(lne) Mariola Menéndez
''Sólo las auxilió la casa noble de Peón, que les pagó el primer alquiler''. Así explica Andrés Martínez Vega, cronista oficial de Piloña, doctor en historia medieval y especialista en historia monástica, los duros comienzos de las Clarisas de Villaviciosa, cuando cumplen 325 años de la fundación del monasterio de la Purísima Concepción.
El 14 de enero de 1694, tres jóvenes, aconsejadas por los padres franciscanos del Convento Seminario de San Juan de Capistrano se unieron a una casa que estaba en la Calle Caveda. Lo hicieron en forma de beaterio. En el Antiguo Régimen se llamaba así al lugar al que se retiraban a vivir mujeres piadosas y adoptaban la regla tercera de San Francisco o la tercera orden.
Francisca María de San José fue la madre fundadora. La acompañaron en esta aventura espiritual las hermanas Bernarda Luisa y Antonia. Vivieron en gran pobreza por las estrecheces iniciales. El 31 de agosto de 1702 pasaron a una nueva casa, lugar que ocupan ahora y que estaba extramuros. Pero con el incremento de las vocaciones, le resultaba pequeña. Lograron el respaldo económico de un piloñés, Francisco Rodríguez, natural de San Román y que había hecho fortuna en las Indias. En 1717 les dejó en testamento una fortuna de 3.000 reales y patrimonio (ganado y propiedades) para construir un convento.
Pero el dinero no les llegó para la iglesia. Tuvieron suerte, porque en 1718, otro indiano, Juan Rodriguez Busmayor, natural de Trelles (Castropol), les donó 1.500 ducados para el templo y para adquirir material litúrgico. Un año después colocaron la primera piedra de los cimientos. La primera misa e inauguración tuvo lugar el 8 de de octubre de 1727.
''Es la última de las fundaciones franciscanas en Asturias y la única que se mantiene en la actualidad'', explica Martínez. Los franciscanos se instalaron en el siglo XIII en Oviedo, Avilés y Tineo; y las Clarisas en Oviedo. Los franciscanos también llegaron a Villaviciosa. Entonces proliferaban multitud de corrientes espirituales., algunas no acordes a la ortodoxia católica que corrían el riesgo de ser censuradas por la inquisición. Les costó conseguir la autorización para erigirse en convento, otorgada primero por el rey Felipe V en 1753 cuando la Sagrada Congregación de Obispos Irregulares les autorizó a convertirse en convento de clausura bajo la orden de Santa Clara.
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