(La voz de Asturias) A los historiadores nos gustan mucho las fechas, sobre todo, las fechas redondas, las efemérides y los aniversarios. Se trata de ocasiones especiales en que podemos dar la tabarra a la gente con los temas que investigamos. Una buena excusa para soltar un rollo y no parecer un pedante.
Pues bien, este año se presenta uno de esos momentos. Lugones puede conmemorar el 125 aniversario del nacimiento de uno de sus vecinos más ilustres. Me refiero a Carlos Tartiere de las Alas-Pumariño, nacido en la residencia familiar situada en la finca Santa Bárbara (en el actual bosque de La Cebera), el 13 de agosto de 1900. Fue el segundo hijo fruto del matrimonio entre el célebre empresario José Tartiere Lenegre y María Dolores de las Alas-Pumariño Troncoso.
Durante sus primeros años de vida Carlos comenzó a destacar por su pasión por los deportes, desde la elitista hípica, al incipiente y popular fútbol. La prensa de la época le definía como un auténtico «sportman». De hecho, entre sus amistades se encontraba, el también lugonino, Miguel Durán Terry («Pololo»), futbolista internacional que militó en el Atlético de Lugones, Atlético de Madrid y Real Oviedo. Años más tarde, la devoción de nuestro protagonista por el balompié le llevó a ostentar su primer cargo de responsabilidad deportiva, sería como vicepresidente del Real Stadium Ovetense.
Además, era un gran aficionado a la caza, llegando a ser campeón de Asturias de tiro de pichón en varias ocasiones. Era tenido por una de «las escopetas de más fama de la provincia». En cuanto a su faceta profesional, estudió ingeniería industrial y fue consejero en numerosas empresas de la región (Banco Asturiano, Tranvía Central de Asturias, Sociedad General de Ferrocarriles Vasco-asturiana, etc.).
Tanto él como su familia tuvieron siempre un vínculo especial con Lugones. Ello explica que en 1928 Carlos y sus hermanos fueran nombrados hijos adoptivos de la localidad.
Pero si por algo ha pasado a la historia, es por haber sido el primer y más icónico presidente del Real Oviedo. Con el empuje de su mecenazgo el equipo vivió su edad de oro, codeándose con los mejores conjuntos del país (dos terceros puestos en el campeonato liguero lo atestiguan).
Lamentablemente, su existencia terminó demasiado pronto, el 31 de julio de 1950 (hace 75 años) una grave enfermedad acabó con su vida. La prensa regional fue unánime al recordarle, dedicándole hermosas palabras en su despedida, definiéndole como un «hombre de empresa, deportista y ciudadano ejemplar». Asimismo, señalaron que en lo personal demostró ser «bueno, inteligente y cordial».
Unos años después de su muerte, el estadio ovetense de Buenavista pasó a tomar su nombre en homenaje a su figura. Aquello le convirtió en leyenda. Desde entonces, todo aquel que oye mencionar a Carlos Tartiere en cualquier punto de España, lo identifica automáticamente con el coliseo del equipo carbayón.
Como hemos visto, 2025 reúne dos fechas importantes relacionadas con nuestro «sportman». Pero, si todo esto no fuera ya suficiente, además, el año próximo el club azul celebrará su centenario. Y es seguro que entre los numerosos actos conmemorativos que se llevarán a cabo, la figura de su emblemático presidente será notoria.
En definitiva, estamos ante un personaje destacadísimo de la historia lugonina y, por supuesto, asturiana. Todo apunta que ha llegado el momento idóneo para dedicarle una calle, plaza o espacio relevante en su pueblo natal, a modo de homenaje popular. Lo inexplicable de que esto aún no se haya realizado no debe desviarnos la atención, lo cierto es que estamos ante una oportunidad inmejorable.
Llevemos, por esta vez, la contraria al refranero español cuando dice aquello de «nadie es profeta en su tierra». Carlos Tartiere es, seguramente, el lugonino más célebre y reúne méritos sobrados para que, por fin, sus vecinos le brindemos un lugar para el recuerdo.
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