(María Gutin/ La Voz de Galicia) En la parroquia de Santa María de Rao, en Navia de Suarna, todo el mundo conoce a Don Jesús. El párroco, natural de Paradela y 85 años, imparte misa en tres comunidades autónomas distintas: Castilla y León, Asturias y Galicia y actualmente dirige seis parroquias: Balouta, Pelliceira, Pando, Moia, Muñís y Rao.
Es quien mejor conoce la realidad de la sangría demográfica que amenaza a Os Ancares desde hace décadas: "Lo más doloroso era ver cómo parejas jóvenes, con cuatro o cinco hijos, cerraban sus casas y se iban a Barcelona", dice. dice. No oculta lo dura que era y es la vida en la montaña, pero dice que se hizo sacerdote "para trabajar". Recuerda también que 1.000 personas llegaron a vivir a la parroquia y había tres escuelas. Ahora solo quedan 54 vecinos: "Eran familias numerosas, con diez u once hijos", explica. Había 48 niños en la escuela de Rao; en Murias, 36 y en Aigas, 38. Don Jesús recuerda que antes las escuelas funcionaban muy mal y, confiesa, él reemplazaba a los maestros cuando eran derrotados y dejaban sus puestos. “Les dije a los niños que debían amar a sus maestros, pero más aún a sus padres”, explica. Algunos chicos salían de la escuela sin saber leer ni escribir, algo que repercutía directamente en el futuro laboral de los niños.
—¿Y cómo crees que se podrían abrir y asentar las casas que están cerradas?
— Esa es una pregunta muy compleja.
Esa es la respuesta del pastor, consciente del problema. “Estas tierras tienen mucho potencial, no sé cómo se puede desperdiciar”, dice con gran pesar. Cree que es fundamental un cambio legislativo para que venga gente nueva a vivir a la montaña. “Aquí te puedes dedicar a lo que quieras porque hay tierra, agua y clima”, dice con convicción.
Don Jesús da una misa al mes en cada parroquia, pero en Rao, que es donde vive, la da todos los domingos, aunque todo depende de la nieve ya que a veces llegar a la iglesia es tarea imposible. El párroco lleva 59 años dando misa -luego viajaba en su Vespa, que llegaba incluso a Vigo y Salamanca- y explica que el coronavirus ha hecho que no se pueda celebrar la liturgia de la forma habitual. “En este momento se le suma a la pandemia que hay muchos ancianos viviendo aquí a los que no puedo poner en peligro”, dice. Don Jesús hace años que no bautiza a ningún niño. "No recuerdo cuál fue el último", añade.
“Murias fue un pueblo que emigró en los últimos tiempos. Tardaron más en salir porque había mucha gente joven y estaban todos muy unidos”, dice el sacerdote. Además, habla con orgullo de la buena relación que ha existido siempre: “La dificultad nos unió”. Él, que es hijo de campesinos, trabaja desde que nació, “y aprendí mucho, ahora parece que si los padres les piden algo a los niños, los están explotando”. Es mérito de don Jesús, entre muchos otros, que Pelliceira tenga una iglesia, ya que el templo se quemó a principios del siglo pasado: “En los años 60 lo construimos en ladrillo porque no teníamos dinero. Ahora intentamos cubrirlo con piedra, pero tuvimos que ir a Portugal a buscarlo, lo guardamos al lado del templo, pero no podemos ponerlo, no nos dejan tocarlo”, agregó con pesar.
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