sábado, 1 de marzo de 2025

Desde nuestro brocal: A la cabecera de la cama

Procuraban no hacer ruido, pisaban sus andanzas con una extremada delicadeza y hablaban siempre en voz baja. El silencio contenido estaba indicando que algo estaba en vilo, como pendiente de un hilo en el que la vida se balanceaba entre un tiempo y una eternidad. Así se allegaban de tantos modos en aquella habitación las personas más cercanas, hasta llegar a la misma cabecera de la cama. Era complicado comenzar a hablar, pues no se sabía empezar sin sobresalto el tema de conversación. No se trataba de hablar del tiempo, y de cuestiones tremendas o frívolas. Las primeras palabras se decían callando, pronunciándolas con una mirada o una sonrisa. En esa complicidad comunicativa se rompía el hielo con un sencillo saludo lleno de bondadosa verdad.

 Tantos de nosotros nos hemos visto quizás más de una vez en ese escenario tan humano, cuando hemos entrado en una casa o hemos ido a un hospital, para visitar a una persona querida por tantos motivos. Aún dentro de la congoja que nos aprieta el alma, es un gesto hermoso, verdadera obra de misericordia, expresando así el afecto y la gratitud ante ese ser querido por lo mucho que con él tenemos en común.

 Así lo está viviendo en estos días la comunidad cristiana, cuando asistimos desde nuestros lares más próximos o remotos a la enfermedad del Papa Francisco. Le hemos visto luchar con sus dolencias motrices que le impiden caminar yendo de aquí para allá en la sillita de ruedas. Y le hemos visto enmudecer ante la dificultad de respirar cuando se le ahogaban las palabras antes de que pudiera siquiera balbucirlas con normalidad. Su patología se ha transformado en un cuadro clínico severo y reservado del que desconocemos cuál será su desenlace en este tramo de su ancianidad. 

Entonces, además de estar atentos cada día al parte médico que la Oficina de Comunicación de la Santa Sede nos facilita, vamos desgranando nuestras oraciones de muchas maneras pidiendo a Dios la gracia de que nuestro Santo Padre viva esta circunstancia con serenidad acogiendo el mensaje que una enfermedad así a la edad octogenaria que él se gasta le puede estar diciendo en el hondón de su corazón.

 En esta circunstancia cabe pedir eso para él: aprender lo allí se nos enseña, traer a la memoria todo lo vivido con tantos registros dulces o amargos, exitosos o fallidos, todo lo que en nuestra personal biografía se ha ido dando con su luz o su penumbra, sus sonrisas o sus llantos, con sus gracias y pecados. Un momento de enfermedad, máxime cuando ésta es grave, nos dispone para tener esa mirada serena sobre una vida ya escrita e inalterable que contiene páginas hermosas y luminosas, alguna página en blanco quizás, versos acoplados con belleza junto a algún borrón o algunos renglones torcidos en donde Dios ha escrito una historia. Pero el conjunto es nuestro relato, nuestra más personal biografía que será mirada con la misericordia propia de un Padre Dios que nos ama como nadie. 

Junto a la cabecera de la cama, lejos del hospital Gemelli de Roma, esto hacemos los cristianos ante el escenario de tener al Santo Padre gravemente enfermo. Nuestro afecto por él y nuestras oraciones confiadas es lo que expresamos como hijos de quien nos preside en el amor a toda la comunidad cristiana, siendo también un referente moral mundial ante los retos y desafíos que tenemos en este momento incierto de la coyuntura internacional con los conflictos bélicos en curso, las andanadas dictatoriales de algunas gobernanzas basadas en la mentira y la continua conculcación de las libertades y del estado de derecho, ante la situación de tantos pobres que sufren en su propia carne la ambición desalmada de quienes desde la corrupción, la política y las finanzas, no tienen ninguna entraña. En esto también el Papa Francisco es ese referente que en estos momentos reconocemos con agradecimiento. El Señor le ayude y la Santina le proteja.

 + Fr. Jesús Sanz Montes, ofm 
Arzobispo de Oviedo

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