SEGUNDA LECTURA
De los
libros de las Morales de san Gregorio Magno, papa, sobre el libro de
Job
(Libro 3, 39-40: PL 75, 619-620)
CONFLICTOS POR FUERA, TEMORES POR DENTRO
Los santos varones, al hallarse involucrados en el combate de
las tribulaciones, teniendo que soportar al mismo tiempo a los que atacan y a
los que intentan seducirlos, se defienden de los primeros con el escudo de su
paciencia, atacan a los segundos arrojándoles los dardos de su doctrina, y se
ejercitan en una y otra clase de lucha con admirable fortaleza de espíritu, en
cuanto que por dentro oponen una sabia enseñanza a las doctrinas desviadas, y
por fuera desdeñan sin temor las cosas adversas; a unos corrigen con su
doctrina, a otros superan con su paciencia. Padeciendo, superan a los enemigos
que se alzan contra ellos; compadeciendo, retornan al camino de la salvación a
los débiles; a aquéllos les oponen resistencia, para que no arrastren a los
demás; a éstos les ofrecen su solicitud, para que no pierdan del todo el camino
de la rectitud.
Veamos cómo lucha contra unos y otros el soldado de la
milicia de Dios. Dice san Pablo: Conflictos por fuera, temores por dentro. Y
enumera estas dificultades exteriores diciendo: Con peligros en los ríos,
peligros de bandidos, peligros de parte de los de mi raza, peligros de parte de
los paganos, peligros en las ciudades, peligros en el desierto, peligros en el
mar, peligros de parte de falsos hermanos. Y añade cuáles son los dardos que
asesta contra el adversario, en semejante batalla: Con trabajos y fatigas, con
muchas noches sin dormir, con hambre y con sed, con ayunos frecuentes, con frío
y sin ropa.
Pero, en medio de tan fuertes batallas, nos dice también
cuánta es la vigilancia con que protege el campamento, ya que añade a
continuación: Y, además de muchas otras cosas, la responsabilidad que pesa sobre
mí diariamente, mi preocupación por todas las Iglesias. Además de la fuerte
batalla que él ha de sostener, se dedica compasivamente a la defensa del
prójimo. Después de explicarnos los males que ha de sufrir, añade los bienes que
comunica a los otros.
Pensemos lo gravoso que ha de ser tolerar las
adversidades, por fuera, y proteger a los débiles, por dentro, todo ello al
mismo tiempo. Por fuera sufre ataques, porque es azotado, atado con cadenas; por
dentro sufre por el temor de que sus padecimientos sean un obstáculo no para él,
sino para sus discípulos. Por esto les escribe también: Nadie vacile a causa de
estas tribulaciones. Ya sabéis que éste es nuestro destino. Él temía que sus
propios padecimientos fueran ocasión de caída para los demás, que los
discípulos, sabiendo que él había sido azotado por causa de la fe, se hicieran
atrás en la profesión de su fe. ¡Oh inmenso y entrañable amor! Desdeñando lo que
él padece, se preocupa de que los discípulos no padezcan en su interior
desviación alguna. Menospreciando las heridas de su cuerpo, cura las heridas
internas de los demás. Es éste un distintivo del hombre justo, que, aun en medio
de sus dolores y tribulaciones, no deja de preocuparse por los demás; sufre con
paciencia sus propias aflicciones, sin abandonar por ello la instrucción que
prevé necesaria para los demás, obrando así como el médico magnánimo cuando está
él mismo enfermo. Mientras sufre las desgarraduras de su propia herida, no deja
de proveer a los otros el remedio saludable.
RESPONSORIO Cf. Jb 13, 20. 21; cf. Jr 10, 24
R. Señor, no te escondas de mi
presencia, * aparta de mí tu mano y no me espantes con tu terror.
V. Corrígeme, Señor, con misericordia, no con ira, no sea
que me aniquiles.
R.
Aparta de mí tu mano y no me espantes con tu terror.
ORACIÓN.
OREMOS,
Concédenos,
Dios todopoderoso, que la constante meditación de tu doctrina nos impulse a
hablar y a actuar siempre según tu voluntad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu
Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por
los siglos de los siglos.
Amén
CONCLUSIÓN
V. Bendigamos al Señor.
R.
Demos gracias a Dios.
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