lunes, 31 de diciembre de 2018

Santoral del Día: San Silvestre

(Catholic.net) Fue él, por tanto, y no el Papa Silvestre, quien convocó en el 314 un sínodo para acabar con el cisma que había estallado en África; y fue también él quien convocó en el 325 el primer concilio ecuménico de la historia, en Nicea, residencia veraniega del emperador.

Al obrar así, Constantino introdujo un método de intromisión del poder civil en los asuntos eclesiásticos que tendría desastrosas consecuencias. Pero por ahora las consecuencias fueron positivas, entre otras cosas por la buena armonia que reinaba entre el Papa Silvestre y Constantino. Este, en efecto, no ahorró sus aprobaciones y sus apoyos aún económicos para la vasta obra de construcción de edificios eclesiásticos.

Precisamente Constantino, en su calidad de “pontifex maximus”, fue quien pudo autorizar y consentir el “sacrilegium” de construir una gran basílica en honor de San Pedro sobre la colina Vaticana, después de haber parcialmente destruido o tapado el cementerio pagano, descubierto por las excavaciones ordenadas por Pio XII en 1939.

Fue también la colaboración entre el Papa Silvestre y Constantino la que permitió la construcción de otras dos importantes basilicas romanas, una en honor de San Pablo sobre la vía Ostiense, y sobre todo la otra en honor de San Juan. Inclusive, Constantino quiso manifestar su simpatía por el papa Silvestre dándole su mismo palacio lateranense, que desde entonces y por varios siglos fue la residencia de los Papas.

domingo, 30 de diciembre de 2018

No te olvides


Evangelio Domingo de la Sagrada Familia

Lectura del santo evangelio según san Lucas (2,41-52):

Los padres de Jesús solían ir cada año a Jerusalén por la fiesta de la Pascua.
Cuando cumplió doce años, subieron a la fiesta según la costumbre y, cuando terminó, se volvieron; pero el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin que lo supieran sus padres.
Estos, creyendo que estaba en la caravana, anduvieron el camino de un día y se pusieron a buscarlo entre los parientes y conocidos; al no encontrarlo, se volvieron a Jerusalén buscándolo.
Y sucedió que, a los tres días, lo encontraron en el templo, sentado en medio de los maestros, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Todos los que le oían quedaban asombrados de su talento y de las respuestas que daba.
Al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre:
«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados».
Él les contestó:
«¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que yo debía estar en las cosas de mi Padre?».
Pero ellos no comprendieron lo que les dijo.
Él bajó con ellos y fue a Nazaret y estaba sujeto a ellos.
Su madre conservaba todo esto en su corazón.
Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres.

Palabra del Señor

sábado, 29 de diciembre de 2018

La lengua y el lenguaje de las campanas. Por Agustín Hevia Ballina

Llamada y comunicación acompañan, en armoniosa sugerencia, con su lenguaje estentóreo, las campanas. Un mundo de reviviscencias me llega, por así decir, a los oídos del alma, lanzado a los aires por la lengua resonante de la campana. Esa lengua la forma el badajo, que arranca de ellas sones y melodías, mensajes y aportes de pensamiento, comunicaciones a la mismidad del alma, plegarias alzadas hacia el trono de Dios y como palabras de hermosuras contenidas en las notas armoniosas de la sonoridad.

Desde la antigüedad buscaban los humanos transmitirse los mensajes de la comunicación por diversos cauces y medios. Por ejemplo, así relata el viejo Esquilo en su grandiosa tragedia "Agamenón", que forma trilogía con las "Coéforas" y las "Euménides", cómo se supo casi simultáneamente la noticia de la rendición de Troya, en la misma ciudad, y en los palacios reales de Argos y de Micenas: habían colocado los griegos en la cima de todos los montes entre la Tróade y el Peloponeso una cadena de cóncavos espejos de bruñidos bronces, que, nada más activarse el mecanismo de la noticia con una gigantesca hoguera, los resplandores eran recogidos por los espejos más inmediatos y transmitidos sus resplandores al siguiente y, así, rauda como la luz, llegó el mensaje de la derrota a la tindárida Clitemnestra, que a la sazón se hallaba en notorio concubinato con Egisto, que maquinaba la destrucción del esposo ausente, un día bien amado para la hija de Tíndaro. El fuego, cual alado mensajero y nuncio, aportó así la celérrima nueva en brevedad de tiempo, que ningún otro artilugio era capaz de igualar.

Ejemplo de rápida comunicación, pero por medio de veloz nuncio, conocemos por Jenofonte cómo la victoria de Maratón fue anunciada al Senado ateniense. La derrota persa en Maratón, infligida a Datis y Artafernes por los plateos y atenienses, coaligados al mando de Milcíades, fue comunicada por veloz mensajero, que recorrió a la carrera los veintiún kilómetros que separan Maratón de Atenas, sin tomarse descanso, cayendo exhausto, al entrar en el ágora, después de pronunciar una sola palabra: “vencimos”, “hemos ganado”

La Iglesia, con una tradición muy larga, viene utilizando las campanas como instrumento para congregar al Pueblo de Dios, para convocar la Asamblea o “Ekklesía”. La Iglesia atribuye el primer uso de las campanas a San Paulino de Nola, que fue el primero que estableció su utilización en su Catedral, en el siglo IV. Las campanas recibieron este nombre, porque Nola, la Diócesis de San Paulino, se encuentra en la Campania, razón también por lo que se las denominó Nolas.

También fueron denominadas “signa” o signos, generalizándose este nombre en la expresión “estar bajo el signo de la campana de este o aquel lugar”. Cuando la parroquia se hallaba dispersa en barrios se escogía el más céntrico, para colocar en él la iglesia parroquial, con fin de que las ondas sonoras de las campanas alcanzaran a todos los lugares de la feligresía. En los días de Semana Santa se suplía el toque de las campanas por las llamadas “matracas” o “ronquiellas”, que recogían la tradición de las “tabulae” o “tablas tañidas”, que se usaban en los monasterios, para convocar a las horas canónicas.

Las campanas tenían sus toques peculiares, que significaban la alegría de la fiesta o la tristeza de una defunción o el toque a viático y la invitación a oraciones en la atardecida o al “Angelus” al mediodía y los toques de ánimas, o las invitaciones a misa o las convocatorias de los “cabildos de las cofradías”, así como los toques a rebato, en casos de fuego o la fuga de las tempestades. En las inscripciones que se grababan sobre las campanas solían destacarse algunos de estos usos: “Cristo vence, Cristo reina, Cristo impera, Cristo truena, Cristo resuena”.

Cuenta la tradición que Almanzor hizo llevar a Córdoba las campanas de Santiago, cargándolas a lomos de cristianos. Eran las campanas de la Europa cristiana, que tenía el mismo resonar desde Finisterre a los Cárpatos, desde Dania y Norvegia al “Mare nostrum”. Como una inmensa cadena eslabonada de campana a campana, se enlazaban los repiques de las campanas de las humildes ermitas a los resonantes toques de las de las catedrales: unánime era el significado del lenguaje de las campanas: convocar al pueblo cristiano.

El número de campanas solía definir la categoría del edificio sacro: una, para las capillas y ermitas; dos, para las iglesias parroquiales; tres, para iglesias de mayor rango; cuatro, para las colegiatas; cinco solían tener las catedrales: una jerarquización, en fin, que complementaba la semántica de las campanas.

En nuestra Catedral destacamos las campanas siguientes, con sus inscripciones:

a).- La Wamba: fue fundida el año 1219 por disposición del canónigo Pedro Peláez, quien la dedicó a honor de San Salvador, destacando sobre ella esta inscripción: “con mente pronta, a honor de Dios y para liberación de la patria: Cristo truena; Cristo resuena; Cristo reina; Cristo impera. En el nombre del Señor, Amén”.

b).- La Santa Cruz: viene acompañando la vida catedralicia desde el año 1539. Está inscrito en ella: “Alabo al Dios verdadero; llamo al Pueblo de Dios, congrego al clero, lloro a los difuntos, ahuyento las pestes y las fiestas solemnizo”.

c).- El Esquilón: fundida en el 1673, se lee en ella: “Jesús, María, José. Salvador del mundo, apiádate de nosotros. Con mi voz sonora, sirvo en este suelo, a la que en el cielo es emperadora”.

d).- La Santa Bárbara: Fue fundida en 1818 Y así reza su inscripción: “Jesús, María y José. Santa Bárbara, ruega por nosotros”.

e).- Los Cimbalillos: son dos, de medio metro de diámetro cada uno: “Jesús, María y José, hízose a honra y gloria de San Salvador. 1817”.

f).- La de posar: data también de 1817. Convoca diariamente al cabildo para los cultos catedralicios: “me hizo José de Venero”.

Los toques ordinarios eran: Aves Marías, Prima, Misa, Elevación, Vísperas, Completas y Maitines. Eran extraordinarios: Procesión, Sermón, Bendición con Santo Sudario, Bendición Papal, Rogativas, Acciones de Gracias, Regocijo público, Difuntos, Incendio y Tempestad.

Sobre la familia. Por Raniero Cantalamessa

«Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Mira que tu padre y yo te buscábamos angustiados». En estas palabras de María vemos mencionados los tres componentes esenciales de una familia: el padre, la madre, el hijo. No podemos este año hablar de la familia sin tocar el problema que en estos momentos más agita a la sociedad y preocupa a la Iglesia: los debates parlamentarios sobre el reconocimiento de las parejas de hecho.

No se puede impedir que el Estado busque dar respuesta a situaciones nuevas presentes en la sociedad, reconociendo algunos derechos civiles a personas también del mismo sexo que han decidido vivir juntas sus propias vidas. Lo que importa a la Iglesia –y debería importar a todas las personas interesadas en el bien futuro de la sociedad- es que esto no se traduzca en un debilitamiento de la institución familiar, ya muy amenazada en la cultura moderna.

Se sabe que la forma más efectiva de agotar una realidad o una palabra es la de dilatarla y banalizarla, haciendo que abrace cosas diferentes y entre sí contradictorias. Esto ocurre si se equipara la pareja homosexual al matrimonio entre el hombre y la mujer. El sentido mismo de la palabra «matrimonio» -del latín, función de la madre (matris)- revela la insensatez de tal proyecto.

No se ve, sobre todo, el motivo de esta equiparación, pudiéndose salvaguardar los derechos civiles en cuestión también de otras maneras. No veo por qué esto deberá sonar a un límite y ofensa a la dignidad de las personas homosexuales, hacia quienes todos sentimos el deber de respetar y amar, y de quienes, en algunos casos, conozco personalmente su rectitud y sufrimiento.

Lo que estamos diciendo vale con mayor razón para el problema de la adopción de niños por parte de parejas homosexuales. La adopción por parte de éstas es inaceptable porque es una adopción en exclusivo beneficio de los adoptantes, no del niño, que bien podría ser adoptado por parejas normales de padre y madre. Hay muchas que esperan hacerlo desde hace años.

Las mujeres homosexuales también tienen, se hace observar, el instinto de la maternidad y desean satisfacerlo adoptando a un niño; los hombres homosexuales experimentan la necesidad de ver crecer una joven vida junto a ellos y quieren satisfacerla adoptando a un niño. Pero ¿qué atención se presta a las necesidades y a los sentimientos del niño en estos casos? Se encontrará con que tiene dos madres o dos padres -en lugar de un padre y una madre-, con todas las complicaciones psicológicas y de identidad que ello comporta, dentro y fuera de casa. ¿Cómo vivirá el niño, en el colegio, esta situación que le hace tan diferente de sus compañeros?

La adopción es trastornada en su significado más profundo: ya no es dar algo, sino buscar algo. El verdadero amor, dice Pablo, «no busca el propio interés». Es verdad que también en las adopciones normales los progenitores adoptantes buscan, a veces, su bien: tener alguien en quien volcar su amor recíproco, un heredero de sus esfuerzos. Pero en este caso el bien de los adoptantes coincide con el bien del adoptado, no se opone a él. Dar en adopción un niño a una pareja homosexual, cuando sería posible darlo a una pareja de padres normales, no es, objetivamente hablando, hacer su bien, sino su mal.

El pasaje del Evangelio de la festividad termina con una escena de vida familiar que permite entrever toda la vida de Jesús desde los doce a los treinta años: «Él bajó con ellos a Nazaret y siguió bajo su autoridad. Su madre iba guardando todas estas cosas en su corazón. Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en edad y en gracia ante Dios y los hombres». Que la Virgen obtenga a todos los niños del mundo el don de poder, también ellos, crecer en edad y gracia rodeados del afecto de un padre y de una madre.

viernes, 28 de diciembre de 2018

EL SIGNIFICADO DE LA ESTRELLA DE BELÉN


Santos Inocentes

(Mercaba/ Infovaticana) Recordemos aquel trozo de pequeña historia política: ante el reyezuelo Herodes aparecieron un día tres sabios, preguntándole, incautos como buenos sabios, dónde estaba el rey que acababa de nacer. Herodes, disimulando el terror para utilizarles a ellos mismos como manera de cortar el peligro, convocó doctores que le dijesen dónde anunciaban las profecías el nacimiento del futuro rey redentor—”liberador”, diríamos modernamente—, y se dispuso a luchar con los presagios y con los profetas. Aquellos sabios, sin infundir sospechas por su misma buena fe, le servirían para descubrir el escondrijo del niño.

 Pero—ya lo recordáis—los sabios, avisados en sueños, volvieron por otros caminos hacia su patria. Y Herodes contó los días, nervioso, irritado consigo mismo por su estupidez. Al fin se decidió a explorar, y se convenció de la decepción: se habían ido. Su remedio fue frío, feroz, burocrático, con estilo del siglo XX: calculó los tiempos, la tardanza del viaje de los Magos, la ida a Belén. la espera; añadió un “margen de seguridad”, redondeó; salían dos años.

Entonces decretó: que murieran todos los niños de esa comarca nacidos en los últimos dos años. Fue como una leva militar, dos “reemplazos” de niños para morir, arrancados a sus madres; algunos ya andando, diciendo sus primeras palabras balbucidas: otros muertos sobre los pechos maternos. Que dentro de unos años se notara un extraño fenómeno —un vacío de edad entre los mozos, menos brazos para la siega, una escasez de novios para las muchachas—, esto era un detalle administrativo sin importancia. Lo que importaba era durar en el mando, no ser depuesto del trono. Todavía, tiempo después, algún espía herodiano recorrería la región sonsacando, preguntando por los niños, preguntando si alguien confiaba en un futuro rey, si tal vez, ahora mismo… Pero había un vacío tranquilizador. El baño de sangre parecía haber borrado el peligro.

Esos son los Santos Inocentes, los mártires sin culpa. Pero—nos dice nuestro instinto respondón—también sin mérito. Tendemos a pensar que la bienaventuranza es sólo el pago debido a trabajos y sufrimientos conscientes y voluntarios, y que el niño pequeño todavía no es quién para la gloria. “Angelitos al cielo”, decimos como fórmula hueca de consuelo, pero nos resistimos a pensar que allí sean, no cabecitas tontas con alas, no juegos inconscientes, sino personas enteras, que acaso gozarán de Dios mejor que muchos sabios y muchos grandes hombres.

Pero ¿es que cuenta tanto la diferencia del crecer, si no es a los tristes efectos de ser más responsables de nuestras maldades? “El que no se haga semejante a uno de estos pequeños no entrará en el reino de los cielos.” ¿Acaso hemos ido mucho más allá del niño en comprender a Dios, en saber por qué hacemos lo que hacemos en la vida? A veces es al contrario; hemos enredado, con nuestro orgullo de creer que sabemos explicarlo todo, la clara simplicidad del mundo que teníamos al llegar, donde todo era tan natural y tan enterizo, risa y miedo, cariño y horror, y el sentir que dependemos de algo, al fondo de la vida, nunca bien visible.

Desde ellos, casi continuamente, de vez en cuando, la historia ha dado “inocentes al cielo”. Cada vez que en el mundo hay una guerra o una matanza por las cosas de Dios, hay mártires inconscientes, involuntarios, que mueren revestidos, sin saberlo, de la sangre de Cristo. Basta que no estén enemistados con Dios: un bombardeo, un fusilamiento en masa, convierte en héroes de gloria incluso a quienes, preguntados uno por uno, tal vez se hubiesen acobardado. Tienen derecho al titulo de compañeros de Cristo en su martirio, a través de los siglos, y no se les negará sólo porque ellos no lo hayan pedido. Ocurre lo mismo con la patria: tan héroe es el que dio su sangre acudiendo a alistarse voluntario como el que fue quizá de mala gana, porque tocaba su turno. Sus nombres no se distinguen en las listas y las lápidas.

jueves, 27 de diciembre de 2018

Carta semanal del Sr. Arzobispo

En la Nochebuena las estrellas jugaban haciendo cabriolas en el firmamento. Serían los ángeles que con ellas querían decirnos cuán grande era su contento. Y en todo el orbe cristiano se iba y se venía como quien reestrena un acontecimiento para volver a llenarnos del asombro de los niños que se asoman por vez primera al grande misterio de un Dios que se hace pequeño. Hace 200 años, un joven cura de pueblo, Joseph Mohr y su organista Franz Gruber, compusieron un villancico para la pequeña comunidad parroquial de Oberndorf, cerca de Salzburg (Austria). Stille Nacht, Noche de paz, se ha convertido en la música y la letra de cuanto celebramos los creyentes en esa noche santa, en el día bellísimo de la Natividad del Señor. Podemos arrastrar el cansancio que nos hace escépticos ante tanto desmán que nos restriega lo inacabado de nuestro mundo, lo complicado de nuestra convivencia, los cruces de intereses tantas veces inhumanos pagando el alto precio de la indiferencia. Y así podríamos ir enumerando los “motivos” por los que no hay noche de paz, ni día de fiesta, cuando queda tanto por allanar, por enderezar, por orientar en nosotros y entre nosotros. Pero para eso mismo quiso venir Dios. Para contarnos con nuestras propias palabras y señalarnos con nuestros mismos gestos, que hay siempre una posible ocasión para volver a empezar, hay siempre un momento para que nazca la esperanza.

En estos días he recordado la frase del gran escritor italiano Cesare Pavese, alguien que no tuvo el don de la fe. Sin embargo, él llegó a decir: “Si por ser increyente afirmo que nadie jamás me ha prometido nada, ¿por qué mi corazón no sabe dejar de esperar?”. Es impresionante este humilde testimonio: el corazón del hombre no puede dejar de esperar, a pesar de todos los desmentidos que nos impone el acontecer diario, cuando nos acorrala en la tristeza y el hastío. Hay un reducto de rebeldía en nuestra alma que dice ¡no! a esta impostura, y sigue esperando, lo sepa o no, a que algo nuevo se cumpla, algo distinto, mucho más bello, mucho más bueno, más justo y verdadero. Y, como decía el gran San Agustín, “nos hiciste Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. 

Es la inquietud del corazón que impide que nos resignemos a que las cosas estén como condenadas a la fatalidad de algo que no vale la pena, de algo que no se corresponde con cuanto en nuestro adentro palpita. Para mantener viva esta espera, para dar respuesta a esta pregunta, para esto vino Dios naciendo de María en Belén de Judea. Dios se ha hecho tienda, con su Palabra acampada, y nos ha manifestado su Gloria, llenándonos de Luz. La Encarnación de Dios nos empuja para que, desde nuestra realidad, aquel acontecimiento sucedido hace dos mil años siga sucediendo, y nuestra vida cristiana pueda ser un grito o un susurro del milagro de Dios: que los estragos que hacemos y subvencionamos, con todos nuestros desmanes y pecados, no tienen la última palabra, porque ésta corresponde a la de Dios que se acampó.

Un Dios hecho niño que tendrá que aprender nuestra lengua y nuestros gestos para contarnos y cantarnos una Buena Noticia que no caduca, ni depende de las urnas votadas ni de las bolsas cambiantes. Es la noche de paz más dulce que no se despierta, y con María cantamos al pequeño Dios la nana más tierna, adentrándonos en ese portalín para recibir por pura gracia e inmerecido regalo, el don de ver colmada toda nuestra espera, respondidas todas nuestras preguntas, de ver sostenida nuestra alegría y brindada nuestra esperanza. 

Feliz Navidad cristiana, amigos y hermanos. Que José, María y el pequeño Jesús, os guarden y siempre os bendigan.

+ Fray Jesús Sanz Montes O. F. M.
Arzobispo de Oviedo

miércoles, 26 de diciembre de 2018

Del Oficio del Día

De los Sermones de san Fulgencio de Ruspe, obispo
(Sermón 3, 1-3. 5-6: CCL 91 A, 905-909)

LAS ARMAS DE LA CARIDAD

Ayer celebrábamos el nacimiento temporal de nuestro Rey eterno; hoy celebramos el martirio triunfal de su soldado.

Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo; hoy su soldado, abandonando la tienda de su cuerpo, ha entrado triunfante en el cielo.

Nuestro Rey, a pesar de su condición altísima, por nosotros viene humilde, mas no con las manos vacías: él trae para sus soldados una dádiva espléndida, ya que no sólo les otorga copiosas riquezas, sino que les da también una fortaleza invencible en el combate. En efecto, trae consigo el don de la caridad, que eleva a los hombres hasta la participación de la naturaleza divina.

Y, al repartir estos dones, en nada queda él empobrecido, sino que de un modo admirable enriquece la pobreza de sus fieles sin mengua de sus tesoros inagotables.

La misma caridad que hizo bajar a Cristo del cielo a la tierra ha hecho subir a Esteban de la tierra al cielo. La misma caridad que había precedido en la persona del Rey resplandeció después en su soldado.

Esteban, para merecer la corona que significaba su nombre, tuvo por arma la caridad, y ella le dio siempre la victoria. Por amor a Dios no cedió ante la furia de los judíos, por amor al prójimo intercedió por los que lo apedreaban. Por esta caridad refutaba a los que estaban equivocados, para que se enmendasen de su error; por ella oraba por los que lo apedreaban, para que no fuesen castigados.

Apoyado en la fuerza de esta caridad, venció la furia y crueldad de Saulo y, habiéndolo tenido por perseguidor en la tierra, logró tenerlo por compañero en el cielo. Movido por esta santa e inquebrantable caridad, deseaba conquistar con su oración a los que no había podido convertir con sus palabras.

Y ahora Pablo se alegra con Esteban, goza con él de la gloria de Cristo, con él desborda de alegría, con él reina. Allí donde entró primero Esteban, aplastado por las piedras de Pablo, entró luego Pablo, ayudado por las oraciones de Esteban.

Ésta es, hermanos míos, la verdadera vida, donde Pablo no es avergonzado por la muerte de Esteban, donde Esteban se congratula de la compañía de Pablo, porque en ambos es la caridad la fuente de su alegría. La caridad de Esteban, en efecto, superó la furia de los judíos, la caridad de Pablo cubrió la multitud de los pecados, la caridad de ambos les hizo merecer juntamente la posesión del reino de los cielos.

La caridad, por tanto, es la fuente y el origen de todo bien, la mejor defensa, el camino que lleva al cielo. El que camina en la caridad no puede errar ni temer, porque ella es guía, protección, camino seguro.

Por esto, hermanos, ya que Cristo ha colocado la escalera de la caridad, por la que todo cristiano puede subir al cielo, aferraos a esta pura caridad, practicadla unos con otros y subid por ella cada vez más arriba.

RESPONSORIO

R. El día de ayer nació el Señor en la tierra, para que el día de hoy Esteban naciese en el cielo; entró Jesús en el mundo, * para que Esteban entrara en la gloria.
V. Ayer nuestro Rey, con la vestidura de gala de nuestra carne, salió del palacio del seno virginal y se dignó visitar el mundo.
R. Para que Esteban entrara en la gloria.

ORACIÓN.

Concédenos, Señor, imitar las virtudes de san Esteban, cuya entrada en la gloria celebramos; y, así como él supo rogar por sus mismos perseguidores, sepamos nosotros amar a nuestros enemigos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

Urbi et Orbi



martes, 25 de diciembre de 2018

Evangelio de la Natividad del Señor

Lectura del santo evangelio según san Juan (1,1-18):

En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. La Palabra en el principio estaba junto a Dios. Por medio de la Palabra se hizo todo, y sin ella no se hizo nada de lo que se ha hecho. En la Palabra había vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no la recibió. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre. Al mundo vino, y en el mundo estaba; el mundo se hizo por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa, y los suyos no la recibieron. Pero a cuantos la recibieron, les da poder para ser hijos de Dios, si creen en su nombre. Éstos no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios. Y la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Éste es de quien dije: "El que viene detrás de mí pasa delante de mí, porque existía antes que yo."» Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.

Palabra del Señor

Al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo, advierte el Papa

(Rel.) Hay un mensaje profundo, un gran simbolismo, en el hecho de que el Niño Jesús sea colocado en un pesebre, en el lugar donde comen los animales. Así expresa Él que se entrega a todos como comida. Los hombres le pueden traer regalos, como lo pastores, pero Él no regala cosas, sino que se entrega a sí mismo, para alimentar a los hombres.

La misión de los cristianos es asombrarse del Misterio y acudir hacia el Niño Dios como los pastores, pero cuidando de no resbalar en el camino, "en los barrancos de la mundanidad y del consumismo", explicó el Papa Francisco en su homilía de la misa de Nochebuena. Y advirtió: los pastores hacían turnos de vigilancia, no estaban dormidos. "No se puede esperar a Dios durmiendo en el sofá".

Todos subimos hacia Belén, como José y María

El canto de la Calenda resonó fuerte en la Basílica de San Pedro: fue el canto del Anuncio gozoso del nacimiento de nuestro Salvador, el pregón de Navidad, la buena noticia de Dios que asume la realidad de nuestra carne. La homilía del Papa Francisco en la Santa Misa de Nochebuena, comenzó situándose en la “subida” de María y José hacia Belén. Esta noche – dijo el Papa – también nosotros subimos a Belén para descubrir el misterio de la Navidad.

El Romano Pontífice desarrolló su homilía en torno al lugar que vio nacer a Jesús en nuestro mundo, dividiéndola en dos partes: en la primera de ellas habló del significado del nombreBelén, es decir, la “casa del Pan”, mientras que en la segunda habló de Belén como “ciudad de David”.

«En esta ‘casa’ – dijo - el Señor convoca hoy a la humanidad. Él sabe que necesitamos alimentarnos para vivir. Pero sabe también que los alimentos del mundo no sacian el corazón».

Francisco señaló que en la "casa del pan", Dios nace en un pesebre, y esto es como si nos dijera: “Aquí estoy para ustedes, como su alimento”. Jesucristo “no toma, sino que ofrece el alimento”, explicó. No da “algo”, sino que “se da a sí mismo”. Según el Sucesor de Pedro, este lugar es “el punto de inflexión” que cambia “el curso de la historia”.

"Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento"

En Belén, Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento: “Él sabe que necesitamos alimentarnos todos los días”, dijo el Papa Francisco, precisando que en ello descubrimos que Dios “no es alguien que toma la vida, sino Aquel que da la vida”:

«Al hombre, acostumbrado desde los orígenes a tomar y comer, Jesús le dice: ‘Tomad, comed: esto es mi cuerpo’ . El cuerpecito del Niño de Belén propone un modelo de vida nuevo: no devorar y acaparar, sino compartir y dar. Dios se hace pequeño para ser nuestro alimento. Nutriéndonos de él, Pan de Vida, podemos renacer en el amor y romper la espiral de la avidez y la codicia».

«Desde la ‘casa del pan’, - prosiguió el Papa - Jesús lleva de nuevo al hombre a casa, para que se convierta en un familiar de su Dios y en un hermano de su prójimo. Ante el pesebre, comprendemos que lo que alimenta la vida no son los bienes, sino el amor; no es la voracidad, sino la caridad; no es la abundancia ostentosa, sino la sencillez que se ha de preservar».

Como el Señor “sabe que necesitamos alimentarnos todos los días”, se ha ofrecido a nosotros "todos" los días de su vida, "desde el pesebre de Belén al Cenáculo de Jerusalén”:

«Todavía hoy, en el altar, se hace pan partido para nosotros: llama a nuestra puerta para entrar y cenar con nosotros. En Navidad recibimos en la tierra a Jesús, Pan del cielo: es un alimento que no caduca nunca, sino que nos permite saborear ya desde ahora la vida eterna».

Hacer balance: ¿necesito tantas cosas?

El Santo Padre recordó que en Belén descubrimos que “la vida de Dios corre por las venas de la humanidad” y, “si la acogemos, la historia cambia a partir de cada uno de nosotros”. Esto porque “cuando Jesús cambia el corazón, el centro de la vida ya no es mi 'yo', hambriento y egoísta, sino Él, que nace y vive por amor”.

En este día en que muchos cristianos hacen un “balance” interior del año que está por terminar, el día en que conmemoramos y celebramos el nacimiento de nuestro Salvador, el Romano Pontífice invitó a hacernos algunas preguntas, guiándonos ante la imagen del pesebre, para reflexionar:

«Al estar llamados esta noche a subir a Belén, casa del pan, preguntémonos: ¿Cuál es el alimento de mi vida, del que no puedo prescindir?, ¿es el Señor o es otro?»

«Después, entrando en la gruta, individuando en la tierna pobreza del Niño una nueva fragancia de vida, la de la sencillez, preguntémonos: ¿Necesito verdaderamente tantas cosas, tantas recetas complicadas para vivir? ¿Soy capaz de prescindir de tantos complementos superfluos, para elegir una vida más sencilla? En Belén, junto a Jesús, vemos gente que ha caminado, como María, José y los pastores. Jesús es el Pan del camino».

A Jesús, siguió diciendo el Papa, “no le gustan las digestiones pesadas, largas y sedentarias, sino que nos pide levantarnos rápidamente de la mesa para servir, como panes partidos por los demás”. Por ese motivo preguntó otra vez: “En Navidad, ¿parto mi pan con el que no lo tiene?»

Belén, la ciudad de David, pastor y rey

En la segunda parte de la homilía el Santo Padre se centró en la figura de David, joven pastor elegido por Dios para ser pastor y guía de su pueblo, y recordó que “en Navidad, en la ciudad de David, los que acogen a Jesús son precisamente los pastores”.

Francisco recordó que los pastores en aquella noche “se llenaron de gran temor”, pero allí estaba el ángel, que les dijo «No temáis»:

«Resuena muchas veces en el Evangelio este no temáis: parece el estribillo de Dios que busca al hombre. Porque el hombre, desde los orígenes, también a causa del pecado, tiene miedo de Dios: ‘me dio miedo […] y me escondí’, dice Adán después del pecado. Belén es el remedio al miedo, porque a pesar del ‘no’ del hombre, allí Dios dice siempre ‘sí’: será para siempre Dios con nosotros. Y para que su presencia no inspire miedo, se hace un niño tierno. No temáis: no se lo dice a los santos, sino a los pastores, gente sencilla que en aquel tiempo no se distinguía precisamente por la finura y la devoción. El Hijo de David nace entre pastores para decirnos que nadie estará jamás solo; tenemos un Pastor que vence nuestros miedos y nos ama a todos, sin excepción».

"No es posible esperar a Dios en el sofá, durmiendo"

«Los pastores de Belén nos dicen también cómo ir al encuentro del Señor. Ellos velan por la noche: no duermen, sino que hacen lo que Jesús tantas veces nos pedirá: velar. Permanecen vigilantes, esperan despiertos en la oscuridad, y Dios ‘los envolvió de claridad’. Esto vale también para nosotros. Nuestra vida puede ser una espera, que también en las noches de los problemas se confía al Señor y lo desea; entonces recibirá su luz. Pero también puede ser una pretensión, en la que cuentan solo las propias fuerzas y los propios medios; sin embargo, en este caso el corazón permanece cerrado a la luz de Dios. Al Señor le gusta que lo esperen y no es posible esperarlo en el sofá, durmiendo. De hecho, los pastores se mueven: ‘fueron corriendo’, dice el texto. No se quedan quietos como quien cree que ha llegado a la meta y no necesita nada, sino que van, dejan el rebaño sin custodia, se arriesgan por Dios. Y después de haber visto a Jesús, aunque no eran expertos en el hablar, salen a anunciarlo, tanto que «todos los que lo oían se admiraban de lo que les habían dicho los pastores».

«Esperar despiertos, ir, arriesgar, comunicar la belleza: son gestos de amor. El buen Pastor, que en Navidad viene para dar la vida a las ovejas, en Pascua le preguntará a Pedro, y en él a todos nosotros, la cuestión final: ‘¿Me amas?’ (Jn 21,15). De la respuesta dependerá el futuro del rebaño. Esta noche estamos llamados a responder, a decirle también nosotros: ‘Te amo’. La respuesta de cada uno es esencial para todo el rebaño».

La exhortación final del Papa en esta Navidad 2018 fue de ir hacia Belén como lo hicieron los pastores. Y aunque el camino, “también hoy, es en subida”, se debe “superar la cima del egoísmo”: «Es necesario no resbalar en los barrancos de la mundanidad y del consumismo», dijo. Y concluyó:

«Quiero llegar a Belén, Señor, porque es allí donde me esperas. Y darme cuenta de que tú, recostado en un pesebre, eres el pan de mi vida. Necesito la fragancia tierna de tu amor para ser, yo también, pan partido para el mundo. Tómame sobre tus hombros, buen Pastor: si me amas, yo también podré amar y tomar de la mano a los hermanos. Entonces será Navidad, cuando podré decirte: 'Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo'».

En el final de la celebración, como todos los años, el Santo Padre Francisco llevó la imagen del Niño Jesús hacia el pesebre situado en el interior de la Basílica Vaticana.

lunes, 24 de diciembre de 2018

Felicitación navideña del Sr. Arzobispo


NOSTALGIAS DE NAVIDAD. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


      Son éstas unas fiestas entrañables que desde un ambiente que sensibiliza el corazón  hace que nos miremos al espejo comprobando el paso del tiempo, y nos remiten también a otras navidades y personas que nos acompañaron en otros años...

            Mis más tiernos recuerdos infantiles de estas fechas actualizan y rememoran un ambiente un tanto desaparecido. Un venir a Oviedo desde mi pueblo (que era toda una aventura deseada y una excursión en toda regla) entre trenes y “alsas”, y observar las calles de “la gran ciudad” engalanadas de luces por todo lo alto con villancicos sonando en todas ellas. Una “calle Uría” con una vida trepidante de sonidos, anuncios, luces y gentes abrigadas y con bufandas, sonrientes y amables que, cargadas de regalos, se iban esquivando unos a otros en una marea humana. Charcos y nieve; sí, nieve, porque en Oviedo nevaba mucho y a mí me encantaba ver nevar, pisarla y ver el blanco del Naranco. ¡Olía a Navidad!...

            Yo siempre iba con alguien de la mano, casi siempre de una jovencísima tía sonriente, con una mirada contagiada de ese ambiente y que hacía -que siempre hizo- de madre común de sus sobrinos, mientras la mía acompañaba (yo eso lógicamente no lo sabía) a su esposo que se le "iba" poco a poco en la entonces llamada “Residencia Sanitaria”. Una tía y una familia que se preocupaba muy mucho de que aquel niño viviera feliz la Navidad, ajeno a otra realidad inevitable.

            Quizá me equivoque y la nostalgia embote un poco mi preponderante racionalismo en ocasiones, pero yo creo que la gente de aquella época era “más buena”. No se percibían  preocupaciones ni conflictos políticos o sociales más allá de tener un trabajo estable (que lo había), de vivir en armonía familiar y vecinal (que en general también era la tónica) y tener salud para disfrutar de todo ello sin radicalismo alguno. Donde la delincuencia común era prácticamente inexistente, las llaves de las puertas de las casa estaban siempre puestas por fuera, y donde los niños jugábamos solos en la calle y nos íbamos en bici al fin del mundo sin más riesgos que una caída de ésta.

            Tanto en el pueblo como en la ciudad la gente iba a misa multitudinariamente a celebrar el nacimiento del Niño Jesús, y los belenes y árboles de navidad estaban por todas partes sin que nadie nos obligara ni a ponerlos ni a quitarlos. La gente tenía menor “calidad de vida” -dicen ahora- pero también tenía menores necesidades y exigencias, y era un tiempo donde  cualquiera podía aceptar sin temor alguno en su mesa de Navidad a un pobre indigente.

            “Papa Noel” era algo de los americanos o de los finlandeses todo lo más, y "eso" estaba muy lejos… Nosotros sabíamos que la noche mágica era la de unos reyes venidos del lejano oriente que se presentaban el día anterior con una cabalgata de caballos y dromedarios que portaban los regalos y tiraban de los cortejos reales. No eran tractores arrastrando carrozas multicolor y luces “fashion” con reyes extraños y séquitos tipo “Drag-queen”; o personajes escapados de “la Guerra de las Galaxias” que confunden a los niños considerando, torpemente, que por serlo no se enteran…

            En fin, que hoy he tenido nostalgia de unas navidades pasadas y de las personas que desde el corazón me vienen al pensamiento, y, aunque pasen los años, como ninguna navidad es igual a otra deberíamos pensar que cada año podría ser la última. No perdamos, pues, la oportunidad de ser felices y hacer felices a los demás en éstas, quién sabe si generando en ellos en el futuro otras nostalgias de Navidad.
¡Feliz Navidad, feliz año nuevo y ¡salud!
Joaquín, Párroco

domingo, 23 de diciembre de 2018

Evangelio Domingo IV de Adviento

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1,39-45):

En aquellos mismos días, María se levantó y se puso en camino de prisa hacia la montaña, a un a ciudad de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel.
Aconteció que, en cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre. Se llenó Isabel del Espíritu Santo y, levantando la voz, exclamó:
«¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre! ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Pues, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre. Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá».

Palabra del Señor

sábado, 22 de diciembre de 2018

En Nochebuena


DICHOSA TÚ QUE HAS CREIDO. Por Francisco Torres Ruiz

Queridos hermanos en el Señor:

Como cada año, el cuarto domingo de Adviento, la liturgia nos brinda la oportunidad de vivir una celebración única en el año: todo un domingo dedicado a María, a contemplar el misterio de la inminente Encarnación del Señor. Un domingo en que todas las lecturas nos conducen a elaborar un precioso retrato de la Virgen Madre.

En la profecía de Miqueas encontramos a una madre que dará a luz en un tiempo futuro oportuno. La madre de un niño de origen eterno, un niño destinado a ser jefe de un pueblo y llamado a establecer la paz entre Dios y los hombres. Esta profecía, que se pierde en las tinieblas de la historia halla su cumplimiento en las palabras exultantes de santa Isabel: ¡Dichosa tú que has creído porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá! Y vaya si se ha cumplido: por el seno virginal de la Hija de Sión nos ha venido la alegría al mundo, la misma alegría que hizo saltar a san Juan Bautista en el vientre de su madre, cuando aun era un feto. La misma alegría que inundó a los ángeles y a los pastores en la noche santa de la Navidad; y la misma alegría que imbuirá el corazón de los discípulos la mañana de la Pascua.

En el día de hoy, vemos a María como aquella que hace posible que Dios entre en nuestro mundo para dos cosas: 1. Para hacer la voluntad del Padre Dios y 2. Para hacer brillar el rostro divino sobre nosotros y así restaurar la imagen divina en nuestras almas, desfiguradas por el pecado. Estos dos son los efectos del admirable intercambio que Jesús ha hecho por nosotros. Su encarnación es por nosotros, como decimos en el Credo, y por nuestra salvación, es decir, para reconciliarnos con Dios y establecer así la paz que tanto necesitamos.


Y María, en este misterio de amor, tiene un papel esencial, porque ella, que esperó con inefable amor de Madre, ella, que se abre a una vida nueva, concibe movida por la humildad, sometiéndose a los designios divinos. Pero permitidme, hermanos, que ahora ceda la palabra a quien mejor supo describir con vibrante intensidad este momento. Cedo la palabra a san Bernardo, abad:

«Oíste, Virgen, que concebirás y darás a luz a un hijo; oíste que no será por obra de varón, sino por obra del Espíritu Santo. Mira que el ángel aguarda tu respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor que lo envió. También nosotros, los condenados infelizmente a muerte por la divina sentencia, esperamos, Señora, esta palabra de misericordia.

Se pone entre tus manos el precio de nuestra salvación; en seguida seremos librados si consientes. Por la Palabra eterna de Dios fuimos todos creados, y a pesar de eso morimos; mas por tu breve respuesta seremos ahora restablecidos para ser llamados de nuevo a la vida.

Esto te suplica, oh piadosa Virgen, el triste Adán, desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad. Esto Abrahán, esto David, con todos los santos antecesores tuyos, que están detenidos en la región de la sombra de la muerte; esto mismo te pide el mundo todo, postrado a tus pies.

Y no sin motivo aguarda con ansia tu respuesta, porque de tu palabra depende el consuelo de los miserables, la redención de los cautivos, la libertad de los condenados, la salvación, finalmente, de todos los hijos de Adán, de todo tu linaje.

Da pronto tu respuesta. Responde presto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel; responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina; emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna.

¿Por qué tardas? ¿Qué recelas? Cree, di que sí y recibe.

Que tu humildad se revista de audacia, y tu modestia de confianza. De ningún modo conviene que tu sencillez virginal se olvide aquí de la prudencia. En este asunto no temas, Virgen prudente, la presunción; porque, aunque es buena la modestia en el silencio, más necesaria es ahora la piedad en las palabras.

Abre, Virgen dichosa, el corazón a la fe, los labios al consentimiento, las castas entrañas al Criador. Mira que el deseado de todas las gentes está llamando a tu puerta. Si te demoras en abrirle, pasará adelante, y después volverás con dolor a buscar al amado de tu alma. Levántate, corre, abre. Levántate por la fe, corre por la devoción, abre por el consentimiento.

Aquí está -dice la Virgen- la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Homilía sobre las excelencias de la Virgen Madre 4,8-9).

viernes, 21 de diciembre de 2018

…“Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios”… Por Cecilio Raúl Berzosa Martínez

(Jóvenes Católicos- COPE) Estamos celebrando el Adviento como preparación a la Navidad. La Navidad no necesita pregoneros, ni publicidad. Habla por sí sola. El misterio que celebramos es elocuente; basta arrodillarse ante la cunita de ese niño recién nacido en un pesebre y, con palabras del poeta, “descubrir qué significa ser hombres y cuál es el sentido del universo”. ¡Qué afortunada frase la del teólogo alemán H.U. von Balthasar: “Cuando te atreves a mirar a Dios, descubres que Él ya te ha mirado primero; cuando te atreves a amar a Dios, El ya te ha amado mucho antes!”.

La Navidad es Misterio de solidaridad; en Navidad, el mismo Dios se hace hombre para que el hombre se haga Dios. Misterio de Amor. Misterio único: Cristo encarnado, Cristo Luz, Cristo libertador, Cristo restaurador cósmico…

¡Es Navidad! La noche de un suceso único. De la novedad más extraordinaria jamás sucedida. La noche en que Dios nos habló cara a cara y nos dijo: “soy uno de vosotros, soy como vosotros”. La noche del silencio y de la palabra. La noche que hizo posible la luz del sol invicto. La noche que desveló misterios y rompió laberintos y enigmas.

El Papa Francisco nos ha recordado que, en la Navidad, como puso de relieve san Francisco de Asís, descubrimos que todo un Dios se revela en los tiernos miembros de un Niño. En La Navidad, Dios ha llegado a ser el “Enmanuel”, el Dios-con-nosotros para siempre. En el Niño Jesús Dios se ha hecho tan cercano a nosotros que podemos hasta tratarle de “tú” como lo hacemos con un recién nacido… Dios viene desnudo, sin armas, porque no pretende conquistarnos desde fuera o por la fuerza sino que quiere ser acogido libremente; Dios se hace débil para vencer la soberbia, la violencia o el afán de poseer.

En realidad, no hay una sola Navidad, sino cinco al mismo tiempo, como lo dedos de la mano: la primera, cuando el Hijo de Dios vino en carne a nosotros hace más de 2000 años; la segunda, la del Hijo que en la Eucaristía se nos entrega cada día; la tercera, y más definitiva, la que juntos viviremos con la llegada de ese mismo Dios, victorioso, al final de los tiempos, cuando Él sea todo en todos. Aún existe una cuarta navidad: reconocer en cada hermano, sobre todo en los más sufrientes y necesitados, la huella única, misteriosa y sagrada de Dios mismo. El otro, mi hermano, es para mi sacramento e imagen de un Dios Personal y Vivo. Porque el hermano es la misma carne del Hijo de Dios encarnado y la misma carne de Jesucristo sacramentado y presente cada día en la Eucaristía. Y la quinta Navidad, la llamaría “mariana”: en su momento, todo un Dios pidió “permiso” a una joven-Virgen para poder entrar en este mundo nuestro. Hoy, en el tercer milenio, te pide permiso a ti para que le dejes entrar de nuevo en este mundo, naciendo en tu corazón. No te cierres. ¡Déja nacer a Dios en lo más profundo de ti mismo!

NAVIDAD: Misterio de Amor; misterio para el que hay que tener ojos y corazón nuevos para saber contemplar y alargar nuestra mirada hacia horizontes siempre renovados y cada vez más profundos.

NAVIDAD: viene Dios a hacerse uno de los nuestros.

NAVIDAD: Dios te mira a los ojos y te dice: “te quiero, como eres”.

NAVIDAD: el mismo Dios viene a tendernos la mano y a levantarnos del suelo, a reunirnos si estamos dispersos, a darnos utopía y esperanza, a crear en nosotros un corazón nuevo.

NAVIDAD: fiesta y misterio de solidaridad en tres dimensiones: Es la unidad entre Dios y su Creación: El Dios, que no cabe en el Universo, se hace tierra de nuestra tierra, historia de nuestra historia, carne de nuestra carne. Es la unidad Dios y hombre: en el Hombre-Dios, Jesucristo, se fusionan lo humano y lo divino; se encuentran criatura-creador. Es la unidad entre los hombres, sabiéndonos hermanos: el misterio navideño nos empuja a crear una nueva humanidad más fraterna, más solidaria y más universal. El Dios que nace trae un proyecto común para toda la humanidad: que seamos una sola familia, muy unidad, como Dios lo es en sí mismo.

Ojalá nadie pueda decir este año que la gran noticia ha pasado desapercibida. La crisis a todos los niveles, los problemas y desencantos de los jóvenes, las angustias y estrecheces de tanto millones de personas, el dolor y la violencia, no pueden apagar el mensaje de Amor y de Luz de Navidad. Dios sigue naciendo. Y ese Dios Amor, ese Dios hecho Niño, transformará nuestras vidas, personales y colectivas, y hará realidad, con la fuerza de su Espíritu, el mejor de nuestros sueños: esa gran fiesta de la unidad sin fin, en la que todos los pueblos hermanados en la Fraternidad, en la Justicia y en la Verdad celebraremos el gran misterio de una NAVIDAD, con Mayúsculas y para siempre.

Orar con el Salmo del Día

Sal 32,2-3.11-12.20-21
R/. Aclamad, justos, al Señor;
cantadle un cántico nuevo.

V/. Dad gracias al Señor con la cítara,
tocad en su honor el arpa de diez cuerdas;
cantadle un cántico nuevo,
acompañando los vítores con bordones.

V/. El plan del Señor subsiste por siempre;
los proyectos de su corazón, de edad en edad.
Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor,
el pueblo que él se escogió como heredad.

V/. Nosotros aguardamos al Señor:
él es nuestro auxilio y escudo;
con él se alegra nuestro corazón,
en su santo nombre confiamos.

jueves, 20 de diciembre de 2018

Para no mundanizar la Navidad, el Papa propone menos regalos y más orar en silencio ante el pesebre

(Rel.) En la catequesis de la audiencia pública de este miércoles, la última antes de Navidad, el Papa Francisco ha prevenido a los peregrinos de la Plaza San Pedro de Roma para que no celebren una Navidad mundanizada y saturada de regalos, sino que reserven tiempo para contemplar en silencio el pesebre y el misterio del Niño Dios.

Invitó a “estar en silencio delante del pesebre” para “sentir” y “ver” la sorpresa de Dios. E insistió: “Procuremos no mundanizar la Navidad, ni convertirla en una bonita fiesta tradicional pero centrada en nosotros y no en Jesús. Celebraremos la Navidad si sabemos dedicar tiempo al silencio, como hizo José; si le decimos a Dios ‘aquí estoy’, como María; si salimos de nosotros mismos para ir al encuentro de Jesús, como los pastores; si no nos dejamos cegar por el brillo de luces artificiales, de regalos y comidas, y en cambio ayudamos a alguien que pasa necesidad, porque Dios se hizo pobre en Navidad”.

¿Qué Navidad querría Dios?

“La máquina publicitaria invita a intercambiarse los regalos siempre nuevos para sorprenderse. Pero, ¿es ésta la fiesta que le gusta a Dios? ¿Qué Navidad querría Él? ¿Qué regalos y qué sorpresas?”, preguntó.

En el Aula Pablo VI del Vaticano, en donde Francisco impartió su catequesis, se escuchó primero el pasaje del Evangelio de San Juan, capítulo 1 versículos del 9 al 12, que habla de la llegada de Jesús al mundo.

“El Evangelio – dijo el Papa en nuestro idioma - nos habla de las sorpresas y cambios de vida que trajo consigo aquella primera Navidad de la historia. Cómo la llegada de Dios cambió de manera radical los planes de María y José. Y la sorpresa más grande llega en la noche de Navidad, cuando el Altísimo aparece como un niño pequeño, reconocido solo por unos sencillos pastores”.

“Se comienza con María, que era la esposa prometida a José: llega el Ángel y le cambia la vida. De virgen será madre. Se prosigue con José, llamado a ser padre de un hijo sin generarlo. Un hijo que – giro inesperado - llega en el momento menos indicado, es decir, cuando María y José eran esposos prometidos y según la Ley no podían vivir juntos. Ante el escándalo, el sentido común de la época invitaba a José a repudiar a María y a salvar su buen nombre, pero él, aun teniendo derecho a hacerlo, sorprendió: para no dañar a María, pensó despedirla en secreto, a costa de perder su reputación. Luego otra sorpresa: Dios en un sueño cambia sus planes y le pide que se lleve a María con él. Nacido Jesús, cuando tenía sus proyectos para la familia, todavía en un sueño se le dice que se levante y se vaya a Egipto. En resumen, la Navidad trae cambios de vida inesperados. Y si queremos vivir la Navidad tenemos que abrir el corazón y estar abiertos a la sorpresa, es decir, a un cambio de vida inesperado”.

Navidad es celebrar un Dios inédito

El Papa subrayó cómo, cuando el Salvador llegó, no estaban presentes las autoridades del tiempo o los embajadores, sino los sencillos pastores, quienes sorprendidos por los ángeles mientras trabajaban de noche, se dirigen allí de inmediato. “¿Quién se lo habría esperado?”,dijo el Papa. “Navidad- explicó – es celebrar lo inédito de Dios, o mejor dicho, es celebrar un Dios inédito, que revierte nuestras lógicas y expectativas”.

“Navidad significa acoger en la tierra las sorpresas del Cielo y celebrar a un Dios que revoluciona nuestras lógicas humanas. Vivir la Navidad es entender que la vida no se programa sino que se da, que no podemos vivir para nosotros mismos sino para Dios, que descendió hasta nosotros para ayudarnos”.

Navidad – dijo aún el Pontífice – es la revancha de la humildad sobre la arrogancia, de la sencillez sobre la abundancia, del silencio sobre el escándalo. Navidad es preferir la voz silenciosa de Dios a los ruidos del consumismo. Navidad es hacer como Jesús, que vino al mundo por nosotros, necesitados, y descender hacia quien necesita de nosotros. Por todo esto, el Santo Padre invitó una vez más a “estar en silencio delante del pesebre” para “sentir” y “ver” la sorpresa de Dios. E insistió:

“Procuremos no mundanizar la Navidad, ni convertirla en una bonita fiesta tradicional pero centrada en nosotros y no en Jesús. Celebraremos la Navidad si sabemos dedicar tiempo al silencio, como hizo José; si le decimos a Dios ‘aquí estoy’, como María; si salimos de nosotros mismos para ir al encuentro de Jesús, como los pastores; si no nos dejamos cegar por el brillo de luces artificiales, de regalos y comidas, y en cambio ayudamos a alguien que pasa necesidad, porque Dios se hizo pobre en Navidad”.

Sintamos y veamos las sorpresas de Dios

Y porque, como dijo el Papa, “cada uno de nosotros tiene escondido en el corazón la capacidad de sorprenderse”, la invitación de Francisco es la de dejarse "sorprender" por Jesús en esta Navidad:

“Le pedimos a la Virgen María que nos ayude a contemplar en silencio el misterio del Nacimiento de su Hijo, para que hagamos realidad en nuestras vidas su ejemplo de humildad, pobreza y amor. Les deseo una feliz Navidad”, concluyó.

Carta semanal del Sr. Arzobispo

Otra vez sin posada: el CEA de Oviedo

Lo vamos a escuchar en estos días una vez más. Eran una pareja joven y la mujer estaba embarazada. Tuvieron que viajar bastantes kilómetros sin muchas comodidades y con el riesgo para el bebé que su madre lleva en su seno. Fue por una especie de real decreto de esos que te imponen los mandamases sin contemplaciones, y tuvieron que ir al pueblo del marido, donde estaba su censo electoral. Pero nos dice bien el cronista evangélico: no encontraban posada. Ni la familia, ni los amigos, ni los vecinos. Hasta que, finalmente, apareció algún generoso donante que prestó lo que tenía: un establo donde guarecerse en aquellas calendas de diciembre.

Conocemos la historia. La adornamos de tantos modos, la festejamos también, y organizamos piadosos jolgorios, comidas de empresa y cenas en familia, holganzas escolares, y luz por las calles junto a escaparates adornados para la ocasión. Los famosos belenes, los árboles con bolas de colores y espumillón. La música típica de estos días entrañables, y como fuente y culmen de todo esto, las celebraciones religiosas de la Navidad cristiana, que nos permite mirar hacia ese Nacimiento revestido de buen gusto y mucho arte, recordatorio viviente del acontecimiento que sucedió hace dos mil años.

En estos días volvemos a mirar lo que ya dejó de ser noticia: tantos hermanos y hermanas nuestros que no tienen posada tampoco. En algún momento se han utilizado sus tragedias para hacerse una foto y colocarse medallas, encaramándose al podio del populismo al uso y dejarse mecer por la ovación de los incautos. Pero terminado el aplauso y no dando más de sí el guiño, los pobres se abandonan y se cierra a cal y canto las puertas a las que siguen llamando otros menesterosos que vienen buscando una posada donde descansar las pesadillas que les persiguen: guerras, violencia, terrorismo, persecución, hambre.

Pueden ser los hispanos que quieren asomar sus cabezas en el coloso americano, o los palestinos que no logran colarse en Israel, los fugitivos del terrorismo islámico, o los parias africanos que vienen nadando hasta las playas de occidente. No vienen en coches blindados, no son berlinas de lujo, y sus pateras no atracan en los puertos deportivos de la “jet set”. Siempre habrá un trozo de humanidad en la que se reedita con lágrimas propias, aquel llanto de José cuando no encontraba para María una posada en la noche de Belén.

En nuestros lares no estamos exentos. Ha ocurrido estos días con esos otros pobres que los cristianos de Asturias queremos acoger en el CEA (Centro de Encuentro y Atención), uno de los servicios que presta nuestra Cáritas diocesana para personas jóvenes que quieren salir del infierno de la droga con un proceso de rehabilitación que tiene en ese centro su primer paso. El rechazo que han sufrido esas personas y cuantos les ayudamos, es una nueva versión de la insolidaridad de una sociedad egoísta que se cierra en sus posadas para no dar cabida a los que sufren tantas intemperies. Decía el Papa Francisco: «Tener dudas y temores no es un pecado. El pecado es dejar que estos miedos determinen nuestras respuestas, condicionen nuestras elecciones, comprometan el respeto y la generosidad, alimenten el odio y el rechazo». El CEA es un centro de Iglesia, de Cáritas. Acogemos a estos hermanos para sacarlos de ese mundo que los destruye, no para fomentar lo que corrompe sus vidas para siempre. Son quienes han sido abandonados por tantos, incluyendo amigos y familiares. El CEA no mancha un barrio, ni lo pone en riesgo de droga y otras corrupciones, sino que abre una posada, la última quizás, para que salgan adelante estos hermanos, rehabiliten su maltrecha dignidad y la deriva de su prematura muerte. Nuestra posada tiene puertas abiertas para quienes, abandonados por todos, necesitan ser acogidos samaritanamente.

+Fray Jesús Sanz Montes O. F. M.
Arzobispo de Oviedo 

miércoles, 19 de diciembre de 2018

Lugones hace mundial el belén

La parroquia pide a los vecinos "selfies" con sus nacimientos y recibe decenas: "Estamos teniendo un gran éxito", celebra el cura.

Lne. Lugones (Siero), A. De La Fuente. 

Con el gato, con la familia, con el gorro de Papa Noel puesto o simplemente ellos...Tan variados como abundantes. Así están siendo las fotos que recibe el cura de Lugones, Joaquín Serrano, como parte de la iniciativa parroquial del ''Selfie en el Belén'': una propuesta para que sus fieles disfruten de la navidad y presumen de nacimientos a través de la red social de la parroquia, que está teniendo un gran éxito. 

La idea no es nueva. De hecho, tal y como recuerda Serrano, éste es el tercer año que se pone en marcha. Eso sí, aunque siempre había obtenido mucha participación, quizás ninguno como éste. Y es que en tan sólo unos días han conseguido que sean más de una docena de vecinos que se animan a abrir las puertas de su casa para mostrar sus belenes al resto.

''Es una propuesta que va teniendo éxito. Como vemos que a la gente le gusta y participa, seguimos repitiendo'', explica el párroco, sobre una iniciativa que nació con la intención de ''recordar a los vecinos que están en Navidad''. Queríamos instar a los vecinos a que pusieran belén en casa  y se nos ocurrió esta fórmula'', relata. 

A esta idea, hay que sumar que, tal y como él mismo confiesa, Serrano siempre ha tenido especial predilección por los belenes. ''Sin ir más lejos, el otro día estuve en el hospital de Jove (Gijón) y me quedé prendado con un nacimiento que tenía en la entrada. Me quedé mirando como cuando era niño, afirma el religioso candasín, que ha incorporado las nuevas tecnologías al día a día de la parroquia.

Además de por tratarse de una propuesta ''en la que la gente disfruta, porque le hace ilusión ver su imagen en las redes sociales de la parroquia'', Serrano también considera que se está viviendo cierta recuperación de los belenes. ''Sobre todo en espacios públicos. Se ha quitado ese estigma de pensar que podía herir sensibilidades y se están haciendo cosas realmente bonitas'', asegura el cura que ha conseguido llevar a todo el mundo los belenes de las familias de Lugones.

Del Oficio del Día

Del Tratado de san Ireneo, obispo, Contra las herejías
(Libro 3, 20, 2-3: SC 34, 342-344)

EL DESIGNIO DE LA ENCARNACIÓN REDENTORA

La gloria del hombre es Dios. El beneficiario de la actividad de Dios, de toda su sabiduría y poder, es el hombre.

Y de la misma forma que la habilidad del médico se manifiesta en los enfermos, así Dios se manifiesta en los hombres. Por eso dice san Pablo: Dios encerró a todos los hombres en la desobediencia, para usar con todos ellos de misericordia. En estas palabras el Apóstol se refiere al hombre que, por desobedecer a Dios, perdió la inmortalidad, pero que alcanzó luego la misericordia, recibiendo la gracia de adopción por el Hijo de Dios.

El hombre que, sin orgullo ni presunción, piensa rectamente de la verdadera gloria de las creaturas y de la de aquel que las creó -es decir, de Dios todopoderoso que da a todos el ser- y permanece en el amor, en la sumisión y en la acción de gracias a Dios recibirá de él una gran gloria y crecerá en ella en la medida en que se asemeje al que por él murió.

El Hijo de Dios se sometió a una existencia semejante a la de la carne de pecado para condenar el pecado y, una vez condenado, expulsarlo fuera de la carne. Asumió la carne para incitar al hombre a hacerse semejante a él y para proponerle a Dios como modelo a quien imitar. Le impuso la obediencia al Padre para que llegara a ver a Dios, dándole así el poder de alcanzar al Padre. El Verbo de Dios que habitó en el hombre se hizo también Hijo del hombre, para que el hombre se habituara a percibir a Dios y Dios a vivir en el hombre, conforme a la voluntad del Padre.

Por eso, pues, aquel que es la señal de nuestra salvación, el Emmanuel nacido de la Virgen, nos fue dado por el mismo Señor, porque era el mismo Señor quien salvaba a los que por sí mismos no podían alcanzar la salvación; por eso Pablo proclama la debilidad del hombre, diciendo: Ya sé que en mí, es decir, dentro de mi estado puramente natural, no habita lo bueno; así indica que nuestra salvación no proviene de nosotros, sino de Dios. y añade también: ¡Desdichado de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo de muerte? Y luego, para aclarar quién lo libra, afirma que esta liberación es obra de la gracia de Jesucristo nuestro Señor.

También Isaías dice lo mismo: Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis.» Mirad a vuestro Dios que trae el desquite, viene en persona y os salvará. Esto lo dice para significar que por nosotros mismos no podemos alcanzar la salvación, sino que ésta es consecuencia de la ayuda de Dios.

RESPONSORIO Cf. Jr 31, 10; cf. 4-5

R. Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla hasta los confines de la tierra, * y decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»
V. Anunciadlo y haced que se escuche en todas partes; proclamad la nueva, gritadla a plena voz.
R. Y decid a las islas remotas: «Vendrá nuestro Salvador.»

ORACIÓN.
Dios nuestro, que te has dignado revelar al mundo el esplendor de tu gloria por medio del parto de la santísima Virgen María, concédenos venerar con fe íntegra y celebrar con sincero rendimiento el gran misterio de la encarnación de tu Hijo. Él, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos.
Amén

CONCLUSIÓN

V. Bendigamos al Señor.
R. Demos gracias a Dios.

martes, 18 de diciembre de 2018

Los que chupan del bote no; los que aman. Por Rodrigo H. Migoya

Siempre se ha dicho que no hay nada más ingrato que trabajar para los demás y encima gratis, pues además de poco reconocimiento, a veces esto lleva aparejado críticas y etiquetas. Hoy mi artículo quiere ser un humilde homenaje a esas personas que regalan su tiempo (con el valor que tiene el tiempo hoy), su dinero y casi su vida entera a los demás en el servicio a la Parroquia.

Son muchísimas las personas que se implican, colaboran y hacen esta Parroquia (catequistas, Cáritas, religiosas, sacerdotes, equipo de liturgia, coro parroquial, vida ascendente, pastoral de la salud, Cofradía, floreras, monaguillos...). Todos somos uno y junto con los fieles hacemos la Parroquia. Más quisiera hacer una especial mención a aquellas personas que por ''motu proprio'' han aceptado hace ya muchos años llevar sobre sus hombros las cargas más pesadas y las menos gratificantes. Esas que no acepta cualquiera; esas que no salen en las noticias y que a menudo haría caerle los anillos a otros. Abrir y cerrar el templo, cuidarlo, limpiarlo… dedicar la vida de uno mismo a la atención de la Casa de Dios, que al tiempo es la de todos, no es cualquier cosa. Y es una suerte que en nuestra comunidad parroquial haya personas siempre pendientes de que todo esté dispuesto y digno para el culto que se celebra, no sólo de cara a las personas sino principalmente hacia el Señor.

Personas que con ello llevan el estigma de “beatas, los/las que chupan del bote, los amigos del cura, sargentos, meapilas, brujas…” y tantos apelativos que a lo largo de los años los que nunca han hecho nada les regalan. ¡Benditas brujas! Cuántos sacerdotes las quisieran tener tan eficaces, buenas y fieles como nuestras y nuestros colaboradores, pues incluimos también a sus esposos. Su fidelidad por hacer las cosas bien y velar porque todo se haga como Dios manda les ha hecho merecedoras no pocas veces de insultos y críticas como expresión de la envidia ramplona y la necedad de los que, finalmente, no hacen nada por nadie ni por nada.

Algunos, por su falta de fe, no pueden entender este servicio que se hace precisamente por fe; una fe que lleva al altruismo y a la implicación. No hay sueldo -¡ni un céntimo!- sino lo contrario, pues son muchas las pequeñas cosas que ven o saben que la parroquia necesita, y corren a comprarlo y regalarlo, a menudo sin que nadie se entere, a veces ni tan siquiera el sacerdote, pero es que cuando las cosas se hacen por amor a su Parroquia y a Dios, basta que Él lo sepa.

Ahora que no se sabe muy bien lo que es la fe, hoy que tantos la han perdido, la pierden o dicen vivirla 'a su manera''; esta gente que para algunos “chupan del bote”, nos enseñan cada día cómo es de verdad la fe: dar sin esperar nada a cambio, arrimar el hombro en todo lo que se requiera y, lo más importante, desde un corazón abierto a Dios: “Muéstrame tu fe sin obras, y yo por las obras te probaré mi fe”.

Rosi, Marisa y Juan (y nuestro recordado Juan José) han dado muestras siempre de ello. Son personas que han amado, aman y amarán siempre a la Parroquia, pues aquí han estado siempre a las duras y a las maduras, con sonrisas y lágrimas, a tiempo y a destiempo. Han tenido -y así lo han hecho- que encajar las formas de ser -y más de una bronca- de todos los últimos párrocos con los que colaboraron: Don Julio, Don Cecilio, Don Fernando y Don Joaquín; y ahí están, con ninguno han perdido la fe. Se iba un cura y venía otro, y a todos han querido por igual. No han sido de ningún bando ni han cambiado ninguna chaqueta, simplemente han sabido ver en la figura del sacerdote el valor que tiene y lo que otros no han sido capaces de descubrir, sino porque cada uno ha venido a nosotros ''in nomine Domini''.

Los que conocen, por ejemplo, la casa de Rosi -que prácticamente todo Lugones conoce- saben muy bien que en su salón tiene enmarcados en diferentes portarretratos el rostro de los últimos párrocos de Lugones. De todos sin excepción, pues esa casa siempre tiene la puerta abierta a todos. De un color o de otro, de sotana o guayabera, santos y pecadores... He aquí una lección de amor y servicio.

Hace unos meses se organizaba en Madrid unas conferencias sobre la pastoral parroquial, y el Cardenal Arzobispo de Barcelona realizó una ponencia muy aterrizada, en mi opinión. Entre las muchas realidades sobre las que reflexionó habló precisamente de esto apoyándose en el capítulo de San Mateo: ''Te doy gracias Padre”, y contaba él a modo de anécdota, que había acudido a una parroquia de un barrio de inmigrantes donde celebraban los cincuenta años de la construcción del templo, y contaba que cuando llegó a la explanada, frente al templo, le recibió una señora que le dijo: ''que alegría Señor Obispo, mire, éstos son todos los sacerdotes que hemos tenido estos cincuenta años''. Y empezó la señora -era la sacristana- a presentar a todos los párrocos y sacerdotes que conoció: “el primero no ejerce el ministerio pero no se ha secularizado, el segundo se ha casado pero sigue celebrando misa, este otro fue un santo, este de aquí se fue a América…” y así hasta llegar al actual. Y concluye la señora mirando al Cardenal: ''Les quiero a todos, no sabe usted que buena gente han sido, les recordamos con mucho cariño… yo llevo aquí cincuenta años sirviendo a la parroquia y ayudando en lo que puedo a los sacerdotes…” Don Juan José Omella, con gracejo, comentó en la conferencia: ''yo con estos panoramas me voy y me hago luterano, budista o anti todo; pero ella no, ella sigue amando a Jesucristo y amando a su Parroquia… Y es que la fe de los sencillos es la que salva a la Iglesia.

Vida del Obispo Irurita




lunes, 17 de diciembre de 2018

Nueve amigos del Señor


Necesitamos más sagrarios. Por Jorge González Guadalix

(De profesión Cura) Tengo esas palabras grabadas en mi corazón desde quelas leí por primera vez hace años. Alguien preguntaba a santa Teresa de Calcuta qué sería necesario para convertir América y salvar el mundo.Su respuesta clara y concisa: “Mi respuesta es: la oración. Lo que se necesita es que cada Parroquia visite a Jesús en el Santísimo Sacramento durante Horas Santas de oración".

Sigo con palabras de la santa: “En nuestra congregación solíamos tener adoración una vez a la semana durante una hora; luego en 1973 decidimos dedicar una hora diaria a la adoración. El trabajo que nos espera es enorme. Los hogares que tenemos para los indigentes enfermos y moribundos están totalmente llenos en todas partes.

Pero desde el momento que empezamos a tener una hora de adoración cada día, el amor a Jesús se hizo más íntimo en nuestro corazón, el cariño entre nosotras fue más comprensivo y el amor a los pobres se nos llenó de compasión, y así se nos ha duplicado el número de vocaciones. Dios nos ha bendecido con muchas vocaciones maravillosas. La hora que dedicamos a nuestra audiencia diaria con Dios es la parte más valiosa de todo el día.”

Creo que nos deberían bastar estas palabras para hacer una revisión en profundidad de nuestra praxis pastoral, especialmente en lo concerniente al cuidado de los pobres, poque nadie me va a decir, eso espero, que santa Teresa de Calcuta y sus hermanas son gente a la que los pobres no les importan en absoluto.

Sagrarios. Esa es la clave. Lo demás, memeces y de las gordas. Un cura que monta un belén ahí por Mondoñedo y que como gran iniciativa pastoral ha decidido colocar a Donald Trump como Herodes en su castillo, posiblemente un cura de los de “no hay que juzgar". Otro, en Italia, cierra la iglesia en Navidad poque está en contra de no sé qué (y de paso puede irse a esquiar unos días, digo). Los hay que se pasan el día montando campañas de solidaridad, haciendo gestos, organizando protestas e inventando originalidades para que se vea que son más solidarios y comprometidos que nadie. Sagrario poco, si acaso en algún rinconcillo, para que no digan.

Quizá alguien esperaba de santa Teresa de Calcuta algo así como una llamada a la ONU, una denuncia de la violencia de no sé qué, o una declaración llamando fascista a alguien, que hoy está muy de moda. Y va la buena mujer, tan buena que es santa, y pide nada menos que ¡sagrarios! en prueba evidente de desconocimiento de la realidad y falta de compromiso con los pobres.

Sagrarios. Adoración. Justo lo que el mundo desprecia por ser humanamente inútil, y que, contagiados por ese espíritu mundano despreciamos tantas veces desde la misma Iglesia, se viene a convertir en clave, sentido, impulso y fuerza de la mejor solidaridad hacia el pobre, que es la caridad cristiana.

¡Cuánto echo de menos esa capillita de adoración perpetua que un día, va a hacer seis años, abrimos en mi anterior parroquia en Tres Olivos! Un día por semana tenemos adoración en cada pueblo, y una vez al mes vigilia de adoración nocturna. Aquella capilla, esta adoración, son el mayor tesoro.

¿Y va gente, me preguntan? A Tres Olivos mucha, lo sé. Aquí es otra cosa, pero no se trata de números. Es cosa de adorar y tener al Señor delante en la custodia. Alguna vez estamos solos los dos. Él y yo. ¿Qué importa el número? Importa que el sagrario está, y el Señor está. Bendito sea.

domingo, 16 de diciembre de 2018

Evangelio Domingo III de Adviento (Gaudete)



















Lectura del santo evangelio según san Lucas (3,10-18):

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:
«¿Entonces, qué debemos hacer?»
Él contestaba:
«El que tenga dos túnicas, que comparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo».
Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:
«Maestro, ¿qué debemos hacemos nosotros?»
Él les contestó:
«No exijáis más de lo establecido».
Unos soldados igualmente le preguntaban:
«Y nosotros, ¿qué debemos hacer nosotros?»
Él les contestó:
«No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie con falsas denuncias, sino contentaos con la paga».
Como el pueblo estaba expectante, y todos se preguntaban en su interior sobre Juan si no sería el Mesías, Juan les respondió dirigiéndose a todos:
«Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego; en su mano tiene el bieldo para aventar su parva, reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga».
Con estas y otras muchas exhortaciones, anunciaba al pueblo el Evangelio.

Palabra del Señor

sábado, 15 de diciembre de 2018

Domingo de Gaudete. Por Jesús Luengo Mena

El tercer domingo de Adviento tiene un nombre específico: Domingo de Gaudete. Recibe ese nombre por la primera palabra en latín de la antífona de entrada, que dice: Gaudéte in Domino semper: íterum dico, gaudéte. (Estad siempre alegres en el Señor, os lo repito, estad alegres). La antífona está tomada de la carta paulina a los filipenses ( Flp. 4, 4-5), que sigue diciendo Dominus prope este (el Señor está cerca). Y efectivamente, en este tercer domingo, que marca la mitad del Adviento, la llegada del Señor se ve cercana. Cuando nos acercamos a la celebración del Nacimiento de Jesús, la palabra de Dios nos recuerda cómo las profecías han sido ya cumplidas; que estamos en lo que los teólogos llaman el "ya, pero todavía no".

El Domingo de Gaudete por lo tanto, hace un alto, como el Domingo del Laetare (IV de Cuaresma), a medio camino a través de un tiempo que de otra manera es de carácter penitencial, y significa la cercanía de la venida del Señor. De las "estaciones" que se mantienen en Roma para representar los cuatro domingos de Adviento, la correspondiente a la basílica Vaticana se le asigna al Gaudete, ya que es el más importante de los cuatro domingos

Por ese motivo, en este domingo los signos penitenciales que, moderadamente, se dan en Adviento, hoy se eliminan. Se deben poner más flores, sonar la música y, como más característico, se pueden usar vestiduras de color rosado. Lógicamente, si el templo o parroquia no dispone de ese color, se usa el propio del tiempo, o sea, el morado.

Haciendo algo de historia, diremos que el Adviento ha conservado muchas de las características penitenciales que tuvo en su origen, en que se consideraba como una especie de Cuaresma para preparar la llegada del Señor y que comenzaba también cuarenta días antes, el día después de la fiesta de San Martín (12 de noviembre), de aquí que a menudo se le llamara también la "Cuaresma de San Martín", nombre por el que el Adviento fue conocido desde el siglo V. Tanto en el Oficio como en la Misa a través del Adviento, se hace referencia continua a la segunda venida de nuestro Señor, y se enfatiza en el tercer domingo por medio de la adición de signos permitidos para ese día, como una expresión de alegría.

El Domingo de Gaudete está marcado por un Nuevo Invitatorio, la Iglesia no invita ya a los fieles meramente a adorar "al Señor que va a venir", sino que les llama a una liturgia de alegría porque "el Señor está ahora aquí y al alcance de la mano". La alegría de la espera se enfatiza por las constantes Aleluyas tanto en el Oficio como en la Misa a través de todo el Adviento. 

La Epístola, tomada de la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses (5, 16-24), nos incita a regocijarnos “Hermanos: Vivan siempre alegres” y nos urge a prepararnos para encontrarnos con el Salvador a través de oraciones y súplicas y de acciones de gracia, mientras que el Evangelio de Juan (1, 6-8. 19-28) nos habla del Bautista y nos advierte que el Cordero de Dios está ahora entre nosotros, aunque parezca que no le conocemos “Hubo un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan”.

El espíritu del Oficio y de la Liturgia a través de todo el Adviento es de espera y de preparación para la fiesta de Navidad así como para la segunda venida de Cristo, y los ejercicios penitenciales, que han sido adecuados para ese espíritu, son suspendidos en el Domingo de Gaudetepara simbolizar la alegría y el regocijo por la Redención Prometida, las cuales nunca deben estar ausentes del corazón del fiel.