domingo, 2 de marzo de 2025

''De lo que rebosa el corazón habla la boca''. Por Joaquín Manuel Serrano Vila


Este Domingo que es el VIII del Tiempo Ordinario lo vivimos ya con la mirada puesta en el próximo miércoles cuando iniciemos el recorrido que nos llevará a la Cuaresma y a la Pascua. El tema que nos ocupa en este domingo nos va a venir muy bien para prepararnos en estos días que quedan para adentrarnos en el desierto cuaresmal a hacer examen de conciencia y disponer el corazón a las prácticas penitenciales, como es el tema del juicio. Y es que es algo que nos hace mucho daño, y que tantas veces nos hace llevar en el pecado la penitencia, dado que muchas veces juzgamos con ligereza sin detenernos a pensar en el daño que podemos hacer, y después, cuando también emiten juicios de nosotros nos molestamos profundamente. Esto no es algo únicamente de nuestros días; ya se vivía en los tiempos de Jesús, por eso advierte a los suyos sobre cuál es la actitud correcta ante este pecado que ya era algo que el pueblo judío buscaba erradicar de sus vidas. Lo vemos en la primera lectura, tomada del Libro del Eclesiástico, que debería ser puesto en esos azulejos de dichos y refranes que se colocan en los recibidores de los despachos y las casas: ''Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos''. Los que son de Castilla lo entienden muy bien, pero a los asturianos no nos suena tanto: la criba es cuando el agricultor separa el grano del desecho; aquí lo vemos con les fabes; también necesitan un cribado, una limpieza, para lograr separar el grano de la faba de restos de hojas, tierra, insectos... Seguro que hemos visto a los abuelos en la aldea con una manta lanzar les fabes al aire: ¿para qué? para que lo malo que no suele pesar lo lleve el aire y lo bueno vuelva a la manta y luego lavarlas y dejarlas listas para cocinar. Pues en las personas la criba es parecido: es donde vemos si somos buenos o malos a primera vista, y es también ahí cuando nos aventuramos a hacer juicios gratuitamente. El Eclesiástico nos da más ejemplos: El horno prueba las vasijas del alfarero, El árbol revela su fruto... Nos lo termina resumiendo en una frase: ''No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona''.

Esto que se nos pone hoy delante es en realidad una continuación de la enseñanza del domingo pasado donde Jesús nos mandaba ''amad a vuestros enemigos''. Pues una muestra de que estamos tratando de querer y perdonar a los que no nos quiere tiene que empezar por mis propias palabras, por lo que de mi boca sale sobre esa persona que me hizo algo y no se lo acabo de perdonar ó, lo que es aún más grave, no me ha hecho nada malo pero como alguien me dijo que era malo yo le he puesto también en mi "lista negra". Imaginad que inventaran una máquina como la que nos decía si teníamos fiebre o no cuando el "covid", y que diga cuando estamos en la cola para la comunión si podemos comulgar o no: ¿Qué diría de mí la máquina? Tal vez: "hoy no puedes comulgar que ayer criticaste a la vecina, a tu hermana, al policía, al cuñado, al cura, al obispo... Pues no necesitamos esa máquina; ya la tenemos, es nuestra conciencia. Nuestra conciencia es como las luces del semáforo que nos debe decir si hay luz verde o roja desde la última confesión, si no he pecado criticando o si he perdonado de corazón. O puede estar también en ámbar: si no he sido perfecto aunque tampoco hablé lo que no debía, ni pequé mucho ni me acordé mucho para bien o mal de los enemigos... Voy a ir comulgar, pero en cuanto pueda esta semana paso por el confesionario. Lo realmente grave sería avanzar con el semáforo de mi conciencia en rojo a sabiendas que he pecado contra mis hermanos, pues cuando así actúo también peco contra Dios, y en ello nos jugamos el cielo... San Pablo nos regala también hoy en su primera epístola a los Corintios la misma idea: ''El aguijón de la muerte es el pecado''. Esto es lo que más daño nos hace: pecar, vivir lejos del Señor, pues al final todas las enfermedades físicas nos llevan a la tumba, pero el pecado es el que nos quita la dicha de que al llegarnos la hora nos coja sin estar preparados, lamentándonos después en la otra vida de no haber sido dignos de merecer el reino eterno. Menos mal que nuestro Dios no es vengativo ni lleva cuentas de nuestro mal, por eso cantamos también con el salmista: ''Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad''.

En el evangelio de este domingo tomado del capítulo 6 de San Lucas nos pone dos ejemplos, por un lado el de los dos invidentes: ''¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego?'' Y el otro del que aprende y el que enseña: ''No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro''. ¿Cuántas veces somos guías ciegos que pretendemos guiar a otros en nuestra misma situación para terminar ambos cayendo al pozo? Por eso Jesús nos enseña: ''No juzguéis no seréis juzgados''. O como en el ejemplo del instructor y el aprendiz; todo discípulo anhela no sólo saber tanto como su maestro, sino llegar algún día a superarle sabiendo más que él. Si bien sabemos que el Señor es compasivo y misericordioso, nuestro anhelo ha de ser tener un corazón cada día más abierto al perdón, a la compasión, a la caridad... Estamos llamados a ser perfectos, como nuestro Padre celestial es perfecto. Y cuando uno es bueno o malo no lo detectamos por el exterior; hay personas que van muy bien vestidas cuyas vidas están vacías y llenas de miserias, y personas que pasan desapercibidas o nos parecen insignificantes, y tras de ellos hay todo un océano de obras buenas. Nosotros somos como los árboles, no los conocemos por el tronco, sino -como nos dice el Señor- por el fruto que dan: ''cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos''. Esto se ve muchas veces cuando muere alguien, y todos coinciden en lo mismo: ''jamás habló mal de nadie''; ''no tenía enemigos''; ''nunca se quejó''; ''lo dio todo a los demás''... He ahí alguien que ha sabido seguir los pasos del Maestro tratando de imitarle. 

A veces escuchamos que a los malos todo les sale bien y a los buenos todo les sale mal; esto no es del todo cierto, puede parecérnoslo ante las injusticias, pero no es así. La prueba del algodón nunca falla, y así también nos lo dice Jesús. El que hace el bien y regala bien a los demás no necesita mucho más, pues ya de su corazón brota espontáneamente el bien. Y las personas que son malas, que viven para criticar, odiar y pensar como fastidiar al prójimo, no necesitan más desgracia, pues el mismo mal les reconcome y destruye. Tenemos que aprender a caminar en esta vida sin comparaciones, sin estar preocupados de sentenciar todo lo que pasa a nuestro alrededor, sin que nos quite el sueño el no poder controlar el universo, o que éste se mueva en el sentido que a mí me gustaría... Mira a la hija del vecino, a que hora la dejan volver a casa, la fama que tiene en el pueblo... ¿has mirado como está la moral de tú casa, seguro que tu hija no hace lo mismo o peor?... Es que la que se sienta en el banco delante del mío en misa va a comulgar y vive en pecado: ¿vives tú acaso en gracia?. Aquí está el jarro de agua fría con el que Jesús quiere despertarnos: ''¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo...¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano''...

 No dejemos de orar por la salud del Santo Padre el Papa Francisco en esta experiencia de la enfermedad y la fragilidad que está experimentando estos días de hospital. Os animo a predisponeros con ilusión a vivir en profundidad esta Cuaresma teniendo muy presente que ''de lo que rebosa el corazón habla la boca''.

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