La historia de Langreo y la Virgen del Carbayu siempre han ido de la mano; más no solamente esto entristece a tantos fieles y vecinos que observan con dolor el desprecio que buena parte de la corporación municipal han mostrado hacia su historia, la fe, y, sobre todo, la esencia de lo que significa para Langreo y los langreanos. Pienso que lo más grave es que se han tratado de desenpolvar las rencillas de un triste pasado que, justamente a los pies de esta "Santina" se imploró que no volvieran a ocurrir.
Tras la cruel guerra civil que tanto se cebó en este valle del Nalón, y tras una postguerra tan larga como dura, todos (los de un bando y los del otro) asentían y querían que aquella historia no debería repetirse nunca jamás, pues el precio de unos colores y supuestos ideales se había pagado demasiado caro con la misma sangre de hermanos. En unos momentos de tristeza, desesperanza y oscuridad, la Virgen del Carbayu se volvió esperanza y luz para los langreanos hasta el punto de que desde diferentes entidades culturales del concejo se propuso su declaración como "Patrona del Municipio". No fueron las parroquias, ni los curas, ni los frailes, ni las monjas... fue la gente de a pie ("el Pueblo"
-que dirían algunos-) los que reclamaron y pidieron a la Iglesia esta distinción.
-que dirían algunos-) los que reclamaron y pidieron a la Iglesia esta distinción.
Tuvo lugar la solemne proclamación en Septiembre de 1954, pero, a pesar de ser época de vientos a favor de la Iglesia Católica (martirizada -literal- en MUCHOS de los suyos) el párroco de entonces en La Felguera, no hizo una coronación popular al uso, sino que interrogó a los presentes al estilo de la renovación de las promesas bautismales. La multitud era de tal magnitud, que pocos paisanos de Langreo se perdieron tal efeméride. El celebrante, Don José Arenas, preguntó a la Corporación Municipal, al clero local y a la asamblea de fieles si estaban conformes con la propuesta, siendo todas las respuestas una clamorosa obación a una, con un SÍ rotundo que nada dejó objetar.
Por ello se colocó una imagen de dicha advocación en el Ayuntamiento, donde permaneció durante sesenta y dos años sin molestarle a nadie. Quizás hoy, que tenemos otras miradas, claves y recelos, no entendamos lo que supuso ni el patronazgo ni la colocación esta imagen en la Casa consistorial, pues los que bien entendieron y defendieron esto ya no están entre nosotros. No hablamos, no y para nada, de un resquicio franquista, ni de una cacicada del nacionalcatolicismo; sino de una herencia legada por los mayores -nuestros mayores- que hoy ha sido eliminada por puro rencor, inmadurez y resentimiento.
Al pensar en este hecho, viene a mi memoria la curiosa anécdota que protagonizó Santa Teresa cuando la nombran priora del Convento de la Encarnación de Ávila por la fuerza, omitiendo el derecho a voto de las casi doscientas religiosas profesas que allí moraban. El problema no se hizo esperar, y, cuando la Santa llegó a su nuevo destino, las carmelitas se revelaron impidiendo su entrada y rebelándose contra la decisión de los superiores. Finalmente, la Andariega, logró entrar y tomar posesión, pero a la mañana siguiente les rompió el molde a todos. A la hora de ir al coro se encontraron con una imagen de la Virgen en la silla prioral y con las llaves de dicho Carmelo en las manos, mientras que la de Ávila se situó en su lugar de siempre. Ella fue clara: ''la verdadera priora de este convento es la Virgen Santísima''.
Esto que hizo la Santa del Tormes, es lo mismo que se hizo en el Langreo de postguerra, buscando curar las profundas heridas de la contienda civil. Santa María del Carbayu se entronizó en pleno centro del Ayuntamiento para recordar, precisamente, que a sus pies y con Ella fue posible la paz, la reconciliación y unidad de un pueblo aún dividido. La Virgen no es ni de derechas ni de izquierdas; es de todos y es de Langreo. Así se pedía ya en 1946 al enumerar las razones para pedir su patronazgo: «para que volviera a reinar entre los langreanos la armonía, la convivencia, la tolerancia y la transigencia, de unos con otros...»
Ciertamente todo lo contrario de lo que se ha conseguido -y pretendido por algunos- al eliminar un símbolo que no sólo es del pueblo cristiano -ni de los curas- sino que sirvió en momentos muy duros y contradictorios para enterrar el hacha de guerra de un pueblo Langreo que buscaba la paz entre sus hermanos y olvidar -¡y superar!- los enfrentamientos. Flaco y torpe favor a todo ello y a todo Langreo la de su actual Corporación.
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