Al cumplirse el segundo aniversario de la Beatificación de los Seminaristas Mártires de Oviedo, me vienen a la mente las palabras del Sr. Arzobispo sobre el futuro que los católicos asturianos tenemos depositados en estos nueve testigos de la fé. Así Monseñor Sanz afirmó "ya los hemos puesto a trabajar", aludiendo el Prelado al necesario milagro para que nuestros queridos paisanos puedan ser incluidos en el gran libro de los Santos.
Para Dios ya lo son, Él ya los ha premiado con toda seguridad entre sus siervos fieles y solícitos; ahora toca reconocerlos aquí en la tierra con todos los requisitos que esto conlleva: milagro probado partiendo normalmente de historial clínico y seguridad de que la persona objeto del mismo fue encomendada a los Beatos, así como el visto bueno de la comisión teológica de la Congregación de las causas para los Santos... Ahora bien, no basta con cruzarse de brazos esperando el milagro, se debe dar a conocer a los Beatos Seminaristas Mártires en las parroquias, colegios, la universidad y, sobre todo, en los hospitales.
Los capellanes del HUCA, Cabueñes, Cruz Roja, Sanatorio de Begoña, Hospital de Jove, Hospital San Agustín de Avilés, Centro Médico, Hospital Monte Naranco, Hospital de Caridad de Avilés, Álvarez Buylla de Mieres, Valle del Nalón de Riaño, Hospital de Jarrio, Hospital del Oriente en Arriondas... pueden ser los mejores colaboradores con la delegación de causas de Santos de la Diócesis, no sólo acercando a los Seminaristas Mártires, sino a tantos otros beatos de nuestra tierra cuyas vidas son lámpara para nuestros pasos.
Siempre que iba a visitar a un enfermo a un hospital -ahora con la pandemia no se puede- le llevaba una estampa para dejarle en la mesita. Es una piadosa costumbre que también obsevé en el bendito sacerdote que me bautizó, capellán de hospital muchísimos años en Gijón, el cual tenía la hermosa costumbre de llevar en el bolso de la bata estampitas, rosarios, pins y caramelos para sus enfermos.
Los hospitales son lugares de dolor y sufrimiento, y en medio de éstos la Iglesia se hace presente consciente de dos realidades: por un lado estar al pie de esas cruces; y aún más importante, saber enfocar la realidad del dolor hacia la esperanza sin desaprovechar el valor de la oración de los que sufren. Los enfermos junto con los pobres, son los predilectos del Señor, por eso sus oraciones tienen tanta importancia, pues están unidos a Cristo por su pasión.
Quizás el protocolo del COVID-19 haya vetado la entrada de la mayoría de los objetos a las habitaciones de hospital, más creo que una humilde estampa de nuestros beatos no supondrá peligro alguno. Recientemente con motivo de la muerte del Arzobispo castrense, Monseñor Juan del Río, pudimos saber por el magnífico testimonio escrito del capellán del hospital militar "Gomez Ulla", que también al Arzobispo castrense le pusieron una estampa en su mesita, en este caso del siervo de Dios Fernando Huidobro SJ.
Las capellanías sanitarias son la mejor vía para fomentar la devoción a nuestros beatos, tesoro de nuestra Iglesia, lámparas encendidas que no hemos de esconder bajo el celemín, sino colocarlos en lo más alto para que alumbren a todos.
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