El proceso de beatificación del Venerable Luis Antonio Ormiers, llega a su fin. Su postulador ya ha confirmado a la Curia General de su Congregación que ya es un hecho que la Iglesia reconoce y aprueba el milagro que se requiere para ser incluido su nombre en el libro de los Beatos, y lo que es más importante, el Papa Francisco ya ha dado su visto bueno para la Beatificación al reconocer y anunciar el milagro.
En nuestra Diócesis de
Oviedo nunca se ha celebrado una beatificación, la ilusión ya estaba presente
con la idea de que la Sancta Ovetensis,
nuestra Catedral, iba ser el marco incomparable para celebrar que cuatro
asturianos (los mártires de Nembra) serán incluidos en el libro de los beatos
el próximo mes de octubre; más el Señor no deja de sorprendernos, pues
las últimas noticias llegadas de Roma, nos hablan ya de una segunda beatificación en el
mismo lugar y quizás antes de concluir el año.
¿Cómo no va ser motivo
de regocijo este acontecimiento? Asturias, que no tuvo un santo nacido en su
suelo hasta hace menos de tres décadas vive ahora en tan poco margen de tiempo
el reconocimiento de cuatro martirios y de un milagro obrado por un sacerdote
diocesano francés fallecido aquí, en nuestra tierra. Ciertamente el Señor ha estado grande con nosotros y
estamos alegres (Sal 125).
Era un frío día de enero
en la Villa y Puerto de Gijón, apenas a dieciséis días de haber estrenado el
año de 1890. Un día más en la faena y el faenar de una Villa pescadora que lo
era entonces, cuando el Padre Luis exhalaba su último aliento. Terminó así el
peregrinar terreno de este pescador de hombres en el marinero enclave de
Cimadevilla, a la vera de la Iglesia del Apóstol pescador y con la brisa que
azota el campo Valdés por última caricia. Al día siguiente, toda la villa de
Gijón tenía conocimiento de lo ocurrido con una expresión que invadía las
calles y las conversaciones de los playos: ``murió el santín´´. Nosotros no
decimos “santico” como los maños, ni “santuco” como los cantanbros, ni “santillo”
como los castellanos... pero en Asturias no hay término medio, o eres grandón o
pequeñín, aunque nuestros apelativos siempre tienen un transfondo cariñoso y
familiar, pese que a los forasteros les suene casi a insulto o descalificativo.
Desde esos finales del
siglo XIX en que tuvo lugar la muerte del Padre Ormiers, su persona fue siempre
reconocida por todos los que le trataron y conocieron su legado que heredaron
en cientos de testimonios orales “sus hijas”, las Hermanas del Santo Ángel de
la Guarda, así como tantos que a través de los años se han acercado a
Dios por medio del carisma y las enseñanzas de este noble sacerdote francés.
Hubo de pasar mucho tiempo,
más ello no fue cortapisa para que el proceso diocesano llegara a buen puerto
con su clausura en Madrid en Octubre de 2013 y en un acto presidido por el entonces
Obispo Auxiliar Monseñor Cesar Franco. La documentación aprobada y reconocida
fue entregada en la Santa Sede, aunque habríamos de señalar aquí que el primer
paso comenzó en Asturias, donde se abrió el proceso diocesano para la causa
siendo Obispo Monseñor Lauzurica y Torralba, en la Fiesta de la Anunciación de
1954, el mismo año en que la Diócesis fue elevada a Archidiócesis por la bula Cum et nobis, de Pio XII.
El P. Luis ya había sido
declarado Venerable en 1998, sin embargo, se requería una prueba imposible de lograr
a los ojos de los hombres, aunque son precisamente los hombres de ciencia los
que finalmente dan fe, certifican y atestiguan que donde la razón ya no tiene
cabida, entra en juego lo trascendente.
Dicho hecho sobrenatural
fue aprobado el pasado 14 de enero, pero faltaba que el Santo Padre aprobara
que dicha noticia fuera comunicada a todo el pueblo de Dios, como ocurría el
pasado 8 de Julio cuando la Congregación para las Causas de los Santos en el
Vaticano hizo público que el Papa Francisco había recibido en audiencia privada
al cardenal Angelo Amato, S.D.B., prefecto de esta Congregación, autorizándole
a promulgar los decretos, entre otros, del milagro atribuido a la intercesión
del Venerable Siervo de Dios Louis-Antoine Rose Ormières. El
milagro, ocurrido en el año 2004, consistió en la curación
inexplicable del carcinoma epidermoide que sufría la Hermana Celina
Sanchez del Río, religiosa del Santo Ángel, nacida curiosamente en la misma
Villa de Gijón, dónde muriera el Padre Ormiers.
Es un acontecimiento
gozoso para todas sus hijas, para tantísimos rincones del mundo donde
estuvieron y están dejando su buen rastro, y, sobre todo, es una gracia
especial para las Diócesis de Lyón y de Oviedo, donde el Padre Luis abrió los
ojos y los cerró para este mundo. Y, como no, para nuestra propia Parroquia de San Felix de
Lugones, en la que las Hermanas, como las alondras de su canción, han puesto
hace décadas su nido y aquí siguen haciendo verdad la máxima de su fundador: evangelizar ``siendo como el ángel, que cuida, anima,
acompaña, protege, sana y libera a través de la Educación, la actividad
misionera y el cuidado de los enfermos”.
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