Ya enfocando la recta final de este Tiempo nos encontramos como en torno al altar en este Domingo V de Cuaresma, con la que iniciamos la llamada Semana de Pasión. Dentro de siete días será ya el Domingo de Ramos, y por ello, el evangelio de este día tomado del capítulo 12 de San Juan, quiere ser un deseo de Jesús por ponernos en sintonía ante lo que vamos a celebrar a partir del domingo próximo, y el profundo sentido que encierra. Se acerca el final, el Señor lo sabe, y por eso insiste en preparar a sus discípulos con parábolas y enseñanzas para que no se llamen a engaño, para que tengan claro que su meta no es un pódium agradable; no va a ser un éxito a los ojos del mundo, sino que su misión va hacia otros derroteros. Jesús durante tres años les ha hablado del Reino de su Padre al que ha de volver para hacerles -y hacernos- sitio-. Aquel grupo de griegos expresan algo que sentimos todos: ''¡Queremos ver a Jesús!'', y en algo tan serio con lo que no acabamos de entender con más fuerza sale el deseo de querer ver por delante, de asegurarnos de que aquello que nos presentan como maravilloso es así, pues nos empeñamos en que sólo podemos aceptar y validar lo que pasa por la censura de nuestros sentidos.
Andrés y Felipe se acercan a Jesús para decirle que aquellos griegos le quieren conocer, pero el Señor da la impresión de que no está por la labor, de que tiene prisa y no le sobra el tiempo, por lo que les contesta con algo que les desconcierta: ''Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre''... Aquí hay algo que debe interpelarnos en estos días, y es que ha menudo acompañamos a Jesús con nuestras oraciones, atentos a los textos bíblicos que nos irán relatando tanto las profecías que vemos cumplidas en Él como los hechos de sus últimas horas de vida, pero es que estar cerca de alguien o incluso acompañarle no es sinónimo de ponerse en su lugar. Una buena actitud para vivir la Semana Santa sería interpelarnos interiormente: ¿Qué sentiría el Señor? ¿Qué pasaría por su mente? ¿Qué sentimientos aflorarían ante cada momento y cada paso hacia el calvario?... Y llevarlo a la oración.
Jesús tiene clarísimo que su misión es la que es, que para eso ha venido al mundo, para dar su vida en rescate por muchos. El problema radica en que no pocos que le seguían pensaban que esa salvación vendría por una demostración de poder, fuerza o capacidad para obrar milagros. El Señor trató de advertirles como en este pasaje del evangelio: ''Os aseguro que si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo; pero si muere, da mucho fruto. El que se ama a sí mismo se pierde, y el que se aborrece a sí mismo en este. mundo se guardará para la vida eterna''... Lo entenderán; sí, pero mucho después de haber ocurrido todo, no previamente cuando les hubiera ayudado a no temer, a no esconderse ni huir. Esto nos pasa a menudo a todos, nos hablan de un pueblo maravilloso y empezamos a dibujarlo en nuestro subconsciente, y cuando llegamos allí nos desilusionamos pues nada tenía que ver lo que esperamos con lo que encontramos. Vamos a ese lugar pensando que habrá todo lo imaginado y resulta que no es así, pues esta es la experiencia que sufrirán los apóstoles al ver que la vida terrena de Jesús no el un triunfo de una batalla donde Él se proclame rey de Israel en el trono de un palacio, sino que aparentemente morirá como un fracasado ajusticiado como uno más a los ojos del mundo, cuando en realidad ese patíbulo era el trono real desde donde se hacia rey eterno, inmolándose por puro amor por todos nosotros.
Quiero concluir con un versículo precioso de este evangelio: ''El que quiera servirme, que me siga, y donde esté yo, allí también estará mi servidor''. Hoy celebra la Iglesia en España la Campaña del Seminario en este domingo ya cercano a la fiesta de San José. Es una jornada para orar por el aumento de las vocaciones, por la perseverancia de los que ya han dado el paso, y para que ninguna vocación se quede al borde del camino por falta de ayuda económica, espiritual o pastoral. Damos gracias al Señor por nuestros seminaristas del Seminario Metropolitano de la Asunción de Oviedo y del Seminario Misionero Redemptoris Mater y de "Lumen Dei", también en nuestra Diócesis, y cuyo testimonio es un estímulo para los jóvenes de Asturias y un motivo de esperanza para nuestra Iglesia Diocesana. Hay diócesis en España donde no hay ningún seminarista, por eso a pesar de la escasez vocacional que atravesamos tenemos muchos motivos para estar contentos con el buen estado de salud del corazón de nuestra Diócesis.
Que el Señor conceda a nuestros jóvenes un corazón nuevo, para que tantos indecisos y temerosos se atrevan a decir sí a ser servidores, a ser trigo fecundo que muera para sí mismo, pero para dar fruto abundante. ¡Feliz Domingo!
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