jueves, 6 de marzo de 2025

Francisco habla de la muerte en su homilía de las Cenizas: «Una realidad con la que debemos lidiar»

(Rel.) El cardenal Angelo de Donatis, que presidió la celebración litúrgica del Miércoles de Ceniza en la basílica de Santa Sabina, fue el encargado de leer la homilía preparada por Francisco para el inicio de la Cuaresma.

Memoria y esperanza

Las cenizas impuestas este día “reavivan en nosotros la memoria de lo que somos, pero también la esperanza de lo que seremos”, comienza el texto del Papa.

“Recibimos las cenizas inclinando la cabeza hacia abajo, como para mirarnos a nosotros mismos, para mirarnos dentro”, como una ayuda para “hacer memoria de la fragilidad y de la pequeñez de nuestra vida”: “Somos polvo, del polvo hemos sido creados y al polvo volveremos”, resumió, repitiendo las palabras con las que se imponen las cenizas resultantes de quemar las Palmas del año anterior.


Sin "exorcizar" ni "excluir" la muerte

Tras enumerar algunas de esas experiencias de fragilidad, entre las que el Papa incluyó, además de los fracasos y debilidades personales, otros “polvos en suspensión que contaminan el mundo” (“la contraposición ideológica, la lógica de la prevaricación, el regreso de viejas ideologías identitarias que teorizan la exclusión del otro, la explotación de los recursos de la tierra, la violencia en todas sus formas y la guerra entre los pueblos”), hizo referencia a la muerte.

Nuestra fragilidad “nos recuerda el drama de la muerte, que en nuestras sociedades de apariencia intentamos exorcizar de muchas maneras e incluso excluir de nuestros lenguajes, pero que se impone como una realidad con la que debemos lidiar, signo de la precariedad y transitoriedad de nuestras vidas”.

El valor de la penitencia cuaresmal

El hecho de recordar qué y quiénes somos en realidad “nos ayuda”, subraya la homilía, porque “nos remodela, atenúa la dureza de nuestros narcisismos, nos devuelve a la realidad, nos hace más humildes y disponibles los unos para los otros”.

“Pero la Cuaresma es también una invitación a reavivar en nosotros la esperanza”, añadió, al recordar que Jesús, el Hijo de Dios, “se mezcló con el polvo de la tierra, elevándolo hasta el cielo” con su Resurrección, para llevarnos “también a nosotros de las cenizas del pecado y de la muerte a la gloria de la vida eterna”.

“Sin esta esperanza, estamos condenados a soportar pasivamente la fragilidad de nuestra condición humana y, sobre todo ante la experiencia de la muerte, nos hundimos en la tristeza y la desolación”, afirmó: “La esperanza de la Pascua hacia la que nos encaminamos, en cambio, nos sostiene en nuestras fragilidades, nos asegura el perdón de Dios y, aun envueltos en las cenizas del pecado, nos abre a la confesión gozosa de la vida”.

El Papa concluyó la homilía exhortando a las tres prácticas características de la Cuaresma:

la limosna: “salir de nosotros mismos para compartir las necesidades de los demás y alimentar la esperanza por un mundo más justo”;

la oración, para “descubrirnos necesitados de Dios”;

el ayuno, para recordar “que no vivimos solamente para satisfacer nuestras necesidades, sino que tenemos hambre de amor y de verdad, y sólo el amor de Dios y entre nosotros puede saciarnos de verdad y darnos la esperanza de un futuro mejor”.

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