Este año la pandemia ha trastocado todos nuestros planes, formas y costumbres. Igualmente las de las celebraciones de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos qué, evidentemente, no han podido llevarse a cabo como estamos acostumbrados y hubiéramos deseado. Ahora lo que se pide de nosotros es, ante todo, sentido común; cada cual sabe cuándo es mejor momento para ir al Camposanto sin limitarnos únicamente a esos dos días del calendario.
En muchos lugares han cerrado los cementerios obligando a las personas a pedir cita para acudir y han señalizado el interior del recinto... En algunas parroquias de Asturias se han suprimido incluso hasta las Eucaristías. Personalmente, pienso que para este comienzo del mes de noviembre no hacen falta más normas y prohibiciones de las ya existentes, cumplir lo vigente y extremar en todo momento como ya hemos dicho la cautela y precaución desde el sentido común.
En nuestra Comunidad mucha gente ya no sale de casa dada la situación de riesgo y restricciones en la que nos encontramos. Tenemos la Navidad a la vuelta de la esquina0 y ya se están suprimiendo en algunos lugares las rutas de "belenes", los nacimientos parroquiales y hasta las cabalgatas de reyes. Nos toca tomar conciencia del momento histórico en que vivimos enfrentándolo con prevención pero sin miedo, deseando que en este "totuum revolutum" los árboles no nos impidan ver el bosque...
Todo el sacrificio que estamos haciendo tendrá sentido sabiendo que todos estamos llamados a la santidad recordado a los que ya no están y nos han precedido hacia nuestro propio destino. Habrá que buscar el mejor momento para ir al cementerio no sólo a limpiar y adornar; eso ahora puede esperar, y, dicho sea de paso, se puede hacer muchos días del año. Ahora procede recordar a los que ya no están pero sí siguen vivos en nuestra memoria y corazón, orar por ellos y pedirle a Dios que por su misericordia gocen de su eterna compañía e intercedan también por nosotros en la Comunión de los Santos.
Al caer el uno de noviembre en domingo, la Solemnidad de "Los Santos" ha eclipsado el domingo XXXI del Tiempo Ordinario, y así el evangelio de las bienaventuranzas ha sido el texto central en el que nos hemos detenido este primer fin de semana del mes. Bienaventurados, dichosos, felices... Eso es lo que son los santos: los que gozan de la amistad de Dios; los que ya han corrido la carrera de la vida y obtenido la medalla que no se marchita como es la eternidad junto al Creador.
El uno y el dos de noviembre son dos días entrelazados; el primero para celebrar y el segundo para recordar; un día de solemnidad y otro de memoria. Empezamos el día primero alegrándonos por aquellos que siendo de carne y hueso como nosotros pasaron por la vida haciendo el bien y forman parte de la Asamblea de los Justos. Es ese grupo incontable que tan bellamente vemos definido el texto del Apocalipsis: "Estos que vienen con vestiduras blancas, quiénes son y de dónde han venido?. Yo le respondí: Señor mío, tú lo sabrás"... Es lo que tanto nos gusta repetir a los sacerdotes en estas fechas, que en el Santoral seguro que son más los desconocidos que los conocidos.
El día dos está más centrado en los fieles difuntos para pedir por ellos, por aquellos que aún no han llegado, por los que están en camino o en el Purgatorio y necesitan de nuestra oración. Éstos necesitan de nuestra ayuda, de nuestros sacrificios, limosnas y de nuestra vida de creyentes marcada por la Penitencia y la comunión... En Lugones hay mucha cercanía de los fieles hacia las Ánimas del Purgatorio, y muchas personas encargan misas por ellos. Es una piadosa práctica que hemos de conservar, no sólo encargar celebraciones por los nuestros sino también por aquellos que ya no tienen quienes les lleven una flor, quienes les limpie la sepultura o les aplique una misa. Cuando celebramos por las Almas del Purgatorio los incluimos a todos, y ya el Creador en su omnipotencia y misericordia sabrá qué difuntos están más necesitados de intercesión.
Existe una costumbre muy mexicana de hacer en casa un altar provisional con las fotografías de los nuestros que ya no están, aquí también hay lugares y pueblos en los que se hacen. Hemos de enseñar a nuestros niños a ir al camposanto con normalidad, a amar a los antepasados que no conocieron y a recibir esa sensibilidad que las abuelas nos legaron de tenerlos siempre presentes. No ocultamos la muerte a las nuevas generaciones, enseñémosles a convivir con ella, pues si ésta se presenta -y lo hará- sin saber de ella y conocerla como un tránsito de los creyentes a una vida plena, la separación será aún más traumática y desgarradora, especialmente para un niño.
PD. A los niños, a los padres, a los abuelos y en realidad a todos, os recomendamos una película para ver en familia este mes de noviembre, el film de Pixar estrenado en 2018 "Coco"; una película para todos los públicos que trasmite muy bien por qué es importante rezar por los difuntos, pues ellos ya no pueden hacerlo y dependen de nuestra oración para alcanzar la gloria. Es una película de dibujos animados moderna; no se ciñe plenamente a la escatología católica pero se acerca mucho a nuestra visión de la vida eterna. Ahí están las intenciones de misa, las "gregorianas" y las limosnas que damos por las Ánimas del Purgatorio para ayudar desde "aquí" a tantos difuntos cuyas almas han quedado a mitad de camino por sus propios actos de pecado y sufren por no gozar de la presencia plena del Señor. Nos necesitan y necesitan de nuestra oración, como también nosotros necesitaremos de la oración de nuestros niños -los adultos del mañana- cuando también llegue nuestra partida...
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