Nos encaminamos hacia el final de la Pascua, y así los textos de la Palabra de Dios nos van preparando no sólo para recibir al Espíritu Santo, sino que empiezan a hablarnos ya de despedidas con la vista puesta en la Ascensión del Señor. En este domingo V el Señor se presenta como lo que es ya para nosotros: el único camino, la única verdad y la única vida. Hablar de Pascua siempre es mirar al futuro, nunca al pasado. Por ello en este día se nos invita a vivir la confianza en las promesas del Señor que nos lleva al Padre, que nos preparará un lugar con Él y que la llave de todo es la fe.
I. Cristo vivo presente en comunidades vivas
El fragmento de la carta de San Pedro que escuchamos en la segunda lectura es una preciosa catequesis sobre lo que es una parroquia, una comunidad que se reúne en torno a Cristo como cimiento, el traje que envuelve nuestra fe, y lo hacemos en torno al altar que representa no sólo al Señor, sino que sobre el que éste se hace presente. Si Cristo no es el protagonista todo se viene abajo, por eso decimos que Cristo es la piedra angular; es decir, la que ensambla todo y hace posible que toda la construcción se sostenga cohesionada: ''Acercándoos al Señor, piedra viva rechazada por los hombres, pero elegida y preciosa para Dios, también vosotros, como piedras vivas, entráis en la construcción de una casa espiritual''. Esto es lo que repetimos tantas veces, la iglesia no es un edificio, ni la parroquia tampoco, somos nosotros las piedras que unidos hacemos un edificio que no se ve, que es más hermoso que lo que podemos ver con los ojos.
II. Así nació el orden de los diáconos
En la primera lectura seguimos descubriendo los pormenores de aquella iglesia primitiva e incipiente, y en concreto, hoy el autor nos detalla cómo aumenta el número los seguidores del Nazareno, presentándose contratiempos que no estaban en sus cálculos y a los que tratan de dar respuesta. Lo que ocurre aquí hoy lo entendemos muy bien, pero para ellos era la primera vez que les pasaba, y es que eran tantas las almas que debían atender, que los apóstoles sentían que no podían llegar a todo, que no podían estar en tres lugares a la vez y tampoco querían descuidar ni la predicación ni la caridad, ni lo espiritual ni lo social. Y así toman la decisión de buscar "ayudantes" que pudieran colaborar en el anuncio del Evangelio con una dedicación especial al servicio (diaconía) para atender las mesas, a las viudas, y para ser imitadores de Cristo siervo que se hace servidor de todos. Y eligen a un grupo de varones cuyos nombres nos han detallado muy bien, y que más de uno nos resulta conocido como cuando dice: ''eligieron a Esteban, hombre lleno de fe y de Espíritu Santo'', el que más adelante será el primer mártir, por eso lo llamamos el protomártir y lo celebramos en plena navidad. Cuántos pueblos y parroquias de Asturias lo tienen por Patrono, como aquí en nuestro Arciprestazgo en la parroquia de Sograndio o las Cruces. Y los demás nombres también nos revelan algo importante, que la mayoría de estos hombres piadosos no eran judíos, sino que sus nombres nos revelan que eran griegos. No deja ningún detalle a pasar por alto, no olvidemos que Jesús y sus discípulos eran todos judíos, por eso entre los primeros cristianos había una idea preconcebida de que para poder ser cristiano, antes había que ser judío. Este gesto de los apóstoles no es sólo compartir la misión del anuncio con los diáconos, sino compartir con aquellos que tantos tenían por forasteros y, por ende, en un segundo plano.
III. Caminos, verdad y vida
En el evangelio de este domingo vemos un reclamo que hace el apóstol Felipe al Señor, que en el fondo es el anhelo de todo hombre: desvelar el misterio, ver realmente a Dios, comprobar que no estamos ante una mera historia bonita. Felipe lo dijo sutilmente pero vino a decir lo mismo: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta», que es lo que tantas veces nos dicen a los creyentes las personas ateas, agnósticas o indiferentes, que no les entra en la cabeza que en pleno siglo XXI creamos en algo y alguien que la ciencia no pueda confirmar -ni desmentir-. Jesús le tira un poco de las orejas al apóstol: ''Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe?''. Esto es una realidad "doméstica" muy conocida, cuando papá o mamá dicen: ¿pero hijo no te he dicho 800 veces que esto está en tal sitio, que esto se deja así o que aquello no se pone en la mesa?... Jesús tenía que haberse molestado mucho: tres años enteros de su vida explicándoles lo que las escrituras dicen sobre el hijo del hombre, el Mesías, el hijo de Dios, enseñándoles a rezar diciendo "Padre nuestro", y de pronto uno de los doce le hace una pregunta como si hubiera estado durmiendo o despistado no a ratos, sino nada menos que los tres años de vida pública de Jesús. Quizás no es que estaba despistado, sino que se fue a lo fácil pidiendo a Jesús que muestre a todo el mundo que Dios existe, y así todo el mundo creerá. Por eso el Señor vuelve de nuevo a explicar que ya está todo mostrado, pues quien lo ve a Él ve al Padre, y dice más: ''El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores''. Dios Padre y Dios Hijo son inseparables, pero, ¿cómo vamos a pedirle a Jesús que queremos ver a Dios si es Él mismo quien nos lo revela a través de sí mismo?. Hay también un detalle muy claro sobre la cercana fecha de la Ascensión: ''porque yo me voy al Padre'', pero igualmente hay otros versículos que no podemos pasar por alto como el sexto, donde Jesús hace esa bellísima definición sobre si mismo: ''yo soy el camino, la verdad y la vida'', algo que siempre la Iglesia ha tratado de cuidar en su predicación: sólo Jesús es camino, no hay cabida a las mentiras frente al que es la verdad que no se puede maquillar guste o no guste; y la vida, que sólo cobra sentido con Él dado que lo demás termina en la muerte. Sólo Jesucristo nos ofrece vida más allá de esta vida: ''porque me voy a prepararos un lugar. Cuando vaya y os prepare un lugar, volveré y os llevaré conmigo, para que donde estoy yo estéis también vosotros''. En estas tres palabras tenemos el trípode sobre el cual construir nuestra vida cristiana. En primer lugar el camino, que nos lo marcan los mandamientos de la ley de Dios y de la Madre Iglesia que nos hacen de señales para llevarnos a buen puerto. En segundo lugar la verdad, que es el credo, el catecismo, la enseñanza de la Iglesia que nos orienta sobre las trampas mundanas que buscan que caigamos en engaños. Y finalmente la vida -con mayúsculas- que la recibimos a través de los sacramentos, la vida de piedad y oración. Jesús nos ha indicado perfectamente el recorrido; nos deja ahora a nosotros la libertad del rumbo a tomar. Por su parte está todo dicho: ''Ya sabéis el camino''...
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