El reportaje, dirigido por Ellen Trapp y Tassilo Forchheimer bajo el título Klein Bayern im Vatikan [Una pequeña Baviera en el Vaticano], dura 28 minutos y muestra cómo, a pesar de vivir desde 1982 en Roma, Joseph Ratzinger sigue llevando muy dentro a su patria chica. De hecho, se cierra con esas palabras: "En el corazón estoy siempre unido a Baviera", concluye.
Esa fragilidad al hablar es el elemento más destacado de la producción germana, reconocida al principio por el Papa emérito: "Antes tenía una potente voz... pero ahora ya no funciona", afirma en off. También lamenta sus dificultades para andar, que le obligan a desplazarse en silla de ruedas: "Las rodillas ya no me obedecen".
"No tiene fuerzas y por eso no puede ir donde él quisiera", confirma el arzobispo Georg Gänswein, su secretario personal y prefecto de la Casa Pontificia, con quien se le ve en todo momento, ya sea rezando en la capilla, con el rosario en la mano paseando por el interior de los jardines vaticanos, o en su despacho.
El despacho es, sin duda, la estancia favorita de Benedicto XVI, con toda su biblioteca y la mesa donde, le comenta Gänswein, ha escrito casi todas sus obras y le ha acompañado en sus distintos destinos durante 65 años: "Muchos caminos", comenta el antiguo pontífice con un hilo de voz, y añade una enigmática apreciación sobre una línea de teléfono de seguridad "en Múnich contra el terrorismo".
Él llegó allí como arzobispo en 1977, en pleno auge de la Banda Baader-Meinhof (Fracción del Ejército Rojo), responsable de una treintena de asesinatos. Son los momentos informativamente más valiosos del reportaje [minutos 13:55 a 15:02], y prácticamente las únicas palabras actuales que se le escuchan.
El grueso del documental es una presentación de la vida del bávaro más ilustre del último siglo, en buena parte con entrevistas concedidas como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa, y donde intervienen además con su testimonio su secretario entre 1978 y 1983, el sacerdote Bruno Fink, y monseñor Thomas Frauenlob, a quien llamó Benedicto XVI a la Curia romana en 2006 para que trabajase en la Congregación para la Educación Católica como responsable de los planes de enseñanza en lengua alemana.
Asimismo comparte su perspectiva sobre el Papa su hermano sacerdote, Georg Ratzinger, de 95 años, con quien habla diariamente por teléfono aunque solo acude a verle cuatro veces al año en estancias cortas: "Echo de menos a Joseph porque en las últimas décadas hemos estado poco tiempo juntos. Reunirnos es una gran alegría para nosotros".
Cuando celebró su nonagésimo cumpleaños, el Papa emérito aún recibió a un nutrido grupo de compatriotas, pero ahora, con su progresivo debilitamiento, las visitas son cada vez más seleccionadas.
Es un hombre "bueno", señala Gänswein, que tiene cerca los dos iconos que, junto con la de San Corbiniano de Frisinga, constituyen sus mayores devociones: una imagen de la Virgen réplica de la patrona de Baviera que le regaló en 2006 el primer ministro bávaro, Edmund Stoiber, y un cuadro de San Agustín.
"Como él mismo dice", apunta el documental, "es un anciano al final de su camino". Y "en paz consigo mismo", ratifica Gänswein.
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