Los que le conocimos y con los que pudo entablar en el tiempo una relación más cercana, supimos de su gran humanidad con la que aderezaba la entrega a su trabajo como pasión y a su familia como principal motor de su vida.
Algunos descubrimos hace un tiempo por él mismo un pronóstico nada halagüeño que se ha verificado en lo humano, pero su fe, su ser cristiano y católico practicante le hizo abrazar -una vez más- la Cruz de Cristo con la que ya se había configurado en sus terribles experiencias familiares. A veces parece que "Dios premia a los malos y castiga a los buenos"...
Somos muchos los clérigos que le debemos un recuerdo cariñoso y una oración prolongada, pues más allá de relaciones comerciales y múltiples gestos de cortesía, estaba siempre para todos su sonrisa, su buen hacer profesional, su preocupación en lo personal y el abrazo entrañable de un amigo sincero en el reencuentro. Nunca le vi enfadado, aunque la procesión fuese por dentro...
Estoy seguro que muchos compartirán conmigo esta breve reflexión por sincera y verdadera, y pienso que la síntesis expuesta de la buena persona que fue José Luis es el mayor legado que con orgullo pueden exhibir ahora su esposa Maribel, compañera inseparable y todoterreno de su vida, y sus hijos Sergio e Iván, junto a toda la familia (así le gustaba decir a él -una empresa "familiar"-) genética y profesional de "ENGRUPO".
Descansa en Paz, amigo.
"Yo soy la resurrección y la vida -dice el Señor- el cree en mí aunque haya muerto vivirá, y el que está vivo y cree en mí no morirá para siempre"
-Joaquín, Párroco-
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