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lunes, 14 de diciembre de 2015
Los católicos y el voto . Por Guillermo Juan Morado
Reconozcamos lo evidente: los católicos somos, en España, una minoría. Quizá haya, aún, muchos bautizados. Pero hay menos católicos confesantes, que traten de unir profesión de fe, vida moral, práctica de la oración y recepción de los sacramentos. Somos minoría y tenemos que actuar tomando conciencia de lo que somos.
Los católicos tenemos una referencia muy clara en los llamados “valores no negociables”, que decía Benedicto XVI: “el culto agradable a Dios nunca es un acto meramente privado, sin consecuencias en nuestras relaciones sociales: al contrario, exige el testimonio público de la propia fe. Obviamente, esto vale para todos los bautizados, pero tiene una importancia particular para quienes, por la posición social o política que ocupan, han de tomar decisiones sobre valores fundamentales, como el respeto y la defensa de la vida humana, desde su concepción hasta su fin natural, la familia fundada en el matrimonio entre hombre y mujer, la libertad de educación de los hijos y la promoción del bien común en todas sus formas. Estos valores no son negociables” (Sacramentum caritatis, 83).
¿Qué hacer ante un panorama de propuestas partidistas, en la que ninguna, con posibilidades de éxito, pueda defender del todo esos valores? Pues yo creo que lo más importante es intensificar el compromiso cristiano. Tenemos que ser, los que somos cristianos, un poco más cristianos. Si lo somos, con mayor coherencia, iremos poco a poco trazando un modelo de sociedad, una visión de la vida, razonable y, en principio, compartible por muchos otros. Compartible porque es buena; porque es lo mejor.
No basta con el anuncio del kerygma, con el anuncio de que Cristo muerto ha resucitado. Hace falta algo más: una propuesta cultural y también política. Porque la política es la ampliación de la ética, y a la vez su cuna.
Ser cristiano supone sostener un desafío intelectual y cultural. Ser cristiano significa defender la dignidad de la persona humana; significa apostar por la justicia; significa reconocer que no todo vale. Significa no identificar el consenso con la verdad. Significa, en suma, reconocer un orden superior, inapelable, que va más allá de los cambalaches de la conveniencia, de la lógica del más fuerte.
Algunos pueden pensar que esa aportación debería ser partidista. Otros apostarán porque esa aportación sea transversal. Yo creo que si se oxigena a la sociedad, si se anima a vencer el egoísmo, a buscar el bien y la verdad, ese germen cristiano contribuirá al bien.
El reino de Dios no es de este mundo, sí, pero tiene que ver mucho con este mundo. La fe no solo es verdadera, sino que es buena. Acoger y aceptar los desafíos que provienen de la fe no ensombrece, sino que esclarece, el compromiso político.
Para que el panorama político sea más humano y cristiano, a la Iglesia le corresponde un trabajo muy de fondo, pero muy fiel a su misión: Anunciar el Evangelio y formar a los fieles. Sin atajos fáciles, y sin “descompromisos”.
Los valores innegociables son innegociables. Nuestro reto es mostrar, con coherencia, que son valores. Con mucha paciencia y con mucha coherencia.
Guillermo Juan Morado.
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