Hacía tiempo que estaba en su mente dejar la directiva de la Cofradía y echarse a un lado, y aunque muchos teníamos la ilusión de que él estuviera en el cargo para el centenario de la Romería -ya prácticamente a la vista- nos ha dado esta sorpresa inesperada, pero comprensible. Le han tocado años duros y muchos disgustos gordos: cuando no se inundaba el prao, había pandemia; todos los años nuevos contratiempos que superar: buscar un nuevo emplazamiento a la fiesta, poner más seguridad: que si peleas, que si pinchazos... El tiempo ha ido trayendo a la romería realidades que jamás se habían dado, y seguramente eso es lo que ha hecho que Manolito ya no se sienta con fuerzas para seguir al frente de tan ardua tarea.
Por un lado me da pena, pues parece que el verano no empieza en Lugones hasta que no ves a Manolito sonriente con su fiel escudero y mano derecha Juan Cima -su cuñado- con el que se pateaba la localidad entera, y si era necesario también todo Siero y todo Oviedo; allá se iban sin miedo a dar la batalla para sacar adelante unas fiestas de nivel. Es tiempo lógico y merecido de descansar, de disfrutar de su familia, de cuidar su salud que le pasó factura también por todo, y de seguir de otra forma en la Cofradía: enseñando al sucesor y apoyando con su saber y experiencia que avala más que cualquier título universitario... Ya cuando era niño, viendo los que iban a la romería que era avispado e inquieto alguien le comentó a su güelu, Antón el Pegu, que aquel guaje era muy listu y que iba a ser alcalde, a lo que Antón respondió rápidamente de forma negativa, asegurando con humor que ese no era puesto para los listos. Manolito no ha sido alcalde oficialmente, pero cuando yo llegué a Lugones alguien me apuntó: ''Señor Cura, usted pa cualquier cosa del Carbayu acuda a Manolito que allí ye más que un alcalde pedáneo''. Y es cierto, Manolito siempre tenía solución conciliadora para cualquier tema.
Hay que tener mucho amor a la tierra de uno para hacer lo que él ha hecho; si era poco el trabajo de ebanista, luego en casa el trabajo de la ganadería; sacar tiempo para preparar la fiesta, montarla, atenderla y desmontarla; se sumaba a todo ello el pensar y planificar en el año siguiente, y aún sacar tiempo para remocicar la capilla -que siempre tuvo muy presente- y atender el museo de la romería, y todo aquello que se le pusiera por delante. Ni el peso de los años, ni los achaques de la salud han sido una pega para el Pegu; todo lo que se propuso lo logró. En alguna ocasión tuvo que pasar por el hospital; quizá el más curioso de sus ingresos fue cuando cayó de un árbol, y con gracia y una vez recuperado alguien sentenció: ''Sólo en el Carbayu se vió a un pegu caer de un árbol''. Debió de ser de las pocas caídas de Manolito, pues la historia de su vida es la de un hombre que ha volado alto en el deporte, en la vecindad, en la historia local... Sin lugar a duda, estamos ante alguien que ha hecho un gran esfuerzo por dar a conocer Lugones, no sólo por el nivel tan elevado en el que ha sabido mantener la romería, sino por darle a esta localidad su primer museo.
Nadie es perfecto; Manolito tampoco, pues como le recuerdan tantos amigos, tiene el defecto de ser "del Sporting", pero bueno, siempre hay tiempo para la conversión... Gran aficionado al balón, hizo sus pinitos en el pueblo y se escapaba al Molinón a ver los partidos hasta que la muerte de su padre le obligó a abandonar esa afición para atender el ganado. Sólo le quedó un enlace con el fútbol: bajar a Lugones para hacer la quiniela. Para esto el Pegu sacó su propia estrategia, pues me contaron que hacía ésto en función de la postura de cada vaca: si la número 14 se echaba, ponía lo uno; si se echaba la tercera, lo otro... No dió resultado, y Manolito se rindió al ver que ni 20 pesetas sacó en años de jugar, y es que ya lo dijo un entendido: ¡les vaques de Lugones son del Oviedo!...
Se comenta acertadamente que Manolito y Lugones son inseparables, o dicho de forma más precisa: no se entiende El Carbayu sin Manolito, ni a Manolito sin El Carbayu. Pero, ¡ojo!, Manolito no es de la "República Independiente del Carbayu"; todo lo contrario, le encanta hacer vida en Lugones y disfrutar de las fiestas de Santa Isabel como cuando era un neñu. De Lugones de toda la vida son ya minoría en la gran población actual, pero de tan pura cepa como ''el Pegu'' muy pocos; se le puede decir que no tiene ocho apellidos vascos, pero sí ocho apellidos lugonenses y sangre puramente de Lugones, lo cual da lugar a ese amor de tierra madre que le brota por los cuatro costados. Si en su momento comenté que "Coppen" merecía una calle en Lugones, también creo que Manolito se merece una en el Carbayu, y estoy convencido de que nadie en toda la localidad dudaría ni cuestionaría tal merecimiento. Por la parte que me toca, tengo que darte las gracias, Manolito, por lo bien que me acogisteis en tu casa cuando llegué -aunque yo era consciente que algunos trataron de enturbiar la relación-. También la directiva de la Cofradía y tu familia, que son todos de las vías para arriba y también del otro lado de ellas... Gracias por tu sonrisa siempre, y por tanto trabajo realizado para disfrute de todos. Seguro que la Santina del Buen Suceso te lo premiará con salud. Aunque aún falte un poco para la romería, debemos con la mente volar ya alto como tus banderas verdes y blancas, y animando y deseando suerte igualmente a tu relevo, gritar: ¡Viva el Carbayu!
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