiempos difíciles de los que habla el texto del profeta Daniel que hemos proclamado (Dan 12, 1-3). Eran tiempos en los que el odio a la fe quería destruir el alma católica de nuestro pueblo y con ello cometer la peor de las injusticias: encerrarnos en los muros estrechos de este mundo y privarnos de la justicia del cielo y de la gloria de los bienaventurados. Pero los mártires, reconociéndose como hijos de Dios desde el bautismo, sabían bien que habían sido inscritos en el libro de la vida para que, con la ayuda de la gracia redentora de Cristo, un día pudieran gozar de la dicha del cielo. Ellos «no amaron tanto su vida que temieran la muerte» (Ap. 12, 11), por eso su testimonio de fidelidad es el mejor legado que hemos recibido y nos alientan en nuestro peregrinar como pueblo santo de Dios.

Los beatos mártires - sacerdotes, religiosos y fieles laicos – supieron confiarse al juicio de Dios, convencidos de que «los que duermen en el polvo de la tierra despertarán: unos para la vida eterna, y otros para la vergüenza e ignominia perpetua» (Dan 12, 2). Su muerte no ha sido un fracaso. Todo lo contrario. Su muerte, perdonando y gritando - algunos llevando el rosario en la mano - ¡Viva España! ¡Viva Cristo Rey!, hoy nos permite reconocerlos por el juicio de la Iglesia como «sabios que brillan como el fulgor del firmamento … o como las estrellas por toda la eternidad» (Dan 12, 3). De ellos aprendemos que en la historia la última palabra no la tiene la injusticia. Existe el juicio de Dios y creemos firmemente en la resurrección de la carne porque nuestro cuerpo es, como el de Jesucristo, un cuerpo para la gloria. Él, como nos recordaba la Carta a los Hebreos, ya ha entrado en el Santuario del cielo y con su humanidad está sentado a la derecha del Padre e intercede por nosotros. Su único sacrificio por el perdón de los pecados es la raíz de nuestra esperanza. Él es en verdad quien ha enseñado a los mártires el sendero de la vida y quien les regala el gozo en su presencia y la alegría perpetua a su derecha (Cf. Sal 15).

También a nosotros nos ha tocado vivir en estos momentos «tiempos difíciles». De nuevo en España vuelve a hacer su presencia el odio a la fe, la indiferencia religiosa y la persecución que pretende desterrar de nuevo la cruz y las huellas de tantos santos que han llenado de vigor el alma católica de nuestro pueblo. De nuevo, inspirándose en una cultura de muerte, se pretende hacer olvidar la soberanía amorosa de Dios Creador y Redentor, para afirmar la absoluta soberanía del hombre rompiendo sus vínculos con el propio cuerpo, con la familia, con la tradición y con Dios. Con esta cultura, que exalta al individuo y promueve una libertad perversa desvinculada de la verdad, se está generando un pensamiento único y totalitario que cristaliza en leyes inicuas que permiten la muerte de los inocentes en el inicio de la vida o en su etapa final y que destruyen la grandeza del matrimonio o el bien social de la familia.

En este mundo, en el que la palabra y el honor están perdiendo su significado, nosotros, como los mártires, hemos de confiar en Dios y hemos de sembrar nuestra tierra de la belleza de la fe y de la alegría de nuestra comunión con Dios y con los hermanos en la Iglesia. Como los testigos de la fe, cuyos cuerpos descansan en este Camposanto, somos conscientes de que con la humanidad de Jesucristo, el Verbo encarnado, la eternidad ha entrado en el tiempo. Por eso el cristianismo anuncia una novedad absoluta. No estamos solos. El Señor nos acompaña. Es más, estamos unidos a Él por el bautismo y, resucitado y glorioso, se hace presente en la Eucaristía que nos regala el cielo en la tierra. Esta misma celebración, en memoria de los mártires, no solo nos recuerda que somos para la eternidad, sino que nos regala la misma eternidad en el tiempo como pregustación de la gloria y del mismo cielo.

Con tan buen equipaje no hemos de temer desgastar nuestra vida en la evangelización y en el afán de devolver a nuestro pueblo el alma católica que nos ha caracterizado y ha hecho de nosotros un pueblo misionero. Hoy, cuando celebramos la Jornada Mundial de los Pobres a la que nos invita el Papa Francisco, es bueno recordar que no hay peor pobreza que la falta de Dios y que nuestra mejor limosna, junto con el cuidado de los más necesitados, es ofrecerles de manera humilde el testimonio de nuestra fe y la acogida como hermanos en la comunidad cristiana.

Es posible que algunos, en el contexto de la noche cultural y el olvido de Dios que estamos viviendo, se pregunten: pero ¿podremos resistir? Los mártires, y los ya beatificados, nos dan la respuesta. Ellos nos ponen de manifiesto que la victoria de Cristo, la victoria de la cruz, se extiende en el tiempo con los mártires y nos puede alcanzar a nosotros. Unidos a ellos también podemos decir con el Salmista: «Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré» (Sal 15). Fortalecidos por la gracia, con la alegría que promueve en nosotros el amor de Dios, hemos de sentirnos todos misioneros llevando en nuestros labios el anuncio del Evangelio y promoviendo el bien en todos los ámbitos de nuestra vida personal, familiar y social. La respuesta que espera la situación que vivimos en España es la santidad. Para ello, como hicieron los mártires, hemos de confiarnos al juicio de Dios, siempre dispuestos a abrazar la verdad como auténtico camino para la paz y la reconciliación.

Con la resurrección de Jesucristo, queridos hermanos, la muerte ya no tiene poder. Su victoria es nuestra victoria. Por eso el anuncio de la venida del Hijo del hombre «sobre las nubes con gran poder y gloria» (Mc 13, 26) nos llena de esperanza porque como dice el mismo evangelio, Él «enviará a los ángeles y reunirá a los elegidos de los cuatro vientos, desde el extremo de la tierra hasta el extremo del cielo» (Mc 13, 27).

Con todos los mártires beatos abrimos nuestro corazón a Dios y elevamos nuestras súplicas para que nos cuente entre sus elegidos. Como nos advierte el Señor, queremos aprender de la higuera que cuando sus ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabemos que el verano está cerca. Del mismo modo, asistidos por el Espíritu Santo, queremos detectar en nuestro mundo los signos que nos hablan de Dios y nos invitan a secundar los caminos que Él quiere abrir en nuestra historia. Nos anima la fe en Cristo y la confianza en sus palabras cuando nos dice: «el cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán» (Mc 13, 31).

Una vez más, la celebración de esta Eucaristía en este cementerio de los mártires de Paracuellos de Jarama es una invitación a dar gracias a Dios por su testimonio. Inmersos en una nueva guerra cultural propiciada por el laicismo y la increencia, nuestro trabajo, en comunión con la Hermandad de Nuestra Señora de los mártires de Paracuellos y con todas las órdenes y congregaciones religiosas cuyos mártires reposan aquí, está encaminado a transformar este Camposanto en un referente de amor a Dios y a España. Para todos, y en especial para los jóvenes, hemos de ofrecerlo como un lugar donde han florecido la fe y las demás virtudes cristianas. Este cementerio es un verdadero jardín donde reposan ya ciento cuarenta y tres beatos (63 religiosos Agustinos, 22 Hospitalarios de San Juan de Dios, 13 Dominicos, 6 Salesianos, 15 Misioneros Oblatos, 3 Hermanos Maristas, 1 sacerdote de la Orden de San Jerónimo, 1 Capuchino, 1 religioso de la Orden del Carmen, 9 Hermanos de las Escuelas Cristianas (La Salle) y 9 miembros de la Familia Vicenciana). Todos ellos, unidos a muchos de los que fueron sacrificados aquí, pusieron de manifiesto el poder del perdón y la llamada a la reconciliación.

Tan solo los santos, en efecto, son la respuesta a este momento que vivimos en España. Como los mártires que confiaron en Dios, nosotros deseamos poner en manos de Cristo nuestras vidas, nuestras familias y la totalidad de nuestro pueblo, convencidos de que con Dios lo tenemos todo y, sin Dios, no tenemos nada.

Una vez más al concluir la Eucaristía, expondremos al Santísimo y en procesión iremos a bendecir las fosas y a rezar por nuestros hermanos enterrados, por sus familiares y por la paz de nuestro pueblo.

Que la Virgen María, Reina de los mártires, interceda por todos nosotros y nos conceda ser un pueblo fiel a Cristo y que España pueda siempre caminar por las sendas de la justicia y de la paz. Que la Virgen María, como Madre amorosa y Puerta del cielo, presente ante su Hijo Jesucristo nuestras oraciones por todos los fieles difuntos que aguardan la resurrección en este cementerio de Paracuellos. Que ella nos ayude a mantener a España unida como una familia, familia que se honra en la memoria de nuestros hermanos mártires que se mantuvieron fieles hasta el final. Amén.

domingo, 18 de noviembre de 2018

Evangelio Domingo XXXIII del Tiempo Ordinario

Lectura del santo evangelio según san Marcos (13,24-32):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

Palabra del Señor

sábado, 17 de noviembre de 2018

TIEMPO DE SALVACIÓN, NO DE CONDENACIÓN. Por José María Martín OSA

Actuar por amor, no por temor. Nos acercamos al final del Año Litúrgico y las lecturas nos hablan del final de los tiempos en un lenguaje típico de la literatura apocalíptica. En otros tiempos este estilo propio de los tiempos finales era aprovechado para recordar que podría llegar en cualquier momento el fin del mundo, para el cual teníamos que estar preparados y evitar así el castigo eterno. En efecto, aparentemente las palabras que escuchamos son terribles: "tiempos difíciles", "ignominia perpetua", "gran angustia", "el sol se hará tinieblas", "las estrellas caerán del cielo"... El juicio final sería el "Dies irae, día terrible, día de calamidades y miseria, cuando Dios venga a juzgar al mundo con el fuego". Todo esto contradice, aparentemente, el mensaje de salvación que Jesucristo ofrece y choca diametralmente con el concepto de Dios-Padre misericordioso. Esta amenaza de no "saber ni el día ni la hora" pretendía provocar el buen comportamiento para evitar el castigo final y eterno, pero ignoraba el lenguaje metafórico de este tipo de literatura, presente ya en algunos libros del Antiguo Testamento. Sabemos, sin embargo, que no hay que actuar por temor, sino por amor a Dios. Si creemos que la gente va a ser más buena por temor al castigo, apañados estamos.

Salvación, no castigo. ¿Es éste el Dios de Jesús? Seguro que no.... Una vez más no hemos dejado a Dios ser Dios. Hemos manipulado su imagen y su mensaje. Y lo peor es que hay personas que lo siguen haciendo. Siguen predicando la inminencia de "un aviso" y de un juicio terrible con un castigo inmisericorde. ¡Basta ya, acabemos de una vez con una religión que no ofrece salvación, sino castigo, con una religión mágica y utilitaria que nos ofrece una consolación facilona! ¿Cómo es posible que sigan apareciendo por nuestras parroquias papeles en los que se dice que rezando una oración a Judas Tadeo y haciendo 81 copias vas a conseguir que te toque la lotería y evitar una enfermedad terrible? ¿Cómo puede haber tanto infantilismo y falta de formación en muchos que se profesan creyentes en Jesucristo?

Juicio para la salvación. El Evangelio nos dice que estemos atentos a la higuera, es decir a los signos de los tiempos, de los que hablaba el concilio Vaticano II. El Hijo del Hombre, figura que aparece en el profeta Daniel y habla de aquél que vendrá sobre las nubes del cielo, reunirá a los elegidos de los cuatro vientos. Por tanto, vendrá a salvar y no a condenar. El juicio será para la salvación no para la condenación. En los evangelios Jesús se atribuye a sí mismo este título mesiánico. Lo dice bien claro la Carta a los Hebreos cuando habla de la ofrenda de su propia vida, que Cristo ofreció por nuestros pecados de una vez para siempre. Desde entonces introdujo el perdón de los pecados, como regalo perpetuo que Dios nos hace. Los sabios según Dios y aquellos que enseñaron y practicaron la justicia brillarán por toda la eternidad.

Dios está a favor nuestro. La Palabra de Dios de este domingo nos hace una llamada a reavivar nuestra confianza en Dios y nuestra responsabilidad en hacer de éste el mejor de los mundos posibles. Una vez más constatamos que Dios está a favor nuestro, que cuenta con nosotros para construir el Reino de Dios ya desde ahora. El futuro que nos aguarda no es terrible, sino gratificante y feliz.

Pronto el estreno


viernes, 16 de noviembre de 2018

Si no llegamos a lo fundamental, perdemos el tiempo. Por Jorge González Guadalix

(De profesión Cura) Es como si una invisible barrera nos impidiera llegar al fondo de la cuestión. Constantemente leo y escucho lo que deben ser las prioridades de la Iglesia en esta hora del mundo. Unas veces que si el agua, otras que los pueblos amazónicos, por supuesto los pobres, las mujeres que sufren violencia, los emigrantes, los jóvenes, la gravísima cuestión de los abusos, el mundo homosexual, la violencia, el entendimiento con otras religiones.

Me van a permitir que a todas estas cosas me refiera con el nombre de chapuzas y complejos. Uno que es así.

Es como sí un médico, al llegar a un enfermo, nos dice que tiene fiebre, escalofríos, problemas intestinales, confusión mental y taquicardia. Perfecto, eminentísimo doctor en medicina. Pero habrá una causa… porque de lo contrario nos iremos limitando a poner alivio a los síntomas, pero todo será inútil si no somos capaces de atacar a la raíz del problema, sea infección, accidente, tumor o descompensación metabólica.

En la Iglesia hace mucho tiempo que nos hemos convertido en especialistas de síntomas ajenos. A la que te descuidas te sueltan una catequesis o similar, perdón por el nombre, sobre el calentamiento global, la desaparición de los pueblos amazónicos, la degradación de los arrecifes coralinos, el agujero de ozono y la contaminación de los vehículos diésel. Otra catequesis, más humana, pondrá sobre la mesa la realidad de la pobreza, la inmigración, la violencia, la guerra, el tráfico de drogas o de órganos. Incluso hasta somos capaces de hablar de la catequesis, de niños y jóvenes, de la crisis de las familias cristianas. Vale. Pero todo esto no son más que síntomas.

La raíz de todos nuestros problemas está en la ausencia de Dios y el olvido de Jesucristo. Nos hemos alejado de Cristo, ha entrado el pecado en nuestro corazón y desde ese momento no pensamos ya más que en nuestra conveniencia sea a costa de los arrecifes, los indígenas, los inmigrantes o la manipulación de la catequesis para que no nos complique la vida.

No sirve de nada, o de muy poco, clamar contra los violentos y bárbaros de este mundo (especialmente Trump, que los de la cuerda de Maduro son otra cosa), y poner de manifiesto las injusticias de una sociedad de la que todos forman parte menos uno mismo. Lo más que se saca en limpio es un arreglillo de momento, un mea culpa muy temporal, alguna subvención y un compromiso siempre incompleto de cuidado del medio ambiente.

La única forma de solucionar de una vez por todas el mal de este mundo, está inventada y se llama conversión a Jesucristo. La raíz de todos los males está en el pecado original y sus consecuencias para toda la humanidad. Por un hombre, Adán, entró el pecado en el mundo. La única solución, volverse a Cristo, convertirse a Él, y comprender, de una vez, que lo que nos jugamos con nuestra forma egoísta de vivir es mucho más que el planeta, nos jugamos la vida eterna.

Por eso me atrevo a decir que nos es urgente volver al núcleo de la predicación, que no es otra cosa que predicar a Cristo, y este crucificado por nosotros. Lo demás no dejan de ser ejemplitos de lo que sucede cuando el hombre abandona a su Señor para vivir solo para sí mismo.

Una persona que se encuentra con Cristo, le entrega su vida y se convierte de corazón es el único remedio ante el mal de este mundo. Y esto hay que proclamarlo por activa y por pasiva, en la iglesia y en la ONU, en la última ermita y en el mayor de los parlamentos. ¿Queremos paz y justicia? Volvamos a Cristo. No hay otra.

Es que hay gente que no cree. Sí. Por eso se predica. Para que crean, se conviertan y se entreguen a su Dios. No para que los corales se reproduzcan sin plásticos.

Orar con el Salmo del Día















Sal 118,1.2.10.11.17.18

R/. Dichoso el que camina en la voluntad del Señor

Dichoso el que, con vida intachable,
camina en la voluntad del Señor.

Dichoso el que, guardando sus preceptos,
lo busca de todo corazón.

Te busco de todo corazón,
no consientas que me desvíe de tus mandamientos.

En mi corazón escondo tus consignas,
así no pecaré contra ti.

Haz bien a tu siervo: viviré
y cumpliré tus palabras.

Ábreme los ojos, y contemplaré
las maravillas de tu voluntad.

jueves, 15 de noviembre de 2018

Mariano, el seminarista sotrondín. Por Rodrigo Huerta Migoya

 De Sotrondio, pero entre El Entrego y Priandi                                                                                                                                                                       Mariano, nació en el barrio de Valdevilla de Sotrondio, el 12 de octubre de 1910. Parece que aunque vivían sus padres en El Entrego, sería finalmente aquí donde habría dado a luz su madre y por lo cual fue bautizado en la Iglesia de San Martín de Tours. Recibió las aguas del bautismo de manos del sacerdote D. Julio García Argüelles, con el nombre de ''Mariano Sergio Suárez Fernández-Cocañín''.  Su nacimiento en Sotrondio está registrado en la página 198, tomo 54, sección 1ª del Registro Civil. Y su partida de bautismo consta en el libro XII, folio 55 de la citada Parroquia. Toda su familia era de la cuenca del Nalón; su padre, Ángel, y su abuelo paterno Cosme, eran nacidos en Sotrondio mientras que la abuela paterna, Serafina, era natural de Blimea; Su madre, Germana, y sus abuelos maternos Maximino y Josefa, eran oriundos de San Andrés de Linares-El Entrego. 

Gracias a la información que me ha facilitado la Parroquia de El Entrego, puedo situar la casa familiar del Mártir Mariano donde hoy se encuentra la ferretería ''Casal'', en la Calle Jaime Escandón, de esta localidad. Mariano también ejerció como padrino de bautismo de su primo Sergio Suárez Fernández-Cocañín. Su segundo hermano, Juan Ramón, nació y murió en El Entrego (21/09/1912 - 03/09/1962). Su hermana pequeña, Ángeles, nació en Priandi (Nava) en 1921. Fue una mujer muy religiosa; a pesar de sufrir cojera, trabajó con modélica dedicación en su parroquia El Entrego como catequista, colaboradora del ropero, limpiando y planchando los ornamentos sagrados, etc. Era Coadjutor también de dicha el Rvdo. D. Felipe Fernández González, el cual vivió en casa de Ángeles, y al ser destinado a San Juan Bautista de La Corredoria le propuso a Ángeles acompañarle para seguir asistiéndole. Al morir éste en La Corredoria, Ángeles ingresó en una residencia de ancianos de la capital, donde falleció el 25 de Septiembre de 1995.

La familia tenía alguna pequeña propiedad en el Concejo de Nava, por ello con frecuencia iban a Priandi; era la continua escapada de la familia del entorno industrial al puro ambiente rural. La distancia entre El Entrego y Priandi no era muy significativa; sin embargo, como toda comunicación en aquellos años se hacía tan compleja que en ocasiones el mayor atajo era ir a propio pié, a caballo o tratar de tomar el tren a pesar de sus transbordos y cambios de vía. A Mariano le gustaba mucho ir a Priandi y perderse por en sus verdes parajes que, junto a su hermano, bien conocían: Buyosa, Campanal, Pozocorderu, Gamonedo, Basoreu, Gradatila, Traveseu, el Caspio, Carbajal, Roiles... 

No era una familia muy grande ni llamativa: una madre hacendosa y de su casa, un esposo bueno, obrero y a la vez buenísimo cristiano, y tres hijos de los cuales los dos varones se llevaban bastantes años, junto a la pequeña del hogar que sería siempre "la reina de la casa", no sólo por sus limitaciones físicas de movilidad (sufría una cojera incorregible) sino por su forma de ser, agradecida de cada pequeña atención que familiares y vecinos le prestaban. Los dos hermanos mayores eran muy protectores de su hermana pero el que más se volcaba con la pequeña Ángeles era sin duda Mariano, el cual dedicó siempre más tiempo a sacarla de casa a pasear, contarle historias, jugar con ella o enseñarle el catecismo... Se vislumbraba en él amor, pues si de algo tenía fama Mariano era de ser muy serio, cumplidor y recto en todo momento y circunstancia. Desde fuera podía parecer persona inaccesible, introvertida, de esas que jamás aceptan una ironía, pero tampoco esta definición es fiel a la verdad pues al tiempo tenía un espíritu alegre, aunque le gustaba pasar desapercibido.

Es importante apreciar en este joven una clarísima evolución y camino de perfección. Aquel niño que junto a su hermano fue uno de los monaguillos "pillos" de Don Sabino -venerable cura que fuera de Santo Tomás de Priandi- se volvió un joven ejemplarmente piadoso. Tanto a Mariano como a su hermano José Ramón no les era ajena la vida de Iglesia, y aún bien niños, se fueron a estudiar en Oviedo en el Colegio de los Hermanos Maristas, llamado por aquellas fechas Academia Políglota del Sagrado Corazón y ubicado en la Calle Santa Susana. Un año antes del martirio de Mariano el Centro cambiaría su nombre por el de "Colegio Auseva", como aún se conoce, aunque actualmente tiene su sede en San Pedro de los Arcos, donde se trasladó a mediados de los ochenta.

Iglesia de Nava y retrato de D. Avelino López

La primera vocación de Don Avelino 

En todas las reseñas que se han escrito y divulgado en menor o mayor medida a lo largo de los últimos setenta años sobre los seminaristas mártires, si hay algo que siempre eché en falta en la biografía del seminarista que hoy nos ocupa, fue la figura del sacerdote que en realidad eclipsó su infancia y despertó en él su vocación. Únicamente Don Silverio Cerra menciona brevísimamente que junto al cura de Priandi, tendría mucha importancia en su vocación el entonces coadjutor de Nava Don Avelino, pero nada más nos dice al respecto. Me detengo por tanto en este dato que no me parece baladí sino vital para entender ya no sólo la historia personal de Mariano, sino su vida de constante conversión y perfeccionamiento en el seguimiento del Nazareno, y que se completó con la aceptación del martirio.

Priandi es una parroquia pequeña del concejo naveto, pero ya metida contra el territorio de Bimenes con el que limita. Hasta el año 1995 Nava era arciprestazgo propio, formado por las parroquias de Priandi, Tresali, Cuenya, el Remediu, Ceceda, y siendo la cabecera la Villa de Nava. Esta misma realidad la habría conocido Mariano. Un arciprestazgo pequeño pero muy comunicado y unido que nucleaba en la capital del municipio, donde además de reunirse las gentes de la comarca el día de mercado, aprovechaban para acercarse a la Iglesia de San Bartolomé a confesar, participar de la eucaristía del día y así regresar a casa con todos los recados -humanos y divinos- realizados. 

Así conoció aquel chiquillo de El Entrego a un jovencísimo sacerdote que se estrenaba en San Bartolomé de Nava como Coadjutor, tras haber recibido la ordenación sacerdotal en la solemnidad de la Natividad de San Juan Bautista, en 1924. Don Avelino López, siempre irradió lo que era; esto es, su pertenencia a Cristo. Su querer ser sacerdote según el modelo del Buen Pastor le hizo vivir siempre su ministerio con coherencia y ejemplaridad. 

Aunque los coadjutores siempre pasan a la historia en segundo plano, siendo los nombres de los párrocos los mayormente recordados, el nombre de Don Avelino no pasó de largo por Nava. Dicen que era un imán para la juventud, y parece que Mariano sería uno de los encandilados por aquel sacerdote delgadito, sencillo y piadoso que cuando hablaba trasmitía la urgencia de conocer y dar a conocer el tesoro escondido en el campo que el verdadero cristiano descubre deshaciéndose del resto. Recuerdan que este buen cura por allá por dónde pasó: Oviedo, Mieres, Salamanca o Cáceres, despertó no sólo numerosas vocaciones sacerdotales, sino también religiosas y de laicos comprometidos que a menudo acudían a sus predicaciones buscando saciar esa sed de Dios que Don Avelino sabía ofrecer. Finalmente, sin duda y bajo inspiración directa del Espíritu Santo fundará los Institutos Seculares "Acies Christi" y "Hermandad de Operarias Evangélicas". Ciertamente fueron muchísimas las vocaciones nacidas a su sombra, pero dicen que Mariano Suárez fue su primera vocación. 

Parece que muchos seminaristas llegarían a conocer a Don Avelino, pues pronto sería trasladado a Oviedo donde trabajará en la Curia además de atender la capellanía de las Agustinas Recoletas, Director del Apostolado de la Oración y reconocido confesor que colaboró en diversas parroquias de la capital asturiana. Llegaría a ser el responsable del templo del Cristo de las Cadenas cuando este era tan sólo Santuario y aún no había sido creada la Parroquia. Don Avelino será también uno de los sacerdotes que más sufriera los acontecimientos de Octubre de 1934 no sólo por verse obligado a huir vestido de paisano sin su querida sotana haciéndose pasar por representante de pianolas, sino por el martirio de los seminaristas que le marcaría profundamente en su vida. 

En aquel primer grupo de jóvenes asesinados por odio a la fe, no sólo estaba su recordado Mariano cuya vocación había visto crecer y había acompañado tan cerca, sino que perdería también a su querido Gonzalo Zurro, su seminarista y feligrés. Don Avelino había dejado Oviedo en 1930 para hacerse cargo de la Parroquia de Santa María de Figaredo (Mieres) y allí se encontró al joven Gonzalo que llevaba ya siete años en el seminario. Un año después el apreciado sacerdote renuncia a su cargo en la Parroquia de Mieres aceptando la invitación de Monseñor Barbado Viejo O. P., Obispo de Coria, para ir a colaborar con él. Don Avelino y Don Francisco eran ambos asturianos y nacidos en dos aldeas del mismo nombre, ''La Cortina'', aunque el obispo era de Telledo-Lena y el sacerdote de Trevías-Valdés. Eran muy amigos ya de los años del noviciado dominico en Almagro, aunque el valdesano tuvo que dejar la Orden por graves problemas estomacales. 

Don Avelino se morirá en Salamanca sin olvidar su querida Asturias (a la que trasladaron sus restos) y sin quitar de su cabeza a los jóvenes seminaristas mártires a los que sin duda se encomendaría tantas veces. A día de hoy, fieles de diversos lugares del mundo hablan ya de la santidad de Don Avelino, por lo que no sería de extrañar que pronto veamos su causa de su beatificación incoada.



Dos hermanos inseparables parten para Valdediós

La posición del padre, que era "capataz", les permitió ya muy pronto una mejor preparación. Junto a los hijos del Padre Champagnat estos dos jóvenes descubren también las enseñanzas de la vida de este gran sacerdote francés, cuya biografía quedará ya siempre abierta en sus vidas. De vacaciones en Priandi, Don Sabino sigue presentándole a Mariano la opción del seminario; él, de entrada, no lo veía de ninguna forma, aunque al final planteó la posibilidad de ir junto con su hermano. 

Así parten para el Seminario de la Inmaculada de Valdediós los dos jóvenes de El Entrego. Iban con dudas y reservas, a probar y sin estar seguros del acierto en la opción. Las primeras impresiones de aquel destartalado, frío y triste edificio no les causó buena impresión; ya el primer día planearon el darse a la fuga retornando a pie hasta Priandi con una distancia de más de 25 kilómetros. Pero como recordó siempre su hermano, el discurso inaugural de D. Amador Juesas no sólo les cambió de opinión sino que hicieron suyo el "coger el arado y no mirar atrás" que el prefecto había citado en su alocución. No dejó de ser la palabra oportuna en el momento preciso, tan parecido a aquel interrogante que Ignacio de Loyola lanzara a su amigo Francisco de Javier: ''¿de que te sirve ganar el mundo si al final pierdes tu alma?''. Los hermanos Suárez ya nunca olvidarían aquella lección.

Don Amador Juesas Latorre, fue un sacerdote de gran prestigio a nivel de toda la diócesis; erudito intelectual, brillante predicador y admirado profesor. En aquellos comienzos del siglo XX fue un sacerdote muy involucrado en cuestiones políticas, llegando incluso a presentarse a las elecciones a Cortes Constituyentes en Junio de 1931 donde obtuvo 474 votos dentro de la llamada candidatura católica. A la muerte de Alfonso XIII, fue el encargado de predicar una solemne oración fúnebre que la Parroquia de San Pedro de Grado organizó en agradecimiento a la deferencia del monarca con la villa moscona y a petición del entonces Marqués de Vega de Anzo.

Aquel discurso introductorio sobre el citado pasaje del capítulo 9 de San Lucas, no sólo "tocaría" a Mariano sino también a su hermano, que al poco no "abandonó" el seminario sino que su delicada salud le obligó a volver a casa por graves problemas respitaratorios que le impedían llevar vida normal y que le exigíeron otra más sosegada, acorde a su estado. Ambos sintieron mucho aquella separación, pero cada cuál siguió mirando hacia adelante; Juan Ramón aceptando las nuevas pruebas que el Señor ponía en su camino y Mariano cumpliendo como hasta entonces en su labor de seminarista trabajador, honesto y serio.

Iglesia de San Martín del Rey Aurelio donde fue bautizado Mariano

Números y "lenguas", sus primeros ofrecimientos

Nuestro protagonista era un enamorado de la filosofía y las humanidades, pero las "lenguas" junto con los números fueron uno de sus caballos de batalla. Se le daban fatal el latín y el griego, sin embargo, nadie lo diría pues conseguía sacar hasta alguna buena nota en ellas. ¿Entonces?, ¿Cómo si se le daban tan mal llegaba a sacar hasta más que un cinco? Pues porque el pobre dedicaba muchas horas y sacrificios al estudio de estas materias a pesar de no gustarle nada y sentirse torpe en ellas. Él, a buen seguro le pedía ayuda al Señor y le ofrecía su esfuerzo. Y así se metía de hoz y de coz entre números y diccionarios; sin embargo, esos primeros ofrecimientos con los estudios sólo serán el comienzo hacia el gran ofrecimiento de su propia vida. 

El Seminario y la formación sacerdotal de aquellos años era hermética en todo aquello ajeno a la vida académica y espiritual; hasta la misma realidad de la diocesana les era en cierto modo lejana. Cuánto más aún les quedaban lejos todos los temas mundanos, ya que entre las lecturas a las que tenían acceso no estaba precisamente ni la prensa local, regional o nacional. Formaba parte del modelo formativo de entonces, con el convencimiento de que la formación de los futuros sacerdotes sólo se podía llevar adelante imbuyéndolos de Dios y apartándolos del mundo, pues para conocer el mundo tendrían tiempo, pero para conocer a Dios estaba el Seminario. Aún así, no vivían absolutamente aislados, conocían con todos sus pormenores las derivas que el gobierno de la república española iba tomando hacia un laicismo feroz. Los prefectos, profesores o predicadores, e incluso el rector y el Sr. Obispo en sus alocuciones en seminario los días de grandes celebraciones, les iban informando e  incluso "preparando" para ser testigos de la Cruz en una sociedad donde ésta se había convertido en rechazo a la vista y objetivo a eliminar. 

A Mariano le gustaban los temas sobre política, algo no muy bien visto por entonces pero que él consideraba primordial. Cuando estaba de vacaciones con su familia le encantaba pasar largos ratos en el bar de su tía donde disfrutaba escuchando las tertulias, arengas y broncas que los rudos hombres de la mina compartían entre partidas de cartas y dominó, sidra y chatos de vino.

Para el joven seminarista era el momento de activar su mente de filósofo y ponerse al día de la situación política de España y, sobre todo, de caer en la cuenta de qué ambiente se estaba respirando en esa Asturias industrial cuyo epicentro revolucionario no era Oviedo sino las cuencas del Caudal y el Nalón. 

Él, que devoraba los libros en tiempo "record", aprovechaba el descanso en su casa para informarse y ponerse al día en los periódicos a los que tenía acceso, pero no lo hacía por motivos de rebeldía, ni por resarcirse de lo que el seminario no le facilitaba, simplemente buscaba encontrar el ángulo práctico de la "Doctrina Social de la Iglesia" en el preciso momento que le tocaba vivir. No era una experiencia nueva, en Asturias había antecedentes muy frescos y vivos de clérigos que trataron de poner en práctica este mismo sentir como fueron Martínez Marina, Roces Lamuño, Gafo y tantos otros asturianos.

La hermana pequeña del mártir recuerda que tenía un amplísimo conocimiento en política, incluso en las fotografías del periódico sabía poner nombre a todos los rostros de los politícos que aparecían. También conversaba con su tía, la cual se enteraba de todo por lo que se hablaba en el bar y de todas las novedades y situaciones que iban tomando forma. Al final del verano de 1934, tía y sobrino hablaron seriamente de que los ánimos estaban muy caldeados y que se avecinaba una tormenta importante. Mariano no lo negó, era consciente de que la revolución estaba a punto de estallar, sabía que volver al Seminario era en esas horas ir directo a la boca del lobo; sin embargo, tranquilizó a su tía diciéndole que volvería a Oviedo vestido de calle y con la sotana en la maleta, y que no iría al seminario sino a casa de su madrina que vivía en plena ciudad. Quizá el joven trataba con ello de tranquilizar a los suyos, pues aunque sí visitó a su madrina al regresar a Oviedo, finalmente volvió al Seminario renovando su ''Sí'' al Señor a pesar de ser consciente de que caminaba hacia su Jerusalén.

Al ser uno de los seminaristas más puestos al día en temas de política y sociedad, era el que mejor podía intuir que se acercaban momentos duros y críticos, pero aún así, no se negó al Señor. Ya siendo seminarista en Valdediós, al proclamarse la República, su padre les había advertido en casa de que se avecinaban malos tiempos para los amigos de Jesús y de la Iglesia, por eso en este momento que a él le tocaba -cuando no estaba bien visto- era cuando con más motivo había para permanecer fieles. 


El tercero en caer

En la detención del grupo de seminaristas ocurrido tras la captura de Gonzalo Zurro, tan sólo había dos milicianos armados, los cuales tras vociferar pidiendo la salida de todos los ocultos con falsas promesas de mayor clemencia y benignidad, arrestaron a los que se entregaron y se dispusieron a llevarles a donde habían prometido -''al cuartel"- para tomarles únicamente declaración y luego dejarles marchar. No sería así; bien intuían ya la farsa de aquellos bellacos y el triste final que les esperaba... Ya hablamos de que en el camino trascurrido desde el lugar del arresto al del suplicio recibieron insultos y gritos rabiosos; les regalaron todo tipo de blasfemias, burlas y gestos obscenos y humillantes y ávidos deseos de muerte; incluso algún que otro golpe cobarde al pasar, y escupitajos. Eran como Cristo mismo en Casa del Sumo Sacerdote en aquella noche del Jueves al Viernes Santo.

Con sus miedos y temores -¡pobres críos!- comenzaron a ser conscientes cuando caminaban calle arriba que iban rumbo a su final. Mariano aún había recibido el "lectorado" en el mes de Junio y, sin embargo, la meta ya estaba aquí. Encaminados hacia la muerte los seminaristas hacían suyo aquello que tantas veces habían rezado y meditando: "Señor, ¿a quién iremos?, si sólo tú tienes palabras de vida eterna". 

Si Gonzalo fue el protomártir, en poquisimas milésimas de segundo le seguiría Ángel Cuartas, siendo Mariano el tercero en ser alcanzado por las balas. El cuarto en ser disparado sería José González, que gracias a Dios pudo sobrevivir haciéndose el muerto y permitiendo así corroborar esta sublime ofrenda. No murieron luchando, ni defendiendo ninguna idea política o bandera sino que únicamente aceptaron ser sacrificados por ser lo que eran y no negar a Cristo. 

¿Pero, por qué no llegaron nunca los seminaristas al cuartel o al Comité?; ¿por qué ni siquiera tuvieron oportunidad de identificarse, tomarles declaración o ser juzgados? Sencillamente por que su mera presencia y existencia ya les considerada como enemigos de la revolución, y por tanto debían de ser aniquilados por el bien de la "nueva sociedad". 

Nada hicieron los seminaristas durante el camino para ser disparados a sangre fría; no opusieron resistencia, no provocaron a sus verdugos con una sola palabra ni se pusieron a cantar o a rezar. Sencillamente se percataron de que el final había llegado cuando a la altura de aquél viejo portón los milicianos empezaron a cargar sus armas apuntando hacia ellos. Parece que sólo Gonzalo tuvo tiempo de gritar mientras era tiroteado; los demás ni tiempo a reaccionar tuvieron y a buen seguro dedicaron el camino y esos instantes a una última oración encomendándose a Dios desde un perdón sincero.  Los asesinos estaban tan cerca que se habló de disparos casi a quemarropa.


El amor que anula todo sentido

Parece ser que del examen forense realizado a los restos mortales del Siervo de Dios, se desprende que al menos uno de los disparos (pudieron ser dos) debió de ser en la frente o la cabeza con un arma larga tipo fusil, de gran calibre. Testigos de la primera exhumación hablaban de que el rostro era irreconocible, le habían disparado tan cerca y con un arma así, que rostro y cráneo se habían multifragmentado y no había manera de reconocer si aquel cuerpo era o no el de Mariano.

Tampoco llevaba nada encima con qué reconocerle. Tras el vil asesinato, los "valientes" comenzaron la rapiña; le robaron los zapatos, el reloj y todo objeto de valor. Después el maltrato del cuerpo en su traslado del Campillín al cementerio, el "rigor mortis" y las semanas que pasó enterrado en la fosa común con sus hermanos en tierra, ponía muy en contra el reconocimiento eficaz.

Cuando desenterraron su maltrecho cuerpo su padre estaba presente, pero de nada sirvió, pues los nervios y un cierto estado de "shock" impidieron al buen minero asentir o desmentir si se trataba de su hijo. Él estaba convencido de que sí lo era por la camisa que llevaba; sin embargo, hubo que tomar una muestra de ésta para que su esposa confirmara que aquella ropa era indiscutiblemente la de su niño. 

A pesar de todo, los testigos de la exhumación recuerdan que la actitud del padre de Mariano, en medio del dolor, intentaba ser serena y que este fue el único de todos los presentes que no utilizó ni quiso mascarilla. A él no le olía a nada, y es que el amor anula todo sentido, más aún, el corazón destrozado de un padre que observa conmovido lo que le han hecho a su pequeño trata de hacerse fuerte en lo que han dejado de él. El amor lo supera todo. Con el mismo amor con que Mariano exhaló su vida, así su padre perdonó a pesar de saber que su hijo había muerto a manos de rudos mineros como él, a los que su hijo siempre había querido, defendido y admirado. Sin duda, una enseñanza inmensa que nos da este alma sencilla para el mundo, pero muy grande para Dios.