(El Diario de Cantabria) La orden Franciscana ha anunciado que abandonará antes de fin de este año la custodia del monasterio de Santo Toribio de Liébana (Cantabria), dedicado al Lignum Crucis, dada la elevada edad de la escasa media docena de monjes que lo habitan y la inexistencia de relevo generacional.
En concreto, el Obispado tiene que valorar cómo se va a llevar a cabo el "abandono" por parte de los franciscanos del santuario que acoge la reliquia de la Santa Cruz, custodiada en este lugar desde hace más de once siglos.
El obispo de Santander, Arturo Ros, tiene el deber de encargar los trabajos de custodia de la reliquia a otra orden, pero "no es la primera vez que se va una orden de un lugar de culto", han precisado desde la Diócesis a Europa Press, así como que está previsto que el prelado se reúna con los franciscanos.
Pese a la incertidumbre que abre su marcha de Liébana, el Obispado sí ha asegurado que el monasterio "va a seguir abierto" y que "no se va a interrumpir el culto". Igualmente, ha recordado que los anuncios sobre la marcha de la Orden Franciscana no son nuevos. "No es una situación de ahora, sino que todos los años decían que se iban a ir", han apuntado las citadas fuentes, que han precisado que en el anterior Año Jubilar Lebaniego (2017-2018) "también dijeron que se iban y han continuado hasta este", en alusión al Año Santo que comenzó en abril de 2023 y que se ha clausurado el pasado 14 de abril con el cierre de la Puerta del Perdón. "Por tanto, no sabemos lo que va a pasar", han subrayado desde la Diócesis.
Con todo, el Obispado ha lamentado que la Orden Franciscana se marche de Liébana, lo que en la práctica supone su desaparición en Cantabria, después de que los últimos frailes se fueran hace tres años de Santander, donde habían permanecido 64 años. "Es una pena que vayan, es una orden muy arraigada en la comunidad", ha valorado la Iglesia.
En el monasterio de Santo Toribio, los franciscanos tienen la responsabilidad de velar y custodiar una reliquia única, el Lignum Crucis, que es la reliquia más grande de la cruz de Cristo que se conserva en todo el mundo. Antes de su llegada, que tuvo lugar en 1961, los encargados de estas labores fueron los miembros de la orden de San Benito.
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