miércoles, 5 de agosto de 2015

Más catecismo, más derecho canónico y menos gaitas. Por Jorge Glez. Guadalix


De vez en cuando lo leo y hasta alguna vez me lo han dicho: menos derecho canónico, menos catecismo, y más espíritu evangélico, como si el catecismo y el derecho canónico fueran inventos eclesiales para hacer la puñeta a los fieles y jorobar todo lo jorobable al pueblo de Dios. Yo voy al revés, ya saben: más catecismo, más derecho canónico y menos gaitas.

Yo soy de esos pobres mortales que se repasan de cuando en cuando el catecismo e intentan predicar lo que en él se recoge, lo cual es signo evidente de espíritu antievangélico, encorsetamiento teológico, carquez mental y muy posible mala voluntad. No como el reverendo padre Gómez, llámame Curro como todos, que en prueba de autenticidad evangélica cree lo que quiere, predica lo que le viene en gana, no tiene reparo en cargarse tres o cuatro dogmas, abolir un par de mandamientos o celebrar los sacramentos según le viene en gana. Con dos narices. Viva el evangelio, viva el respeto, viva la comunión eclesial y viva la fe de la Iglesia, y no como ese cura que escribe en Infocatólica. Por supuesto los fieles que se aguanten, que como no vamos a caer en el legalismo, hago lo que me dé la gana y el que no esté de acuerdo que se busque una parroquia de carcas.

Prueba de mi insalvable tozudez, y constatación de mi falta de espíritu no solo evangélico, sino sobre todo conciliar, es que soy partidario del derecho canónico. Debe ser que los que no valemos para otra cosa intentamos actuar según lo mandado. Será eso. Además, tratando de cumplir lo que en derecho está establecido, creo que se evitan muchos peligros, especialmente el de actuar de manera completamente arbitraria y siempre a favor.

Nunca me ha fallado la percepción. Cuanto más liberal un clérigo, cuanto más amante de la libertad y alérgico a catecismo y derecho canónico, más dictador en lo suyo: predico lo que quiero, celebro como me da la gana, hago papeles si me parece, me ausento de la parroquia lo que considere oportuno y que no me falte la nómina a fin de mes. Por cierto, mis ausencias de la parroquia las cubre ese cura menos liberal al que le toca decir las misas de las que mi soberanía me dispensa.

Tanto el catecismo como el derecho canónico son la gran defensa del pobre y el pequeño, de esos feligreses hartos de tener que escuchar las ocurrencias del cura Pancho y de soportar sus genialidades: hoy no hay misa, mañana celebración penitencial con absolución general, este verano vacaciones en agosto, dos cursos en julio y una semana de encuentro de no sé qué en septiembre, así que me voy a finales de junio y no creo que pueda regresar hasta casi octubre. Claro que cuando los feligreses protestan por esas misas casi sin ornamentos, las telarañas en los confesionarios, el despacho cerrado de forma casi permanente, las ausencias del párroco y un sagrario escondido, y dicen “es que mire usted, don Pancho, no hay derecho a que nos haga esto, que usted tiene sus obligaciones”, se encuentran con la respuesta sabida de su cura: “obligaciones, obligaciones… menos derecho canónico y más evangelio”, ante lo cual Rafaela no tiene más remedio que soltar:“aquí con el cuento del evangelio lo que hay es mucha cara”.

No, no me salgan ahora con lo de los pobres y la misericordia con el débil, que los veo venir. La beata Teresa de Calcuta, ejemplo de una vida dedicada a los menesterosos más que nadie, JAMÁS tuvo necesidad de saltarse el catecismo o el derecho para hacerlo. Más aún, decía a sus hijas, las misioneras de la caridad: “¿queréis ser santas? Cumplid las reglas”. Pero ya se sabe que la beata Teresa de Calcuta era una mujer muy de normas pero nada evangélica. Evangélico y conciliar, Pancho.

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