Suena ya lejano ese librillo
titulado “Por la Senda de Toribio”, escrito por el bueno de D. José Benito Cavero con su particular
recopilación de anécdotas y vivencias de una tierra que sentía muy suya. Entre
las bibliotecas personales de los sacerdotes mayores de Astorga, se encontrará éste
perdido entre el polvo y los recuerdos de toda una vida. En una Iglesia tan
extensa a la vez que familiar, deseamos que el Pontificado de D. Juan Antonio
sea como ese libro: un compendio de vivencias en la vida de una Diócesis que
camina por la senda que antaño recorrió su Patrono Santo Toribio.
Con el nombramiento de
Monseñor Juan Antonio Menéndez Fernández para la antiquísima sede asturicense, se
reaviva la tradición apostólica en dicha iglesia particular, cuyos orígenes se
remontan a los mismos discípulos de los Apóstoles. Honor acreditado en la carta
de San Cipriano de Cartago al Obispo Basílides, allá por el año 245, que
concede a su Catedral la distinción de "Apostólica".
“Tierra de buen clima y
corazones aclimatados”, que podríamos decir en palabras del sacerdote
fallecido, Don Fernando Rubio (cuyo padre fue allí seminarista). “Excelente
gente la de Astorga”; no era erróneo su concepto, sino que las obras en el
tiempo nos hablan de un pasado glorioso con un presente costoso y un futuro
esperanzador, que pasa por depositar la confianza en quién todo lo puede.
La ciudad astorgana divisa en
su altura las llanuras que se extienden a lo lejos contemplando en lontananza
las faldas del Teleno. Hacia este enclave milenario mira el pueblo de Dios que
perteneciendo a realidades tan dispares, con tres provincias de por medio, se
vuelve una sola bajo el báculo de su pastor. Allí, desde la Cátedra dispuesta a
la sombra del gran retablo de Gaspar Becerra, presidirá, a partir del próximo
diecinueve de Diciembre, la grey que se encomienda a este asturiano moscón, el cual va como mensajero que anuncia la paz, la buena nueva, la salvación (Is 52, 7).
La diócesis Ovetense y su
sufragánea, comparten historia, fe y santidad; algo que uno descubre una vez se
aventura en los entresijos de su realidad. Desde la Arqueta que el rey Alfonso
III el Magno regaló al entonces Obispo de Astorga, hasta los restos de las tres
enfermeras de la Cruz Roja martirizadas en Somiedo, son muchos los signos
evidentes de que no estamos tan lejos ni tenemos tan poco en común. Quizás haya
que releer esa jota de Cangas de Narcea que canta: En el puerto Leitariegos/ León y Asturias se abraza/ se dan la misma
sangre / porque son tierras hermanas…
Si Astorga nos regaló uno de
los mejores Obispos Auxiliares que a día de hoy ha tenido la sede Ovetense, es
de justicia que sea hoy Oviedo quien le devuelva el favor, al pasar su actual Auxiliar
a ser titular de la citada Iglesia. La trayectoria vital del que fuera Auxiliar
de Monseñor Lauzurica, allá por 1958, el Siervo de Dios Don Ángel Riesco, se
vislumbra en sus escritos y en sus obras, pero ante todo en su personalidad,
cuyo único despunte fue su extremada sencillez. Fue consagrado Obispo en
Astorga para venir a servir a los asturianos con las dos ideas que marcaron su
vida: pasar haciendo el bien y buscando
la Caridad de Cristo que nos urge.
El ahora obispo electo y aún
titular de “Nasai”, era muy niño cuando Don Ángel pateaba nuestras montañas,
sin embargo, al haber sido persona que trató a tantísimos sacerdotes mayores y
venerables de nuestra tierra, le permitió -seguro- ser heredero de múltiples anécdotas de cercanía y humanidad que aquél
prelado, con rasgos de santo, regaló en sus
visitas pastorales.
Algo tienen las Parroquias de
Astorga que sorprenderá positivamente a su nuevo mitrado, y entre ello, la gran
devoción que le tienen a la mártir Santa Marina. Sí; resultan chocantes para nosotros muchos nombres que en
nada se parecen a los de nuestras aldeas y pueblos, pero lo mismo pensarán
ellos de nuestra toponimia. “Todos los caminos llevan a Roma”, y también a esta Urbe de raíz romana dónde su nuevo obispo irá encontrándose con Santa Marina, que
en tantas parroquias tienen por Patrona. Feligresías como Igueña, Santa
Marinica, Barrios de Nistoso, Manzanal del Puerto, Santa Marina de Torre,
Sigueña, Zacos, Santa Marina del Rey, Valparaiso, Lago de Carucedo, Santalla,
Valdeloba, Santa Marina del Sil, Barjas, Balboa, Ambasaguas, Santa Marina de
Somoza, Genestacio, Rubiá, Santa Mariña do Monte, A Regueira, Outeiro ,Peñafolenche,
Sejas, Valleluengo, Froxais, Aciberos, Castromil, Calabor, Rihonor de Castilla ,
Villarino de Sanabria, Da Ponte, Seadur, Aguilar de Tera… y múltiples ermitas y
capillas dedicadas a Ella, lo que para un hijo de Villamarín de Salcedo mucho le
ha de decir.
No puedo omitir señalar que Don
Juan Antonio se hizo célebre a nivel nacional en sus primeros tiempos de
Vicario territorial, cuando residiendo en Arriondas, era reclamado por sacerdotes
y seminarios de toda España para dirigir retiros y ejercicios espirituales.
Pronto se le apodó con cariño en el sur (así son los del sur) con el apodo de “El
rey Mago”; uno preguntó ¿por qué?: “Como
es el Vicario de Oriente…” respondió un sacerdote con alegre acento
“andalú”. Y no iba desencaminado del todo, pues aunque nuestro oriente poco
se asemeja al de Gaspar o Baltasar, es sin embargo Don Juan Antonio, un gran
devoto de los Santos Reyes por haber nacido precisamente el día seis de enero.
Onomástica que durante muchos años celebró con el bueno de Don Daniel, el cura
de Priesca, fallecido el veintiuno de Diciembre del pasado año, y cuyas
exequias él mismo celebró.
En plenas Témporas llega la hora de la partida. No puede haber mejor época que esta del Adviento para tomar posesión, ya que en el arte que se compendia en su nueva Iglesia Madre-Catedral, se representan todos los grandes personajes de este tiempo: los antiguos profetas en la majestuosa sillería del coro; San José en las escenas del retablo mayor; María Inmaculada y el Precursor, frente por frente, presidiendo cada uno una de las Capillas laterales. De especial valor y reconocimiento artístico es la talla de San Juan, con la mano junto a la boca que parece estar gritando: “preparad el camino al Señor, allanad sus senderos” (Is 40,3).
Al acercarse a la Augusta Astorga, es parada recomendada al peregrino el Alto de San Justo de la Vega, donde se contempla desde el Crucero que recuerda el lugar dónde el Santo Obispo sacudió sus sandalias, antes de partir a su retiro en Liébana, la erguida y hermosa Catedral en cuyas alturas reta al viento Pedro Mato, el maragato que atemorizó a los mismísimos franceses.
Al acercarse a la Augusta Astorga, es parada recomendada al peregrino el Alto de San Justo de la Vega, donde se contempla desde el Crucero que recuerda el lugar dónde el Santo Obispo sacudió sus sandalias, antes de partir a su retiro en Liébana, la erguida y hermosa Catedral en cuyas alturas reta al viento Pedro Mato, el maragato que atemorizó a los mismísimos franceses.
Empezar una visita por donde
otro la dio por terminada, nos deja comprender cómo obispos en principio no
queridos o maltratados, han terminado en el lugar que finalmente les
correspondía. Por algo dice San Pablo que Dios a veces aprieta a sus hijos
favoritos -¡y es verdad!- El episcopologio de este suelo nos habla de Santos y
grandes pastores que sólo fueron reconocidos después de transcurridos muchos
años. Además del Santo lebaniego, otros seis mitrados cuentan con la aureola: San
Sabino, San Dictino, San Genadio, San Fortis, San Ordoño y San Pedro
Cristiano.
Sin irnos tan lejos podemos
traer a colación al ilustre Don Marcelo, el cual da nombre a la Plaza del Seminario,
mientras que en su día fue incomprendido por el clero diocesano tras su
decisión de clausurar el seminario menor de "As Ermitas". De Astorga marchó como
Arzobispo Coadjutor a una Barcelona que no le aguardaba tampoco con entusiasmo,
dónde en la toma de posesión comenzó su memorable homilía afirmando: “Circunstancias
ajenas a mi humilde persona, han hecho que mi presentación ante vosotros se vea
rodeada de una expectación que yo no hubiera deseado”.
No es novedad el calvario ni
las espinas del camino, más siempre el Señor dispone de verónicas y cirineos
para llegar a la meta. No le faltarán a D. Juan Antonio sacerdotes buenos y
hacendosos que tienen al día una Curia que nada tiene que envidiar a otras
mayores. Sus religiosas de vida activa y contemplativa, son merecedoras de un
monumento por el esfuerzo que ponen en llevar a cabo sus quehaceres, como las
imprescindibles monjitas terciarias de Sancti Spiritu, que realizan las obleas
para toda la Diócesis, o las Franciscanas del Buen Consejo, fundadas en esta
ciudad a la sombra de su Seminario. Allá le aguardan dos paisanas con los
brazos abiertos: Sor Honorina,
natural de su querida Teverga, dónde fue Párroco, y Sor Berta Castañón, a la que le unen lazos muy fuertes de amistad
por los años de Vicario General, en que residió junto con sus padres en la
Parroquia de San Lázaro del Camino, fundada y atendida por el bendito Don
Celestino Castañón (hermano de ésta) que atendió también espiritualmente a la
difunta madre (Q.E.P.D.) del nuevo Obispo en su tiempo de enfermedad.
Como el mismo Monseñor
reconoce, llegará ahora a un nuevo destino dejando atrás importantes vínculos
muy queridos. En la memoria de muchos está hoy su familia, su anciano padre y
tantos amigos como hermanos que aquí se quedan.
Viene a mi mente -como no- su difunta madre Doña Josefa, y aquello que él mismo resaltó el día de su funeral, explicando como ella, leyendo la vida de los santos, se había fijado tanto en San Agustín y su Santa Madre. Cúmplase ahora pues, en verdad, las palabras de Santa Mónica: “enterrad mi cuerpo dónde sea, sólo os pido que os acordéis de mi ante el altar del Señor”...
Nosotros, deseándole mucha vida al servicio de la Iglesia, también le encomendaremos y rezaremos por Vd.
Viene a mi mente -como no- su difunta madre Doña Josefa, y aquello que él mismo resaltó el día de su funeral, explicando como ella, leyendo la vida de los santos, se había fijado tanto en San Agustín y su Santa Madre. Cúmplase ahora pues, en verdad, las palabras de Santa Mónica: “enterrad mi cuerpo dónde sea, sólo os pido que os acordéis de mi ante el altar del Señor”...
Nosotros, deseándole mucha vida al servicio de la Iglesia, también le encomendaremos y rezaremos por Vd.
Que en esa tierra cercana y
hermana, tenga buena misión, D. Juan Antonio.
Rodrigo Huerta Migoya
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