(Rel.) El obispo auxiliar de Madrid, Juan Antonio Martínez Camino, ha coordinado la publicación de un libro sobre el lugar troncal de los mártires y de los santos en el caminar bimilenario de la Iglesia: Mártires y santos, en el centro de la historia.
-Tertuliano escribía en el año 197: "La sangre [de los mártires] es semilla de los cristianos". Pero a veces puede darnos la impresión de que en aquellos países donde se ha dado ese sacrificio se sigue persiguiendo a quienes creen en Cristo...
-La decepción suele ser el fruto de la ilusión. Cuando se inventan expectativas falsas, más temprano que tarde viene la desilusión. Tertuliano, en cambio, no vivía de ilusiones. Él conocía bien la palabra del Maestro y la tomaba en serio: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán”. El Señor no nos ha prometido un mundo sin persecuciones. La persecución es, más bien, la situación en la que, de una u otra manera, se encuentran siempre los discípulos de Jesucristo. La cruz es el único camino para el Cielo.
-El 16 de octumbre serán beatificados en la catedral de Córdoba 127 mártires de la Guerra Civil. El estudio de 1961 de Antonio Moreno identificó a un total de 6832 víctimas religiosas asesinadas en el territorio republicano, de las cuales 13 eran obispos, 4184 sacerdotes seculares, 2365 religiosos y 283 religiosas. ¿Cuáles son los datos de que se dispone actualmente?
-Hablamos de “mártires del siglo XX”, evitando la expresión “mártires de la Guerra Civil”, porque esta última es menos apropiada por dos razones fundamentales.
»Primera, porque la persecución no comenzó en España con la guerra, sino ya en 1931. De hecho, hay mártires de sangre anteriores al conflicto bélico. Entre ellos, los santos mártires de Turón (Asturias), asesinados en 1934. Pero no sólo esos de la Revolución de Octubre, sino también otros martirizados en diversos momentos en el tiempo de la República, como, por ejemplo, Juan José Olano Orive y Enrique Bellsolell Castiñeira, dos jóvenes de la Acción Católica que fueron asesinados en Madrid en marzo de 1936, cuyo proceso de canonización se ha abierto en la catedral de la Almudena el 12 de diciembre de 2020, en la Causa de Rufino Blanco Sánchez y 70 compañeros mártires.
»Segundo: es menos apropiado hablar de “mártires de la Guerra Civil”, porque esta expresión puede inducir a pensar erróneamente que los mártires fueron combatientes de una guerra. También puede hacer pensar equivocadamente que la guerra fue la causa de la persecución, siendo así que ésta venía de atrás y la guerra sólo la agudizó; eso sí, de modo exponencial y dramático.
»Por otro lado, la expresión “mártires del siglo XX” fue puesta en circulación por San Juan Pablo II, con la intención de incluir a los millones de cristianos de todas la confesiones que dieron su vida por Cristo en todo el mundo en el siglo más violento de la historia. La persecución sufrida por la Iglesia en España ha de entenderse en ese gran contexto.
»La obra de Antonio Montero sobre la persecución religiosa sigue siendo fundamental. Pero los números que ofrece se van quedando algo cortos. A juzgar por las investigaciones que se han hecho con posterioridad, habrá que añadir algunos centenares más. Por ejemplo, en el Martirologio matritense del siglo XX, un libro publicado por la BAC en 2019, en el que se recogen las biografías de los 427 sacerdotes y seminaristas diocesanos martirizados en la diócesis de Madrid-Alcalá, hay 61 nombres que no aparecen en Montero.
-Cuando hay una causa de beatificación, ¿es preferible no publicar nada sobre el presunto candidato hasta que la autoridad eclesiástica correspondiente no lo autorice, o es conveniente dar a conocer la ejemplaridad de su vida con antelación a la apertura de la Causa?
-No hay nada que obste para que se dé a conocer la vida de las personas que han muerto con fama de santidad antes de que se llegue a incoar un posible proceso de canonización. Al contrario, es aconsejable que se haga. De hecho, así se ha hecho con mucha frecuencia, con muy buenos frutos. No faltan los casos en que los procesos no prosperan o tardan mucho en llegar a buen puerto y, sin embargo, la publicación de las vidas de personas santas han hecho mucho bien.
-El martirio decimos que puede ser cruento o incruento, es decir, sin derramamiento de sangre, pero siempre supone una entrega de la vida de forma heroica. ¿Cuáles son los mártires de uno y otro signo que más le han ayudado, estimulado, impactado y por qué?
-Entre los mártires o testigos de la pasión y resurrección del Señor que no sufrieron un martirio cruento, le tengo devoción especial a San Rafael Arnáiz Barón. Leí algunos de sus escritos ya antes de la apertura de su proceso de canonización, cuando yo era un muy joven seminarista de catorce años. Me ayudó y me ayuda mucho a tratar de vivir el “solo Dios”.
»Entre los mártires de sangre, todos los del siglo XX en España son de mi devoción. Pero he de mencionar a un primo de mi bisabuelo materno, don Lázaro San Martín Camino, que fue asesinado en Asturias, cuando llevaba ya cuarenta años de sacerdote, párroco en pequeñas parroquias rurales. En mi familia recibí noticias de él y más tarde acabé escribiendo su biografía. Seguro que, desde el Cielo, él ha alentado mi vocación sacerdotal, aunque todavía no haya sido incoado su proceso de canonización.
-¿Y sus santos favoritos o hacia los cuales profesa mayor devoción? ¿Son los mencionados en Mártires y santos, en el centro de la historia?
-Pues sí, en este libro, que acaba de poner en las librerías la editorial Encuentro, se trata de grandes santos, a los que profeso gran devoción: San Agustín, San Francisco de Asís, San Ignacio de Loyola, Santa Teresa de Jesús o Santa Teresa Benedicta de la Cruz, entre otros. Pero naturalmente no es esta la razón por la que éste me parece un libro importante.
»Es importante porque es un intento pionero de sacar las consecuencias de la teología de los santos que se encuentra en el Concilio Vaticano II, recogida también la Exhortación apostólica Gaudete et exsultate. A saber: los santos ciertamente interceden por nosotros actualmente, pues son la Iglesia del Cielo. Pero ya en la tierra, cuando fueron martirizados o se hicieron santos, tuvieron una misión divina, a la que respondieron muy bien.
»En cada santo se refleja un aspecto de la inagotable figura de Jesucristo, a quienes ellos vivieron unidos de modo especial. Por eso, en los santos, como dice el Concilio, Dios “manifiesta al vivo su rostro y su presencia” (Lumen gentium 50). Son palabras muy fuertes que ponen de relieve que los santos son medio de la revelación de Dios, la cual, gracias a sus vidas, se hace presente de modo incisivo en la historia del mundo y de la Iglesia.
»Si esto es así, habría que escribir una historia de la Iglesia pautada por los santos y los tipos de santidad que Dios le envía en cada época. No conozco ninguna escrita así. Casi todas siguen las pautas de la sucesión de concilios, papas y obispos. Y está muy bien, porque la Iglesia es apostólica. Pero antes que apostólica es santa. Y es santa, ciertamente en los sacramentos, pero también, de modo muy vivo, en María Santísima, en los mártires y en todos los santos.
»En este libro se desarrolla la teología conciliar de los santos, que se inspira en teólogos como Balthasar y Ratzinger, y se hace un humilde, pero pionero ensayo de una “historia hagiocéntrica de la Iglesia”. En el libro colaboran grandes especialistas.
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