jueves, 13 de junio de 2013

Carta semanal del Sr. Arzobispo

 
  Tiempo de exámenes
 
Me sucede cuando en estas fechas del año me encuentro con niños y jóvenes, que tienen que habérselas con las últimas pruebas de su año escolar. Se les va cambiando la carita a nuestros pequeños y bisoños, tras los sopores de un primer calor agobiante. Pero no es la temperatura sin más lo que les hace soplar por los sofocos, sino la cita anual con exámenes y evaluaciones finales. Y es que terminando el curso se debe pasar revista a los conocimientos asimilados.
Pero no son sólo ellos. También haciendo de algún modo balance, está el final de curso pastoral. Como comunidad cristiana nosotros hemos de hacer de algún modo los exámenes. Terminan las catequesis, los distintos grupos celebran despedidas, se hacen planes para el verano: viajes, peregrinaciones y actividades de tiempo libre en campamentos y colonias para los más jóvenes. Al final de este camino de un año pastoral que concluye, es preciso pararse a examinar nuestro recorrido.
Siempre hay tres referentes que nos permiten confrontarnos con nuestra salud cristiana real y sopesar lo que en este año se nos dio, lo que nos queda pendiente y lo que con gratitud hemos asimilado ya. Un primer aspecto, se refiere a la relación con Dios. Los sacramentos vividos y la oración son en nuestra vida cristiana la fuente de todo lo demás. La Palabra de Dios que escuchamos e interiorizamos, nos permite después contar con la vida la historia de salvación de la que formamos parte. La Eucaristía que celebramos como Presencia del Señor nos sacia nuestras hambres y nos acompaña en nuestro caminar. Ante los pecados que ofenden el corazón de Dios, que nos dividen por dentro y nos enfrentan por fuera, el Señor nos ofrece el sacramento de la confesión para ser abrazados por su misericordia que nos hace nuevos. Vale la pena detenernos ante Dios y pensar cómo estamos cada uno en nuestra relación con Él.
Un segundo aspecto, y consecuencia del anterior, se refiere a la comunión entre nosotros. La comunión en primer lugar con la misma Iglesia, para que no haya nadie que camine en solitario y a sus expensas. No es la Iglesia la que tiene que plegarse a nuestros criterios, opciones o trayectoria, sino justamente al revés. Pero no somos clones gregarios sino hijos libres de Dios, con la índole que el mismo Dios ha querido imprimir en cada uno. De ahí nacen las distintas espiritualidades y caminos con los que el Señor bendice a nuestra Diócesis a través de comunidades religiosas, movimientos eclesiales e instituciones que enriquecen a nuestro Pueblo cristiano. Se trata de mirarnos y tratarnos en la caridad que nos permite complementarnos, cuando cada uno con el don que ha recibido se pone al servicio de los demás.
Finalmente, el tercer aspecto tiene que ver con la misión que juntos queremos abordar en este tramo de nuestra historia; una misión a la que somos enviados por el Señor y por su Iglesia, y que hemos querido discernir como concreciones para este curso pastoral. Es aquí donde deberemos preguntarnos qué hemos logrado realizar, qué está a medio hacer o dónde todavía estamos sin empezar, de cuanto nos habíamos propuesto para este año. Está ya en ciernes el nuevo Plan Pastoral Diocesano que facilitará no sólo esta evaluación, sino sobre todo la ruta a seguir. Pero incluso desde ahora hemos de revisar lo que en este año hemos conseguido realizar. Este es nuestro tiempo de exámenes, sin sonrojo y sin sopor: avanzar en lo inacabado, aprender incluso de nuestros errores y sabiendo agradecer los logros que dan gloria a Dios y son bendición para los hermanos.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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