Al abrir los ojos en este Jueves Santo he querido hacer mía la oración de Jesucristo al Padre, pensando en los sacerdotes que celebran su día: ''te pido por ellos''; nuestros presbíteros ''al entregar su vida por tí y por la salvación de los hermanos van configurándose a Cristo''. A imagen del Buen Pastor gastan sus vidas por el bien de las almas, haciendo de su existir una víctima, inmolación y ofrenda diaria en sus altares, en sus "Getsemanís" y en sus cruces. Aliéntalos, confórtalos y acompáñalos Señor dado que están en el mundo sin ser de éste: ''por eso te pido que los cuides''.
En el cenáculo de Jerusalén el Señor cumple lo que había anunciado en Cafarnaúm cuando les recordó: ''Vuestros padres comieron el maná en el desierto, y murieron. Este es el pan vivo que ha bajado del cielo, para que el que come de él, no muera''. Ni sus discípulos ni los presentes allí en la sinagoga habían entendido nada; sin embargo, eso de la eternidad sonaba bien, por eso dijeron: ''danos siempre de ese Pan''. Más es aquí, en la tarde del Jueves iniciando el principio del fin, cuando lega a la Iglesia el Sacramento del Amor, instituyendo la eucaristía como prenda perenne de amor. Sobre la mesa de la cena con los apóstoles nos anticipa la entrega total que se llevará a cabo sobre el leño de la Cruz.
Pero antes de partir el pan y entregarles el cáliz, nuestro salvador quiso predicar con el ejemplo mostrándonos en primer lugar que para participar de su mesa hemos de habernos purificado previamente. Aunque, sin duda, lo más impactante es que el mismo Cristo es quien se arrodilla, lava los pies y los besa en un gesto de humildad, sumisión y abajamiento total para elevarnos a todos hacia el Padre. El amor entre las tres santas personas de la Trinidad se traslada a todos los hombres en esta escena. Aquí se vislumbra la vocación de servicio a la que está llamada la Iglesia, que quiere levantar a los caídos limpiando las manchas que obscurecen la vida del hombre. Por eso los sacerdotes viven su vocación de servicio conscientes de que siguen las huellas del Maestro, "que siendo de condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios", sino que se hizo esclavo y siervo de todos.
En esa sala adornada con divanes, también el Señor nos lega el sacerdocio ministerial, el cual instituye dándole un sentido mayor que el que tenía aquel viejo sacerdocio del Antiguo Testamento que no acaba de lograr la salvación de sus coetáneos, y por ello se veían obligados a repetir de forma constante sacrificios en favor de todos. Sólo el sacerdocio de Cristo será el que realmente nos obtenga la liberación de nuestros males y nuestra adhesión plena por la fe a la salvación mediante su propia inmolación. No minusvalora la Iglesia aquel primitivo sacerdocio, consciente de que -como señala el pontifical romano- ''nombraste príncipes y sacerdotes y no dejase sin ministro tus santuario'', pero teniendo claro que sólo en Jesucristo se cumplen tantas antiquísimas prefiguraciones sacerdotales. Tan sólo Él es el mediador entre Dios y los hombres; sin embargo, ha querido adherir a su ministerio a hombres frágiles y pecadores, a los cuales que sigue confiando esta misión de ser ''alter Christus, ipse Christus''.
Como colofón a la cena santa, el Señor dice "Mandatum novum do vobis" (Jn 13,34) -os doy el mandato nuevo-; es decir, la ley del amor. Jesucristo mostrado como Amor, nos llama a la caridad, a esforzarnos por hacer posible la fraternidad entre los que compartimos el mismo pan. Como así clamará el Hijo al Padre en su oración sacerdotal en el Huerto de los Olivos: ''Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado''. Dios se nos muestra como aquello que es: Amor; y éste no es interesado o egoísta, sino generoso. Todos los bautizados somos también enviados ''para dar la buena nueva a los pobres''...
En esta bendita tarde y este Santo día, elevemos una oración profunda y sentida por nuestros sacerdotes. Así como en las visitas que realicemos al Santísimo en diferentes templos, pongámoslos a los pies de Jesucristo Eucaristía. Esta es la petición para esta tarde-noche: ''rogo et sanctifico meipsum... santifica eos in veritate''.
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