La parroquia de San Félix de Lugones acogió a los animales de compañía, llegando a juntar perros, gatos, peces, tortugas e incluso gallinas
(El Comercio) No existe consenso sobre si las mascotas van o no al cielo, pero lo que sí tienen claro en Lugones es que «mejor adoptar» y, sobre todo, bendecir a los compañeros animales. Ya sea en busca de suerte, salud o por pura tradición, los lugoninos esperan cada año San Antón con alegría para ungir a sus perros, gatos, conejos, peces, tortugas e incluso gallinas. La parroquia de San Félix tiene, ese día al año, sitio para todos.
A Igor, un pequeño 'yorkie' de siete años que lleva más de la mitad de su vida acudiendo al rito, no le ha funcionado lo del agua bendita para escalar puestos en las competiciones caninas, pero su dueña, María Teresa Álvarez, está contenta de que participe en todas las tradiciones y eventos familiares. «Este año es especial, viene con su hermanito humano Ricardo por primera vez», comenta.
También se estrenaban Cloe, una gatita adoptada de cinco meses, cuya propietaria no dudó en llevarla a bendecir según cayó en sus brazos, y Nemo, el pececito de agua fría de tres años de Nerea Méndez, de ocho. Su madre, Ana Belén Menéndez, señalaba a San Antón como el artífice de que su perrito Rocky, que nació enfermo y pasó «tres meses entre la vida y la muerte», se recuperase pocas semanas después de pasar por la iglesia. Con Nemo mejor prevenir que curar. Así llegó, apuntaba Paola Rengifo, dueña de la perrita Tila, a sus largos 14 años de edad para una mestiza.
Por su parte, Daniela Martínez y Nora Prieto se llevaron a sus conejos enanos holandeses, Luna y Pompón. Ellas son dos primas de nueve y seis años, y su familia tiene la noción de que sus roedores, regalo de Papá Noel, también están emparentados. «Son un terremoto, ha costado mantenerlos quietos en la iglesia, aunque más a Luna», aseguraban sus cuidadoras.
Y es que no es de extrañar que durante la misa no faltasen los ladridos esporádicos, algún maullido y un vuelo desde el coro al altar por parte de la gallina Sara, pareja del gallo Íker. «Son del Real Madrid, son blanquitos», bromeaba su dueño, Jorge Cabal, a la salida, quien aseguraba que «¡han causado sensación!». Ya el año pasado trajo a otro dúo plumífero, sin embargo la bendición no ha evitado que cuando le preguntan a Cabal por ellos señale a su propia barriga y no al cielo.
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