Querida familia, queridas hermanas del Santo Ángel, Queridos fieles y amigos:
En la mañana de este pasado domingo nos ha dejado nuestra hermana Carmen Pérez Suárez. La ha llamado el Señor a su Casa justo cuando en toda la Iglesia Universal celebrábamos la "Jornada de los Pobres". Lo veo como un guiño de la Providencia, cuando ella que tanto amó y se dio a los más necesitados es premiada un día así con el descanso de tantos cansancios, justo cuando Cristo, buen samaritano a quien imitaste, nos reclama como tú has hecho siempre no ser indiferentes ante el sufrimiento de nuestros semejantes.
Tapiega de raíces, nació y creció en el seno de una familia tan religiosa como trabajadora en Campos y Salave. El Señor la quiso para sí y la llamó a la vida consagrada profesando como religiosa del Santo Ángel de la Guarda. Con sus aciertos y errores gastó generosamente su vida en una existencia sencilla esperando como "el guardián de Israel" la venida del Esposo, noche y día.
La Palabra de Dios proclamada en sus exequias nos ayuda a entender las claves con las que hemos de afrontar su muerte para este mundo. Ella ha sido la que se ha adornado para el Esposo que nos refiere el Libro del Apocalipsis; ella fue el templo de Dios en su cuerpo frágil, haciendo suyo el carisma de la Congregación donde ‘’educar no significa sólo instruir’’.
Ha sido una despedida marcada por la acusada situación del COVID-19 en nuestra Comunidad, la cual nos impide celebrar su funeral como se merecía, faltando otros familiares y otras hermanas de Congregación qué, aun así, se han unido espiritualmente a través de los medios de retransmisión que nuestros tiempos actuales nos permiten. En el Salmo, el Señor vuelve a recordarnos que Él es ‘’nuestra luz y salvación''; ¿a qué temer?’’. Y así se nos presenta Cristo resucitado, no sólo como luz para nuestra hermana Carmen, sino para todos nosotros que aún aguardamos nuestra propia hora.
La hermana Carmen Pérez destacó por su alegría y vitalidad, por eso mi deseo mayor era concederle el último gesto agradecido de celebrar una despedida positiva y esperanzada, lejos de demasiados lutos o tristezas; con cantos a María y al Padre fundador; con el gozo y la seguridad que todos tenemos de que ''no puede haber ido a otro lugar que al cielo la que vivió siempre con los ojos puestos allí''. Quise escoger para la celebración el pasaje del evangelio de San Juan que mejor plasma el hecho esperanzado de los que han elegido "la mejor parte" sirviendo al Señor: ''Padre este es mi deseo, que los que me diste estén conmigo donde yo estoy''...
Queridas Hermanas:
Para este sacerdote que os habla fue un regalo de Dios recibir en esta Parroquia a esta buena religiosa y estupenda persona con la cual tanto compartí, disfruté y me reí. Su paso por nuestra comunidad parroquial aunque fue breve resultó muy intenso, fructífero y ejemplar. Se ofreció para todo y en todo colaboró: catequesis, liturgia, enfermos, "Vida Ascendente"… y, sobre todo, desde una sensibilidad especial para generar empatía con los niños y entablar conversación con las personas mayores; para abrir corazones y sacar a flote sonrisas. Hizo suyo el mandato evangélico y ejerció también la caridad sin alharacas, sin que viera la mano izquierda lo que hacía la derecha.
Fue ante todo misionera: en todos los destinos por los que pasó no quiso ser "simplemente" una religiosa de la enseñanza, sino verdadera transmisora de Cristo para las personas de cualquier edad, raza y circunstancia. En 1951 las Hermanas del Santo Ángel llegaron a Mali, un país de mayoría musulmana y de apenas presencia católica, para hacer discípulos de Cristo en medio de las adversidades, donde la hermana Carmen y sus compañeras abrieron sendas y caminos por donde no había.
En este hermoso y maltratado país gastó nuestra Hermana su vida y su actividad en él fue su principal carta de presentación. Mali fue la pasión de toda su vida. También para la historia de la propia Congregación como un destacado puntal durante cuatro décadas de abnegado servicio a la evangelización. No fue únicamente una labor social y humanitaria con aquellas niñas analfabetas de la calle, con las mujeres maltratadas, enfermas, prostituidas y víctimas de múltiples violencias, sino que fue una labor ante todo de caridad, pues todo se hizo por amor a Cristo crucificado en aquellas mismas personas que sufrían. Aunque tuvo que volver enferma a su tierra tras varios paludismos que entonces casi le cuestan la vida, su corazón y su mente quedaron en Mali con los pobres de su África amada, pese a las complicadas situaciones políticas, sociales, culturales, sanitarias y religiosas que le tocó vivir, y que en absoluto la amedrentaron, sino haciendo que ella y toda su Congregación se ganasen el respeto, incluso de los que no aceptaban nuestro credo.
La noticia de la muerte de la Hermana Carmen ha sido llorada especialmente en Bamako y Bandiagara, así como en otras Comunidades de esa bella tierra africana que se unieron a nosotros en la oración por ella a través de nuestros enlaces de "facebook", a sabiendas que Cristo tiene muchos rostros, razas y colores.
"Madurado rápido llenó mucho tiempo", derrochando también ternura y caridad en los suburbios urbanos de Premiá de Mar, en las calles de nuestro pueblo de Lugones y en los caminos de Becerril de Campos... El día que la despedimos aquí partiendo a tierras palentinas le dije públicamente: ‘’Hermana Carmen, la Madre San Pascual pedía a sus monjas que fueran "ángeles", tú has cumplido entre nosotros esa premisa de la Fundadora, y has sido auténtico ángel visible en medio de Lugones’’.
Ya en Becerril siguió en contacto con nuestra Parroquia hasta que su salud se agravó. Vuelta a Oviedo por esta causa, pude visitarla varias veces aunque finalmente apenas me conocía, más nunca perdió su sonrisa. Estos últimos cinco años fueron de configuración con la cruz del Señor, algo que no fue complicado para ella, acostumbrada a besar con frecuencia la cruz de la Congregación que llevaba al pecho, afirmando: ‘’Él me acompaña siempre, nunca me ha dejado, en África y en todas partes ha estado a mi lado’’...
Destacó siempre por su amor a la Congregación y a los fundadores, algo que se puso más aún de manifiesto estos años en que empeoró su insuficiencia respiratoria y mermó su capacidad cognitiva y, pese a no identificar a todas las personas de su entorno, de sus labios siempre salía alguna alusión al Padre Ormieres o a la Madre San Pascual.
Como nos dice el Papa Francisco, la muerte es "el abrazo con el Señor, para ser vivido con esperanza". Le pedimos a Él un fuerte abrazo a nuestra Hermana, que sean perdonadas sus flaquezas humanas y premiadas con generosidad sus muchas buenas obras.
Que Santa
María Reina de Ángeles, y el Beato Luis Ormieres intercedan por Tí.
Descansa en
Paz, querida Hermana Carmen Pérez Suárez
Joaquín, tu amigo
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