domingo, 16 de noviembre de 2025

¿Quién es mi prójimo? Una historia cristiana. Por Monseñor Fray Jesús Sanz Montes O.F.M.

Una vez más se ha publicado el informe Foessa que realiza Cáritas española sobre la exclusión y el desarrollo social en nuestro país, llevado a cabo por un equipo de 140 investigadores procedentes de 51 universidades, centros de investigación, fundaciones y entidades del Tercer Sector. En este informe donde se ausculta la realidad social de España se llega a la conclusión de que estamos atravesando un proceso inédito de fragmentación social donde muchas familias están siendo desplazadas hacia estratos inferiores con una de las tasas de desigualdad más elevadas de Europa. Han sido casi veinte años de crisis encadenadas, donde la recuperación social y la integración de los más vulnerables no han conseguido cerrar la brecha. En estos momentos hablamos de una severa exclusión que se coloca en un 52% por encima de la cota de aquel año crítico de 2007, señalando nada menos que a 4.3 millones de personas bajo ese umbral de pobreza.

Siempre que celebramos una asamblea diocesana de Cáritas con todos sus voluntarios y los técnicos que trabajan en sus oficinas, se da un doble escenario: el que representa ese encuentro como gesto de comunión entre nosotros trayendo tantas realidades de nuestra geografía cuando hablamos de las parroquias, los arciprestazgos de las ciudades y villas, de las cuencas mineras, de la franja alargada que baña el Cantábrico o los pueblos esparcidos por nuestra montaña. Pero también se hace presente la realidad concreta que a diario contemplan nuestros ojos: me refiero a los destinatarios de la labor de Cáritas. Son los pobres de tantas pobrezas que llaman a la puerta de nuestras parroquias y arciprestazgos. Ahí están sus rostros detrás de la precariedad económica, la falta de trabajo, el miedo ante la incertidumbre, el dolor de las personas más vulnerables cuando sufren la violencia o la exclusión, el no tener un techo o los papeles en regla para poder regularizar su situación. Este es el doble escenario de una Cáritas diocesana: la geografía de nuestras comunidades y la historia de los pobres que llaman a nuestras puertas.

Cáritas no es una ONG como a veces se la confunde por parte de quienes no entienden el significado de la comunidad cristiana y el ser mismo de la Iglesia de Jesús. Porque el amor y la justicia que preside la labor de Cáritas forma parte complementariamente de la liturgia con la que vivimos la oración a Dios y recibimos sus sacramentos, y la catequesis con la que nos formamos continuamente como niños, jóvenes o adultos para saber dar razón de nuestra esperanza. La caridad, la liturgia y la catequesis son los tres pilares sobre los que se asienta toda comunidad cristiana presidida por el Señor, alentada por la intercesión de María y los santos, junto a los hermanos que Dios ha puesto a nuestro lado para con ellos seguir escribiendo la historia en la encrucijada de nuestro tiempo y en los lares de nuestros espacios.

La parábola del buen samaritano es un vademécum en el que se espeja la vocación de quienes trabajamos en Cáritas. La pregunta inicial de aquel maestro de la ley tenía trampa: era para para probar a Jesús: “¿quién es mi prójimo?”. Pero será preciosa y provocativa la respuesta de Jesús contando una historia. Al final será Jesús quien pregunte: “¿cuál de todos ellos ha sido prójimo?, el que practicó la misericordia… Anda y haz tú lo mismo” (Lc 10, 25-37). Ahí tenemos una primera semblanza del voluntario de Cáritas. Pero hay otra parábola que completa esta: es la que refiere el evangelista Mateo: Venid vosotros, benditos de mi Padre, porque tuve hambre, tuve sed, estuve en la cárcel, fui extranjero, estuve enfermo, también desnudo… Y ante la extrañeza de los discípulos que no recordaban al Maestro en ninguna de esas circunstancias, Jesús les dirá: “lo que hicisteis o dejasteis de hacer con uno de estos mis pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis” (Mt 25, 31-40). El secreto de nuestra entrega cristiana desde Cáritas, es que el Señor está en todos los pobres que llaman a nuestra puerta, los que tienen esas circunstancias de hambre y sed, de cárcel y extranjería, de enfermedad y desnudez. Ellos son también Jesús y por amor a Jesús los acogemos, los escuchamos y, en la medida de nuestras posibilidades, tratamos de resolver con cristiana solidaridad sus penurias. Esto es ser prójimo de aquellos con los que practicar la misericordia, aprendiendo de la entrega que Dios usa con nosotros cada día.

+ Fr. Jesús Sanz Montes, ofm
Arzobispo de Oviedo

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