Hace tiempo que vengo preguntándome cómo va a atacar la Inteligencia Artificial, en cuanto obra humana, al cristianismo, porque eso, tarde o temprano, ha de llegar. Y, como era de esperar, ha empezado ya a dar la cara.
Yo no sé si los que dispensan el dinero de los fondos “Next Generation” desde esa “nous” centroeuropea que todo lo dirige son sabedores de los revestimientos fraudulentos con los que algunos tratan de colar sus proyectos para que sean profusamente financiados, pero es que son ciegos si no se han dado cuenta ya de que esa condición que han impuesto, a saber, que las nuevas propuestas de atracción turística han de constituir una “experiencia” se están reduciendo en muchos casos a meras “experiencias inmersivas” virtuales. Y, la verdad, es que éstas ya cansan, no aportan gran cosa, no son reales y, además, marean. Son para entretener durante un rato.
Pero a lo que sí hay que estar muy atentos es a ese otro requisito que se exige y que reza así: «La línea Innova tiene como objetivos impulsar y fortalecer las redes de actores y crear narrativas sobre experiencias inspiradoras que construyan relatos a nivel país». Viene en el “Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia” del Ministerio de Industria, Comercio y Turismo. Muy logrado literariamente lo de «a nivel país».
Y por si no se entendió a la primera, insiste más adelante en lo de la «construcción de relatos inspiradores». Aunque no sean veraces. Hasta Irene Vallejo, autora del exitoso libro “El infinito en un junco”, ha afirmado muy convencida, cuando le pidieron su parecer sobre una colección de obras escritas para ponerlo todo patas arriba, que hay que «reinventar y reventar los clásicos», lo cual es, según ella, «innovador» y «precioso».
Pues algo así es lo que han hecho en el Coliseo de Roma. Un “chatbot” de Nerón conversa con los visitantes. Les responde a lo que preguntan y les cuenta lo que desean escuchar. «La elección de un sonriente Nerón vestido con toga» ha sido, de entre otras, la opción «más fuerte y atractiva», se lee en la nota de prensa emitida para el lanzamiento del producto turístico.
Esta iniciativa no ha tomado forma solo por las circunstancias actuales de financiación europea y de frenesí tecnológico, sino que se sustenta en las opiniones de una corriente historiográfica contemporánea que está tratando de blanquear la imagen de Nerón de acuerdo con una suerte de “negacionismo” disimuladamente consentido, asentido y promovido por la “cristianofobia” dominante. Sin embargo, lo que refiere Tácito, en los “Anales”, acerca del sujeto, causa espanto. Esto es lo que dice de cómo se ensañó con los cristianos, a los que acusó de haber incendiado Roma:
«El caso fue que se empezó por detener a los que confesaban abiertamente su fe, y luego, por denuncia de aquellos, a una ingente multitud y resultaron convictos no tanto de la acusación de incendio cuanto de odio al género humano. Pero a su suplicio se unió el escarnio, de manera que perecían desgarrados por los perros tras haberlos hecho cubrirse con pieles de fieras, o bien clavados en cruces, al caer el día, eran quemados de manera que sirvieran como iluminación durante la noche».
Y prosigue: «Nerón había ofrecido sus jardines para tal espectáculo, y daba festivales circenses mezclado con la plebe, con atuendo de auriga o subido en el carro. Por ello, aunque fueran culpables y merecieran los máximos castigos, provocaban la compasión, ante la idea de que perecían no por el bien público, sino por satisfacer la crueldad de uno solo». Bajo su reinado padecieron el martirio, según fuentes documentales, los apóstoles san Pedro y san Pablo.
Por otra parte, las palabras de Agripina, madre de Nerón, cuando vio que iban a matarla, son terribles: «Hiéreme aquí», le dijo al centurión que fue enviado a asesinarla, mientras le señalaba su propio vientre, en el que se había formado el imperial monstruo.
A la vista de todo ello, cabe preguntarse: en el futuro, Auschwitz ¿será explicado por un «simpático» chatbot del fautor de la Soá? Una mina de diamantes del Congo ¿por el de un rey belga? Un “killing field” camboyano ¿por el de un jémer rojo? Srebrenica ¿por el de un general serbio? Manila ¿por el de un emperador japonés? Hiroshima y Nagasaki ¿por el de un presidente estadounidense?
¿A que eso no va a suceder? ¿A que en lo del blanqueo de la figura de Nerón hay otro propósito que no es el del solo “divertimento” para turistas consumidores de lo que les echen? Claro que sí. Y es que ya nos hemos percatado de que algunos nuevos y dizque «inspiradores» relatos, «a nivel país», en el nuestro y en los de los demás, contienen dentro de sí más carga de ideología disolvente de lo que parece.
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