sábado, 3 de noviembre de 2018

El camelo de la actual libertad de expresión. Me rebelo. Por Jorge González Guadalix

(De profesión cura) Cosas de una vida loca que no hay quien entienda. Con las nuevas leyes que se nos vienen, uno puede ciscarse en toda la casa de Borbón y de Austria sin problemas. Hacer lo propio con Dios Nuestro Señor, el católico, claro. Sonarse los mocos con la bandera de España. Ya saben, la cosa de la libertad de expresión que por lo visto es sagrada.

Bobos, memos, mentecatos, gilieso. No ellos, que de bobos nada, que van a lo que van. Bobos nosotros si nos creemos que de repente a nuestros políticos les ha dado un vahído y han decidido hacer una apuesta por la plena y absoluta libertad de expresión para todos. Bobos, memos, mentecatos, giliflautas, sandios, lerdos, cretinos y estólidos si así lo pensamos y así nos lo creemos.

Esto no es libertad de expresión. Lo que ahora vivimos es una durísima censura según la cual solo se puede hablar de lo que aquellos que nos gobiernan consideren correcto, sano, útil y provechoso.

Por ejemplo. Ciscarse. En todas las monarquías desde Salomón hasta aquí, con especial parada en Austrias y especialísima en Borbones. Muy bien. Eso me gusta. Libres todos. Para todo. Pues viva Franco. Ah no, eso no. Eso prohibidísimo y con aviso de penas pecuniarias y a la que te descuides de prisión.

Fuera todo vestigio del franquismo y de la guerra civil de los callejeros. Fuera estatuas. Perdón… Es que mi primo vive en la calle Santiago Carrillo, y tengo unos amigos en la avenida de Pablo Iglesias, y otros en la de Dolores Ibarruri. Por cierto, ¿las estatuas de Largo Caballero y de Indalecio Prieto van a seguir donde están? Hombre, no irá usted a comparar. Pues sí todo lo comparable.

Libertad de expresión significa que los musulmanes pueden cortar calles para rezaren el ramadán, pero los católicos no podemos poner villancicos en público por si molestamos.

Libertad es que una persona tiene derecho a ayuda psicológica para asumir su homosexualidad, transexualidad o lo que sea, pero si la pide para superar esas tendencias y se la das, te puede costar un congo en multas.

Libertad y, sobre todo gilipulluá, es que se haga una exposición en el Museo Arqueológico Nacional y en vez de datar con el consabido y universal a.C y d.C (ya saben antes de Cristo, después de Cristo), ahora utilizan a.n.e. y d.n.e. (antes de nuestra era y después de nuestra era) ya que algunos grupos pueden sentirse molestos por utilizar el nombre de Cristo en las dataciones.

Lo que nos venden desde todas las televisiones -con rarísimas excepciones- es una cosa que disfrazan de libertad de expresión pero que significa que o eres de los nuestros y piensas como yo te mando, o multa y cárcel.

Dicho esto, afirmo y proclamo:

- Que ensalzaré cosas de Franco si me parecen buenas.

- Que vivan los villancicos y que pienso ponerlos en mi coche con las ventanas bajadas

- Que acercaré a Socio a varias estatuas para que, en aras de su libertad perruna, levante la patita si le parece y para lo que le parezca

- Que si alguien me pide ayuda para superar inclinaciones afectivas que siente desordenadas, se la pienso dar

- Que acaba de aparecer un libro titulado “Conversaciones con Paco Pepe” y que al final aparece mi testimonio de afecto a su persona

Todo esto, en aras de mi perfecta idea de la libertad de expresión, que bien sé que entendida a mi manera puede ser una libertad que lleve aparejada pena pecuniaria e incluso de prisión. Pero ya está bien de nuevas dictaduras, que salimos de una y nos quieren llevar a una democracia a la venezolana. Por cierto, con el sepulcro del mayor dictador con mausoleo y guardia. (Y la he vuelto a liar).

Pues eso, para los de cierta edad… Pikolín. ¿Recuerdan?

Oiga cura, usted es fascista. Vale. Y usted gilipínfano. Un placer.

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