Bendito el que viene en nombre del Señor
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Lo dijo el libro del Génesis, portavoz del proyecto divino sobre la creación:
que no es bueno que el hombre esté solo, porque tampoco está solo Dios de quien
somos imagen y semejanza. No es fácil acertar con la adecuada compañía, y
siempre será un inmenso regalo sabernos bendecidos con alguien que fraternamente
nos acompaña, que nos complementa, que rema con nosotros en la barca de la
Iglesia yendo juntos hacia ese destino que nos ha marcado en los mares de la
vida el mismo Dios. Esto vale para toda la comunidad cristiana, que con diversas
vocaciones, con distintas encomiendas, expresa la índole de un Pueblo que
encuentra en la comunión el modo propio de ser y de hacer desde el don que cada
uno ha recibido del Señor para ponerse al servicio de los demás.
Entra de lleno esta perspectiva cuando llega el momento de recibir no ya el
anuncio de su venida sino la realidad de un nuevo hermano tras su consagración
episcopal. Hace escasamente dos meses que hacíamos pública la noticia de que el
Papa Francisco había nombrado a D. Juan Antonio Menéndez Fernández, nuevo obispo
auxiliar de la Diócesis de Oviedo. Fue entonces cuando nos dimos la enhorabuena,
cuando agradecimos al Señor y a su Iglesia este regalo que a todos se nos hace,
y de modo particular a mí como arzobispo.
Siempre me he preguntado por el significado que tiene que a través de los
siglos algunos hayamos sido llamados a suceder a los Apóstoles. Porque un obispo
es precisamente eso: un sucesor de los Apóstoles. Sólo sabemos que el obispo de
Roma es el sucesor de Pedro. Los demás no tenemos una línea sucesoria tan
nominalmente definida. Esto implica que los que hemos sido llamados a este
menester, a este ministerio, debemos sabernos mirar en aquella comunidad que
acompañó al Maestro, en cada uno de sus perfiles y temperamentos.
No se trata de emular a éste o a aquél imitando su originalidad sino más bien
comprender que aquellos Doce fueron llamados en su circunstancia cotidiana, con
sus características propias, con sus límites, con sus posibilidades, con toda la
carga de luz y de sombra que ellos tenían y arrastraban. Al pronunciar Jesús sus
nombres, ellos estaban en sus redes de pescadores, en sus mesas de recaudadores,
en sus oficios y beneficios, en sus amores y desamores, en sus dudas y sus
certezas, en sus trampas y en sus virtudes. Pero el Señor puso en sus labios el
nombre de cada uno de ellos, y comenzó para ellos una historia nueva.
Convivieron con el Maestro como quien aprende a vivir de nuevo, y fueron
limando sus aristas que les hacían toscos y ariscos, asomándoles a un modo
distinto de ver las cosas, de abrazarlas, reconociendo en cada una de ellas la
huella del Señor. Y tantas palabras escuchadas de los labios de Jesús, tantas
obras bondadosas salidas de sus manos, ellos las guardaron como se custodia un
tesoro, como se precinta un secreto, para luego poder contarlo a los cuatro
vientos y en los mil mundos saber compartirlo.
Nos llega D. Juan Antonio con esta encomienda de pastor bueno en
el Buen Pastor, como sucesor de aquellos Apóstoles en este tiempo y en esta
tierra, y como una ayuda adecuada que ensancha nuestra fraterna amistad. No es
un colega al uso, no es un cómplice de clá, es sencillamente un hermano que se
me da y se nos da como obispo auxiliar. Junto con nuestra más sincera alegría
que se hace abrazo de bienvenida, acogemos a D. Juan Antonio como quien viene en
el nombre del Señor. También él ha oído al Maestro, también él ha visto tantos
signos de vida. De la palabra y de los milagros del Señor Jesús, él como obispo
ahora se hace testigo para confirmar la fe en los hermanos, y a mi lado presidir
en la caridad a nuestro Pueblo, para despertar la esperanza proclamando la Buena
Noticia. No son pocos los llantos que enjugar en los más pobres, son muchos los
gozos por los que agradecidos saber brindar. Así entre lágrimas y sonrisas, y
para todas ellas, nos llega ahora D. Juan Antonio, que santificando el nombre
del Padre Dios –como dice su lema episcopal– será bendición para todos sus
hermanos.
+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo
Arzobispo de Oviedo
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