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miércoles, 19 de octubre de 2016
El terrorismo del chismorreo.Por Atilano Rodríguez, obispo de Sigüenza-Guadalajara
El viernes, 19 de septiembre, el papa Francisco recibía en audiencia a un grupo de obispos que habían participado en un seminario de estudios organizado por la Congregación para la Evangelización de los Pueblos. Estos obispos, nombrados recientemente por el Santo Padre, iban a ser enviados a países de misión para dinamizar la acción evangelizadora de la Iglesia.
En el discurso a estos obispos, el papa Francisco hizo referencia a los problemas que dificultan en estos momentos la misión evangelizadora de la Iglesia desde el exterior a la misma y puso también al descubierto los comportamientos y actitudes de algunos cristianos que hacen imposible la vivencia de la unidad, de la fraternidad y de la comunión eclesial. Al referirse a estos problemas internos, el Santo Padre afirmaba que a la Iglesia se la destruye desde dentro con dos armas: el dinero y la división. Estas dos armas mortales las carga el mismo diablo.
Cuando el dinero no se utiliza para el servicio de la evangelización y para la atención a los pobres engendra corrupción y búsqueda del propio interés. En ocasiones, puede llegar incluso a convertirse en un sustituto del Dios verdadero, en un auténtico ídolo, al que muchos hombres y mujeres rinden culto y adoración.
Cuando existen divisiones internas en la Iglesia y ruptura de la comunión, el diablo penetra por las rendijas y destruye con la lengua, con los chismes y con el hábito de chismorrear, que es una forma de “terrorismo”. Quienes se dejan llevar por el chismorreo, por la crítica amarga y, en algunos casos, por la calumnia, más que pertenecer a la Iglesia toda, con su diversidad, pertenecen a tal o cual grupo que se siente diferente o especial.
Consciente de que alguno de sus oyentes podría escandalizarse ante la dureza de sus palabras o que sus lectores tendrían dificultad para entender adecuadamente el alcance de las mismas, el papa Francisco añade a reglón seguido: “El “chismoso” es como un “terrorista”, que lanza la bomba, el chisme, para destruir. Por favor, luchen contra la división, porque es una de las armas que tiene el diablo para destruir a la Iglesia local y a la Iglesia universal”.
Si contemplamos la realidad, podemos descubrir que el “terrorismo” del chismorreo está muy presente en la sociedad actual y, también, en algunos ambientes eclesiales. Quienes se dejan conducir por los criterios mundanos, en vez de vivir y actuar de acuerdo con las enseñanzas evangélicas, rechazan la profecía de los hermanos, descalifican a los que cuestionan sus propuestas, destacan constantemente los errores ajenos y viven obsesionados por la apariencia.
¿Cómo sanar estas divisiones? ¿Cómo superar el chismorreo que destruye a los demás y genera división en el seno de la Iglesia y en la convivencia social? Este tipo de “terrorismo”, que provoca división y muerte en la relación con los hermanos, solamente puede combatirse mediante el reconocimiento de los propios pecados, la petición de perdón de los mismos y la apertura del corazón al aire puro del Espíritu Santo. La acción del Espíritu en el corazón humano tiene el poder de hacernos salir de nuestros egoísmos y de ayudarnos a superar las guerras entre cristianos provocadas por la envidia y los celos.
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